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CAP 08

Era costumbre que las reuniones se lleven a cabo en el consultorio de Maite. Sin embargo, el trabajo de Anahí las había obligado a reunirse en el bufete de abogados. Mientras la rubia firmaba carpetas con autorizaciones, la ginecóloga hacía una lista de los puntos que debían averiguar.

–¡terminé! –Anahí deja caer el lapicero con fuerza, mientras que se recuesta por completo en la silla giratoria.

–Aquí está la lista, casi completa –la morena extiende un papel perfectamente organizado.

Se había encargado de enumerar los puntos según el orden de prioridad. Descubrir la verdad no iba a ser fácil, pero si no lo intentaban en un futuro podrían terminar arrepintiéndose. Ambas tenían claro que se estaban ocultando muchas cosas, y la actitud tan "Noble" de Christopher lo comprobaba.

Punto número 1: ¿quién es Muriel Hernández? Junto al primer indicador, se había jalado una flecha roja que buscaba especificar la información que debían saber. ¿De dónde salió? ¿Quiénes son sus padres? ¿cómo llegó a la vida de Christopher?

Punto número 2: ¿por qué de repente Christopher se apareció en casa con ella como su esposa? La flecha del mismo color, ahora esclarecía de manera concisa los hechos. ¿Quiénes son los testigos de esa boda? ¿dónde se casaron?

Punto número 3: Si no es amor ¿Cuál es la razón de esa boda? Ahora la flecha solo llevaba a una oración: No es amor porque ni siquiera comparten habitación.

Punto número 4: ¿quién es "La señorita" que le manda recados a Christopher por medio de su secretaria?

La ginecóloga no tardó en caer en cuenta de la actitud misteriosa de Lupita, cuando el teléfono sonaba de manera insistente. Había sido testigo de las múltiples juntas que Christopher dejaba a medias por atender esas llamadas.

–¿qué señorita? –cuestionó Anahí, tras terminar de leer el pequeño listado.

–Esa que le habla a Christopher casi todos los días. me parece sospechoso que no mencionen su nombre, yo pienso que tiene algo que ver aquí.

–No creo que sea para tanto –los pensamientos de la rubia estaban siendo interrumpidos por la mezcla de información y dudas.

–hasta el mínimo detalle puede ser útil. Lo realmente preocupante es ¿por dónde empezamos?

–No lo sé –confiesa su amiga, mordiendo su labio con desesperación–. Lo único que sé es que debemos descubrir la verdad porque además de querer ver a Dulce feliz, quiero a mi hermano feliz.

La conversación se ve interrumpida por el ruido melodioso del celular de Maite. Con un movimiento de cabeza poco enérgico se levanta del sofá para alejarse y poder contestar. El nombre en la pantalla le saca una sonrisa de manera automática, pero también le indica que es por quien deben aclarar todo cuanto antes.

–¿Mai, las estoy esperando. Poncho ni siquiera ha llegado.

–Lo siento, Dul. Nos entretuvimos en la oficina de Any, pero ya vamos para allá.

–No tarden, que las ganas de sentarme con ustedes a elegir invitaciones de boda se pueden agotar –la risa de Maite inundó el ambiente, llegando también a sacar una pequeña sonrisa en la ex pelirroja.

***

Guardó el móvil dentro del bolso, con una actitud algo desesperada por terminar de elegir invitaciones. Ya había comprado un café para disminuir la sensación de frío que experimentaba a causa de no haber traído un suéter. Debía prepararse mentalmente para lo que venía, la indecisión de Anahí.

Sus ojos captaron el momento en que de un auto con el logo de "Von Uckermann Construction" descendía Alfonso Herrera, luciendo el inconfundible terno negro pulcro. Quería correr para abrazarlo, pero relacionar el traje de su amigo con el que usaba Christopher frenó todo intento de afecto. Recordó cuando regañaba a su aún novio por "No tener originalidad", y cómo él trataba de suavizar la situación con un beso que la derretía por dentro.

Negó moviendo la cabeza con furia al verse invadida por recuerdos que debía borrar de su alma. No tardó en regañar a Dulce del pasado, por confiar en que ese maldito beso demostraba amor.

–¿No vas a saludar a tu ardilla favorita?

Esbozó una sonrisa sincera al escuchar la voz de Poncho, dejando de lado los regaños que se hacía constantemente. No pudo controlar el impulso con que sus brazos se prendieron del cuello del Ingeniero, como tampoco la fuerza con que se abrazó al mismo.

–Te extrañé mucho –confesó al sentirse en confianza.

–Yo también, y de alguna manera eres cruel. Ni siquiera me diste un teléfono para contactarme contigo, si no fuera por Anahí te habría perdido el rastro totalmente. Vas a tener que contarme muchas cosas.

–Quería empezar desde cero.

–Tengo que felicitarte, has logrado hacer realidad eso que era solo un bosquejo.

–Del que te reías –recordó frunciendo el ceño.

–Me resultaba fantasioso y, a los profesores también ¿he?

"Pero a Christopher no" –una voz proveniente de su corazón la obligó a separarse del abrazo con incomodidad reflejada–. "Es más, él te ayudó en todo y pese a que todo lo hiciste tú, su asesoría y sus constantes correcciones fueron indispensables"

–¡a la mierda!

–¿estás bien? –preguntó Poncho tras oír el grito poco discreto de su amiga–. Te recuerdo que es una palabra poco apropiada.

–Yo la uso siempre, así que debes acostumbrarte.

–lo intentaré. Yo sé que es una pregunta muy común y simple, pero ¿cómo estás?

–en el mejor momento de mi vida –respondió de inmediato, como si estuviera programada y entrenada para esa pregunta.

–No me mientas. Luego de lo ocurrido en tu Bo...

–Tras que tu amigo me dejara en el altar, inicié una nueva vida en otra ciudad y funcionó. Ahora, te puedo decir que estoy en la etapa más feliz de mi vida, no me falta nada y lo que pasó hace 2 años solo es una cicatriz.

–Yo no he nacido ayer, Dulce –se apura a decir.

–Estos dos años me sirvieron para sanar las heridas, cerrar etapas y abrir otras. No te voy a negar que me dolió, pero la vida debe seguir y no me iba a estancar por la cobardía de Christopher. Ahora, solo es uno de los muchos errores que cometí.

Se estaba tratando de convencer, su corazón tenía que entender.

–En dos años no se puede olvidar algo tan fuerte como lo que tuvieron.

–Cuando te traicionan, todo es posible. Él siguió con su vida, está casado y sé que pronto voy a conocer a alguien más –era fácil decirlo, pero aplicarlo resultaba imposible.

–Vamos a suponer que te creo –concluye, mirándola a los ojos–. ¿dónde quedó el brillo que tenías en los ojos? ¿Dónde quedó la sonrisa que tanto me gustaba ver?

–Soy la misma. Con la misma sonrisa, con el mismo brillo en los ojos.

–Sabes de sobra que cuentas conmigo para lo que quieras. Si te apetece hablar, solo dilo. Si quieres sacar todo eso que tienes guardado, también.

***

Las tasas de café sobre la mesa ya no eran humeantes. Desde que Muriel le contó lo que estaba pasando dentro de su matrimonio, Lucía no pudo seguir con la frecuente tarde de plática. Con las manos cubriendo su rostro, pensaba en el problema de su amiga y en la forma de poder ayudarla.

–yo creo que tiene a otra –concluyó al fin, dejando a Muriel con un desconcierto visible en la mirada.

–No me digas eso, Eso no es cierto.

–Dime entonces ¿cómo explicas que no quiera nada contigo? –vuelve a refutar, tomando las manos de su amiga sobre la mesa.

–tiene miedo a lo que me pueda pasar, no quiere lastimarme.

–¿Es que un hombre sin sexo dos años? me parece muy raro.

–Él no es como todos, Lucía.

–Creo que hay alguien más, y por lo visto muy importante porque ni siquiera duerme contigo.

–Si eso fuera cierto, jamás se habría casado conmigo ni siquiera por el estado en que me encuentro. Él me ama, pero tiene miedo a lastimarme.

–¿Qué te dijo esa ginecóloga que visitas?

–Que por el momento no era buena idea la de tener intimidad. Y cuando le platiqué del bebé, me dijo que yo corría mucho riesgo al embarazarme.

–me parece muy raro todo.

***

Tener a Dulce tan cerca estaba entorpeciendo su rutina habitual. Ahora, en vez de trabajar, se la pasaba imaginando cosas a su lado o, quizá, recordando la última conversación que mantuvieron. Sabía que tenía muchos pendientes acumulados, pero, pese a intentarlo, concentrarse era imposible. La ex pelirroja aparecía como un tormento.

Christopher jugaba con el lápiz de dibujo en la mesa, sin encontrar la inspiración para terminar el plano. La boda de su hermana también era algo que le preocupaba, ya se había encargado de amenazar a Poncho por si llegaba a hacerle sufrir; dejó claro que, aunque eran amigos, su hermana terminaba siendo más importante. Torció la boca en un gesto incrédulo, la boda se acercaba pronto y no se creía capaz de dejar ir tan fácil a su princesa.

–¿ya tienes listos los planos?

Christian, como de costumbre, entró a la oficina sin avisar para detenerse en frente y gritar con todas sus fuerzas.

–¿Cuántas veces te he dicho que toques antes de entrar? –gruñó fastidiado, colocando la punta del lápiz en el papel–. Estoy ocupado, tengo muchas cosas que hacer. Retírate, por favor.

–El señor Torres está afuera ¿ya tienes los planos listos? Le haré pasar a la sala de juntas –dijo todo de corrido, ignorando la petición de su amigo.

Christopher se tocó la cabeza, desesperado. La presencia de Dulce le hizo perder la noción del tiempo y, ahora no sabía que día era. Los planos no estaban listos, los garabatos que tenía en el papel ni siquiera podían presentarse como avance.

–¿Qué día es hoy? –el susurro fue desesperado.

–martes, quedamos en entregarle los planos el martes –recalcó el travieso–. Por favor, no me digas que aún no los has terminado.

–Ni siquiera los he empezado –suspiró derrotado–. Hemos perdido al cliente.

Y el señor Torres no era cualquier cliente. El contrato que firmaron consistía en un número con bastantes ceros, el prestigio de la constructora aumentaría considerablemente si se llegaba a concretar. Ahora, no solo se ganarían mala fama, también, deberían pagar la suma millonaria de penalización.

¿Cómo había sido tan imbécil para no darse cuenta del día ni de lo que debía entregar?

Desde que conoció a Dulce su vida dio un giro de 180 grados, dejando las cosas de cabeza y las reglas casi destruidas. Antes era gracias a las actividades que proponía para evitar que su vida callera en monotonía, la ex pelirroja odiaba esa palabra. Y ahora era por tener su recuerdo presente, casi como un tormento.

–Perder al cliente –Christian cambió su semblante en cuestión de segundos–. ¿te das cuenta que significa perder al cliente? –reclamó, exasperado.

–Lo lamento. Tengo la cabeza en otro lado y...

–Yo no estoy dispuesto a perder al cliente –interrumpió, dejando sorprendido a Chris–. Tienes la cabeza en otro lado por Dulce, y ella va a tener que solucionarlo.

–¿Qué?

–Déjalo todo en mis manos, mi Rey –suspiró, volviendo a adoptar su postura relajada–. Voy a hacer algo que va a salvar a la constructora de tu "despiste" –Remarcó la última palabra.

Se dio media vuelta, dejando a su amigo con la boca abierta sin saber como comenzar a preguntar todo lo que quería saber. Christian había metido a Dulce y, no sabía cuan dañino podría ser eso para su vida.

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