CAP 07
Había pasado todo el día sentada como en los viejos tiempos, con los pies sobre la mesa de centro y la computadora en las piernas. Adelantó trabajo, porque tenía claro que no iba a poder mantenerse quieta.
Agradeció entonces el tener la cocina equipada, porque pudo prepararse muchas tazas de café que terminó acompañando con tostadas. No sabía cocinar, siempre se le terminaba quemando algo y, la única manera en que disfrutaba hacerlo era para molestar a su ex: "Christopher"
El día le alcanzó hasta para poder recordar aquellos dos años en los ángeles. Esos mismos años en los que su corazón se encargó de arruinarle todas sus posibles sitas. Los pretendientes nunca le faltaron, y en su gran mayoría eran guapos y altos ejecutivos. Pero cualquier tipo de conquista era rechazada por el recuerdo de Christopher que, se hacía presente antes de decir "si acepto"
Una de esas tantas veces, fue cuando estaba en su cafetería favorita. Esperaba su pedido con impaciencia, cuando de repente un hombre griego de ensueño se sentó frente a ella.
–Esta mesa está ocupada. ¿No me estás viendo aquí? ¿no te han enseñado a respetar el espacio personal?
Enojada no la describiría en esos momentos, estaba más que furiosa. No toleraba las faltas de respeto, odiaba que la gente se tome ese tipo de confianza y, aborrecía las sonrisas seductoras que le tiraban los hombres.
Este era guapo, y por su porte podría jurar que era un ejecutivo de renombre. Calculó más de 1,85 de estatura, se dio cuenta de los grandes ojos verdes y el cabello rubio muy bien acomodado. Su rostro era blanco, con poca barba y las facciones muy bien conservadas; no le llamaba la atención.
–Soy Rodrigo reyes, mucho gusto –El hombre extendió una mano, pero Dulce solo la vio de reojo–. Me gustaría saber cómo es que se llama una belleza como la que tengo en frente.
–El gusto no es mío, Rodrigo –Bufó, sin mucha paciencia–. Te pido que levantes tu trasero, y que me dejes en paz.
Él rio, mostrando una perfecta dentadura blanca. Pero ella ni siquiera prestó atención a ese pequeño detalle, se estaba ofuscando.
–Todavía no me has dicho tu nombre, y tengo un gran interés por saber. ¿Acaso prefieres que adivine?
–me llamo Eustaquia ¿OK? Ahora sí, mueve ese trasero y lárgate de aquí.
–Eustaquia. Eso ni tú misma te la crees, supongo que cuando nos vayamos conociendo me lo dirás ¿quieres que te invite un café, Eustaquia?
No pudo aguantarse más, y soltó una risa fría como las que estaba acostumbrada a dar. Acomodó un poco de su cabello donde corresponde, para luego mirar a quien tenía en frente con detenimiento.
"No está nada mal, conócelo. Te falta salir y distraerte, interactuar con hombres y hasta talvez puedas terminar enamorándote"
Iba a decir que sí, iba a hacerlo. Pero el corazón fue más rápido, y le puso en frente una de esas imágenes que no podía borrar. Christopher, tomándola de la cintura, y susurrando un "Te amo" que la estremecía.
–¡al diablo todo! –Suspiró, sintiendo como las palabras de ese hombre la envolvían–. Me esperan mis hijos, tengo cinco niños y soy madre soltera..., como podrás ver, no puedo quedarme a platicar.
Ahora, ese recuerdo solo era uno más del montón. Siempre buscó esquivar a todas esas citas, porque el corazón así se lo pedía. El recuerdo del hombre de su vida, estaba presente, y se encargaba de que ella no pudiera seguir.
¿Por qué él lo hizo sin problema y yo sufro cuando quiero olvidar?
Esa pregunta rondaba su cabeza con frecuencia, y se odiaba por seguir amándolo. No entendía cómo es que luego de haberse enterado que estaba casado, no lo podía olvidar.
Los tonos de su celular lograron que por unos momentos se olvide de lo que le atormentaba. Esperó unos cuantos segundos, antes de tomar la llamada.
–Dulce Espinosa en la línea –Pronunció cada palabra con seriedad.
–Buenas tardes, señorita Espinosa. Le habla la Dra. Perroni –Al oír a su amiga, rio por lo bajo–. Le hablaba para saber si es que en su agenda ocupada hay un pequeño recorte para dos amigas que quieren tomar un café con usted.
–¡Estúpida! Por supuesto que si ¿Dónde y a qué hora?
–En una hora, en la cafetería favorita de Anahí.
–Está bien, no se me va a hacer difícil llegar porque estoy en mi departamento –Como siempre, se tomó la molestia de remarcar esas últimas palabras.
–¿Y qué hace usted ahí?
–Solo quise venir, mejor te cuento cuando nos veamos ¿va?
***
Recogió la pequeña foto que había caído por accidente, aseguró el auto y con pereza ingresó a su casa. El día había sido productivo, pero le costaba aún acostumbrarse a su nueva vida. Años atrás, existía alguien que no iba a permitir la rutina en su vida diaria.
Observó la foto suspirando con dolor acumulado en el pecho. su vida había cambiado mucho, porque ahora entraría a casa, cenaría con su hermana y su esposa, para luego intentar dormir.
Tiró las llaves en la mesa de centro, corrió al mini bar para rellenar una copa con el primer wiski que vio. Se sentó en uno de los sillones perfectamente acomodados y, se permitió disfrutar.
–Mi amor, tengo una sorpresa para ti. ¿Puedes subir?
Volteó la cabeza y no la vio, pero estaba seguro que era Muriel quien le hablaba. Dejó la copa a medio terminar, y se dispuso a subir las escaleras. A diferencia de las sorpresas que podía haberle hecho Dulce, estas no le emocionaban en lo más mínimo.
Revisó en la habitación de su esposa, no estaba ahí. Entonces sintió como poco a poco la furia se apoderaba de él. A paso firme se dirigió a su dormitorio, abrió la puerta y se topó con su esposa envuelta en una lencería muy "Provocativa"
–te he dicho mil veces que no quiero verte aquí ¿qué parte de esa orden no ha quedado clara? –Se estaba descontrolando, y a lo mejor luego se arrepentiría.
Maldijo a Maite con todas sus fuerzas, pero después se vio obligado a caer en cuenta de la terquedad que muchas veces era característica de su esposa. No culparía a su amiga, pero tampoco podría controlarse.
–¿Te gusta? –Muriel le sonreía con ternura–. Es que ya estoy lista, si muero prefiero hacerlo sabiendo que fuiste el único hombre en mi vida.
–te he explicado más de mil veces, que mi habitación es solo mía. Quiero que salgas de aquí, porque descontrolarme contigo no es algo que esté en mis planes, sal ahora mismo que debo descansar –Suspiró, obligándose a mantener la calma.
–Entonces quiero dormir contigo, ya estoy lista, quiero pasar el resto de mi vida en tus brazos ¿es tan difícil de entender?
–Y ¿es tan difícil de entender que quiero estar solo?
No dijo nada más, porque tomó a su esposa por los hombros y la sacó de su habitación. Cerró la puerta, dejándola con la palabra en la boca y, el corazón latiendo a mil por hora..., la había rechazado.
***
Flora café siempre había sido el lugar de encuentros y, aunque Dulce no estuvo de acuerdo en un principio tuvo que terminar acostumbrándose. Los colores rosas, junto a los toques de por más infantiles, no le caían nada bien. Sin embargo, Anahí negoció el lugar con la única condición de que la ex pelirroja, sea la encargada de conseguir los antros.
Anahí inspeccionaba el café con un ceño fruncido poco común entre sus gestos. Estaba enojada con sus amigas por el retraso que llevaban, el reloj en su muñeca marcaba las 6:15 de la tarde. Había dejado el nuevo caso a medio revisar para reunirse con ellas, se pasó algunos semáforos y casi se tuerce el pie por correr, creyendo que era quien llegaba tarde.
–16 minutos tarde –Anuncia con un tono de voz elevado, al encontrar a su amiga en la puerta del local, luego de haber comprobado la hora en su reloj.
–Hola, Any. Yo estoy de maravilla, gracias por preguntar. ¿y tú?
–No me vengas con cordialidades, llevo 17 minutos esperándolas. Por ustedes he dejado un nuevo caso sin estudiar, casi me quedo inválida por venir corriendo ¡mira nada más para que! –Había decidido exagerar las cosas, con gestos dramáticos que causaban gracia en la morena.
–Lo siento, es que tuve una charla de sexo seguro y las preguntas de los adolescentes me entretuvieron más de lo establecido.
–¿Y dónde está Dulce? –La poca paciencia era notable–. ¿A caso vamos a tener que esperarla un siglo más?
–Supongo que ya está por llegar. El departamento no está a más de 15 minutos caminando, y si es con auto seguro llega mucho...
–¿Dijiste "Departamento"? –La rubia había decidido interrumpir, haciendo las comillas correspondientes en el aire–. Dulce está en el departamento que compartió con Christopher ¿qué hace ahí?
–Sí, y no sé.
–Lo sigue amando, Mai –La afirmación se hace en apenas un susurro cargado de melancolía.
–Incluso más que antes, lo sé.
Y Anahí sabía cuánto amaba Christopher a Dulce, el solo hecho de dejar todos los recuerdos que compartieron juntos en su habitación era una señal. No entendía cómo fue que su hermano llegó a casarse con otra mujer, ni siquiera sabía por qué la tenía viviendo en su casa si eran como dos extraños. Lo compartían todo, pero no compartían nada.
La mesa se envolvió en un silencio poco abrumador, ambas sumergidas en sus pensamientos que tenían una sola cosa en Común: Dulce y Christopher como pareja. Mientras la rubia trataba de idear un plan para descubrir los muchos secretos que, sabía existían, Maite permanecía inmersa en un mar de recuerdos empañados por un futuro incierto.
–¿Todo está bien? –La ahora castaña se hacía notar junto a un carraspeo de garganta.
–Vaya, hasta que por fin llegas –La poca tolerancia de la rubia vuelve a hacerse notable, al mismo tiempo en que levanta la mano para ver su reloj–. 25 minutos de retraso.
–No me di cuenta de la hora, me quedé haciendo un plano con proyecciones y, en fin.
–¿puedo tomar su orden? –Una mesera de baja estatura se acerca con una sonrisa de lado.
–Tres cafés cargados, y una fuente de galletas –Ordena Maite, recordando el pedido de los viejos tiempos–. Por favor.
–En seguida. Permiso –Sonríe por completo, antes de retirarse.
En cuanto la mesera se retiró, Maite y Anahí pusieron sus ojos en un punto fijo. La ex pelirroja captó las miradas interrogativas. Pero no sabía lo que necesitaban saber, no entendía el brillo de pregunta que ya conocía.
–¿qué?
–Cómo que ¿qué? –Las perfectas cejas de Anahí se alzaron en sincronía, dejando una pequeña arruga en su frente–. Queremos saber qué hacías en el departamento.
–Es mmi departamento ¿no? Se supone que puedo ir cuando quiera, a la hora que quiera sin la necesidad de dar explicaciones –Era claro que la ahora castaña buscaba remarcar el adjetivo posesivo a como dé lugar.
–pero esto está bastante claro –Habló la ginecóloga, con su ya característico tono pasivo–. Lo que queremos saber es ¿cómo te sentiste al estar ahí? Digo, la historia que guarda ese lugar es intensa, bonita, apasionada y...
–Algo que forma parte de mi pasado, algo que ya no tiene lugar en mi nueva vida –Dulce decide interrumpir, sintiendo los primeros signos de un corazón alterado por la invasión de recuerdos–. Me he sentido muy bien, como era de esperarse ¿cierto? No voy a negar que me sorprendió verlo como si alguien viviera ahí.
–Explícate –Pide Any.
–Pensaba limpiar, quitarle el polvo de las ventanas, porque supuse que al estar abandonado durante tanto tiempo lo ya a necesitar. Sin embargo, no fue necesario porque todo está tal y como lo dejé..., pensé que había llevado a Muriel a mi departamento.
–No, Dul. Eso no puede ser porque ella...
–No me interesa –Cierra el tema, mientras la mesera deja los pedidos en completo silencio–. Ya sé que no la llevaba, salvo que haya permitido que se ponga todo lo mío.
Una sonrisa sincera se escapó de sus labios, y sus amigas no tardaron en acompañar el gesto. Era imposible que Muriel Hernández ocupara su ropa, porque eran totalmente diferentes no solo en el tamaño, sino también en la contextura del cuerpo. Si, Dulce reconocía que compartían ciertos gustos, y la prueba era Christopher Von Uckermann con sus ojos miel intensos.
"Solo coincidimos en eso" –Se repitió en cuanto la idea cruzó por su mente.
–En conclusión. Christopher va al departamento para recordar...
No era una pregunta, Maite estaba completamente segura de lo que decía. La ética profesional no solo influía en su trabajo, hablar con propiedad y seguridad formaba parte de su vida.
–tiene remordimientos, por eso lo hace.
Su corazón lo amaba, pero su mente lo odiaba. Las palabras estaban cargadas de un resentimiento profundo, y la expresión en el rostro no decía lo contrario. Pese a que se esforzase por ocultar el dolor, para sus dos mejores amigas era tan claro, como que 2 y 2 dan 4.
–A propósito –Incitó Anahí, recordando el verdadero motivo que las había llevado hasta aquí–. Dul, tenemos que decirte algo importante.
–No me digan –Sonrío de medio lado, antes de tragar con fuerza por lo que iba a decir–. ¡Muriel está embarazada! Es una buena noticia, y más para una pareja que se ama y, seguro tiene ganas de formar una familia.
Sus suposiciones le habían desgarrado el alma sin tiempo a procesar nada. El amor de su vida iba a convertirse en papá, y para su mente testaruda ese era el punto a donde querían llegar sus amigas. Ya la había destrozado el día de su boda, luego cuando se enteró de que estaba casado y, ahora volvía a morir con terrible noticia. Los primeros indicios de tristeza profunda se mostraban en el rostro, sin que lo pueda evitar.
–No queremos decirte eso, porque es falso. ¿Cómo vas a insinuar que esperan un bebé si ni siquiera...?
Anahí no pudo terminar con la pregunta, porque el suspiro de alivio que soltó su amiga terminó ir reafirmar lo que era conocido por todos. Seguía enamorada, y el solo hecho de pensar que tendría un bebé con alguien más la destruía.
–Creemos que Christopher se casó con Muriel habiendo otra razón de por medio –Soltó Maite, logrando que el rostro de Dulce endureciera.
–Por favor, no me hagan reír ¿quieren? –Golpeó la mesa, mientras que una carcajada amarga llenaba el lugar–. Se casaron por puro amor, y ese amor precisamente fue quien lo obligó a abandonarme. Seguro me engañó desde el principio, pero su miedo no le permitía decir la verdad. No busquen cosas escondidas donde todo está claro.
–Dulce, ellos ni siquiera du...
–No me interesa lo que hagan o dejen de hacer como pareja. Es más, deberíamos comenzar a hablar de algo más interesante, si no quieren que me vaya, claro –Trata de finalizar el tema, tras hacer una pausa promedia.
–¿Entonces?
–No hay nada más, Maite. Concéntrese en cosas más importantes, como la boda de Anahí.
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