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CAP 02

Los Ángeles, California.

Llegó a su departamento con una gran sonrisa de satisfacción, lo que algún día fue solo un bosquejo ahora era tan real como el vacío que tenía en su corazón. Dulce Espinosa como profesional logró conseguir lo que siempre soñó, su trabajo fue reconocido y sus proyectos siempre sobresalían; pero su vida personal era otra cosa, desde pequeña sufrió el rechazo de su madre y la poca atención de su padre. Claudia, su hermana siempre la había odiado, y blanca, la mayor de las tres murió dejándola sola y desamparada. Creyó haber encontrado al hombre ideal, el amor de su vida, su príncipe azul; pero la traicionó de la peor manera, jugó con sus sentimientos, la engañó toda la relación, y lo peor ¡se burló de ella!

Pero a pesar de todo ella se mantenía en pie, con un gran vacío en el corazón, con heridas que aún dolían y que quería convertir en solo cicatrices, con todo eso seguía siendo fiel a sus principios y creencias, seguía siendo ella. Una mujer diferente, una mujer que no le tenía miedo a nada, valiente, invencible, fuerte y decidida; para todos era Dulce espinosa, desde pequeña, siempre fue así. Aunque tras todo ese mecanismo de defensa solo se escondía un ser débil, frágil, con solo una herida que aún sangraba y dolía, la que el amor verdadero le había dejado.

Él que conocía perfectamente como era en realidad, él que vio cómo se derrumbaba, él que tuvo que levantarla cuando sentía morir, él que era su refugio, él que era su fuerza y motivo, él la traicionó, él se burló de ella de la peor manera.

–¿Hola? –Dulce sonrió al contestar la llamada que entraba en ese momento.

–¡Dulce! Ya extrañaba tu voz, ¿cómo estás, hadita? –se escuchó del otro lado.

Anahí, una de sus mejores amigas, una de sus confidentes. La echaba de menos, quería abrazarla con todas sus fuerzas. Su boda estaba cerca, ella sí sería muy feliz, se lo merecía. Y si Any, como de cariño le llamaba, lo era, Dulce podría serlo también; no por completo, al menos un poquito.

–Bien campana ¿y tú? Maite ya me contó que quieres hacerlo todo sola. no te vas a abastecer.

–Hay ya, pero tengo a dos grandes amigas que de seguro me ayudarán. es más, ve prendiendo la cámara porque te quiero ver. –Ella sonrió antes de hacer lo que su amiga pedía.

–Listo, hazlo tú también.

–estás hermosa, como siempre. Antes de que se me pase deja que te felicite por lo que hoy lograste ¡te lo mereces!

–Gracias, sabes que es algo que siempre soñé –la mezcla de nostalgia y satisfacción fue notable en el tono que empleó.

–Lo sé, aún recuerdo aquellos días en los que no salían del departamento por dibujar y arreglar detalles de los planos.

Anahí no iba verla llorar, tuvo que hacer el mayor de sus esfuerzos para contener las lágrimas y actuar como si nada pasara. Ante todos, la traición que había sufrido era solo una cicatriz, pero no podía engañarse, era una herida que aún sangraba, dolía y quemaba.

El verbo en plural le congeló el alma y se vio obligada a hacer un esfuerzo sobre humano por no mostrarse afectada.

–Yo hice todo, este es mi proyecto –trató de sonar convencida.

–Dul, pero él estuvo para. –la rubia fue interrumpida.

–para nada, ya es una etapa cerrada y mejor dime ¿cómo vas con la boda?

–Bien, es más, ya voy a necesitar de toda tu ayuda.

–Claro que sí, me puedes mandar fotos y podemos hacer video llamada para coordinar.

–es que te necesito aquí, hadita necesito que me ayudes con las invitaciones, con todo y por video llamada no se va a poder.

¿Volver a México? ¿ahora? ¿Cuándo aún su pasado seguía doliendo?, un escalofrío en su columna vertebral le recordó una vez más que no estaba preparada para cruzarse con el hombre que tanto daño le había hecho. ¡lo odiaba!, y más se odiaba ella por no poder sacarlo de su corazón, ya había hecho de todo y nada funcionaba, su recuerdo era constante y ¡eso la deprimía!

–Any, yo tengo una vida hecha, te prometo que voy a estar dos días antes de tu boda para la despedida y eso, pero no me pidas que deje todo por ayudarte –trataba de contener las lágrimas.

–Yo lo entiendo, aún te duele todo.

Su mecanismo de defensa se activó por completo, todos debían creer que era solo una cicatriz, su maldito corazón debía convencerse de que así era.

–Claro que no, no digas estupideces porque para mí ya no es nada.

–Está bien, no quiero discutir y arruinar tu día porque sé que fue muy fructífero, de hecho, ya quiero conocer el famoso hotel ¿he?

–Claro que sí, podrías venir de luna de miel aquí –propuso emocionada.

–Me encantaría, pero acabo de comprar los boletos para un crucero por el mediterráneo –la sonrisa de su amiga tenía ese poder de levantarle el ánimo que ya estaba por los suelos.

–Bueno, pero ya sabes que cuando quieras vienes, tienes entrada gratis, tú, Alfonso, Maite y el pollo loco.

–Te voy a tomar la palabra, quien quita que los convenzo a todos y te caemos de sorpresa, ten preparadas dos de las mejores habitaciones.

–¿Dos?, creo que estás equivocada, deben ser tres –corrigió.

–Hay, es que una es para mi bebé y para mí. y la otra para Mai y Christian.

Dulce rio con fuerza, ¿Maite y el pollo loco eran novios?, se mentalizó regañar a la morena por no haberle comentado nada, y se propuso golpear a Christian por dejarla excluida de todo esto.

–¿cómo?

–Hay, es que, aunque Mai no me haya dicho nada mi intuición no me falla, ahí hay algo porque su sonrisita lo dice todo... recuerda que siempre estuvo enamorada del pollo.

–Lo sé y me alegra que al menos ustedes si puedan ser felices.

–tú también algún día lo serás.

–Claro que seré feliz. –trató de mentalizarse–

–Bueno, entonces te espero aquí dos días antes de mi boda ¿ok?

–Te lo prometo hadita, voy a estar ahí, pero tienes que mantenerme al corriente de todo lo que pase ¿OK?

–Sí, te prometo fotos de los vestidos y de todo. Te quiero mucho, Dulce –añadió lo último en un susurro.

–Y yo a ti Hadita, ya pronto nos vamos a ver... pero sé que es tarde en México, así que te dejo descansar, tienes ojeras.

–Está bien, nos vemos, Hadita hermosa –Ambas se despiden y cortan la llamada.

México DF:

Un día como todos, sin cosas nuevas, sin aventuras, solo revisar planos y supervisar obras; así era su vida, una rutina permanente. Muy temprano tomaba un café cargado, salía rumbo a su distracción, una oficina; ya por la noche regresaba a casa, cenaba junto a su hermana y a su esposa, para subir de inmediato a su habitación a recordar.

Si alguien hace dos años le hubiera dicho que su vida sería tal y como se describió se habría reído hasta más no poder, aquellos días en los que iba al teatro, al cine, a un circuito de motos o a un lago eran parte de los recuerdos que guardaba con tanto recelo.

Sentado en la mesa del comedor esperaba a que su hermana y Muriel bajaran para ya cenar, se estaban tardando más de lo habitual. Observaba como Ilda, la empleada colocaba tres tazas de café cargado junto a unas empanadas de queso; y entonces miles de recuerdos lo golpearon con fuerza, en todos aparecía ella, su pequeña.

Era una de esas noches lluviosas en las que, en contra de su voluntad debían quedarse en el departamento. Algo que odiaban hasta más no poder, sin embargo, habían decidido hacer algo para vencer al aburrimiento que ya se instalaba en ellos.

–Ya están quedando casi listas –los ojos de la mujer paseaban entre el desastre de la cocina y su novio.

–Se están quemando, hermosa –Christopher no tardó en percibir el olor que se desprendía del horno.

–No me voy a rendir, van a salir deliciosas –le sacó la lengua y se volvió al horno.

Con un poco de esfuerzo logró sacar la bandeja con cosas que, según ella eran empanadas de queso. Nunca había tenido paciencia para estas cosas, y si lo hacía solo era para fastidiar a Christopher, que debía comerse todo lo preparado sin refutar nada.

–Ve estas delicias, lleva las tazas de café a la mesa, yo me encargo de llevar las empanadas, sé que no tienen buen aspecto, pero te vas a chupar los dedos –Él rio por lo bajo–. No te burles, es una receta de Maite, claro que con mi toque especial.

–Si, sí, sí. Ojalá y esta vez no hallas echado azúcar en vez de sal –el tono de sarcasmo que usó no pasó desapercibido para ella.

–Sí, amor.

No podía quejarse, eran estas cosas las que hacían de Christopher Von Uckermann un hombre completo en toda la extensión. La mujer que minutos antes había hecho de su cocina un completo desastre, no iba a permitir que su vida se volviera rutinaria.

Sus recuerdos se vieron interrumpidos al sentir una mano acariciando su cabello con suavidad, era ella, Muriel. Lo supo sin siquiera levantar la mirada, y cuando lo hizo se encontró con una gran sonrisa iluminando el rostro que bien podría estar apagado.

–Te estaba hablando ¿en qué pensabas? –Muriel acercó sus labios a los de su esposo para unirlos en un tierno beso que como siempre, no fue correspondido.

–Cosas de trabajo, ¿cenamos ya? –preguntó evadiendo el tema.

–Sí, tu hermana creo que tardará en bajar, está hablando con una de sus amigas –se acomodó en la silla de en frente.

–A..., perfecto, ¿sabes con quién?

–No, lo único que me dijo es que estaba lejos, y que vendría para su boda... yo la vi muy animada.

Tenía que ser ella, su arquitecta favorita vendría para la boda de su hermana, la volvería a ver y el solo hecho de pensarlo hacía que su corazón latiera a mil. No estaba equivocado, ya que Anahí solo consideraba a dos personas sus amigas, las mejores, casi como hermanas; Maite y la mujer de su vida, su pequeña.

–OK, entonces ya cenará después, comencemos nosotros –Dijo aún sin poder creerlo.

–Oye amor, quiero aprovechar que estamos solos para decirte algo.

–Dime –Chris no le prestó mucha atención.

–Hoy fui a ver a Maite Perroni, la ginecóloga Amiga de Anahí –hizo una pausa y continuó–. Le pregunté algunas cosas y a raíz de todo lo que me dijo he decidido algo.

–¿así? ¿qué es? –preguntó sin caer en cuenta de la gravedad del asunto.

Su mente estaba en otra cosa, más bien en otra persona, se imaginaba a la mujer que le robaba el aliento ahora mismo. De algo estaba seguro, seguía hermosa, como siempre.

–Quiero dormir contigo.

Todo pensamiento hermoso se vio obligado a salir de su mente al oír lo que la mujer que tenía en frente había mencionado. Dejó la taza en la mesa de golpe, esto debía ser una broma, una maldita broma. Esta mañana Maite logró ponerlo al tanto de todo, pero no esperaba esto tan pronto.

–Sabes que no se puede, tú debes descansar bien y yo salgo temprano a la oficina –Dijo con calma.

–Es que no me refería a eso, quiero que seas el primer y único hombre en mi vida. Quiero estar contigo –soltó de golpe.

Se vio obligado a escupir el sorbo de café que estaba tratando de tomar, esto no debía estar pasando, no quería, no debía y no podía. Su mente retrocedió el tiempo a casi ocho años atrás, la misma frase, un ambiente totalmente diferente y otros sentimientos.

–Yo lo siento, pero eso no va a poder ser y creo que es mejor que me vaya a descansar, buenas noches.

la empanada a medio comer, la tasa de café iba por la mitad, nada le importó, necesitaba estar solo y el mejor lugar era en su habitación, aquella habitación testigo de muchas noches de pasión, amor y una complicidad inigualable.

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