2.- Por las buenas o por las malas.
Martes por la tarde. Midoriya y yo nos encontrábamos viendo una película dentro de mi habitación, en la cual, pasábamos la mayoría del tiempo.
Hace apenas unas horas atrás, habíamos sido espectadores de la declaración de Kirishima hacia Bakugou, quien al principio pareció rechazarle, pero después de un casto beso propinado por su parte, dimos en cuenta de que había aceptado los sentimientos del pelirrojo.
No es que me importara tanto el tema, más bien era que Izuku no dejaba de hablar de eso y no paraba de sonrojarse cada vez que lo recordaba. Estaba feliz, según él, porque su amigo de la infancia encontrara alguien que pueda ablandar su duro corazón con el tiempo. Pensar que esa era una persona que podía endurecer su propio cuerpo. ¿Ironía?
Sobre mi padre. Habían pasado ya casi semana y media de lo ocurrido. No consideré importante el contarle a Izuku sobre eso, puesto que quizá era una más de sus rabietas para poderme convencer y cumplir sus deseos, pero yo no lo complacería de ninguna manera. No a él.
También aplacé el hecho de que fuéramos de visita al hospital, sin darle explicaciones a mi pecoso, lo cual le llamó la atención pero no me dijo nada en ningún momento.
-Shou-chan, ¿sucede algo malo? -su voz fue la única que me pudo sacar de mis pensamientos en aquel momento. No siquiera había notado que la película ya había finalizado -. Últimamente te noto muy distraído -giró su cuerpo totalmente hacia mí tomando mi rostro entre sus manos. Estábamos sobre mi futón, acostados -. Sabes que puedes confiar en mí para lo que quieras, amor -yo asentí, un poco dudoso, debatiéndose sobre si contarle o no.
Al final, y como sucedió con mi hermana, accedí, contándole todo, comprendiendo por fin la razón de mi herida en el labio, la cual me había encargado de encubrir con sesiones de entrenamiento por parte del viejo y un golpe mal dado, lo cual, él creyó en ese momento.
Al terminar de relatarle todo lo ocurrido, el mostró menos sorpresa de lo esperado, sorprendiéndome yo, en su vez.
-Creo que eso ya deberíamos haberlo visto venir, Shou-chan -me dijo -despues de todo él sabe que yo soy el sucesor de All Might -explicó. Y era cierto. Desde que el viejo había ascendido a numero uno, había descubriendo grandes cosas debido a la información que se le podía facilitar.
-Tienes razón, pero me molesta el que me halla amenazado con llevarse lejos a nuestra madre -inconcientemente apreté mis fue tes, provocando un pequeño rechinido del solo imaginar lo que el viejo era capaz de hacer para lograr sus cometidos.
La verdad no sabía cual era su límite, pero para estar así de obsesionados, podría jurar que no se conformaría con pequeñeces.
Unos esponjosos y suaves labios sobre los míos fueron los que me relajaron de aquella tensión, encontrandome con aquellos ojos esmeraldas que me miraban, aunque entrecerrados pude apreciarlos. Aquel brillo tan característico de él, con cuñado con aquel carmín bajo los puntos de sus mejillas. Era adorable, y lo mejor de todo: era completamente mío.
Decidí parar aquello antes de terminar como la noche anterior, sin ropa y bajo las sábanas. Había aún compañeros de la clase rondando por los pasillos, por lo que jo era bueno iniciar con el ruido antes de que todos estuvieran totalmente inconscientes. O mejor dicho, dormidos.
-Izuku, ¿Qué te parece si el sábado visitamos a mi madre? -pregunté. La verdad es que sí quería ir a visitarla. Ya llevaba más de un mes que no me presentaba ante ella y no me sentía tranquilo.
-¡Claro, Shou-chan! Tengo muchas ganas de conocerla al fin -y sin más, saltó sobre mí, abrazandome con ánimos, a lo cual yo correspondí, sintiendo una pequeña punzada en mi pecho que, por el momento, decidí ignorar.
•|~|•
La sema a transcurrió tranquila, sin ningún hueso roto por parte de Deku debido a las forzadas y alargadas horas de batallas uno versus uno que habíamos elaborado miércoles y viernes, o más bien, que el profesor Aizawa nos obligaba a tener.
En una ocasión le tocó pelear contra Kirishima, el miércoles para ser precisos, el vencedor fue Deku, debido a que el otro chico se distrajo mirando a Bakugou, y su segundo oponente, pensando en las palabras de su padre, osea yo.
La verdad era que la batalla no estaba para nada sencilla, pero nada tan grande para mí, lo que me hizo flaquear por un segundo fueron aquellas palabras, las cuales desde entonces no me podía sacar de la cabeza.
Si tan sólo pudiera pensar en algo que yo pudiera hacer...
-Shou-chan, aquí bajamos -nuevamente su voz me saxo de mis pensamientos. ¿Cuántas veces había ocurrido ya a lo largo de la semana?, ¿20? O quizá ¿30?
Sin esperarlo llegamos a las puertas de aquel gran hospital, entrando y preguntando a la recepcionista por mi madre, quien buscó dento de unas carpetas el número.
Sostuve la mano de Izuku, quien me miró intrigado. No sabía el por qué de mis nerviosismos, pero algo no parecía encajar, me sentía preocupado.
A pesar de todo aquel apoyo y calidez que mi madre me brindaba en esos escasos años que estuvo conmigo, yo jamás me digne a visitarla una vez que mi padre la sacó de casa, quizá solo por el hemos que en aquellos momentos tenía hacia mi padre, o solo el poco respeto que me quedaba hacia él.
No negaré que su amor me hizo falta en cierta manera. Pues jamás pude formular una conversación concreta con otra persona -a excepción de Izuku -, las únicas ocasiones en que pude decir todo aquello que sentía fue cuando ella estuvo en casa. También, extrañaba sentir su regazo después de los arduos golpes que mi padre me propinaba como entrenamiento. Sin duda aquello era lo que más extrañaba.
¿Cuántos años había pasado ella en éste horrendo lugar? Diez largos y torturadores años, en los que mi corazón se llenó de un odio y rencor indescriptible, el cual, no pude seguir soportando, o no hasta que cierta persona me gritó a medio de una batalla, con sus manos destrozadas, aquellas simples palabras.
¡Es tu poder! ¡¿No?!
Con esas simples palabras me hizo recordad algo que, según yo, había olvidado.
-Lo siento, joven, pero la señora Todoroki ya no se encuentra en éste hospital...
... En éste hospital...
Maldición. ¿Había escuchado bien? Por que si aquello se trataba de una jodida broma se encargaría de encargaría de atravesarle los censos con su hielo a la persona causante.
Aquellas palabras habían resonado fuerte y claro en su cabeza y, junto aquel pensamiento, sus piernas temblaron.
-¿Shou-chan? -Izuku susurró a mi lado, preocupado por mi aspecto en ese momento.
Ignorándolos a ambos, pasé mi mano por entre mi cabello, quizá dando un aire más despeinado y hasta revolviendo mis bien separadas hebras blancas de las rojas. Al diablo los 15 minutos que pasaba arreglándolos por las mañanas.
Comencé a sentir como la desesperación me invadía y mi desesperación me gritaba que quería salir corriendo de aquel lugar, para llegar a la maldita casa de mi padre y molerlo a golpes. Por lo menos intentarlo.
Sin mirar a nadie más a mi alrededor, tomé la mano de Izuku, quizá un poco más tosco de lo que quise hacerlo, pues él comenzó a temblar casi al instante, intensificando el agarre de nuestras manos, pero sin abstenerse a mi andar.
Casi lo traía arrastrando por la calle. Si alguien nos viera juraría que éramos una pareja peleando o algo aún peor, pero la urgencia en llegar a casa me hacía apartar esos pensamientos.
-Shouto, espera... -me dijo, con su vos temblando, más decidí ignorarlo, apretando un poco más el paso -¡Espera, Shou-chan! -y el sentir como su mano se alejaba de la mía con brusquedad fue lo único que necesité para detenerme.
En cierto punto lo odiaba. Odiaba como mi cuerpo necesitaba de él para poder reaccionar a tales puntos, aquello me hacía perder completamente la paciencia sobre mí mismo, sintiéndome cada día mucho más frustrado.
Si me moría de nervios solo él podía tranquilizarme. Si mis problemas con Bakugou por culpa de nuestra relación aumentaban, él me hacía olvidarlos. Los enojos, las tristezas, momentos de felicidad, todo. En absolutamente todo mi cuerpo necesita de él, y aquello me hace perder tanto la paciencia de tan solo pensar en lo que me había convertido.
"Qué sería sin él..."
Y sí, tenía miedo. Lo admitía. Tenía miedo de verse un día alejado de él y envolverse nuevamente en aquel pasado que lo atormentó una parte de su vida, de la cual, apenas hace un tiempo y gracias a su lindo pecoso había salido de ahí.
Pero hoy. El día de hoy a mi padre se le ocurrió alejar a la persona que recién había abierto sus manos hacia mí. Quien creía que me odiaba por portar el maldito lado Izquierdo de mi padre, pero que siempre estuvo ahí para mí sin siquiera saberlo. Aquello había sido un error de ella, y no se había cansado de pedirme perdón todas las veces que la visitaba en ese hospital, llorando de pena cada que recordaba el nacimiento de aquella cicatriz que cubría el lado izquierdo de mi cara.
Jamás supe que hacer. Nunca lloré con ella desde la última vez que estuvo en casa y admito que en éste momento lo extrañaba demasiado, tanto, que hasta mis ojos se llenaron de lágrimas en ese momento.
-L-Lo siento, Izuku -le dije, volteando mi cuerpo hacia él de forma lenta, con mi cara hacia abajo, tapando mis ojos con mi cabello -. Es sólo que... -pero yo mismo me detuve. ¿Era sólo que qué?
Él me miró, ladeando la cabeza un poco y acercándose a mí para verme mejor. Se sorprendió al ver como las primeras lineas delgadas de agua bajaban por mis mejillas, mientras yo apretaba mi mandíbula y mis puños.
-Shou-chan, te aseguro que todo estará bien -nuestras manos se entrelazaron nuevamente, pero ahora en un agarre seguro.
Habíamos dejado ya el hospital atrás. No me había dado cuenta lo mucho que había caminado con Izuku detrás de mí, seguro lo había arrastrado literalmente detrás de mí.
-Tu padre puede ser todo pero no sería capaz de separar a tu madre de ustedes -sentenció, mientras emprendíamos paso nuevamente.
Mi casa no estaba tan lejos, por lo que fácilmente podríamos llegar ahí en 10 minutos caminando. De verdad necesitaba saber sobre el paradero de mi madre, pero como me decía Izuku, en verdad debía tranquilizarme.
No importaba si no estaba en casa, iría a su tonta empresa y hasta le haría un escandalo si me entero de que él fue quien entregó a mi madre.
-No lo conoces -sentencie -. Él no ama a mamá... -y con ese comentario, ambos guardamos silencio, emprendiendo camino hasta casa.
Estubimos caminando buen rato por las calles, hasta que llegamos más rápido de lo normal. Quizá estaba caminando a prisa inconscientemente.
Al llegar, Fuyumi fue quien nos recibió, nerviosa, y no por el hecho de que Izuku me acompañara, puesto que su frente sudaba, y eso lo hacía cada vez que ocultaba algo.
-Sh-Shouto, bienvenido -me saludó cuando comencé a quitarme los zapatos al igual que Izuku, quien saludó con una reverencia -. Oh, así que tu eres Izuku-kun... Es un gusto conocerte -saludó de igual manera.
-Nuestro padre... ¿Dónde está? -pregunté, seco y directo como siempre, causando un respingo en Izuku, gracias a que mi actuar había desaparecido con él desde hace tiempo.
-É-Él... Él está en l-la t-terraza -dijo. Suficiente información para mí -. ¡Pero espera, Shouto! -detuve mi andar y la miré, sólo por sobre mi hombro -. Creo que n-no deberías... -no la dejé terminar, solo giré mi cara hacia delante y la miré.
-Si algo le hizo cumpliré lo que prometí -y así me dirigí hacia el lugar, no sin antes darle un pedido -. Cuida de él, no tardo -dije, para desaparecer finalmente.
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