Capítulo 46._ Nada lo valió
«_____»
Luego de aquella fiesta de viernes, el sábado temprano me levanté para hacer las compras en el supermercado e ir a recoger los vestidos que usaríamos en mi graduación tanto Sofía como yo. Mi hermana había amanecido enferma, por lo que me encargaría de hacer este fin de semana los mandados.
Preparé un poco de té y galletas de avena con figuras de dinosaurios y betún verde, dejé la mesa lista y salí de casa abrazándome a mi gabardina roja con botones negros. Hacía frío y por la densidad del aire podría decirse que llovería pronto. Por suerte, esta vez sí que traje mi paraguas.
No sabía absolutamente nada de Alonso, no quería causarle más problemas. Pero anoche había sido una velada mágica. Él me quería, ahora lo sabía. Suspiré como una auténtica y ridícula enamorada.
—Buenos días Melina —la campanita sonó cuando abrí la puerta de la boutique donde confeccionaban vestidos y ropa de cualquier tipo. Era algo costosa, pero sus diseños eran de lo más bellos. Me acerqué a la mujer de peinado formal, en su cabello oscuro claramente teñido ya relucía algunas canas
—_____, ¿vienes por los vestidos? —asentí, la mujer salió del mostrador a saludarme —Sofía ya vino a la última prueba, pero tú no. Así que adelante, señorita —señaló con la cabeza uno de los probadores, dejé mis cosas en uno de los sillones y me puse la prenda que encargué a mi gusto —Déjame verte. cariño.
Salí con el vestido arrastrando, con tacones sabía que no se vería así —¿Qué tal?
—Te ves bellísima, ¿pero qué opinas tú, quieres algún ajuste?
Sonreí al verme en el espejo de cuerpo completo —Me encanta, así está perfecto. Muchas gracias —acaricié con delicadeza la suave tela. Una vez cambiada, ya me tenían listas ambas prendas. Los tomé, pues previamente fueron pagados, así que salí rápidamente de la tienda con varias bolsas de compra
Fue cuando vi a la chica con una bebé en brazos, Alonso estaba con ellas y jugaba tiernamente con la pequeña. Alcanzaba a ver las manitas de la nena, el pelirrojo entró al pasillo que llevaba a los baños. Tenía que pasar obligatoriamente por ahí para llegar hasta mi coche e irme a casa.
Una vez que ya no lo vi, comencé a caminar y Tara me vio. Sonriente, se acercó a mí.
—Hola _____ —la pequeña bebé era preciosa, sus ojos eran tan azules como los de Alonso y su sonrisa sin dientes era lo más bonito que pude ver en el día. Un trajecito rosa pastel y una ballerina a juego eran lo que vestían a ese diminuto ser humano
—¿Es tuya? —ni siquiera la saludé. Me miró con un destello cristalino y colocó a la niña a la altura de su cara. Eran parecidas, pero el color de aquellos ojos solo lo había visto en dos personas y una de ellas era Alonso, su actual novio; la verdad es que la tonalidad era muy similar. La niña no pasaba de los cuatro meses, de eso estaba segura
—¿De quién más sería? —rodó los ojos, divertida; la pequeña al escuchar su voz sonrió, reconocía a su madre —¿Qué pasó, Maia? Aquí está mamá. Es adorable ¿no? Se parece tanto a Alonso.—la elogió de manera encantadora
Sus palabras fueron como un balde de agua fría cayendo sobre mí —¿Qué?
Me sonrió de forma cerrada, y su vista se tornó amenazadora —¿No ves el parecido ____? La sonrisa, los ojos... esta nena es de Alonso —negó lentamente con la cabeza —Aléjate de él, ¿quieres? No arruines una familia.
—¿Yo que...?
—Haznos un favor y vete de nuestras vidas, que estamos muy bien contigo a distancia.
Abrí la boca, estupefacta —No pretendía eso, yo ni siquiera sabía que...
—Entonces adiós —sentí pasos detrás de mí, sabía que era él porque se estaba quejando del olor del jabón líquido que había en el baño.
Miré al ojiazul, comprobando aquella teoría —Perdón Alonso, yo no quería esto... tengo que irme. —me disculpé lo más sincera que pude
—¿_____? —trató de detenerme, pero ya era muy tarde. Me había alejado en definitiva de él.
Entonces comprendí que nada de lo que había hecho por él había valido la pena. Las noches estrelladas como la pintaba Van Gogh, o el verso citado por Pablo Neruda. Su mirada penetrante, la forma en que se curvaban sus labios al sonreír, e incluso su manía de usar una cuerda y jugar con ella pasándola entre sus dedos, me habían enamorado perdidamente de él. El resto, a diferencia de mí, no conocía la mejor y más engañosa versión de Alonso Villalpando, sin embargo eso solo causó que terminara recibiendo su peor parte. Y dolía.
Al contrario, parece ser que lo que conocí era una farsa; me había metido con un tipo que tenía una hija escondida en alguna parte del mundo. Aún a pesar del daño que conllevaba estar a su lado, le deseaba lo mejor; siempre fue así, quería que fuera feliz.
—Llegó con cara de si hubiera visto un fantasma —podía escuchar a mi hermana hablar, pero me sentía tan mal que no me creía capaz de hacer lo mismo que ella —Creo que el ratón le comió la lengua.
—¿Crees que pueda intentarlo?
Le tomó del hombro al chico —Jos, ella tiene un gran corazón, tú y yo lo sabemos más que nadie. Sabrá escucharte, anda.
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—Su fiel escritora Frida :')
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