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Capítulo 39._ Curvas latinas




«_____»



Los días pasaban, entre más divertido se tornaba todo, pareciera que el tiempo más rápido iba. Estas dos semanas me la había pasado al extremo junto a Joel; mis hermanos y él se llevaban ahora de maravilla y salíamos juntos cada que podíamos.

Esta mañana era mi último día completo en el pueblo, tenía que disfrutarlo al máximo. Me había levantado temprano para quedarme un rato en la playa antes de desayunar. El agua fría me congelaba las puntas de los dedos, pero me reconfortaba de cierta manera. A mediodía nos alistamos para ir a casa del moreno, nos enseñaría a preparar pizza al estilo tropical del lugar, por mi parte le había prometido hacerle un pastel de zanahoria con mi receta secreta, una que no le compartía a nadie. Era un secreto entre mi padre y yo.

Miré por la ventana, perdida en el bello paisaje que echaría de menos, el viento fresco tocaba mi cara haciéndome llorar los ojos. Salí de mi trance cuando una voz me llamó.


—¿Lo extrañarás?

No la miré, concentrada en los alrededores —Mucho.



La casa de Joel estaba casi a las afueras del pueblo, era una especie de granja campestre. Llegamos a ella a través de un camino de tierra, la hierba que nos encontrábamos en el camino y sus flores estaban húmedas debido al suave rocío de la madrugada. Los últimos días habían amanecido ligeramente nublados y gélidos. Escondiendo mis brazos en la sudadera gris que Joel había terminado por obsequiarme, caminé detrás de mis hermanos directo a la casa.

Any nos recibió con los brazos abiertos, y sus pequeños con mucho escándalo. En la cocina ya estaba preparado todo, ella junto a su hijo mayor nos mostrarían el proceso para la rica pizza que casi podía saborearme; yo estaba encantada con todo esto. Cuando estaba estresada o muy triste, solía hornear demasiados panecillos para desconectarme de todo lo dañino. Al final la comida terminaba en manos de mis amigos y vecinos.

Saludé a Joel con un abrazo y nos pusimos manos a la obra. Ya había pasado un buen rato en la cocina cuando sentí polvito estamparse en mi nariz, seguido de una risa; por mi parte, estornudé sin poder evitarlo. Miré al moreno entrecerrando los ojos antes de iniciar una guerra de harina y masa. Diego sacó su teléfono grabándolo todo, era obvio que yo iba ganando.

Mentira, Joel me había vencido y ahora mi cabello era blanco.


—Muy bien jovencitos, ahora necesitan un buen baño. Los dos, a ducharse. —nos regañó Any bromeando. Me entregó una toalla y una bata antes de llevarse mi ropa para lavarla y meterla a la secadora rápidamente

—No tardaré —entré con Joel a su habitación, mientras veía la televisión escuchaba el agua correr dentro del baño. Diez minutos más tarde un sensual moreno con jeans y sin camiseta salió secándose el cabello con una toalla —¿_____, me escuchas? —apenada salí de mi trance y lo miré

—Lo lamento, sí, ya voy —me levanté deprisa con mis cosas en mano. Cerré con seguro la puerta y me quité mi ropa interior. Me tomé mi tiempo en quitarme la harina del cabello y rascar la mugre debajo de mis uñas. Un largo rato más tarde salí con mi ropa interior debajo de la toalla de baño rosa, oliendo a vainilla con coco

Joel me miró con una sonrisa burlona —¿Fuiste a Narnia en busca de una regadera o qué, no tenían? —me acerqué a su cama donde estaba acostado y le aventé una almohada.

—Muy gracioso —entrecerré los ojos al tiempo que me sentaba a su lado. Ignorando que estaba aún en ropa interior y tan solo una bata me cubría mi cuerpo, me acosté junto a él mientras él me rodeaba con sus brazos y besaba mi cabeza. Vimos High School Musical 1 en lo que mi ropa se secaba, una hora más tarde Any me la trajo y entré de vuelta al baño a vestirme

—Hey bonita, quiero enseñarte algo. —se levantó tomándome de la mano y saliendo, se había abrigado con una gruesa sudadera negra parecida a la que yo traía

—Cada día tienes algo nuevo que enseñarme.

Me miró sonriendo —¿De eso se trata, que no? De aprender el uno del otro.

—Esta mañana no me dijiste que lucía diferente.

—Es que hoy te viste más tú —aunque estaba confundida con su respuesta, decidí no seguir preguntando. Caminamos cerca de su casa hasta llegar a un establo, donde había dos lindos caballos. Uno café y otro pinto, un hombre de avanzada edad los estaba cuidando —Abuelo, te presento a _____. Linda, él es el abuelo Nich.

—Un gusto, señorita —se quitó su sombrero de paja e inclinó la cabeza

—Estos amigos han sido su vida por un largo tiempo. —el hombre sonrió, dejándome ver los pocos dientes que le faltaban

—Muy lindo todo.

—Por supuesto que sí, ¿irán a dar un paseo? —una mujer canosa, con sombrero de paja adornado de flores naturales, se nos acercó.

—No sé montar. —admití insegura, podría ser ridícula pero incluso la altura sobre uno de estos preciosos animalitos, me daba miedo

—Tranquila cariño, Joel te enseñará. ¿Verdad 'mijito? —le apretó los cachetes con fuerza, reí al ver su cara

—Claro abue, ¿vamos? —una hora después estaba arriba de un hermoso caballo de nombre Kenny. Había terminado subiendo al mismo que Joel por mi seguridad, no estaba lista para montar uno solo —Quizá si vuelves puedas montar ya a Nena.

Miré al horizonte, con nostalgia —Quizá.

—¿Te parece si salimos al rato? Solos —lo miré arqueando una ceja, un tanto emocionada

—¿Es una cita?

Me dedicó una sonrisa de lado —Llámala como quieras, pero sal conmigo. —me dejó sin aliento el acantilado al que llegamos. Debajo las olas chocaban con furia contra la roca, el agua era de un azul pálido; casi violento. Estuvimos ahí un tiempo, en silencio, dejando que el viento nos refrescara el alma. Cuando se hizo más tarde, volvió a hablar —Creo que es tiempo de regresar —miró más allá de todo, asentí pero él no lo vio, por más años que él llevara viviendo ahí pareciera que la gente cada día estaba más embelesada con el lugar



—¿Estás listo para probar el mejor pastel de tu vida? —juntos comenzamos a reír, la abuela de Joel nos ayudó a preparar la masa antes de irse a tejer a lado de la chimenea.


El tiempo que estuvo con nosotros supervisando que no quemáramos nada, nos contó algunas cosas extras que su nieto había omitido. La casa era propiedad de los abuelos, sin embargo Any había sido la única que sus hijas que cuando envejecieron lo dio todo por ellos. Cuando su esposo falleció, le dieron todo su apoyo incondicional; pero ellos querían salir adelante solos sin el dinero de los abuelos, serían una molestia al pensar que querían ser mantenidos. Los abuelos de Joel son los propietarios de la granja más grande del pueblo, ellos eran los principales proveedores de leche de vaca en las panaderías.

El establo de ahí lleva décadas, Joel junto a su padre y Nich solían ser los que cuidaban de los caballos. El moreno era un experto montándolos. «Imagina lo bien que ha de montar...» demonios, debía dejar de escuchar los albures de Sofía, solo lograba incomodarme.


—Tu abuela es muy linda, Joel.

Sonrió sin mirarme —Lo sé, ¿sabías que cuando mi padre era joven solía ser idéntico a Nich cuando no tenía arrugas?

—Nunca conocí a mis abuelos paternos ni al padre de mamá, el viejo Jared, dice mamá que así lo llamaba la gente. Murió hace mucho tiempo —bajé mi vista a mis manos, jugando con ellas mientras mordía mis labios por el dolor que causaba recordar —A la abuela la perdimos un año antes de que mis padres fallecieran —su silencio era más que suficiente, por primera vez sentía que alguien me entendía a la perfección, agradecía su gentileza y reserva. Esperamos junto a su abuela, la ayudé a tejer un poco y ella me enseñó técnicas nuevas. Se llamaba Estela, estuvimos viendo películas en la televisión que tenían en la sala.


Cuando el pastel estuvo listo, corrimos Joel y yo a la cocina. Juntos lo decoramos con betún y fin, ya estaba. Tomé mi teléfono para grabar su reacción cuando lo probara.


—Okay Joel. Una, dos ¡tres! —degustó el pan fresco, cerró los ojos un momento y luego brincó extasiado. Me cargó unos segundos en el aire, sorprendido

—¡Es delicioso! ¿Por qué mamá no lo preparó antes? —comenzó a quejarse, soltándome para continuar en su ardua tarea de devorar el postre

Saqué un papel doblado de uno de los bolsillos de mis jeans —Es que esta es la receta de mi abuela —orgullosa con mi creación, arqueé una ceja

—¿Qué haré ahora que te vayas, sin ese delicioso manjar? —hizo un puchero. Me lo pensé un momento, entonces caminé y le tendí la receta; Joel era buen cocinero. Me miró entornando los ojos

—¿Qué? —seguía sin captar mi mensaje, rodé los ojos 

Agité el papel delante de su nariz —Es tuya, quédatela.

—¿Qué? —negó con ojos muy abiertos —Dijiste que es un secreto de familia, y yo... no podría.

—Insisto —sonreí cerradamente poniendo la hoja doblada en su mano y cerrando esta con los dedos —Creo que el secreto de ahora en adelante estará en buenas manos.

Una punzada de nostalgia recorrió mi pecho, entonces él me abrazó —Gracias ______, esto es muy especial. De verdad.

—Gracias a ti por todo —cerré mis ojos posando mi cara en su cuello, deleitándome del aroma que emanaba de este



—¡Sofía, ya me voy! —avisé bajando las escaleras, mi hermana rápidamente llegó a la planta de abajo y depositó un beso tronado en mi mejilla

—¿Me prometes que te cuidarás?

La miré ladeando la cabeza —Estaré con Joel, nada malo me pasará.

—Solo por si las dudas —justo antes de salir, Sofía volvió a llamarme —Hey _____, te quiero.

—Y yo a ti —luego de sonreírle salí de la casa. Frente a esta, de lado de la calle, estaba Joel esperándome. Lucía jeans rasgados, tenis y una camisa blanca abierta y remangada hasta los codos. Sonreí involuntariamente —Hola.

Me miró sonriendo —Wow... siempre superas mis expectativas.

Sentí mis mejillas arder —...gracias, ¿ya nos vamos? —pregunté, el moreno me inspeccionó una vez más antes de ayudarme a subir a su coche.

—Estoy seguro de que jamás verás un lugar como este —aseguró arrancando el motor, decía lo mismo de cada uno al que me llevaba a visitar. Por lo que sabía, nuestro destino estaba apartado del centro de la ciudad; sin embargo era muy frecuentado. Aprovechando que no había mucho que platicar antes de decirnos adiós, ya que me iría al siguiente día cuando el sol comenzará a salir, saqué de mi cartera el brazalete.

—Oye, tengo algo para ti —me miró con ojos brillantes, tomé la fina cadena entre mis manos y se lo coloqué. Era de plata con dijes; tenía un avión, un rascacielos, un pescadito, un corazón y una pequeña bailarina de ballet. De todos, ese último era el diferente, ya que no venía en el brazalete originalmente. El dije había sido escogido por mamá cuando nací, en la pulsera de oro que habían escogido cuando apenas tenía un mes de nacida; por ende este era del mismo material. Ante todo lo plata la muñequita dorada brillaba. Quedaría en buenas manos, él jamás me olvidaría. Confiaba en él. Jamás imaginé que viviría una historia como esta, a su lado

—Es bellísimo, gracias —se acercó a besar mi mejilla antes de regresar concentrado al volante. Tomaba en serio nuestra seguridad, pero sabía divertirse y cómo hacer que alguien pasara bien —Ese collar que llevas puesto no lo compré solo por que te gustara, me encantaría que siempre lo llevaras contigo. Ahora tú tienes una parte de mí, y yo de ti, que nadie nos podrá arrebatar —agitó el brazalete ya puesto en su muñeca —¿Lo prometes?

—Lo prometo.

—Con ello, a donde tú vayas siempre podrás encontrarme cuando lo necesites.

Sonreí —Siempre te voy a necesitar, Joel. —de eso estaba segura, había pasado por muchos consejos de distintas personas, pero él era el más acertado. Me había regalado no solo recuerdos, sino también una lección de vida a mí misma


El resto del camino fue silencio puro, entonces estacionamos frente a una avenida muy iluminada. Tuvimos que bajar del coche y caminar un largo tramo. Era una especie de corredor hecho de piedra, con plantas por doquier incluso colgadas en las paredes. Por mi parte llevaba puesto un vestido rojo que me llegaba poco más arriba de las rodillas, era suelto tanto como en los ligeros tirantes que colgaban de mi hombro.

El pasillo o callejón donde caminábamos, me recordaba a la película Cartas a Julieta situada en Italia, me encantaba ese filme. Sin embargo, cuando llegamos al lugar y Joel abrió la parte, un ambiente muy cubano nos inundó.

El acento era divertido y el bar olía a cerveza. Todos reían y se levantaban a bailar. Conocían a Joel, estuvo claro cuando comenzaron a saludarlo alegremente y me sonrieron pensando que éramos algo más que amigos. Conocí a una chica de cabello negro y tez pálida llamada Etna, era de la Habana y nos obsequió unos dulces de jamaica.

La comida en todos los lugares que había visitado en el pueblo era deliciosa, pero esta no tenía comparación. Decidí que tomarme unas cuantas cervezas y tragos no estaría mal, sin embargo me equivoqué un poco.


—Vamos Joe, enséñale a esta chica cómo es bailar a un buen estilo latino. —un hombre moreno, con canas en la barba y camisa estampada parecida a la de Diego, lo alentó. Nos paramos para unirnos en la pista de madera con el resto de la gente alegre del lugar. Como noches anteriores, él sabía lo que hacía; pero esta vez yo también. Nos movíamos al ritmo de la música y dábamos vueltas.


Para cuando la música terminó, Joel me atrajo a su cuerpo quedando su boca a centímetros de la mía. Todos comenzaron a aplaudir, y sin dejar de sonreír al igual que él, me alejó lentamente. Poniendo uno de mis dedos sobre sus rojos y apetecibles labios, lo miré. Sonrió torcidamente.


—Por tu bien y el mío —murmuró besando mi frente antes de llevarme de vuelta a la barra, no puse objeciones. Yo tenía novio y ambos lo sabíamos




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¡Holaaa! Espero les haya gustado muchísimo el capítulo, les aseguro que volví con muchas más ganas.❤ Si notan algún error pls háganmelo saber

Por favor no se les olvide votar, comentar y agregar la novela a sus bibliotecas y listas + 

Por cierto ¿recuerdan las dos noticias que iba a darles? Pues ya se las traigo:

1. Haré segunda temporada

2. Subiré una novela nueva, será de Jos.


Su fiel escritora Frida :')

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