Capítulo 37._ Picnic de playa
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—¿De verdad? ¡Muchas gracias Diego! —contenta, abracé a mi hermano. En cuanto regresé a casa todos estaban viendo películas en la sala, bien arropados con cobijas. Me uní a ellos y una vez que la primera terminó, les comenté la propuesta de mi nuevo amigo con bronceado perfecto. Su look era completamente playero, incluso con ropa formal se le notaba
—Espero que no le moleste pasar el día con nosotros.
Sonreí mucho, emocionada por que ya fuera otro día —Para nada, él no es así —me abracé a su brazo, no sin antes escuchar a Diego murmurar un "apenas y lo conoces", decidí ignorarlo concentrándome en el maratón de películas de Crepúsculo que habían escogido Ana y Sofía; por obvias razones mi hermano no podía negarse. Sinceramente estas películas me gustaban, especialmente porque mamá fue una loca fanática de ellas
—Niñas —el castaño nos miró a ambas una fracción de segundo —Fuera de recordarles que estas películas apestan, son basura. Quería comentarles que estoy pensando en hablar con el dueño, mi amigo que recomendó este lugar para quedarnos lo conoce. Por lo que entiendo es un hombre con muchas acciones y se la pasa viajando, esta casa solo la renta. Espero que acceda a vendérnosla.
Sofía se levantó con ojos muy abiertos —¿Qué? ¿Hablas en serio?
—Me gusta este lugar ¿saben? Es como si aquí nada de la ciudad, el estrés, los teléfonos; nada de eso nos puede molestar. A veces estar lejos de casa es mejor. Sería un buen lugar para venir a vacacionar, ¿no creen?
—¿Estás seguro, amor? —la rubia frunció el ceño levantándose en su lugar
—No creo que sea muy barata que digamos, tan solo mira el tamaño y la cercanía a la playa —apoyó Sofía mirando a la novia de él
—Tranquilas ¿sí? Ahora concéntrense que ya viene la batalla de los Volturi —sin decir nada más, Diego se metió unas cuantas palomitas en la boca antes de seguir viendo la película. Por nuestra parte, dejamos de insistir. Cuando él decía las cosas, era por algo
—¿Sabes a qué hora va a llegar? —Ana me pasó amablemente un poco de la mermelada que Sofía había hecho ayer, consiguió la receta de la ancianita y para ser honestos, estaba muy rica
Seguí en mi labor de preparar el picnic playero que teníamos preparado para hoy —Solo dijo que temprano, y bueno, son las ocho de la mañana —unté un poco en uno de los panes. El acceso a las casas de playa solía ser justamente de ese lado, del mar. El lugar era seguro y no muy conocido, uno de los pros en que el pueblito no tuviera mucha población. Todos se conocían entre ellos
—¿Te gusta?
Casi dejo caer el cuchillo —Por favor Ana, tengo novio —me apresuré a contestar metiendo el tarro de vuelta al refrigerador. Saqué esta vez lo necesario para preparar tortas. Antes de poder hacer algo, la rubia me tomó de las manos y sin soltarlas, nos sentamos en uno de los sillones blancos y suaves de la sala. Lo mejor de esta parte de la casa eran los sofás-cama y la mesa de centro que contenía agua y barquitos que podías manejar con control remoto
—Nena, sé que algo te preocupa.
—¿Por qué todos piensan que siempre necesito ayuda? —gruñí irritada mirando hacia otro lado
—Somos amigas desde hace un largo tiempo _____, ni siquiera respondiste mi pregunta. ¿Es Jos?
—No lo entenderías.
Ladeó la cabeza, sus mejillas estaban sonrosadas como de costumbre —Entonces dime. —con un suspiro, le conté absolutamente todo, lo cual consistía en cuando conocí a Alonso hace cosa de años, mi amistad y ahora noviazgo con Jos, lo que ocurrió con el pelirrojo y mis salidas con Joel
—Es como si todo fuera un torbellino en mi cabeza, y no pudiera sacar nada claro.
—Creo que estas vacaciones deberían de servirte para aclarar todo eso que llevas dentro, ¿sabes? Tú no tenías esas ideas antes de llegar, y aunque apenas llevas tres días en este lugar, creo que este pueblo te cambió ya para bien. Eso, y Joel. Rodéate de gente positiva como él —me aconsejó acariciando mis dedos, el gelish azul agua en mis uñas ya estaba craqueleado
—¿Qué piensas que debo hacer?
—¿Qué piensas que debes de hacer, tú? —me corrigió arqueando las cejas —Piensa en ti antes que en los demás. No creo que Alonso pueda esperar mucho, ni tú con él.
—La última vez que nos vimos fui horrible con él —arrugué la frente, frustrada
—¿Esa noche fue la última vez que lo viste?
Recordé aquel sueño de ojos celestes, pero yo sabía que debió ser un sueño. Demasiado bueno para ser real. El pelirrojo había sido cariñoso.
—Definitivamente —contesté segura, levantándome de mi lugar y regresando a la cocina con Ana detrás —¿Me ayudas a terminar esto?
—Por supuesto ______. —ya no volvimos a tocar el tema, cosa que le agradecí
—Ulalá, esto luce exquisito —Diego bajó las escaleras con una playera blanca de estampado tropical y puesto su traje de baño de palmitas. Abrazó por la cintura a su novia, recargando la cabeza en su hombro
—Al menos nos tenemos nosotras —Sofía me abrazó, le correspondí con una ligera sonrisa.
—¿Qué no odiabas los fondos? —fruncí el ceño, tratando de contener la risa
Se encogió de hombros, restándole importancia —No están tan mal.
Luego de que ellos tomaran un poco de cereal con leche salimos a la playa. Apenas eran las diez y el clima era estupendo, la brisa fresca soplaba directo del mar. Acomodamos las sombrillas y camastros en el lugar dispuestos a pasar un día cien por ciento relajante. Nos aseguramos de dejar los teléfonos dentro sin nada de tecnología, a excepción de mi Polaroid, cosa que agradecía ya que no me apetecía pensar en el pelinegro.
—Es bellísimo, ¿no creen? —suspiró Ana levantándose de su lugar y caminando hacia el mar. Las olas rozaban sus pies como una caricia. Su cabello rubio cobrizo se agitaba con fuerza
—Quisiera jamás irme —admitió mi hermana poniéndose a su lado
—¿Les parece si camino un poco? No pienso alejarme, probablemente encuentre algo lindo —con permiso de Diego salí en busca de una aventura cercana. Bailé un poco con un chico moreno con dreadlocks oscuras, me los había topado tocando el ukelele e instrumentos desconocidos para mí, uno de ellos se me acercó haciéndome bailar. Era divertido, antes de irme besé su mejilla a petición de él y me marché; continuando mi travesía
Había mujeres vendiendo mangos con chile en palos, ofreciendo masajes con aceites naturales o tatuadores de henna. Algunos prestaban su servicio en hacer trencitas con cuentas, vendían collares de conchitas de distintos colores o artículos para playa.
Me detuve en un puesto donde vendían brazaletes con cuentas brillantes directas del mar. Había un collar con cadena de plata y un pedacito irregular de piedra azul. Mis manos lo sostenían, y mi mirada se perdía en la luz que reflejaba casi por sí solo. Lo acaricié delicadamente con los dedos.
—Es esmeralda de cristal de vidrio, tarda aproximadamente diez años en pulirse y entre veinte o treinta en dejarlo liso —explicó el hombro de cabello y barba cana.
—¿Te gusta? —miré sobre mi hombro, ahí estaba él nuevamente, como por arte de magia. Asentí volviendo mi vista en aquella reliquia natural, concentrada —Démelo, lo pago yo —sacó su billetera y entregó dinero suficiente al hombre —Nada va a ser mejor que llevar el mar contigo —me recordó sabiamente, asentí sonriente mirando al chico, comenzamos a caminar en silencio luego de agradecer el hombre
—No tenías por qué pagarlo.
—Insisto ____, me gustaría que te lleves algo de mí —se acercó par abrazarme. Su piel contra la mía me puso los cabellos de punta, el moreno iba con una mochila colgada contra su hombro desnudo ya que no llevaba playera. Traía bañador e iba descalzo, como la mayoría de los hombres por aquí; por su parte las mujeres iban en traje de baño y short. No hacía faltar usar zapatos cuando podías disfrutar la sensación de la arena contra tus pies
Rodeé su cuello con mis brazos, escondiendo mi rostro en su cuello. Su piel sudada estaba pegajosa, pero no me molestaba. —Ya me llevo mucho de ti, Joel.
Seguimos caminando de vuelta a la playa, hoy no le tocaba trabajar. Joel conoció a mis hermanos y a Ana; todos se llevaron de maravilla con él. Con un balón, descubrimos que Diego y él eran un dúo perfecto jugando voleibol.
El almuerzo y la comida por la tarde estuvo deliciosa, mi nuevo amigo había traído una botella de vino blanco espumoso; exquisito. Jugamos cartas, llenamos nuestros estómagos y las risas no faltaron. Fue un buen día en compañía de ellos, el moreno tenía una sonrisa preciosa.
—Hey Diego, deberías de venir mañana a surfear con nosotros. Solo seremos mis amigos y yo, aunque supongo habrá más personas en la playa —le sugirió Joel antes de beber un poco de su bebida —Todos son agradables.
—Creo que aceptaré tu invitación, mi hermano. Espero me enseñes —chocaron puños. Luego de un rato, en plena puesta de sol, Joel me tendió su mano
—¿Vienes conmigo un momento? —me levanté con su ayuda y caminamos juntos al mar. Nadábamos en la orilla mientras los demás seguían en lo suyo
—¿Te la has pasado bien? —le pregunté, estábamos muy cerca
—Claro que sí, además estás tú, sería imposible no disfrutarlo —me sonrió cálidamente —Gracias por invitarme a estar con ustedes.
—Es lo menos que podía hacer por todo lo que has hecho por mí estos días —le regresé el gesto. Antes de que sucediera algo más, el moreno me salpicó agua. Luego de ello, comenzó una pequeña guerra que acabó en la arena mientras él me cargaba en su espalda
—______, olvidaste esto —ambos estábamos de frente, de su mano me mostró el pequeño collar que había comprado esta mañana —¿Puedo?
Sonreí enternecida —Claro —me puse de espaldas sintiendo cómo sus dedos rozaban mi cuello y ajustaban la cadena. Instantáneamente llevé una de mis manos al dije, acariciando su forma irregular entre mis arrugados dedos. El fresco viento recorrió mi espalda haciéndome castañear los dientes
—¿Tienes frío?
—Un poco —admití al tiempo que él me baja de su regazo
—Espera aquí —sacó una prenda de su mochila y regresó con algo en mano. Al extenderla luego de que me la entregara, pude ver que era una sudadera gris amplia —Con confianza, póntela.
—De acuerdo, gracias —me la puse para poder seguir con nuestro paseo en caballito. Al finalizar la velada lo hicimos con una linda foto ya secos y con ropa limpia puesta. Nos sentamos un momento en la arena, hombro con hombro, disfrutando de la brisa
—El mar es dulce y hermoso, pero puede ser cruel —lo miré luego de escuchar aquellas palabras brotar de sus jugosos labios. —El viejo y el mar, ____. Es un libro muy apreciado por aquí, especialmente por el gordo Max.
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¡Holaaaaa! Disfruten mucho el capítulo
Voten y comenten + graciaaaaas
—Frida
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