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Capítulo 3._ Creo que me rompí algo



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Luego de ese extraño momento, decidí que la mejor opción para distraerme sería volver a clases; el resto del día no volví a encontrarme con Alonso, un vacío momentáneo se instaló en mi pecho sin entender el por qué. Es como si la tierra se hubiera tragado al ojiazul; mucho mejor, sonreí satisfecha con el universo.

A las tres en punto de la tarde el horario escolar terminó, por lo que ya estaba como primera en la lista para salir con mi mochila dispuesta a caminar un largo trayecto hasta casa; mentalmente deseé no haber traído justo estos tacones. Papá nos había avisado un día antes que no vendría por nosotros y mamá tenía taller con su grupo de señoras que se hacían llamar Teje y dona ; los jueves asistían a casa de alguna de los miembros, se turnaban y tejían ropa para niños de la calle, además hacían colectas para la Cruz Roja, visitaban hospitales y recibían donaciones para los más necesitados; dándoles un poco de crédito, eran gente de buena posición social o trabajos emprendedores que de vez en cuándo daban aportaciones para mantenerse colaborando, además de que existían instituciones que las respaldaban. Mi madre se tomaba muy en serio su participación.

Jos siempre me acompañaba a excepción de ese día, había tenido que irse antes a casa puesto que quedó con sus amigos a ir a practicar longboard al parque; ya lo extrañaba. Por lo regular yo lo acompañaba y solo lo veía, era una de las cosas que mi mejor amigo sabía hacer de maravilla mas no compartíamos el gusto ni el talento.

Mi mala suerte volvió a hacerse presente esa tarde cuando empezó a llover a cántaros, parecía que el cielo iba a caerse y con ello sepultar la ciudad en agua. ¿Cómo podía el clima haber cambiado tan rápido? ¡En la mañana había un sol deslumbrante! La lluvia cada vez se hacía más fuerte, tanto que dolían las gotas al caer empapando mi ropa; intenté caminar más rápido, aunque en vano pues los zapatos que traía y el asfalto mojado no eran buena combinación y podría resbalarme. Me repetía que ya faltaba poco, siempre me motivaba a mí misma, sin embargo para cuando llegué a la esquina de la panadería Anthony's bakery, asumí la realidad que aún me faltaba un buen tramo que recorrer.

Me escondí debajo de un toldo viejo y sucio; pronto supe que había sido una pésima idea. El agua cayó a borbotones sobre mí manchando mi ropa de agua sucia de polvo con excremento de palomas. Gemí frustrada mientras me decidía por correr, pero fue peor, esta vez patiné por el suelo. Di mi pésimo esfuerzo por algo rendido, permaneciendo debajo del diluvio tumbada en plena acera con un puchero dibujado en los labios; solo quería llorar deseando estar arropada entre los brazos de mi padre. El tobillo dolía tanto que me sentía desfallecer, y mi ahora punzante espinilla tenía una herida supurando sangre. Aquel tono rojizo me provocó un mareo, siempre había tenido poca resistencia al ver cualquier ADN en su versión líquida y escarlata.

En este tipo de ocasiones era cuando odiaba no hacer caso a mi padre de sentarme por las noches con él a ver el noticiero, donde pasaban el clima de la semana. Me era difícil conciliar el sueño, y no había mejor compañía que papá a medianoche. Juntos éramos un gran equipo; y en la cocina, unos auténticos reposteros. 

Anoche había escuchado que sería temporada de lluvias, y había hecho caso omiso a Sofía cuando dijo que llevara un paraguas por si acaso. Comencé a maldecir por lo bajo, hasta que un coche rojo se detuvo frente a mí sacándome de mi trance; no lo reconocía... se veía lujoso. Esto no podía ser nada bueno, seguramente era un mafioso dispuesto a secuestrarme.

Mi corazón comenzó a palpitar fuertemente y mi respiración se aceleró. ¿Qué podía hacer en este estado? No podía mantenerme en pie... ni siquiera me creía capaz de poder levantarme del suelo mojado. Para colmo, nadie en su sano juicio estaría caminando en la calle con esta lluvia, todos correrían a refugiarse en alguna tienda de autoservicio. Pero no es todo... para acabarla, nadie oiría mis gritos.

Una figura borrosa por las gotitas de agua se acercó amenazadoramente a mí.


Tomé mi mochila, extendiéndola frente a mí —Es Dolce & Gabbana, y no tengo miedo de usarla —advertí en un inútil intento de sonar convincente. Su metro ochenta no me detendría, además mis piernas eran lo suficientemente largas para darle una buena patada —Así que tú decide si la tomas, ¡o grito! —por dentro deseé que no se la llevara, mis ahorros de mi corto empleo de verano se fueron en ella. Su ronca risa, poco intimidante, me hizo fruncir el ceño. Si mis sospechas eran ciertas, y era un delincuente, se estaba burlando de mí; me recordó tanto al ojiazul, que maldije haber pensado en él y no en alguien más

(N/A: En esta novela nuestro pequeño Alonsín es alto, ¿ok? jeje)

—Tú sí que estás loca, ¿qué carajos haces aquí tirada? —su voz me era tan familiar, y sin duda debía admitir que me hacía sentir cierto alivio al oírla justo ahora.

Mi frente se arrugó más, tratando de enfocar mi vista en él —¿Alonso? —miré su cabellera mojada, el agua escurría de ella. Lucía tremendamente sensual, lo aceptaba. Aguarden, ¿lo había vuelto a invocar? Joder

—¿Quién más, niñata? —gruñó irritado, definitivamente él no me toleraba y yo no pensaba tolerarlo a él por más que tuviera riesgo a morir por una neumonía  —Levántate, te llevo.

Negué, ¡oh no! Nadie se metía con mi orgullo.

—Deja tu terquedad y sube, después me agradecerás —insistió aún algo molesto, después de todo él también se estaba mojando; en mi defensa, estaba ahí parado por gusto y no por que yo se lo hubiera pedido

—Es que no puedo —avergonzada, y calentándome un poco por mis mejillas rojizas, admití bajando la mirada

Rodó los ojos, harto —Oh vamos mojigata, no creas que pienso tocarte —recorrió mi cuerpo minuciosamente, mi entrecejo se arrugó mostrando clara ofensa  —No me interesas, así que si esa es tu decisión... —hice una mueca de dolor, inevitable, pues justo en ese momento mi tobillo punzó fuertemente al yo haberme intentando mover  —¿Qué? ¿Te dolió lo que dije? —una ligera sonrisa burlona se asomó en su rostro

—Para nada —le devolví el gesto, hipócritamente. —Por si no lo has notado, realmente no puedo levantarme —recalqué señalando mi tobillo, el cual comenzaba a hincharse. Esbocé una mueca, tratando de tocarlo; un quejido brotó de mis labios ante el toque

Su mirada azulada se desvió a donde mi dedo indicaba —Vaya, qué torpe —fuera en serio, o no, su actitud idiota me había enojado. 

—Gracias —esta vez yo rodé los ojos e intenté levantarme por mi cuenta, nuevamente. No iría con él, pero de alguna forma debía buscar cómo llegaría a casa, acababan de darme un nuevo teléfono, ni loca lo arriesgaría con la lluvia a pesar de ser a prueba de agua. Traía dinero suficiente, con suerte algún taxi pasaría por aquí

—Bien —dio la vuelta en dirección a su coche. Dejé escapar un chillido ahogado cuando me enderecé luego de arrastrarme sin su ayuda a un teléfono público. Me sujeté de la estructura para intentar levantarme, sonreí orgullosa al ver que mi doloroso esfuerzo había surtido efecto —Venga ya, tonta —se regresó y tomándome por sorpresa me tomó ágilmente entre sus brazos —Sí que pesas —una corta, pero significativa risa, salió de su garganta. Miré a otro punto que no fuera su rostro, y me permití sonreír


No tenía fuerzas para discutir, ni para hablar, por lo que dejé que me metiera a su coche en el asiento del copiloto; por obvias razones yo sola me coloqué el cinturón de seguridad. Sin dirigirme ni una mirada, arrancó manejando con precaución entre las calles. Fueron pocos minutos de camino, hasta que reconocí mi cálido hogar; una casa de buen tamaño, arbustos podados y una elegante puerta de caoba con cerradura en forma de león. Sonreí en mi interior, aquella extraña elección de papá no había convencido a mi madre; claro está antes de separarse, ella le permitía cualquier drástico cambio siempre y cuando no afectaran el estilo de la fachada ni dentro. Mi pecho se estrujo al pensar nuevamente en ellos, a pesar del tiempo no podía negar que me afectaba el tema.


Miré a Alonso, el cual permanecía quieto apretando el volante tanto que sus nudillos estaban blancos; reí internamente, él era por naturaleza tan pálido que la nieve se quedaba corta a su lado. Si tuviera un poco más de confianza en él, seguramente le inventaría ridículos apodos y graciosas burlas sobre ello; y si él fuera un poco más accesible, y menos amargado, reiría. Nadie se resistía a mis encantos, duh —¿Cómo sabes dónde vivo? —cuestioné igual de seria que él, el chico se encogió de hombros y quitó el seguro al coche

—Fuera —gruñó mirando al frente, indiferente. Me encogí de hombros y abrí la puerta, haciendo un rápido tanteo del suelo húmedo

—Supongo que gracias —ante todo le agradecí educadamente, mis papis me habían enseñado bien; examiné el pequeño río que solía formarse cuando había alguna tormenta de este tipo. Agradecí a Dios que la lluvia hubiera cesado, pero mi pie estaba muy inflamado. Alonso no se inmutó en contestarme, tampoco es que yo esperara mucho de él; en realidad, no quería nada que proviniera de su persona. Esta había sido una excepción, ya que se trataba de una emergencia en mi pierna ¿entendido? Nuestro odio mutuo seguía intacto


Hice un mohín en mi boca, era algo que hacía inconscientemente cada que me concentraba en cierta cosa. Quizá si gateaba, llegaría más fácil. Sí, estaba dispuesta a humillarme frente a él, pero no importaba puesto que el dolor que sentía era tan grande que realmente quería echarme a llorar y gritar; si no fuera necesario, claramente no lo haría.

Me escabullí del auto lo mejor que pude con mis cosas en mano, pronto oí otro portazo y unos segundos después el pelirrojo ya estaba afuera y a unos centímetros de mí.


—No es necesario, ¿lo ves? —con un movimiento de cabeza indiqué mis pies ya descalzos  —Puedo sola.

—Tonterías —me estabilizó de malas con uno de sus brazos, siendo torpe ya que al levantarme mi pie malo se lastimó más

—¡Auch, suéltame! —hizo caso omiso de mi petición  —Alonso, sé que me odias pero de verdad me lastimas —no pude aguantarme y comencé a sollozar, su vista se tornó preocupada y me dejó caer al asfalto con algo de cuidado; tal vez me detestaba, mas mi columna no se vio afectada

—Como quieras —sin saber qué más hacer, avanzó a la puerta y se escondió en el techo de la casa. Avergonzada y llorosa, me arrastré a los escalones de la entrada. Lo miré, era una pérdida que tuviera aspecto de ángel y personalidad de demonio

Dejé a un lado esos pensamientos, pues no encontraba la llave.  —¿Puedes apurarte? Me estoy empapando y esto ya empeoró de nueva cuenta —dijo con voz temblorosa, metió sus manos a los bolsillos de su chamarra seguramente en busca de calor

—Listo —saqué las llaves victoriosa y las levanté lo suficiente para que las viera ser tintineadas por mí como si fuera una pequeña jugando, él se hizo a un lado e introduje el manojo en la cerradura

—Aleluya —murmuró entrando a la casa como si nada. Cerré la puerta e intenté incorporarme con ayuda de los muebles cerca de donde estaba. Caminé con mi pie bueno mientras evitaba el contacto del otro con el suelo. Llegué hasta el sillón y me senté, suspirando de alivio.

—¿Qué hace él aquí? —Diego, mi hermano, se encontraba en lo alto de las escaleras con el ceño fruncido. Bajó peligrosamente directo a Villalpando, el cual lo miró con cara de pocos amigos mas no se movió de su lugar; de hecho, lucía... aburrido

—Diego no, solo trató de ayudarme —intenté levantarme para interponerme entre ellos antes de que se armara otro problema; tenía probablemente al hermano más celoso de la galaxia entera

Rápidamente se percató de mi herida y su rostro se tornó de uno desencajado en molestia por uno lleno de angustia —Mierda ____, ¿qué te pasó? —me ayudó a volver a sentarme, mientras se arrodillaba para mirar más de cerca. Él estaba estudiando medicina en una universidad cerca de aquí, había preferido quedarse en México a irse al extranjero

—Creo que me rompí algo —le regalé una débil e inocente sonrisa, cuando se trataba de mí solían exagerar sus cuidados y los sermones nunca hacían falta  —¿Se ve muy mal? —temerosa me atreví a preguntar al ver su expresión alarmante

—Reza por que solo sea una desviación... pero por cómo se ve, seguro es un esguince o algo peor —su tacto conmigo no fue tan cariñoso. Lo miré triste, y él lo notó relajándose al instante

—¿Algo peor? 

Hizo una mueca, poco convincente de no verse preocupado —Que te lo hayas roto —se levantó como si me hubiera dicho que una mariposa estaba sobre mi pie, y besó mi frente con ternura  —Traeré toallas y veré qué puedo hacer hasta mañana que te llevemos a una revisión —dicho esto, miró amenazante a Alonso y lo señaló acusadoramente  —Tú, aléjate de ella —el pelirrojo rodó los ojos, tan sereno como siempre


Diego subió a buscar las cosas en lo que yo intentaba secar mi cabello con, estúpidamente, mi ropa mojada y sucia. Miré a Alonso, seguía de pie mirando la casa de forma embelesada. Una sonrisa brotó de mis labios, al parecer ¡sí que podías llegar a sorprenderlo!


—¿Qué problema tienen ustedes dos?

—No te incumbe, ¿es tu hermano? —preguntó serio mientras miraba las fotos sobre la mesita de centro  —Bah, es obvio que sí, qué pregunta más estúpida. ¿Vamos a trabajar o no? —añadió irritado, dejándose caer a mi lado. Una vez que tuvimos las toallas en mano, gracias a mi lindo hermano, nos secamos y posteriormente nos dispusimos a continuar la tutoría.

—_____, ya no hay pomada. Iré rápido a la farmacia, no tardo —nos miró chispeante antes de salir de casa con las llaves y monedero en mano

—Con cuidado —murmuré, pero ya no me escuchó



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¡Holaaa! Muchas gracias por leer mi novela, espero les esté gustando💕

Quería avisarles que no había podido subir capítulos porque estoy en exámenes pero las compensaré hoy con un maratón :)

En fin, gracias por leer lindas😘


Su fiel y cariñosa escritora Frida :')

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