Capítulo 27._ Nuevamente la chispa
Luego de haberlo arruinado todo con mi mejor amiga, salí rápidamente de la cafetería. Había descubierto algo; en este lugar yo no encajaba, no tenía nada que hacer aquí.
Todo empeoró cuando lo vi en aquel pasillo con esa chica pelinegra, los dos reían animadamente sin preocupaciones. Me encantaría decir que el pelirrojo lucía fingido, pero no, jamás lo había visto tan vivo y renovado; aquella alegría no se comparaba en nada a él en las fiestas clandestinas. Podía notar que estaba relajado, la fina arruga que se le hacía en medio de sus cejas no estaba. En sus hombros no existía ni una sola pizca de tensión, se veía tan... él.
Pasé por su lado, no me quedaba de otra. Nuestras miradas rozaron por medio segundo, el más doloroso de mi vida.
—Cariño, ¿qué tienes? —Sofía me miró preocupada una vez que llegué a su lado, a su lado el director caminaba. Se detuvieron al verme, y probablemente notaron la angustia en mi expresión facial
—_____, quizá no podrás seguir aquí pero nuestra sede te ayudará a retomar un curso para poder graduarte —me animó el director con una ligera sonrisa. ¿Qué?
Mi boca estaba seca, y mi garganta ardía —No entiendo —giré mi vista a la castaña, quien parecía arrepentida. Nuevamente me concentré en el hombre canoso que tenía frente a mí —¿No podré seguir... estudiando en el colegio? —las ganas de llorar hicieron exitosamente su reaparición, Sofía no dudó en abrazarme —Pero llevo dos días de vuelta, le estoy echando ganas y... ¿por qué? —llevé ambas manos a mi boca, mordiendo mis labios tan fuerte que pronto saboreé la sangre supurando de una diminuta herida
—Las ausencias y calificaciones no ayudan, cariño —me explicó murmurando cerca de mi oído, tan lento como si le estuviera hablando a una niña pequeña. Eso deseaba, volver al pasado en el que no me tenía que martirizar con situaciones de esta índole
Me perdí en el movimiento de mis nerviosos dedos, todos eran tan felices excepto yo. Los estudiantes, y ahora ex compañeros míos, reían corriendo por los pasillos. Podía verme a mí, tiempo atrás, igual que ellos —Quiero irme de aquí —le supliqué a mi hermana, aferrándome a mi suéter delgado
—Claro —aceptó sin rechistar, se despidió de forma cortés antes de llevarme a rastras al auto. Una parte de la vieja _____ se negaba a marcharse y renunciar a todo lo que le costó crear
Tuvo que pasar un mes para que apenas lograra acoplarme a aquel nuevo lugar donde comenzaría desde cero. No tenía a mis amigos aquí, Amanda ya no me hablaba desde que se enteró que me fui y no me quedaba más que aceptar ser la chica nueva. No es que hubiera muchos estudiantes en esta escuela, pero por alguna razón me veía tan diferente de ahí. Quizá jamás encontraría dónde pertenecer.
—¿Vienes hoy? —Alexis, un chico de cabello loco, me invitó a salir con el resto de sus amigos. Su sonrisa era tan brillante y alegre, de esas que te alegraban por más de veinticuatro horas. Alexis estaba lleno de vida, y sabía como aprovechar esta misma
—Supongo que me le puedo escapar un ratito a mi novio —le sonreí devuelta acomodando el tirante de mi mochila que estaba resbalando de mi hombro —¿Me mandas mensaje? —levanté una ceja, un tanto coqueta. Él me agradaba
Me guiñó un ojo, éramos buenos cómplices —Tenlo por seguro —se despidió besando mi mejilla antes de volver a entrar. Estaba en el grupo de música, por lo que se quedaba hasta más tarde a practicar en el único auditorio con el que contaba la institución
Suspiré, comenzaba a acostumbrarme a este ambiente. La primera semana había sido una tortura en la cual Jos se la pasaba visitándome para poder consolarme. En la segunda unas chicas lindas me sonrieron al entrar ese lunes por la mañana. A mitad de esa semana me invitaron a comer con ellas.
Para la tercera el pequeño salón en el que estaba ya me llamaban por mi nombre y ahora, en la cuarta, tenía un grupo de amigos simpáticos.
Vi su auto estacionado frente a mí, rodé los ojos a pesar de que no me extrañó el hecho de que estuviera ahí. Jos se había vuelto tan posesivo y seguramente me reclamaría algo hoy, últimamente de eso se trataban nuestros encuentros; peleas, reproches... y más gritos. Mis intentos de huida nunca funcionaban, por lo que me resigné a dejar caer mi cabeza atrás, chillando de frustración; pareciera que mi cuerpo iba cargando piedras. A paso rápido, llego a mi lado con los labios fruncidos por la molestia.
—¿Alexis otra vez?
Me encogí de hombros, restándole importancia —Me invitó a salir Jos, solamente —era cierto, no tenía nada de malo. Es más, el pelinegro debería entenderme y agradecer que alguien buscaba juntarse conmigo. Jos Canela no estaba listo para tener esta conversación
—¿Solamente? —carcajeó sin una pizca de diversión, negó lentamente desaprobando mis amistades —Ni lo pienses, así que hazte la idea de que no irás —afirmó muy seguro de sí, dándome la espalda para entrar al coche
—No te estoy preguntando José, ya hemos hablado de esto y no pienso discutir —tomé asiento en el lugar del copiloto, cruzándome de brazos. Alcancé a oír cómo bufaba antes de arrancar el coche, de malas, sin voltear a verme
—Sabes que no me agrada, _____ —insistió en un gruñido, si me pagaran por todas las veces que él decía justo esas palabras, probablemente sería millonaria ¡qué va, billonaria!
—¿Qué chico que no se me haya acercado por amabilidad no te ha agradado, eh? —reclamé esta vez yo, enfurruñándome en el cinturón de seguridad —Desde Alonso...
—No menciones a ese idiota ni en mi presencia ni nunca —me calló malhumorado, tenía tantas ganas de replicar pero no quería empeorar nuestro estado. Opté por quedarme en silencio el resto del camino. Ya frente a mi casa, me bajé sin darle las gracias, de todas formas él bajaría detrás de mí —Nena lo lamento, no debí ser así de brusco contigo —no me equivoqué, volvía con cara de pesar buscando mi perdón
—¿En serio? —si no estuviera tan enfadada esto me parecería gracioso —Ya me cansé de esto —admití sin empeñarme en ocultarlo, apenas iban un mes de estar juntos y todo parecía un desastre
—Y yo prometo que no volverá a pasar —me acorraló contra la pared de mi sala antes de besarme. El gusto nos duró unos cuantos segundos antes de que una tos nos interrumpiera, sin embargo la distancia prevaleció entre ambos. Maldije por lo bajo mientras Jos se llevaba una mano a la barbilla, igual o más disgustado que yo
—Hola Jos, ¡qué sorpresa! —Diego se nos acercó con falsa incredulidad, cuando estuve a su alcance me jaló para pegarme a su cuerpo. Torcí los ojos, empezaba a creer que el pelinegro y mi hermano se llevaban mal
—Diego, ¿qué hay? —lo saludó mirándome de forma... particular —Bueno, debo irme, cuídate bonita.
—Ve con cuidado —me despedí de lejos, gracias al impedimento del castaño. Una vez cerrada la puerta se dedicó a darme un largo sermón del cual Sofía fue excluida en lo alto de las escaleras, sin dejar de reír —¿Ya terminaste?
—No me hables así, jovencita —advirtió apuntándome con un dedo acusador, mismo que bajé con una sonrisa divertida
Me acerqué a besarle la mejilla —Ya celoso, mejor deja que prepare la comida. ¿O quieres que la conchis lo haga? —me burlé llamando a mi hermana por su apodo.
—Tú ganas —entrecerró los ojos antes de subir al piso superior para quitarse la corbata. La empresa en la que solía trabajar papá lo contrató, le darían el puesto que quedó vacío, Diego tuvo que dejar los estudios y sé que eso lo había cambiado demasiado
—____, ____, ____ —la mayor de la familia tomó asiento en una de las sillas de la cocina mientras me veía cocinar, su única posibilidad de formar parte a la hora de los alimentos era ayudar a pasarnos los ingredientes que necesitáramos —No juegues con fuego.
La miré secándome las manos con un trapo deshilachado —¿De qué hablas? —tranquila, corté un trozo de zanahoria y lo llevé a mi boca, masticando con indiferencia
—Vas a terminar confundida —seguí desconcertada ante su discurso, tampoco es que me importaran mucho sus regañizas —Te apuesto a que en este momento piensas que quieres a Jos, pero al mismo tiempo único que quieres es poder salir con aquel chico de tu escuela y en otra parte de tu cabecita, Alonso Villalpando te está esperando en su cama.
—¡Sofía!
—No soy la única que te alertó de las consecuencias, niña, luego no digas nada y vengas llorando.
Fruncí el ceño —¿Auch?
Para cuando el sol se estaba poniendo, yo ya estaba lista frente al espejo. Había optado por unos jeans ajustados y una playera corta muy a mi estilo. En las últimas semanas todo en mí cambió incluyendo mis formas de vestir, mis amigos no eran nada reservados y les encantaba salir de fiesta. Nunca estaba en casa, ya fuera para ir a jugar bolos o tomar unas cervezas en el porche de Lukas.
Desde la muerte de mis padres lo que yo solía ser había quedado en el pasado y no porque quisiera cambiar; me sentía libre lo cual me agradaba y trataba de seguir adelante, no añoraba a mi vieja yo.
Pero a ellos.... los extrañaba, y justamente por eso estaba en este lugar. Cuando se cumplió el primer mes de su partida, ni siquiera sabía si podría mantenerme en pie en caso de decidir levantarme de la cama. Mi abdomen estaba marcado profundamente por huesos y me había quedado sin vida.
Ahora, yo ya no me dejaba caer. Estaba más invencible que nunca.
El bar donde me encontraba, podría decirse que me volví cliente frecuente; oloroso a clavo y mojitos. Su cerveza de jengibre con mantequilla era una delicia, no por nada era la especialidad de la casa. Buena música, el mejor karaoke y ni hablar de la fabulosa mesa de billar; me convertí en una experta gracias a Alexis. Los snacks que quisieras estaban incluidos en el cover que se pagaba en la entrada, y los chicos que asistían no estaban mal. Luego de bailar unas cuantas canciones con desconocidos y amigos, no pude evitar sentir que alguien me miraba.
Pero miraba tantos rostros que jamás había visto que no podría encontrar aquel. La mayor parte de la noche la pasé con Elisa, la novia de Bryan, iba al mismo colegio que yo. Nos encantaba todo de ese pequeño puf que podíamos estar horas bebiendo y riendo. Para la una de la mañana decidí levantarme de mi asiento para ir al baño, estaba mareada y necesitaba lavarme la cara para bajar la cruda que tenía.
Caminé tambaleante por el lugar, entonces me jalaron del brazo y antes de siquiera intentar inútilmente de defenderme, vi aquella chispa verde azulada encontrarse con mis ojos. Misma que deseé nunca volver a encontrar.
"Te propongo en esta noche triste ver el cielo y las estrellas, y, si te aburren, entonces te invito a recorrer cada una de ellas, aunque eso signifique perdernos" —Manuel Ignacio
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¡Chicas! Tanto tiempo sin verlas, ya me conecté, perdón por no haber subido capítulos, pero saben que no me olvido de ustedes nunca:(
No se les olvide votar, comentar y agregar la novela a sus bibliotecas y listas +
—Su fiel escritora Frida :')
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