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Capítulo 24._ Cosas que lamentar




«______» 



—Amiga, esa definitivamente era una escenita de celos —sonrió Ariel, una chica de cabello rojo que le hacía honor a su nombre, se sentía bien volver al colegio

Dejé de lado mi pajilla reciclable, las gotas de agua permanecieron en su interior —No lo sé... fue tan raro. —admití jugando con mi termo rosado con pequeños unicornios estampados en él

—Deberías de hablar con él, allá está —señaló Amanda terminando de recoger sus libros

—Y... de allá viene —la corrigió la pelirroja con un codeo

Se detuvo a mi lado, justo como ellas dijeron —Hey, ¿qué onda? —Jos sonrió sin mostrar los dientes, casi tímido, mientras dejaba sus manos en los bolsillos de su chamarra

—Hey —lo saludé cortamente, mirándolo

—Oye Ama, creo que olvidé mi labial en el baño, ¿me acompañas? —Ariel la tomó del brazo —Ese que taaaaanto te gusta Ama, mi abuela me lo dio antes de morir —nos dijo con voz lastimera, entrecerré los ojos queriendo ahorcarla con la mirada, claramente yo sabía que estaba mintiendo 

—Pero yo...

—¡Muchas gracias amiga! eres la mejor —la jaló llevándosela lejos de ahí, antes de que pudiera decir algo más. Las perdí de vista entre el gentío que se formaba en pleno pasillo a esta hora

Jos tomó mis manos entre las suyas —Escucha, lamento lo de anoche...

—Dejémoslo así, ¿quieres? —le sonreí abrazándolo, sin esperar respuesta —Estamos bien —sentí cómo su cuerpo se relajaba, ojalá yo pudiera estar igual

—De verdad gracias _____ —me cargó rápidamente besando mis mejillas antes de bajarme, regresando a su expresión seria —Aún así necesito que hablemos.

—¿Tengo opción?

—Por supuesto... que no, nena —me sonrió divertido, tomó mis cosas y con su mano libre tomó una de las mías —No creo que a los chicos les moleste que no pasemos un receso con ellos.

Me encogí de hombros —Supongo que no, llevas todo un mes así —dicho esto, me dejé guiar por él hacia una de las aulas que ya no se ocupaban: el viejo laboratorio. Nadie lo visitaba desde que Jos esparció el rumor sobre apariciones extrañas, ruidos... tonterías y falsas pruebas que hasta los más apuestos e inteligentes se creyeron


Tomamos asiento al fondo del aula, donde cajas llenas de libros y butacas rotas nos tapaban de la vista de cualquier curioso que decidiera entrar. Nosotros lo veríamos antes de que siquiera notaran nuestra presencia. Sacudí el polvo del lugar donde me sentaría y jalé una vieja camisa que había dejado ahí, llevábamos años escondiéndonos en este lugar. Era como nuestro escondite, luego de la casa del árbol.

El pelinegro me extendió un recipiente de plástico con jugo de naranja en su interior, y parte de su almuerzo, siempre era tan considerado de traerme comida ya que el 99% de las veces la olvidaba yo en casa. Sonreí antes de tomarla y moverme un poco para quedar a su lado con las espaldas recargadas en la pared y mi cabeza en su hombros. Los primeros minutos fueron silencio.


—¿Qué me querías decir?

Sentí cómo su brazo se posaba sobre mis hombros y acariciaba mi cabello —He planeado la mitad de mi vida cómo decirte eso y ahora no sé qué palabras debería de escoger para no cagarla.

—Solo dilo —lo miré curiosa, algo en mí sabía qué me quería decir y tenía miedo. A Amanda se le escapaban todo el tiempo, secretos que no debía

—Creo que desde esa noche dejé en evidencia lo mucho que me gustas, ¿no? —tragó grueso mirándome con una sonrisa sin mostrar los dientes, le sonreí igual —No era mi intención aprovecharme.

—Entonces supongo que no hay mucho que decir, ¿lo ves? Era rápido. —solo trataba de que esto fuera más fácil

Negó divertido —Tú sí sabes qué decir siempre. Pero creo que no estoy listo para escuchar algo que no quiero —miró hacia otro lado con la mirada triste —No sé en qué plano se supone que estamos. Un día somos amigos, y al otro...

—Hey, solo tienes que decirme. ¿Qué tan difícil puede ser? —alcé su barbilla, sus ojos estaban brillosos y yo no quería lastimarlo, nunca quise —Antes que otra cosa soy tu mejor amiga, ¿ahora no puedes contarme algo?

—Es solo que desde el último beso no he podido dejar de pensar en volver a hacerlo _____—susurró frustrado acercando su rostro al mío para juntar nuestras frentes y acariciarme la mejilla

—¿Eso es lo que te preocupa que te tiene así?

—Eso y que no te quiero con nadie más —admitió con las mejillas coloradas —No podría soportarlo. Creo que he luchado lo suficiente.

—Nunca es suficiente —le recordé sabiamente, siempre se lo repetía. No debíamos de ser conformistas —Sin embargo, me parece justo.

—No quiero una respuesta apresurada y sin pensar, si haremos algo quiera que sea serio y que ambos queramos —habló con voz segura —Piénsalo, ¿sí? —me ayudó a levantarme, acepté su mano y recogí la basura para tirarla en el cesto del pasillo

—Prometo que lo haré —besé su mejilla antes de dejarlo ahí solo. No había estado tan mal, creí que sería peor


Aquella noche supe que tenía mucho en qué reflexionar y prever, más de lo que imaginaba. Jos y yo no volvimos a tocar el tema, pero su amor hacia mí comenzó a mostrarse en las siguientes semanas con tiernos besos en la mejilla a mitad del pasillo o agarres de mano que los demás comenzaban a notar. Cabe recalcar, que las veces en que íbamos con su dichoso grupo de amigos, dos de ellos no estaban. Alan prefería hacerme caras y marcharse lanzando bufidos.

Y durante todas esas semanas, el chico de ojos azules no me buscó, aquel al que no solo le entregué mi corazón, sino también recuerdos; al parecer nuestras salidas secretas, noches intensas contando las estrellas y escapes mañaneros se habían ido por el caño. Ni siquiera lo veía en la escuela, y aunque costaba admitirlo, solo quería que fuera él el que me quisiera en su vida. Sería difícil.

Esa tarde le llamé cinco veces, las primeras cuatro entraba la llamada más no contestaba y para la quinta, me mandaba a buzón. Pasó una semana y ya no se dignaba a abrir mis mensajes.

Pasaron dos y comencé a pensar en excusas tontas; quizá se había cambiado de escuela, estaba enfermo o su teléfono había caído en algún retrete del baño de hombres en el colegio.

Para las cuatro semanas supe que me estaba evitando.

Y yo no podía permitirlo, no después de tanto que había pasado con él. Quizá esa noche que lo vi por última vez realmente era la despedida.

Con Ariel y Amanda en contra, las ignoré y opté por ir a buscarlo. No me importaba si ya no me quería hablar, lo que buscaba es que me lo dijera en la cara para no hacerme ilusiones que realmente ya estaban hechas. Quería asegurarme de que estaba bien sin mí y que yo no me obligaría a buscarlo más, tan solo verlo una vez más antes de que todo acabara si él así lo decidía.

No hizo falta que tocara la puerta de su casa, de la cual Freddy me había dado la dirección a espaldas de Jos; se había vuelto mi fiel amigo, incluso más que el pelinegro. Su mano pálida tomó la mía impidiendo que mis nudillos siquiera rozaran la madera.


—¿Qué haces aquí? —ver sus ojos azules luego de un mes era como una gota de vida. Estaba tan perdida en ellos que no me percaté de lo cortante que había sido su voz

Sacudí mi cabeza saliendo del trance —¿Podemos hablar?

—______...

—Será rápido —le aseguré intentando no irritarlo. Finalmente accedió con un asentimiento de cabeza, miró hacia su casa

—Deberíamos ir a otro lado —sin inmutarse en ver si lo seguía, comenzó a caminar calle abajo


El lugar donde vivía no era nada glamuroso, pero su casa era la más grande de la manzana. Había botes de basura malolientes en los callejones que conectaban una casa con otras. Casi todo lucía sucio y nada seguro, las paredes de piedra en los solitarios pasillos estaban húmedas y olía a moho, el asfalto resbaloso y prefería pensar que no eran ratas las que había escuchado cerca de ese arbusto con flores silvestres de color naranja que emanaban polen dorado. Un poco de belleza en ese lugar tan frío.

Miré al chico, el cual estaba envuelto en una chamarra de cuero negra de apariencia calientita. Su rostro no mostraba ni una sola expresión, sin embargo cuando llegué no se veía nada feliz. Decidí ignorar el olor a cigarrillo y algo más que brotaba de su cuerpo, él odiaba que yo fuera curiosa y más si lo atormentaba con preguntas que no me incumbían. Pero me importaba, ese chico se había robado mi atención.


—No debiste de venir —fue lo único que brotó de sus labios luego de un rato caminando

—No sabía nada de ti.

—Y así era mejor, niñita. No te importa qué pase conmigo —me cortó, detesté su forma de hablarme. Ahora no solo era el simple idiota de siempre, se había convertido en un auténtico imbécil

—Para empezar no soy una niñita, y segunda cosa. Vine porque has estado evitándome.

Ahora sí que me miró, fingiendo sorpresa —¿Yo? ¿Evitándote?

—No necesito que tú también te portes como un tonto conmigo. Solo quiero saber si estás bien, no has ido a clase y creí que...

—Estoy perfectamente, gracias —soltó con hipocresía. —Y sí que he ido —me respondió mirándome con una sonrisa torcida, nada agradable —Que no me hayas visto es diferente, probablemente si te evito es por algo ¿no crees?. Quizá si dejaras de tratar de llamar mi atención...

—¿Qué te pasa? —exclamé molesta parando en seco —No sé qué sucedió entre Jos y tú pero desde eso tú y yo no...

—Entre nosotros no pasa nada, fue un error. —mi yo interna explotó, casi podía ver los cachitos flotando en el aire —El problema eres tú, deja de inventarte cosas donde no las hay y sobretodo, de meterte donde no te llaman, ¿entendiste?  —se acercó demasiado a mí, enojado y con sus labios a centímetros de los míos. Me estaba provocando a propósito, lo sabía

—Si quieres que te deje de hablar solo dímelo y me alejo —murmuré con el corazón ya en la garganta, no tardaría en escurrirse por mi nariz 

—Creo que será lo mejor, no me interesa más saber de ti —habló dejando un largo espacio entre cada palabra para que entendiera a la perfección. Pero mi corazón no estaba listo para otra despedida, no para decirle adiós precisamente a él que tanto compartía conmigo el odio hacia ello

—Alonso, por favor —comencé a decir con voz temblorosa —Hace frío, vine a pie. No hagas esto.

—No te pedí que vinieras, estás aquí por tu cuenta. Y esta conversación se terminó —me miró duramente antes de darse la vuelta y marchar. Cuando casi perdía la fe, decidí hablar

—¡Este no eres tú Alonso, yo sé quién eres en verdad! —grité para que alcanzara a oírme. Se detuvo sin darse vuelta —Las noches juntos en el sillón, los juegos de mesa... las veces que reíste conmigo, que lloraste a mi  lado, tus "te amo". Sé que eras real y nada lo va a cambiar, ni siquiera tu otro yo que es duro como una piedra.

—¿Ah sí? ¿Cómo estás tan segura? —alzó ambas cejas

—Tú mismo lo has dicho, puedes llevarte a cualquiera a la cama pero eres un caballero —respondí intentando convencerme a mí también de ello, no solo a él —Jamás jugarías con unas palabras tan poderosas con alguna mujer.

—¿Quién te dice que no eres tú la primera? —llegué hasta él rápidamente, colocando mi mano enguantada sobre su pecho

Sonreí al notar sus rápidos latidos  —Porque esto me lo indica. Sé que estás ahí dentro, muy muy muy al fondo, pero sigues ahí.


Entonces sonrió triste, sin mostrar los dientes. Sus ojos azules estaban llenos de lágrimas y apartó mi mano de él.


—No lo entiendes ______, nunca lo harás.

—Si no me dices no podré, quiero ayudarte —sollocé levemente, mirándolo con dolor

Extendió sus brazos mirando el vecindario, con cierto orgullo en él —Esto es lo que soy _____, no hay más que ofrecerte o ver. Un chico de barrio que le gusta apostar y fumar una cajetilla de cigarros al día. El que quiere acostarse con cualquiera que esté urgida y luego de llevarla a la cama pretender que nada pasó —comenzó a reír sin gracia —Esto soy y me gusta, no pienso cambiar.

—Nadie te pide que lo hagas, tú solo lo hiciste —dije con un dejo de esperanza en mi voz, él asintió

—No, tú lo hiciste. Cambiaste todo.

—Entonces déjame entrar en tu vida. Sé que puedes abrir...

—¿Mi corazón? —dejó escapar una cruel risa seca —No digas ridiculeces. ¿No lo entiendes? —me tomó de las manos fuertemente, acercándome a él quedando a centímetros de su cara. La tomé entre mis delgadas manos, acariciándolas con el suave pelaje de la tela que las cubría —Soy esto, no soy bueno para ti. Te haré daño.

—Lo estás haciendo ahora mismo —le rogué con las mejillas empapadas. Juntamos nuestras frentes mientras ambos derramábamos lágrimas silenciosas

Sorbió su nariz sin despegarse de mí  —Y créeme que sé que lo lamentaré. Pero es lo mejor.

—¿Para ti o para mí?

—Para los dos.

—¡No te portes como alguien que no eres! —exploté, estaba muy enfada. Él lo notó y su rostro mostró culpabilidad —Si decides irte te juro que jamás en tu vida volverás a verme, estarás muerto para mí. Esto... ¡eres un completo cobarde!

—Creo que correré el riesgo —comencé a gritar ante sus palabras. Luego de aquel ataque a golpes en su pecho donde se mantuvo inmóvil, me calmé un poco y me sujetó ejerciendo más fuerza e su agarre —¿Ya terminaste?

Negué con la cabeza, mi voz apenas era audible —¿Es tu decisión final?

—Terminar esto es lo mejor.

—¿Terminar esto? —ahora yo comencé a reír sin gracia, no podía creer lo rápido que se rendía ante el resto —Tú mismo lo dijiste, esto  —nos señalé a ambos —¡Esto ni siquiera existió, Alonso! Así que no te molestes en hacerlo —hice comillas con mis dedos, esta vez fue él quien se notaba roto

—Bien —apretó los labios bajando la mirada, odié con mi vida el momento en que me soltó las caderas y mis brazos. Alejó su rostro del mío luego de tan solo rozar nuestros labios delicadamente, esta sería la última vez. Relamí mis labios sin que él lo notara

—Bien —repetí intentando arreglar mi cabello.

—No soy para ti, ojalá algún día lo entiendas —murmuró con la cara húmeda y la nariz enrojecida al igual que sus ojos  —No t-tenemos... no puede existir un nosotros. Espero comprendas.

Asentí desviando mi mirada a otro punto —Lo hago. Y lo único que quiero y espero de ti después de esto, es que de verdad cumplas la palabra. Creo que no será problema para ti. No me mires, no me hables, ni siquiera me busques en los pasillos ¿entiendes? —me aclaré la garganta ahora ronca —Supongo que solo me engañé y nunca esperé nada de ti —esto último era verdad, ahora que todo estaba más claro que el agua, podía ver que lo poco que tuvimos no tenía ni pies ni cabeza


No podía llamarle "un nosotros" a sexo solamente.


—_____...

Me di la vuelta apenas mirándolo de reojo —Te detesto, y más a mí por ser la culpable de esto. Jos tenía razón, solo era un rato para que tú cambiaras.

Su cara se tornó roja de furia, todo de él era odioso —Jos es un idiota..

—Ese idiota es mi amigo, el cual nunca me dañaría, y también lo mejor que me pudo pasar en la vida, así que no te atrevas a insultarlo. Ya has destruido lo suficiente, déjame ser feliz con él y no te metas que te pesará —amenacé sintiendo las lágrimas correr sin detenerse  —Vale la pena más que lo poco que eres ¿no? —miré su rostro contorsionado —Porque eso dijiste, ¿no? Que no lo vales, y te apoyo Alonso, créeme que ya lo hago.

—No hagas esto —negó comenzando a llorar, en ese momento quería correr a sus brazos y acariciar su sedoso cabello rojizo

—¿Ahora soy yo la que está haciendo esto? —le sonreí negando con la cabeza  —No te equivoques. Maldigo el día que te conocí, lo lamento gran Alonso Villalpando —me burlé; cada una de esas palabras quemaba mi garganta —Te odio. 


Lloró mirándome dolorido, no me importó. Quería hacerlo sufrir así cómo él me lo había hecho a mí, desde ahora aunque había jurado y lo había hecho prometer alejarnos, me encargaría de que tomara de su propia medicina.

Lo haría sufrir en los pasillos cada jodido segundo que me viera, porque sé lo que haría. Yo lo había convertido en esto que tenía delante, sin poder contener el llanto. Había logrado ejercer poder en el inigualable Alonso Villalpando. 


—Eres una basura por jugar así —escupí molesta, con él y conmigo por todo. Me había hecho detestarlo todo, ahora sería de esta forma —Te odio como jamás llegué a odiar a nadie.

—¿Ya? ¿No crees que fue suficiente? —dijo apenas en un murmullo, cerrando los ojos y apretando los puños a su costado

—Nunca lo es.

—En eso tienes razón, el mundo es muy pequeño _____ —me recordó asintiendo para sí, señalándome con el dedo. —Porque tratando de que ella lo quisiera, terminó por quererla.


Era de Cien años de soledad. ¿Me estaba diciendo que me quería, pero renunciaba a mí?


Luego dio vuelta. Su boca fue apenas un murmuro —No eres para mí, nunca lo fuiste por más que lo intentara —y lo último que vi, fue un destello azul perderse en la oscuridad




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¡Hola chicas! Perdón por no haber subido capítulo💕 Espero que este les guste, he estado demasiado ocupada con la escuela

Recuerden votar, comentar y agregar la novela a sus bibliotecas y listas+ 

Por cierto, ¿recuerdan que les dije que subiría una novela de Alan Navarro? Pues bueno, ya la subí. Si les interesa, búsquenla en mis obras, se llama "Un amor nuevo", apenas subí el prólogo. Pasen a leerla, seguro hoy subo el primer capítulo.

Eso es todo, las quiero❤


—Su fiel escritora Frida :')


ACTUALIZACIÓN 2020

AMÉ ESTE CAPÍTULO JEJE

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