«Alonso»

Las cosas no se habían arreglado con Jos, en realidad, todo empeoró cuando se enteró que había buscado a _____. Teníamos una especie de tregua, que se rompió cuando supo por Sofía que el día del sepelio fui a verla a su departamento. Estaba seguro que si Jos hubiera descubierto la pequeña y revoltosa historia que tenía con la castaña, querría quemarme vivo y luego le daría de comer mis trozos carbonizados a los cerdos de la granja de sus abuelos.

_____ y yo nos alejamos desde ese día, en cuestiones de distancia, pero eso no impedía que recorriera un largo camino para ir a verla siempre que podía y ella tuviera ganas. Todo ese mes la convencí de escaparnos por la madrugada a algún cerro que tuviera buena vista de la ciudad, encerrarnos en su cuarto a ver películas o lo que diera la situación, y tardes preparando galletas mientras Sofía no estaba. Era mejor mantenerlo secreto, ella también tendría sus razones para ocultar lo poco pero significativo que habíamos creado.

Cada que estaba con ella, el pelinegro no podía salir de mi mente. No le tenía miedo, a lo que él hiciera no, pero sí a lo molesto que se pondría con un descuido de nuestra parte; por ejemplo la prueba de embarazo que ______ tuvo que hacerse, por suerte había salido negativo, recordaba lo asustada que ella estaba. Había intentado pararlo todo, pero era imposible apartarme de su lado por órdenes de Jos; lo hacía por él, no por mí, a fin de cuentas... fue mi mejor amigo.

Hablo en tiempo pasado porque después vino la escenita que armó en casa de ______ luego del supermercado, esa fue la gota que derramó el vaso. Ya no éramos más amigos, lo que sea que hubiera entre ambos se terminó de romper y yo no logré contenerme, acepté que no podía alejarme de ella. 

Me costó hacerlo, después de nuestras salidas y buenos momentos, recibí un ultimátum no solo de parte de mi mejor amigo. Estaba concentrado en otras cosas.

Pero la había dejado ir.

La amaba, perdidamente.

—Nicolás, ya sabes qué hacer —aún a través de la puerta, oí las voces. Di unos toquidos simplemente por educación, aunque en estas situaciones daba igual. Rápidamente, un hombrecito con rastas me abrió

—Hasta que te dignas a llegar —sabía que no estaba molesto por su estúpida y chueca sonrisa, tampoco era que me importara —Más de una hora de retraso, ojitos.

—Te dije que estaría ocupado —pasé por su lado, chocando un poco nuestros hombros. Aventé sobre la mesa la bolsa de tela gastada, y me senté en una de las destartaladas sillas de madera. El rubio, ni siquiera me miró, hasta que terminó de armar lo que sea que estuviera haciendo con ese ábaco 

Rodé los ojos, aburrido —No me gusta ese humor que te traes, ¿qué sucede Alonsito? —el moreno se me acercó y tendió una cerveza frente a mí

—En primera, ya te dije que no me llames así —aparté su mano de mi cara —Y segunda, son mis asuntos —fue todo lo que respondí, dándole un buen trago a la bebida —¿Tienen lo que les pedí, o no? —nada en contra de ellos, pero su escondite era de los lugares que más prefería evitar

—Tranquilo, saltamontes —Abraham me miró con sus oscuros ojos, lucían casi ridículos con sus naturales rizos claros cayendo por su frente —Aquí está —me tendió una caja tallada a mano, de madera

Algo inseguro, la abrí —Bien —aseguré satisfecho, volviendo a empinar la cerveza, relamí el rastro de espuma que dejó sobre mis labios

—¿En cuánto tiempo no te han dado? —tomé una pieza de madera de un juego de mesa que seguramente el rubio había hecho, y la aventé en su dirección. Ágilmente, la tomó con una de sus manos enguantadas, nada que no me impresionara puesto que sabía sus reflejos eran buenos. Me encogí de hombros como respuesta

—Sabes que cuando estás en esto, lo que menos importa son los sentimientos ¿no? —Nicolás se sentó a mi lado, encendiendo uno de sus porros manuales 

—¿Quién dijo que era eso? —al instante me puse a la defensiva, tratando de borrar aquellos ojos cafés que rondaban por mi mente

—Antes de que mataran a Ariana, tenía esa misma mirada que tú —el rubio sonrió de lado, indiferente —Deshazte de lo que sea que sientas, antes que eso o lo demás te termine matando. Y todo será culpa del amor.

—Vine a hacer negocios, no a hablar de pendejadas —traté de mostrarme indiferente, yo estaba seguro que ella... era importante, y no lo que ellos dijeran

—¿Quién lo diría, eh? —Nico miró divertido a su hermanastro —Coraza dura. Villalpando se convirtió en lo que juró destruir, y esconder. Te diré qué niñato —me señaló con uno de sus largos dedos —El pasado, y las raíces, no se van nunca. Me recuerdas tanto a él.

—No soy como él, jamás lo seré —escupí tomando lo que era mía, y poniéndome de pie. Sabía que los hermanos Galeana les gustaba dar enseñanzas de vida, que ellos jamás aprenderían a aplicar, no por nada se encontraban viviendo en una casona abandonada y la mayor parte del día seguramente con su mente viajando a otro planeta. Para Abraham aún no era tarde, aunque seguro todo ese mundo lo hacía olvidar la estocada que le dieron años atrás con su novia —Nos vemos.

—Yo espero que no.

Me giré hacia ellos, con el ceño fruncido —¿De qué hablan?

—El ambiente está pesado Alonso, y tú también deberías de tener cuidado —me advirtió Abraham caminando hasta mí, y extendiendo su mano para estrechar la mía —Fue un placer, camarada —me sonrió mostrando su perfecta dentadura

—Cuida a tu hermano, ese niño te necesita.

—¿A dónde irán? —simplemente se miraron entre ellos, haciéndome entender todo

"Dos cosas quiere el hombre auténtico: peligro y juego. Por ello quiere a la mujer: el más peligroso de los juegos." —Nietzsche 

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Esto se pondrá bueno💜 Las quiero muchooo

Me parecía importante un capítulo narrado por Alonso (es una parte fundamental de la historia). Sé que no se les da el protagonismo necesario a él ni a Jos, pero recordemos que esta novela está centrada más a rayita. Quise narrar un poquito la historia de Alonso, no completa, a él lo irán descubriendo poco a poco.

Pronto entenderán el reclamo de Alonso a Jos, se viene dentro de unos capítulos

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—Su fiel escritora Frida :')