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Capítulo 17._ Llovizna ligera e inseguridades




«_____»



Jos entró a mi habitación un poco serio, sin embargo rápidamente lo cambió por una sonrisa rara y torcida. Probablemente era por el cansancio.

Sonreí y le indiqué con la cabeza que se colocara a mi lado en la cama, cosa que hizo. Había dormido con Jos por más de diez años seguidos y no era para nada incómodo, después de todo era mi mejor amigo.


—¿No puedes dormir? —preguntó a la vez que me acurrucaba en su pecho

—Tuve una pesadilla, ya sabes que no se van —contesté con una media sonrisa, permaneciendo en silencio unos minutos. Decidí incorporarme así ambos estábamos sentados rozando hombro con hombro. A pesar de la cercanía de nuestros cuerpos, él lucía tan lejano a mí —¿Vienes para dormir conmigo?

Mis palabras lo trajeron de vuelta, mirándome con sus profundos ojos cafés —¿Quieres?

—No creo que quieras probar nuevamente las duras almohadas de mamá —sonreí divertida. Entonces analicé mis palabras y una punzada de dolor recorrió mi pecho —Ya sabes, ella siempre con sus gustos raros y literalmente, duros como una roca —bromeé haciéndonos reír a ambos, no quería que recordarla doliera

—Está bien —aceptó y se recostó, apagué la luz de la lámpara que se encontraba en la mesita de noche tan solo estirándome un poco

—¿Jos?

—¿Sí? —me contestó con voz ronca, seguramente estaba a punto de quedarse dormido y no lo culpaba. Estas apenas veinticuatro horas habían estado de locos

—Gracias por quedarte —ambos nos mirábamos a los ojos, Jos era como una dosis de morfina; era tan sereno

—No es nada, pequeña —sonrió débilmente mientras tomaba una de mis manos con la suya y entrelazaba nuestros dedos. Siempre había admirado la forma en que demostraba su cariño, era demasiado dulce

—¿Jos? —volví a preguntar, dudosa

—¿Sí _____?

—¿Está todo bien? —mi pregunta quedó flotando en el aire, pasó un largo rato sin contestar que incluso pensé que ya estaba en los brazos de morfeo —¿Jos, estás dormido? —toqué su hombro con mi dedo repetidas veces, con él yo me comportaba como una niña de cinco años; fastidiosa y con insomnio 

—Todo bien _____, debemos de dormir —respondió de forma cortante mientras deshacía nuestra agarre y me daba la espalda. Intenté que no me hiciera sentir mal, odiaba que estuviera tan distante. Y cuando estaba así solo significaba una cosa, que algo lo angustiaba demasiado


Tonterías.

Él me diría si algo le pasaba, me encontraba agotada y me hacía faltar dormir. He aquí que exageraba todo. Quizá yo estaba demasiado soñolienta para distinguir las cosas, pero podría jurar que su voz sonaba insegura, tanto como yo.



Me levanté pero unos brazos me lo estaban impidiendo. Miré a mi lado, donde mi mejor amigo seguía durmiendo.


—Jos —murmuré moviéndolo suavemente, la alarma ya había sonado y no había tiempo que perder

Mmmm un poco más —gruñó y se puso una almohada encima, para amortiguar mi voz

—Jos, ya despiértate. Se suponía que tú debías de despertarme.

—Quiero dormir, basta.

—José Miguel, no me hagas hacer algo que no quiero —lo amenacé empujándolo de la cama haciendo que cayera de esta

—Déjame dormir en paz, _____  —respondió jalando la sábana de la cama y cubriendo su cuerpo en pleno suelo, sin inmutarse en acostarse en la cama de vuelta

—No eres un niño, eso déjamelo a mí —entré al baño, harta. No aguantaba la cabeza, anoche él limpió la sangre de mis manos y nunca llegó la comida que me había ofrecido el ojiazul. Seguro se la habían comido, por la madrugada salí a buscar a Sofía y una bandeja con platos sucios estaba frente a la puerta donde debían de estar durmiendo Alan y Alonso


Abrí la puerta y miré el suelo, aún había cristales de la noche anterior por lo que me me regresé para colocarme mis zapatos y llené un cubo con agua muy fría del grifo. Me paré frente a Jos y le eché el contenido encima. Esa técnica siempre la había utilizado contra él, seguía sin entender por qué le extrañaba.


—¡Hey! ¿Qué te pasa?

Puse una mano en mi cintura —No estás en derecho de reclamar, yo te lo dije —contesté cruzándome de brazos —Ya vete a cambiar.

—Sí, gracias, qué bonita forma de darme los buenos días —bufó ayudándome a hacer la cama, la terminamos en silencio 

—Ya son las seis de la mañana, debo volver con Sofía. Te veo en un rato —me metí al baño de mi cuarto y cerré la puerta


Entré a la ducha sin molestarme en poner el agua caliente, por lo que salió casi hecha hielo haciéndome titiritar. Tardé aproximadamente veinte minutos en salir y me lavé los dientes, lograba calcular con una pequeña playlist que Youtube había hecho para mí. Me enredé con una toalla y otra la puse en mi cabeza, ya fuera me encontré con un Jos sentado y serio, me miró mientras yo rebuscaba en mi armario.


—¿Qué se supone que debería de ponerme para un entierro? —cuestioné seca, una vez más los recuerdos me envolvían y mis ojos se humedecían

—No te compliques, nena —se levantó poniéndose a mi lado, hizo que me girara hacia él —No llores, intenta no hacerlo —me abrazó fuertemente y al separarnos secó mis lágrimas con una sonrisa tierna

—Bien —suspiré y regresé a mi armario


«Negro, negro, negro, negro» repetía en mi cabeza una y otra vez, como si eso fuera a ponerme por arte de magia, frente a mí, una prenda de ese color.

Mi armario estaba acomodado por tonalidades, esa idea había sido de mi madre para no complicarme tanto al buscar qué ponerme, así que rebusqué hasta el fondo donde sabía que podría haber algo de utilidad. Había un vestido con mangas cortas que llegaba cuatro dedos arriba de la rodilla, era muy sencillo y justo que necesitaba. Sin perder más tiempo del que ya había desperdiciado, lo tomé entre mis manos y comencé a mirarlo.


—Este está bien —dije para mí misma, entré al baño y me vestí. Busqué en mi placard el calzado que llevaría, sin pensar tomé unas zapatillas de tacón bajo que me había obsequiado papá en Navidad; él era mi fan número uno


Diciembre, casi podía oler aquel aroma familiar de la cena de Nochebuena: pavo y romeritos, con papas cambray y ensalada de manzana. La mejor parte siempre eran los postres y las bebidas. Pensar que esa fecha y las demás ya no las pasaría con ellos. Ahora solo éramos mis hermanos y yo, tres adolescentes huérfanos que deberían aprender a subsistir con lo poco que les quedaba.


Jos tomó mi mano y miró su reloj —Será mejor que bajemos. Tienes que comer algo.

—No te molestes Jos.


Volvía a sentirme derrumbada como en esas tardes de octubre que pasaron hacía dos años, cuando mi familia se fue a la mierda. Sentía el mundo venírseme encima al sentirme inferior a los demás, nuevos problemas como la autoestima llegaron a mi vida; hacía lo posible por mantener el estómago vacío, con la mente en blanco. Esta vez no sería algo nuevo para mí: dejar de comer por mucho tiempo. No solo dejé de alimentarme correctamente, sino también de hacer muchas cosas que me apasionaban: clases de piano, el estudio de baile, nuevas recetas de cocina, aprender a bordar con la abuela. Los problemas estaban acabándome y mis padres, al descubrirlo, me ayudaron a pesar de no estar juntos.

Caminé hacia la cocina y me obligué a morder una manzana en silencio, Jos se había retirado a buscar a su madre mientras yo permanecía sola en mi lugar. La puerta se abrió y fue cerrada por Sofía. Sus ojos lucían cansados al igual que sus hombros, pero fuera de eso su aspecto era impecable. Ladeó la cabeza para mirarme, analizándome de pies a cabeza. Sabía lo que se aproximaba.


—Ya es hora —tragó grueso para lograr articular las palabras. Ambas estábamos muy dolidas, pero no era necesario hablar, con tan solo mirarnos nos transmitíamos fortaleza la una a la hora. Asentí sin despegar la mirada y me perdí en mis manos


Luego de pensármelo unos minutos donde el tiempo se agotaba, me armé de fortaleza y salí de la cocina con ella pisándome los talones. Algunas personas que no había visto, por lo que suponía no tenían mucho de llegar, me daban palabras de aliento, abrazos de consuelo o palmadas reconfortantes. La sala estaba tan infestada de gente que parecía que no cabría ni una más, los compañeros de trabajo y jefes de mis padres ahí estaban para apoyarnos en lo necesario. Caras desconocidas estaban ahí para tendernos una mano en caso de que lo necesitáramos. Pero estaban presentes, dispuestos a hacer algo por lo poco que quedaba de la familia Rojas. 

Sofía insistió en agradecerles con algún pequeño discurso improvisado, a regañadientes acepté con la condición de antes ayudar a recoger algunas cosas, una vez terminado me acerqué a las cajas y me recargué en ellas. Nunca estuve preparada para que se fueran, al menos no tan pronto. Mis hermanos ya estaban a unos metros de los féretros, muy pegados. Suspiré y caminé hacia ellos, en poco tiempo tendríamos ya que irnos al panteón. Diego fue el que tomó la iniciativa de hablar.


Con tranquilidad, se aclaró la garganta y recibimos la atención de todos. Los que estaban en la parte trasera entraron para oír lo que sea que fuéramos a decir —Es... un momento duro para todos nosotros, pero, queríamos agradecerles de parte de los tres que estén aquí. En verdad gracias por todo, nos... —su voz se debilitó, la castaña de mi hermana comenzó a trazar círculos en sus hombros  —...han hecho las cosas un poco menos complicadas. Alex y Tina eran buenas personas, y ante todo, muy queridos, donde quiera que estén seguro deben de estar agradecidos con ustedes también.

Mi hermana nunca había sido buena con las palabras, por lo que se limitó a asentir y me codeó para decir algo. Yo no quería, me había acobardado, al ver que no podría simplemente dio las gracias y una pequeña sonrisa. Se dieron la vuelta y yo caminé con ellos, dirigí mi vista hacia las cajas. Mis padres merecían una despedida, y tal vez solo tal vez, si me armaba de valor para decir algo en su honor podría remediar al menos un poco mi error —Esperen —murmuré con voz ronca y regresé al centro del living —Yo... también quería decir algo —ignoré lo ronca que estaba, y suspiré apretando mis manos con los dedos entrelazados —Todos aquí tenemos en común algo... el cariño hacia dos personas en específico. Y testigos del amor que había entre ellos. La verdad es que Tina y Alex tocaron a cada uno de nosotros de una u otra forma ¿cierto? —oí a la gente reír un poco, y darme sonrisas tristes como la que yo lucía en ese instante —Pero les aseguro que solo fue una mínima parte de lo que realmente eran, tan solo imaginen el poder que tenían juntos fuera de los ojos de los demás. No solo fueron mis grandes amigos, también las personas que me dieron la vida —esta vez miré a mis hermanos, los cuales sonreían con ojos llorosos —Y siempre les voy a deber más que el hecho de respirar. A todos nos enseñaron tantas cosas, incluso mi papá sus trucos de malabares con pelotas de ping pong en el trabajo. Me tocó verlo varias veces —reconocí a sus compañeros, los cuales alzaron sus vasos con café hacia mí —O mi madre en su club de Teje y dona, gracias por estar aquí también, los jueves eran sus días favoritos y siempre estaba feliz. Me regalaron tiempo con ella, e historias inspiradoras también —miré hacia los matrimonios adinerados que me miraban con ojos cristalinos —Todos ustedes tuvieron una influencia sobre mis papás, y gracias por eso. Este corto discurso se basa en agradecerles por lo que han hecho y por seguir aquí en las malas. Deseo que sus hogares siempre estén bien —una lágrima traicionera escapó, humedeciendo mi cara —Y que nunca los olviden. Gracias.


Unos cuantos aplausos sonaron por toda la casa, hasta ahogarse y dejar que los empleados de la funeraria entraran por ellos.


—No me quiero separar de ellos —solté casi inaudiblemente con el rostro surcado de lágrimas, mi hermana sonrió sin mostrar los dientes mientras sus mejillas se empapaban y a mi otro extremo Diego nos ponía sus manos sobre nuestros hombros. —Por favor, solo unos minutos más. No estoy lista.


Permanecimos ahí en silencio por otro rato más. Cuando el tiempo ya estaba agotado, me aferré una última vez a ellos y después, dejé que me llevaran. En ese momento me di cuenta que todo se había terminado. Ya no había vuelta atrás, ellos se habían ido y era mi turno dejarlos ir.

Los recuerdos me invadieron, porque después de esto ahora solo serían eso. 



—Ay _____, ¡miren nada más lo que hicieron, todo está sucio! —se quejó mi madre mirando horrorizada, comencé a reír luego de mirarme en el espejo y ver mi nariz llena de harina

Pero mami, las galletas están deliciosas  miré a mi alrededor, la cocina estaba hecha un asco, creado por mi hermana y yo

...

Mami, me duele. —miraba preocupada a Sofía, habíamos estado jugando hasta que ella se resbaló en el asfalto

Estarás bien cariño  la tomó entre sus brazos sentándola en mi cama. Mamá curó su herida y nos secó las lágrimas, yo también me había asustado y sentía el dolor ajeno  —Las princesas no lloran  ambas sonreímos, llevábamos puestos vestidos de princesa

Aquí están mi pequeña princesa y mi reina  papá entró al cuarto, me alzó en sus brazos y me miró a los ojos, tenían un brillo hermoso  —Les traje algo. Compartan niñas.

Me bajó y me entregó una bolsa repleta de chocolates, lo abracé y besé su mejilla.

Gracias papi  salimos corriendo a jugar nuevamente, una raspada en la rodilla no arruinaría nuestro juego



Ojalá todo pudiera ser como cuando teníamos siete años y nos caíamos, o los raspados de cereza con chamoy que me compraban cada que íbamos al parque, las noches de feria con papotas cubiertas de queso amarillo fundido. 

El sacerdote de la iglesia a la que solíamos asistir los domingos comenzó a decir unas palabras antes de que fueran sepultados. Esta parte del cementerio estaba completamente llena, me sentía sofocada, necesitaba salir de ahí. Intentando pasar desapercibida me abrí paso fuera de aquella bomba que estaba por estallar, cuando era más pequeña la abuela siempre me traía a este panteón para llevarle flores al abuelo. 

Nos sentábamos juntas frente a la tumba y bebíamos un rico jugo de naranja mientras ella me contaba con una sonrisa reluciente todas sus aventuras con el abuelo. Podía llegar a ser un lugar relajante, la abuela y yo solas riendo. La extrañaba demasiado y costaba saber que ella tampoco estaba más.

Ella solía tener un sentido del humor realmente bueno, cantaba como un ángel y sus manos hacían magia al tocar un piano o algún violín viejo. Me detuve frente a aquella lápida donde ahora el abuelo descansaba, ella había sido enterrada a lado. A unos metros estarían descansando mis padres. El sauce que estaba atrás de ahí me cubría casi perfectamente.

Comencé a patear piedritas mientras mi mente vagaba en un espacio vacío. Era como si todas las risas y la felicidad del mundo hubieran desaparecido de ahí.


—Sabía que te gustaba estar sola, pero no creí que a este grado —se recargó en el sauce frente a mí. Alcé la vista hacia él encontrándome con sus ojos azules. No era nada silencioso, por lo que sus pasos no me sobresaltaron

—Sí, bueno... Aunque no lo creas es un lugar muy bueno para pensar —contesté regresando mi vista a la grava esparcida entre el pasto

—¿No se supone que deberías de estar allá y no aquí? —señaló a la multitud llorando

Arrugué la nariz —Creo que no soy muy buena para las despedidas.

La sombra de una sonrisa se asomó de su rostro —A mí tampoco me gustan tanto —se detuvo a mi lado mirando también la lápida —¿Tu tío? —preguntó por los apellidos

—Es mi abuelo, ¿ves? —señalé los años de vida que se perdían en la piedra —Y ahí está la abuela, no tiene mucho que murió.

—Lo sé. —lo miré extrañada, se encogió de hombros metiendo las manos a los bolsillos de sus jeans —Jos se la pasa hablando de ti, no es mi culpa —frunció el ceño, al pronunciar el nombre del pelinegro su rostro se tensó

—¿Sabes si le pasa algo? Ha estado extraño.

—A mí me parece demasiado común y corriente para mi gusto —contestó, permanecimos un rato en silencio —Creo que te esperan, deberías de ir. Yo que tú lo haría —señaló en dirección a donde estaba toda la gente

Negué temerosa —No tengo ganas.

—Es tu decisión, como quieras. Solo no hagas algo de lo que te puedas arrepentir —aconsejó, por lo que me lo pensé un momento antes de mirarlo fijamente y salir corriendo. A mitad del camino me regresé y besé su mejilla

—Gracias —él sonrió con ojos brillantes




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Hola c: Espero que les esté gustando el maratón💕 

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Las quiero muuucho


—Su fiel escritora Frida :')

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