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6° Capítulo

SELENA 

Han pasado varias semanas desde que Javier se fue y he notado que Luis Manuel se estaciona fuera de mi casa, quedándose unos minutos allí. Siempre he pensado que espera el momento perfecto para salir de su auto e invitarme a salir, pero eso nunca sucede. Hoy, como de costumbre, estaciona el auto. Espero unos minutos, como si estuviera reuniendo coraje, y finalmente sale del auto. Mientras tanto, estoy en el garaje lidiando con los niños.

—¡Ya hablé, Greivin! Tendrás que ir a la escuela sin protestar —afirmo fuertemente mientras el niño sube al automóvil de mala gana y comienza a patear el asiento delantero.

—Pues tendrás que ir, soy tu madre y tú apenas tienes seis años para decidir si vas o no a la escuela. —respondo con una mirada de advertencia. El niño, entre berrinches, continúa golpeando el asiento del copiloto, cruza los brazos y se resigna a tener que ir.

Con los niños ya en el auto, volteo para mirar al otro lado de la calle, sabiendo que él está allí. Nuestros ojos se encuentran a lo lejos, pero él en lugar de acercarse, baja la cabeza, abre la puerta, se sube, enciende el vehículo y se va. Ese acto me deja atónita, sin saber que pensar; me quedo viendo como el auto desaparece de mi vista.

Acto seguido, manejo hasta la  institución donde estudian los niños. Una maestra me detiene y notifica la mala conducta de Brayan y las malas notas de Greivin, empeorando aún más la situación. En definitiva, los niños estaban resintiendo el divorcio de sus padres, tanto en sus comportamientos como en sus calificaciones. 

Con la primera tarea del día ya realizada, conduzco por la transitada ciudad para llegar a la empresa donde trabaja Javier. Días atrás, el Banco entregó la notificación de embargo de la casa. Mi exmarido había dejado de pagar las cuotas de la hipoteca, y la propiedad estaba a su nombre, lo que llevó al banco a tomar medidas extremas. Hablé, lloré y hasta supliqué por un arreglo de pago, pero sin recursos para poder pagar, fue imposible llegar a un acuerdo con ellos.

— Buenos días, Señora — me saluda amablemente la recepcionista al ingresar al edificio. Aunque sé que ella no tiene la culpa, le respondo de mala manera. Sinceramente, no tengo humor para estar aquí; por mí, que Javier se cambie de continente.

Camino en línea recta hasta llegar al final del pasillo, donde Javier tiene su oficina, pero Mariana me detiene en la puerta con su voz chillante.  — ¡No puedes pasar! — me grita, levantándose del asiento donde hace unos minutos se limaba las uñas.  La miro con desprecio de arriba abajo y sigo mi camino, ignorando sus palabras. — ¿Acaso no escuchas? Ya te dije que no puedes pasar — insiste mientras camina hacia donde me encuentro para ponerse frente a mí. 

La miro con desdén— ¿Quién eres tú para darme órdenes? — respondo cruzando mis brazos y levantando el pecho.

— Soy la secretaria y la actual esposa de Javier. —contesta con altanería, adoptando la misma postura que yo.

— ¡Ah, sí, cierto! ¡Se me olvidaba! Eres U-N-A de las amantes de Javier— Mis palabras obtienen su cometido, haciendo que ella bufe de cólera. Internamente, estoy llena de regocijo; su cara es un poema — Así que no te creas tan importante, solo eres a la que usa en el trabajo.  — continuo con mi veneno — la que utiliza para sacarse el estrés. — Su rostro ha tomado un exquisito color rojo, mi cometido está cumplido. Sonrió internamente; esta puta no me verá destruida. 

— Vieja resentida, seré lo que sea, pero Javier es mío. — me dice con aires de suficiencia, como si hubiera ganado el más grande premio, logrando que suelte una gran carcajada.

 — ¡Ay, por favor! — respondo, dando unos pasos hacia su oficina, a lo que ella corre para detenerme. — Espero que la caída que tendrás al asfalto no te duela tanto, querida — Sonrio  y continúo mi camino. Ella se cruza nuevamente, impidiéndome el paso — Quítate de mi camino, necesito hablar con ese desgraciado — sentencio mientras avanzo y la empujo hacia un lado.

— Él está en una reunión muy importante y no puede hablar contigo en este momento. — dice, sosteniéndome del brazo y enterrando sus uñas falsas en él.  

Bajo mi mirada a donde me tiene sujeta y, con un movimiento brusco, me suelto de su agarre— ¡No me importa con quién este! Lo mío es urgente y no tengo otro día para hablar con ese mal nacido — grito a todo pulmón para que él me escuche.

Antes de llegar a la puerta de la oficina, esta se abre a toda velocidad, revelando a Javier. Tiene una expresión de enfado y nos observa a ambas — ¿¡Qué pasa aquí!? — susurra Javier,  en un tono enojado,  en tanto que sale completamente de la oficina y cerrando la puerta detrás de el. 

Me paro frente a el — Me van a quitar la casa por tu culpa, ¡maldito desgraciado! — digo entre dientes. Al no ver reacción, lo tomo del brazo y lo llevo a una oficina desocupada.  — ¿Cómo puedes ser tan mal padre? ¿Acaso no te importa la seguridad de tus hijos? — continúo mi reclamo, pero él continúa con una expresión de indiferencia. 

Sube sus hombros en una clara expresión de que no le importa — Selena, no es mi problema. Si tanto quieres una casa, pues, ve y paga por una. —responde con una sonrisa en su rostro. — Ahora voy a pedirte amablemente que te retires de mi empresa. Tengo cosas más importantes que atender que tus estúpidos berrinches. 

Levanto una ceja y busco con la mirada la oficina de Javier, tratando de identificar quién es tan relevante como para no tener tiempo para mí. Observo a Luis Manuel, sentado con calma, aguardando el regreso del estúpido. Mientras tanto, vuelvo mi mirada a Javier y lo observo temblar de preocupación, consciente de que el escándalo podría ocasionar problemas en las negociaciones.

— Después hablamos, mujer. Tengo un proveedor muy valioso que hará crecer el negocio. — Insiste en que me vaya. «¿Que tan importante es Luis Manuel para poner nervioso a Javier?» Así que persisto fastidiando; esto no quedará así. 

— Te desconozco, Javier. Te importa más tu trabajo, tu amante y tu vida que nosotros, que somos tu verdadera familia — una lágrima recorre mi mejilla, la cual limpio con rapidez. Tengo que poner drama a esto para que sea creíble. No voy a admitir que me duele el abandono del maldito idiota, pero como dije, no seré una mujer débil frente a él.

— Simplemente, no puedo pagar las cuotas en el Banco. Esa es la verdad — responde apresuradamente para que me marche. Pero en lugar de tranquilizarme, exploto contra él, golpeando su pecho y soltando palabrotas al aire. 

— ¡Ya cállate, Selena! ¡Y largo de mi empresa! – grita afirmando mis manos para que detenga mis golpes. 

— ¡Si no soluciono esto hoy, mañana no tendremos donde vivir! — suplico entre lágrimas de rabia — ¡Cómo tú estás con tu maldita zorra! ¡Que a tus hijos se los coman los perros! — intento zafarme, pero es inútil — ¡Maldito  desgraciado! ¿Cómo no vas a tener corazón por tus hijos? ¿Qué daños te hemos hecho para que nos trates así? 

— Puedes volver a la pocilga de donde te saqué, de los barrios pobres de la ciudad. Sin embargo, los niños me los dejas y yo los cuidaré junto con Mariana. — Sonríe — Tú ya no me importas, puedes dormir bajo un puente si quieres, me tiene sin cuidado. 

Me quedo en shock por sus crueles palabras. ¿Dónde está el hombre amoroso del que me enamoré? ¿Vivi engañada toda mi vida? Miles de preguntas pasan por mi cabeza, aumentando mi dolor y rabia. Estoy a punto de responder, pero soy interrumpida por una voz muy familiar.

—¿Es verdad lo que escucho, Javier? ¿Qué dejarás a tu mujer y tus hijos en la calle? — interrumpe Luis Manuel en la puerta de la oficina. — Ambos nos giramos hacia donde se encuentra. Yo lo observo con asombro y vergüenza, intentando tragar el nudo en mi garganta, mientras que Javier muestra signos de nerviosismo. 

Javier da un suspiro y responde con tranquilidad. — Ella es mi exesposa, ¡Gracias a Dios!, y lo que escuchaste es mentira de Selena para dejarme mal ante usted. — Frunzo el ceño antes las barbaridades que dice. «¿Cómo que estoy mintiendo?

— ¿Cómo así? — pregunta  Luis Manuel, arrugando el entrecejo y mirando hacia mí, con mi rostro rojo por la ira.

Tomo una bocanada de aire; no sé en qué momento el pecho se me apretó por falta de ello — Todo eso son patrañas de este mal nacido, no le creas — contesto apretando los dientes. —Este estúpido con complejos de juventud, que se olvida de la que fue su familia. —Aprovecho el momento para alejarme de Javier.

Javier se pone nervioso y comienza a balbucear— Ella es loca… problemática, por algo la dejé … — mete las manos a sus bolsillo para intentar demostrar calma — pero ella aún no puede superarme, tú sabes … Mujeres …  — sube los hombros con desinterés.

Esto es inaudito. ¿Hasta dónde es capaz de llegar Javier por un puto contrato? Cada vez me defraudo de él; creo que me hizo un favor al irse con su puta de turno. 

Creo que mi rabia e incredulidad no solo mías, ya que Luis Manuel también se encuentra con el ceño fruncido. — ¡Por favor, Javier, basta! — alza la voz y a la vez su mano. Luego dirige su mirada hacia mí y me dice — Después hablamos, Selena. Por ahora, puedes irte de aquí. — Su tono no es muy amable, por lo que me niego a seguir su orden, pero él insiste — Selena, déjame hablar con él, por favor — replica con un tono más suave. 

Inhalo profundamente, cerrando mis ojos para no explotar en este preciso momento. No quiero seguir dando un espectáculo, así que me dirijo hacia la salida. Le doy una última mirada al perro desgraciado de mi exmarido, cuyo rostro refleja una clara confusión mientras mira de Luis Manuel a mí repetidas veces, preguntándose como él sabe mi nombre y el porqué me habla con tanta familiaridad. 

Mientras me acerco a la puerta, escucho a Luis Manuel cuestionar a Javier sobre la relación con Mariana. Por lo poco que sé de Luis Manuel, odia las infidelidades, así que probablemente decline realizar el negocio con Javier. Bien merecido lo tiene el maldito perro infiel. Ya estoy llegando al ascensor. A pesar de que mis problemas con mi hogar, me alegra que el negocio de Javier se haya arruinado. 

Escucho pasos detrás de mí, y al voltear veo a Luis Manuel dirigiéndose hacia mí,  así que tomamos el ascensor juntos. Dentro, no decimos nada, pero de un momento a otro, se acerca y me abraza. No estaba consciente de cuanto necesitaba este abrazo hasta ahora.

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