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39° Capítulo

Al llegar a casa mi cabeza es un caos, con ira lanzó objetos contra la pared, mientras maldigo mi mala suerte por toda la habitación, para después tirarme a la cama a llorar, ese dolor en el alma no me deja dormir, como si algo se estuviera muriendo dentro de mí.

Soy culpable de todo lo que está sucediendo, y ahora no sé qué hacer ni cómo actuar para remediar la situación.

Toda la noche y parte de la madrugada formuló en mi cabeza millones de formas e ideas para hacer que ella me perdoné, ¿Pero cómo? Si ninguna idea me parecía suficientemente creíble o razonable.

Cuando el sol veraniego sale por el horizonte, y el calor comienza a penetrar mi cuerpo, hace que desee con todas mis fuerzas un baño de agua fría, sin embargo, la desgarradora escena de una habitación desarreglada aparece abrumadoramente a la vista dándome los buenos días.

Intento distraerme de los problemas ordenando la habitación, juntando: ropa, zapatos, objetos quebrados, vidrios pequeños, y papeles tirados por todo el suelo. Pero después de varios minutos organizando inútilmente el cuarto, decido llamar a la empleada para que me venga a ayudar y a la vez traiga una taza de café.

Mientras espero a que llegue, miro detenidamente los dos sobres manila color amarillo, colocados perfectamente en la mesita de noche. Los cuales levantó despacio mientras observo mi nombre perfectamente escrito con tinta negra.

- ¡Qué pésimo comienzo de mañana! -gruño al abrir y ver las facturas en su interior.

Pero unas pequeñas hojas de papel adhesivas, cuadradas y de colores brillantes llamaron mi atención, pues en cada una tenía una nota escrita por mi exprometida.

Furioso sacó por completo todos los documentos del sobre, en la que resaltan algunas facturas con montos, fechas y empresas antiguas con datos que no concuerden con la llegada de Selena a la empresa y esto ella lo sabía muy bien, dejando pequeñas notas pegadas en el borde de las facturas.

- Aquí tienes patrón -dice Jacinta mirando con desagrado el cuarto desarreglado.

Tomé un sorbo grande de mi café e hice una mueca.

- ¡Está hirviendo, Jacinta! -grito tirándolo al suelo. La mujer me vuelve a ver con malhumor y de inmediato me disculpo por mi mal comportamiento.

- Tráeme otra taza de café, ¡Por favor! -digo esta vez con tono suave, para que salga del cuarto, mientras me froto las sienes, donde puedo sentir el comienzo de un dolor de cabeza.

Sin mucho que pensar agarró el teléfono para llamar a Samuel... Para mi sorpresa, la llamada fue rechazada, intentó repetir el acto varias veces, pero él sigue haciendo lo mismo. Por lo tanto, solo puedo enviar mensajes de texto para decirle que tenía datos que necesitó verificar y que esperaba que pudiese responder o aclarar lo antes posible, pero todo seguía igual con él.

Las horas pasaban y Samuel aún no contesta el teléfono, y por más que le escribía no respondía ningún mensaje.

Mi corazón se entristece al pensar que mi sobrino pudiese estar involucrado en todo esto. - Pero, ¿Cómo saberlo? Si no no contesta a mis llamadas ¿Qué oculta? ¿Por qué no me habla? -suplicó en voz alta.

Cansado de dar vueltas de aquí para allá por toda la casa, decido ir en busca de la única persona que me puede sacar de esta incertidumbre.

Conduzco por la ajetreada ciudad, hasta llegar al barrio donde vive la joven. Nervioso tocó la puerta y quien la abrió es su madre.

- Buenas noches, señora. ¿Se encuentra su hija?

- Sí, claro -contesta la mujer viéndome de arriba hacia abajo, para después girar su cuerpo hacia el interior de la casa y desaparecer de mi vista.

***

SOFÍA

El día había estado muy bochornoso y al estar embarazada el calor se siente peor, haciendo que mi cuerpo no dejara de sudar. Ingreso a la ducha para darme un baño de agua fría y así poderme refrescar, cuando por fin terminó, la puerta del baño se abre violentamente con un fuerte golpe.

- Sofía, te buscan

- ¿Quién, mamá? -conteste nerviosa, al pensar que puede ser Samuel.

Siempre había creído que él regresaría por mí y por el bebe, ofreciéndonos una vida mejor, donde prevalecerá el amor y la amistad, donde los malos entendidos se olvidaran dejando todo atrás.

Sabía también que yo tenía algo culpa de que él no regresará, pero eran otros tiempos y en ese momento sentía que no lo podía perdonar - ¡Oh Dios, cuánto lo extraño! -dije en voz alta, mientras daba un fuerte suspiro.

Pero las cosas habían cambiado para ambos y ahora pertenecemos a dos mundos diferentes.

Yo ahora pertenecía a un barrio corriente de clase media y una economía en ruinas, sin embargo, samuel la fortuna le sonreía; aunque no estaba segura si había sido bendecido por Dios con una herencia perdida o si bien, el destino estaba jugando con él, dándole excelentes negocios en el extranjero.

En el amor las cosas también habían cambiado para ambos; yo me dedique a estar sola al cuidado de la salud desmejorada de mi madre; en cambio, a él, los rumores lo perseguían, asegurando andar con mujeres de alta clase y modelos de alta costura, saliendo en portadas de revistas y en columnas de espectáculos de todo el mundo.

Después de que mi madre pronunciara el nombre de Luis Manuel, la cara se me puso blanca, sentí como si de repente me costara respirar, quedando paralizada ahí mismo.

La única razón de que mi antiguo jefe pudiera estar aquí, es porque la verdad había comenzado a revelarse, pero yo no tenía ni las fuerzas ni el coraje de traicionar a Samuel.

- Si tan solo Samuel no hubiera tenido esa trampa, ahora estaríamos juntos como una familia, sin necesidad de mentir ni engañar a nadie más -murmuré caminando hacia la sala.

Con los dientes apretados, niego todas las acusaciones que Luis Manuel apunta furioso en contra de su sobrino, y con cada una de las palabras el vientre zumba de dolor, sintiendo llegar hasta los huesos.

A pesar de no ser yo quien había planeado lo sucedido, en ese momento me sentía sumamente culpable. - ¡Maldición, todavía lo estoy ayudando! -digo para mi misma, mientras luisma sigue en su interrogatorio.

- Has reventado fuente, Sofía. Estás a punto de parir -grita mi madre, sacándome de mis pensamientos, mientras ella corre hacia mi dirección...

- ¡Oh, Dios mío, tienes razón! -conteste asustada al ver el pozo de agua entre mis piernas.

De inmediato las contracciones aparecen, y con cada minuto que pasa son más fuertes, sin embargo, soportó el dolor y levantó la cabeza. Como resultado, vio al hombre pelirrojo apoyado contra la pared, logrando ver susto en sus ojos y una cara blanca como una sábana.

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