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34° Capítulo

LUIS MANUEL 

— Tengo que olvidar a Selena, ¡Lo tengo que hacer! — me repetía a mi mismo mientras intento conciliar el sueño. 

Todo lo sucedido días atrás acuden a mi cabeza rápidamente, no tenía ni idea de cómo seguir sin ella y empeoraba cuando recordaba sus súplicas de inocencia. 

Selena lo tenía todo, era cariñosa, atenta, comprensible, ella era perfecta, incluso, era amable con los empleados, haciendo que estos últimos le tuvieran compasión y no dudaron en implorar su perdón durante días. Pero lo que ella hizo fue una falta grave que yo no podía perdonar.

"Dios, déjame dormir esta noche, aunque sea solo esta noche, ¡Por favor!" suplico mirando el techo. 

El timbre de una llamada, me despertó de mi ensueño, con pereza observó el nombre de Gladys en la pantalla del teléfono, no comprendía buen porque esa señora me estaba llamando tan temprano. 

—¿Qué hora son? —pregunte aturdido, mientras intento mirar el reloj de la alarma. 

—¿Qué estás haciendo? —escucho la voz del otro lado algo enojada.

—Buenos días, doña Gladys —dije inaudible reprimiendo un bostezo.

—Nada de buenos días, Luis Manuel. ¿Acaso usted no trabaja en la compañía? Llevo varias veces que te busco en la oficina y no llegas a trabajar.

—Bájame ese tono, señora, soy el dueño de la compañía y hago lo que me dé la gana, y que yo sepa usted no es mi madre para que me venga a regañarme. Así que adiós. —respondo enojado.

—Espere, espere no cuelgue. Necesito hablar con usted urgentemente. 

—¿Cómo de qué o qué? —pregunté sin ganas. 

—De Selena. 

—De ella no quiero hablar, así que Adiós. —dije cortando la llamada

Me incorporo al baño para darme una ducha rápida, al salir el timbre del teléfono segué sonando, haciendo que lo apagué molesto, pues podía aducir que era esa mujer molestando de nuevo. 

Busco en el closet el traje gris que pocas veces uso, e intento no pensar en Selena, en su rostro y su linda voz, pero solo el hecho de recordarla hace que mi corazón lata a mil por hora y el rostro se me ponga como las brasas. 

Bajo las escaleras, en dirección hacia el garaje; intentando acomodar la corbata que era una de las tantas cosas que ella hacía por mí todas las mañanas; el grito Gladys, acercándome hacia donde estoy, hace que detenga el paso y vuelca de nuevo a mi mundo. 

—Hola, Luis Manuel, ¿Cómo estás? —saluda, cerrando la puerta del auto, donde segundos antes intenté entrar.

Su rostro era serio y se nota que está algo irritada —¿Cómo podía estar una persona tan molesta tan temprano? —supuse de inmediato.

—¡Creo que necesitas un vaso de café para que se te baje esa chicha! —exclame con sarcasmo mientras camino al interior de la casa y se lo pido a Jacinta amablemente. Gladis agradece el gesto. 

—Disculpa mi comportamiento es que no he podido dormir bien las últimas semanas.

—Ya somos dos —conteste en tono suave, aunque sentí que esa respuesta era más para mí, que para ella.

—Está bien, comprendo lo que estás pasando y no te puedo culpar —continúa diciendo esta vez más tranquila. —pero dudo que ella haya planeado eso sola, incluso llegó a pensar que alguien más le pudo ayudar. 

—Perdón por lo que te voy a decir, pero de eso no quiero hablar —Contesté tranquilo, ocultando la furia que tenía por dentro, al escuchar que lo sucedido estaba en boca de todos.

—Ok entiendo. Pero no vengo aquí por eso, sino para pedirte un favor. 

—Patrón, ya está listo el café —interrumpe la sirvienta, colocando las tazas en la mesa.

—Gracias —contestamos en coro. Ella sonríe 

—Dígame, señora, ¿En qué te puedo ayudar? —pregunté una vez que Jacinta se alejó del comedor.

—Te quiero vender unas propiedades que están a mi nombre. Sé que tienes el dinero suficiente para comprar esto y mucho más. Por lo que te vengo a suplicar que las adquieras y a la vez nos ayude, más en este momento que tanto lo necesitamos para poder seguir adelante. 

—Yo entiendo lo que estás pasando, pero yo no les puedo ayudar. —dije levantándome para marcharme. 

Aunque tenía suficiente efectivo para hacerlo, me veía en la necesidad de rechazarlo, tal vez sea por el cariño que le tenía aún a Selena, o el mal trato que me hizo pasar su hijo la última vez que lo vi. Y ni hablar de las muchas veces que trato de oportunista e interesada a mi ex prometida, y eso eran cosas que yo no podía olvidar. 

—Tal vez te suene muy feo lo que te voy a decir pero… —hizo una breve pausa para respirar —si no compras la casa ni el tramo de la familia de Selena. Me veré en la obligación de tirarlos a la calle.

La, observe en ella una pequeña sonrisa en su rostro y no supe manejar aquello, no sabía si era una muestra de empatía y compasión o más bien un gesto de burla e ironía. 

—¿Y lo dices así de tranquila? —grite furioso, mientras la mujer retorcía una servilleta de papel. 

—Que puedo hacer, necesito hacerlo para poder salir adelante. Y no pretendo caer en la pobreza, aunque tenga que pasar por encima de otros.

—Ya entiendo todo. Eres una persona sin corazón, que vive de las apariencias, y del dinero. Siendo este último tu razón de vivir. Pero yo no soy como tú, yo si sé que es venir de la calle y luchar con las manos por lo que se quiere. Así que te compro esas propiedades, ¡Hoy mismo si tú quieres! —grite en frente de ella.

—Ya llamo a mi abogado para que haga el papeleo. —respondió ella tranquilamente, mientras buscaba su celular en su bolso de mano.

Por una extraña razón sentía a Selena a mi lado, dándome las gracias. Bajé la cabeza y miré las manos que no dejaban de moverse por lo que estaba haciendo, de pronto como un rayo de sol una idea se coló por mi mente. — ¿Tal vez fue por esto que Selena tomó el dinero para salvar a su familia?

Tomé los documentos que están en la carpeta encima de la mesa, y con detenimiento vi uno a uno. — Oh por Dios, que tonto he sido, me equivoque…!

Las piernas no me sostuvieron más, cayendo de prisa en una silla, respire profundo y mi corazón comenzó a latir de nuevo. Finalmente, me veía haciendo planes para hablar con Selena y pidiendo disculpas por no escuchar sus razones de su comportamiento. —Qué estúpido, ¿Por qué no la escuche…? —susurré a lo que doña Gladys me volvió a ver. A lo que me levantó de prisa para tomar un vaso con agua. 

—¿Te encuentras bien, Luis Manuel? —pregunta ella a mi regreso.

—Más que bien, ¿Te puedo hacer una última pregunta?

—Claro, ¿Dime? 

—¿Selena sabe de todo esto?

—Sí, incluso prometió conseguir el dinero… , pero seamos sinceros, dudo que lo haya podido hacer. — a lo que afirme con la cabeza.

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