Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

11° Capítulo

LUIS MANUEL

El cansancio me pesa. Con cada paso que doy, el aire entra a mis pulmones con dificultad, quemando como si fuera fuego. Tras correr varios kilómetros, me desplomo en una de las bancas de cemento del jardín. El sudor empapa mi camiseta, y por un momento, me dejo caer hacia atrás, buscando recuperar el aliento. Miro hacia la imponente casa y dejo que mi mente divague hasta que Jacinta se acerca.

—Jacinta, ¿ya llegó Selena? —pregunto entre bocanadas de aire.

—Sí, señor. Pero llegó diferente. La vi distraída, como si trajera un peso encima. Apenas respondió cuando le preguntó si quería comer.

—¿Y los niños?

—Están arriba, en sus videojuegos.

—Gracias.

Me levanto, dispuesto a subir las escaleras, pero Jacinta me detiene con un gesto.

—Señor patrón, hoy vino un muchacho joven preguntando por usted.

—¿Le preguntaste su nombre?

—Sí, dijo llamarse Samuel —responde Jacinta, ajustando el delantal — Cuando vio entrar a la señora Selena con los niños, preguntó si vivían aquí. Le dije que sí, y su expresión cambió. Parecía… enojado. Luego se fue sin decir nada más.

 Samuel. Apenas Jacinta pronuncia ese nombre, siento un escalofrío recorrer mi cuerpo. Sé que si estuvo aquí, no es por casualidad. O al menos que se haya enterado de que Selena vive conmigo y lo quizo comprobar por su cuenta. Esto no va a terminar bien.

Agradezco a Jacinta con un breve asentimiento y subo las escaleras, mis pasos resonando cada vez más rápido. Mi mente corre aún más rápido. ¿Por qué no me avisó que venía? ¿Qué pretende?

Me detengo frente a la puerta de Selena. Respiro hondo, intentando calmarme, pero es inútil. Golpeo con firmeza, casi con impaciencia.

—¡Selena! ¿Puedo pasar?

—¡Claro! —responde desde adentro, sin rastro de preocupación.

Abró la puerta. Está frente al espejo, peinándose con movimientos lentos y mecánicos. No parece del todo aquí , perdida en algún pensamiento que no alcanzo a descifrar. Su tranquilidad contrasta con el torbellino en mi interior. Me acerco un poco, manteniendo la voz suave.

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. —No me mira, finge concentración en su cabello, pero la noto tensa.

No me convence. Cruzo los brazos y deja caer la siguiente pregunta como una piedra en el agua.

—Selena… ¿Javier o Samuel les hicieron algo a ti oa los niños?

Ella se gira por fin, sorprendida. Suelta un suspiro y sacude la cabeza.

—Tranquilo, Luis Manuel. No pasó nada, ni con uno ni con el otro —susurra, y esas palabras logran calmarme un poco. Luego suspira, como si se soltara un peso de encima—Solo que… Javier a veces me irrita. Sus ideas, sus prejuicios... ya sabes cómo es.

Asiento, pero la preocupación no me abandona.

—Entonces, vamos. Te invitamos a cenar —le digo, tratando de aligerar el ambiente.

—Gracias, pero hoy ha sido un día largo. Estoy cansada, y los niños también.

Frunzo el ceño, sin rendirme. No voy a dejar que se escape tan fácil.

—Mmm… Pero me debes una salida, ¿lo recuerdas?

Ella levanta una ceja, claramente intrigada por mi insistencia.

—¿Una salida? —pregunta, como si no pudiera creer que aún lo proponga.

—Sí, cuando nos conocimos, aceptaste salir conmigo. No puedes echarte atrás ahora —respondo, manteniendo la sonrisa.

Ella suspira, como si pensara en todos los pros y los contras, pero al final cede, resignada.

—Tienes razón, tú ganas. Pero… ¿y los niños?

—Jacinta se encargará de ellos por nosotros —le aseguro, convencido de que todo está resuelto.

Finalmente, acepta. Su sonrisa comienza a deshacer la tensión que había envuelto la habitación, y siento un alivio inmediato, como si el peso del día comenzara a desaparecer.

La noche cae, y con ella vienen los nervios. Hace años que no salgo con alguien. Frente al espejo del comedor, intento calmarme mientras ajusta una y otra vez la corbata azul marino que acompaña mi traje. Respiro hondo, buscando compostura, pero todo se desmorona cuando escucho sus pasos descendiendo las escaleras.

Selena aparece en el borde de la sala, con un vestido largo color champán que abraza su figura de manera impecable. Su cabello rizado cae sobre sus hombros, y por un momento, el aire parece detenerse.

—Te ves preciosa —murmuro mientras me acerco para ayudarla a bajar los últimos escalones.

—Gracias —responde con una sonrisa tímida, pero cálida.

SELENA

Al llegar al restaurante noto lo elegante y lujoso que es, más de lo que imaginaba. Las luces tenues crean un ambiente íntimo, pero al entrar, una sensación de incomodidad me invade.

—Luis Manuel, pensé que sería algo más sencillo…

Él sonríe, tomando mi mano con seguridad.

—Este lugar es especial para mí. Quiero que disfrutes, Selena. No pienses en nada más.

La anfitriona en la entrada revisa las reservaciones, y por un momento, pienso que no tenemos mesa. Pero Luis Manuel se acerca, susurra algo en su oído y, como por arte de magia, nos guían a una mesa apartada con una vista espectacular de la ciudad.

Me siento algo nervioso, pero la calidez en los ojos de Luis Manuel me tranquiliza. Pide una botella de vino blanco, y pronto estamos explorando el menú.

—Gracias por traerme aquí.

Él sonríe, y esa sonrisa desata algo en mi interior. Cada vez que lo veo así, algo dentro de mí se tambalea. ¿Es el vino? ¿La cercanía? O quizás la reciente separación con Javier. Sea lo que sea, intento distraerme, pero es imposible ignorar la conexión que empieza a formarse.

—¿Les recomiendo el plato del día? —pregunta el mesero 

—Si por favor

Después de unos segundos escuchando sus sugerencias, aceptamos un par de ellos como plato principal “por un momento llegué a pensar que él ordenaría por mí, pero me equivoque” pienso tomando mi último sorbo de la copa. 

El chico toma la orden y se va.

—Me agrada este lugar, la posición donde está colocada esta mesa y para ser sincero me encanta que esté alejada de la gente a si no me ven comer.

— ¿Y eso por qué?

—Ah, porque soy un poco vergonzoso y creo que los demás me escuchan masticar.

—Ay Luisma y sus cosas. No supongas eso, te aseguro que cuando uno está con hambre, lo que menos ve es masticar a los demás.

— Tienes razón — responde subiéndole los colores al rostro. 

Miro a mi alrededor, el ambiente es refrescante y algo moderno.

— Javier no le gustaba salir con nosotros, ni llevarnos a restaurantes elegantes, decía que los niños comen demasiado y yo no me sabía comportar en un sitio de estos, por eso no prefería pedir para llevar. 

—Viviendo conmigo, eso no pasará. 

Los platillos llegaron y con él un olor espectacular que al probarlos provocó un suspiro de mi parte.

—¡Por Dios Luis Manuel, esta carne con salsa está deliciosa! 

— Te lo dije.

Los manjares en la mesa eran exquisitos y Luis Manuel tiene mucho sentido del humor haciendo la velada más amena.

La música cambia, y la pista de baile se llena de parejas. Sin pensarlo mucho, me levanto y extendiendo mi mano hacia Luis Manuel.

—Vamos a bailar.

—No sé bailar, Selena.

—¡Vamos, Luisma! Nadie nace sabiendo.

Lo llevo al centro del salón, y aunque al principio sus movimientos son torpes, pronto encuentra el ritmo. Nos reímos, giramos y, con cada paso, la conexión entre nosotros se profundiza. En un momento, la música se vuelve más lenta, y él me sostiene cerca, sus manos en mi cintura, nuestros cuerpos en sincronía.

—Hace años que no me divertía así —susurra él, con una mirada intensa.

—Yo tampoco —respondo, sincera.

Sus palabras me tocan. Me recuerda que, a pesar del dolor del pasado, todavía hay espacio para nuevas experiencias. Entonces, sin advertencia, se inclina y me besa. Es un beso suave, pero profundo, lleno de promesas no dichas.

El beso me deja aturdida, pero no puedo negar que lo disfruto. Hace tanto tiempo que no sentí esta chispa, esta sensación de estar viva.

—Eres increíble, Selena. No sé cómo Javier no pudo ver lo maravillosa que eres.

Sus palabras me hacen sonreír, aunque una parte de mí sigue luchando con la culpa. Pero por esta noche, decidió dejar esas emociones a un lado, mientras luisma continúa hablando.

—Hace exactamente cuatro años que Sara me dejó, y desde ese día no había vuelto a salir con nadie. Ninguna mujer llegaba a ser como ella… hasta que llegaste tú, con ese aire fresco que me hizo despertar —dice él mientras sigue bailando, aunque sus movimientos torpes hacen que me ría a carcajadas.

Su mirada se vuelve más seria por un momento, como si quisiera que grabara cada palabra.

—Los cambios en ustedes dos son abismales. Sara, la mujer con la que estuve casado tres años, se convirtió en alguien amargada, gritona, fría… como si nuestro matrimonio hubiera sido un castigo divino para ella.

No digo nada, solo escucho, aunque noto cómo su voz se suaviza cuando me mira de nuevo.

—Pero tú… tú eres increíblemente diferente. Más bella, más llena de vida. No lo digo solo por tu cabello castaño oscuro o tu piel bronceada. —Su mirada se detiene en mí, y sonrío incómodo mientras añade —Este vestido no te hace justicia; todos los hombres en el salón no han dejado de mirarte. Estás espectacular, y lo sabes.

Suelto una carcajada para disimular el rubor que empieza a colorearme las mejillas, pero él continúa, ignorando cualquier protesta mía.

—Definitivamente, los años te han sentado de maravilla. Me habría encantado conocerte mucho más joven… para haber disfrutado contigo desde la adolescencia hasta llegar a la madurez.

Trato de concentrarme en bailar, pero no puedo evitar criticar sus pasos, riendome aún más fuerte cuando me pisa por tercera vez consecutiva.

—¡Por favor, intenta seguir el ritmo! —le digo, mientras la gente a nuestro alrededor también se ríe de sus torpezas.

Él sonríe, como si mis risas fueran su victoria, y antes de que pueda reaccionar, me toma del rostro, me mira directamente a los ojos, y me besa. Es un beso profundo, apasionado, que ignora por completo las consecuencias que pueda traer. Mi mente queda en blanco, y por un instante, el mundo a nuestro alrededor deja de existir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro