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Capítulo 3: El Encuentro

Allison

Ariana había estado convenciéndome toda la semana para que fuera con ella a la carrera de motos que se celebraba en las calles de la antigua fábrica de zapatos. La idea no me gustaba porque ese no era mi ambiente, además tenía que terminar de escribir un trabajo para la clase de español y el plazo de entrega era hasta mañana. Claro que Ari puede ser muy convincente cuando quiere y para que no fuera sola accedí a acompañarla con la condición de que regresaríamos temprano.

La competencia comenzaba a las 7:30 pm pero Ariana quería encontrarse con el chico que la invitó antes de que empezara por eso llegamos a las 6:45 pm. Ella nunca tenía apuro, pero en esta ocasión fue la más puntual, ¿quien se lo iba a esperar? Desde luego yo no.

Me vestí muy sencilla. Opté por ponerme ropa oscura para ensuciarme lo menos posible, al final me decidí por un pantalón y una blusa negra, esta última unas tallas más grande que la mía en la que se leía  SMILE en color blanco; completé el atuendo con mis Converse rojas y amarré mi camisa a cuadros roja y negra a la cintura. Me recogí el pelo en un moño alto y desordenado. Solo utilicé la máscara de pestañas y un color carmelita para los labios.

Salimos juntas desde mi casa y fuimos conversando todo el camino.

Me imaginaba el lugar lleno de tierra y  la hierba tan alta que impidiera caminar, sin embargo, los organizadores de esta carrera clandestina se tomaron el trabajo de poner cuerdas a los lados, carteles y el graffiti era otro rasgo que adornaba el lugar. Le daba un toque bohemio sin dejar de parecer rebelde.
Al llegar, reconocí a varias personas de la escuela entre hembras y varones. No esperé que esta actividad tuviera tanta popularidad entre los muchachos de mi edad, siempre pensé que solo los jóvenes universitarios de la zona eran los protagonistas, pero esta vez me sorprendieron. Nos situamos a un costado de la improvisada pista y el amigo de Ariana no tardó en darnos la bienvenida. Miré a mi alrededor y pude divisar parejas besándose en un rincón, otras reían o especulaban sentadas encima de las motos y el resto conversaba animadamente por doquier.

Me sentía incómoda e inquieta parada en medio de tanta gente, hubiera conversado con Ari pero se encontraba ocupada y como no quería interrumpir lo que hablaba mi amiga con aquel joven, me limité a mirarlos. Él, era alto, delgado, su pelo rubio recogido en un moño le permitía mostrar aquellos ojazos verdes esmeralda que no pasaban desapercibidos. Sin dudas poseía un físico envidiable pero sabía que ella se había fijado más en su seguridad y en el hoyuelo que se le formaba en la mejilla izquierda  al sonreír.

Estaba tan concentrada que no me di cuenta que Ari me estaba hablando hasta que me dio una suave palmadita en el brazo captando mi atención. Enseguida levanté la vista y estaba molesta.
— No puedo creer que me ignores aún estando al lado tuyo — dijo cruzando los brazos.
— Lo siento, estaba pensando en otra cosa — dije
— Bueno¿ qué te pareció Jonatan? ¿Verdad que es guapo? — sonrió y lo siguió con la vista mientras él se alejaba a saludar a un grupo de jóvenes.
— Si, es muy guapo pero sigo pensando que no deberíamos haber venido — respondí con tono de reproche.

De repente me volteé zanjando el tema y me encontré a lo lejos un rostro muy familiar. Cruzamos la mirada por un instante pero rápidamente cambié la vista enfocando el suelo. Aunque lo vi fugazmente memoricé a la perfección cómo lucía. Vestía un pulover de Nirvana del que sobresalían unos fuertes brazos, un jean de mezclilla, Vans negras y su pelo también negro quedaba cubierto por una gorra virada al revés. Se veía espectacular y no pude evitar volver a echar un vistazo, pero ya no estaba allí. Llegué a pensar que me lo había imaginado, creí que mi mente me jugaba una mala pasada, pero no tardé en descubrir que se encontraba caminando hacia la fila de motos a mi derecha. Subió a una de color azul que tenía un pañuelo blanco anudado en en el freno. Se colocó el casco y tiró la gorra para las gradas de madera que habían dispuestas a su espalda. Por los altavoces sonaba una canción que no reconocí y enseguida la voz de una muchacha anunciaba que la carrera iba a empezar.

Caminé sin quitarle la vista de encima y me senté cerca de donde estaba su gorra. La muchedumbre comenzó a acercarse, muchos se sentaron otros permanecieron de pie alrededor de los cordeles. Él se colocó en la tercera posición de izquierda a derecha y una pelirroja fue pegando números a los participantes siendo diez en total. Jonatan se subió arriba de un taburete y con un megáfono en mano anunció:
— Buenas noches y bienvenidos. Las reglas son sencillas deberán dar dos vueltas al lugar en menos de cinco minutos. La pista que hemos dispuesto está llena de señalizaciones, sin embargo, contamos con poca iluminación. Recorrerán 1 kilómetro y el ganador obtendrá una gran suma de dinero, así que apuesten al mejor. Sin más que decir, la carrera comienza en 3, 2, 1.
Todos aceleraron y el ruido fue ensordecedor. Debo admitir que quería que ganara y hasta que la oscuridad lo cubrió no paré de mirarlo.
Ya habían completado un minuto del recorrido según mi reloj pero el ganador no se hizo esperar y a los dos minutos con treinta segundos cruzó la línea de meta. Los ojos se me salían de las órbitas al verlo quitarse el casco y caminar orgulloso a recoger su premio. Estaba sonriendo hasta que Ari me habló — ¿ por qué pones esa cara? Pareces tan feliz como si hubieras ganado — pensé en qué decirle pero ni yo misma sabía que me estaba sucediendo, así que esquivé su pregunta con otra.
— ¿Cuándo nos vamos?— fue lo único que se me ocurrió en el momento. Ella sin estar muy convencida me sugirió que nos despidiéramos de Jonatan y nos fuéramos a casa. Acepté con un leve movimiento de cabeza y fuimos hacia donde queríamos.
No fue la mejor idea porque ahí estaba él. Sudado y con el pelo húmedo. Me acerqué y pude notar su sonrisa al verme. Así que asumí que me había reconocido. Mientras Ari intercambiaba palabras con Joni, esperé plantada en la entrada de la fábrica que era donde había más luz.

Se acercó a pasos lentos y me decía con los ojos que no me moviera. Quería obedecer a mi instinto y alejarme pero me quedé quieta en el lugar. Se colocó a mi lado y se recostó a la pared con las manos en los bolsillos.
— Te ves linda hoy — me dijo — pero más linda te ves bailando.
No reaccioné a tiempo para contestarle y cuando volví a la realidad ya se alejaba de mí.
Esa noche volví a mi casa un poco molesta porque era la segunda vez que me dejaba sola sin nada que responderle y no me lo perdonaba. Siempre fui de las que vencían con argumentos pero de solo verlo me quedaba sin habla. No comprendía que era lo que él tenía que me dejaba anonadada. Esperaba el momento de volvernos a encontrar pero esta vez no me iba a quedar callada. Él no me intimidaría más.

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