Capítulo 10: Tú de nuevo
Allison
—¿Por qué no me dijiste que tu hermano vendría?— grité al teléfono.
— ¿Cómo es que sabes?— respondió mi amiga con voz calmada.
— Ariana, te perdoné que no me dijeras de él por meses, un año, pero ¿ahora?, merecía por lo menos saberlo— murmuré cansada.
— Ali no se cómo te has enterado, sinceramente no era mi intención mantenerte el secreto, pero es que no he tenido tiempo.
— Excusas y más excusas— la interrumpí desesperada por su respuesta.
— Está bien, nos vemos en una hora, espérame en tu casa y te diré todo — colgué respondiendo con un simple sí.
La llamé nada más terminar de leer la carta. Tenía la mente inundada de múltiples pensamientos y necesitaba aclarar todas mis dudas.
Brian, su nombre hace eco en mi mente. Antes, esa simple palabra no salía de mi boca y después de un tiempo de mantenerla encerrada en la cárcel del olvido me resulta extraño pronunciarla nuevamente. Lo que me dijo en ese pedazo de papel logró afectarme más de lo que esperaba ¿que me extraña? ¿ha pensado en mí? Si claro, eso tenía que haberlo dicho mucho antes.
Deambulé por la casa en espera de mi mejor amiga. Otra vez me ocultaba las cosas que tenían que ver con él, no la culpaba, ella sabía que para mí había sido difícil la separación, pero no soportaba estar ajena a esas noticias.
Pasada una hora por fin hacía acto de presencia. Su pelo rubio había crecido un poco más, ya le llegaba a la cintura y lo tenía precioso. Recordé que no nos veíamos desde hacía semanas ambas estábamos muy centradas en los estudios, sin embargo, hablábamos cada noche y no fue capaz de decirme. No pude evitar abrazarla y ella me imitó muy emocionada. Desde que nos conocimos no hemos estado separadas por tanto tiempo. Siempre nos sentábamos juntas en el aula, éramos compañeras en todos los equipos, nuestras pijamadas eran épicas y nos divertíamos tanto porque tenemos muchas cosas en común.
Fuimos hasta mi habitación y nos sentamos en la cama.
— Disculpa Ali, he estado realmente ocupada— su voz era suave y pausada, daba la impresión de ser más grande, más madura, la universidad nos había cambiado a ambas.
— Lo sé, no era mi intención reprocharte nada, solo que esta carta llegó hoy y me desesperé— dije mostrándole el sobre arrugado que sostenía.
— ¡No puedo creer que mi hermano te haya mandado una carta!— exclamó.
— Definitivamente ha cambiado— murmuré desviando la mirada.
— Llega mañana— dijo confirmándome lo que me había anunciado.
— ¿ Cuánto tiempo se quedará?— pregunté.
— Por tiempo indefinido según escuché a mi mamá. Ha mantenido todo en secreto, hasta de mí. Me enteré por casualidad el otro día cuando hablaba con ella por teléfono— terminó resignada.
Mi cara reveló todo lo que venía escondiendo. Esa tristeza que luché por ocultar, la rabia contenida en el pecho y sobretodo el temor de verlo de nuevo.
Nos separamos cuando nuestra relación comenzaba a avanzar después de luchar constantemente contra nuestros sentimientos. Lo que nunca le perdonaré a Brian es que mantuviera nuestra historia oculta, que no se armara de valor para reconocer lo que sentía y que me apartara de él en los momentos más difíciles, pero lo más imperdonable es que cuando por fin logré que se abriera para mostrarse como era realmente, se acobardó y se fue dejándome sola.
Una lágrima rodó por mi mejilla, era la muestra de que por mucho que había intentado alejarlo de mi vida este problema seguía sin resolverse en mi corazón y hasta que no encontrara la solución, seguiría siendo una espina clavada en él.
Ariana me miró con lástima y eso era lo último que quería recibir de mi mejor amiga. Bastante me había esforzado para enterrar todo ese dolor acumulado. Sólo esta vez me permití ser vulnerable, sin embargo, no duró mucho mi período de tristeza.
Mi teléfono nos sacó de la incomodidad en que nos encontrábamos, yo sin saber qué hacer y ella sin saber qué decir para consolarme.
Era el tono de Mateo, no estaba preparada para hablar con él, tal como me encontraba no era lo más adecuado, porque fingir no se me daba muy bien. Al tercer timbre rechacé la llamada. Al instante recibí un mensaje:
Princesita, me imagino que todavía estés durmiendo porque no respondiste mi llamada. Te extraño, llámame cuando puedas. Te amo.
Una ola de culpa recorrió mi cuerpo porque no sabía cómo decirle a mi novio que mi ex estaría de vuelta y que eso removía grandes sentimientos en mí.
Mi amiga me abrazó y nos quedamos sin hacer nada no sé por cuanto tiempo.
Ya era de noche y después que Ari se fue me consumí en la soledad de mi habitación. Miré el reloj y apenas eran las 6:00 pm pero ya parecían las nueve. Me levanté y como una zombi caminé hasta el baño, una ducha me iba a hacer bien. No me equivoqué, mientras el agua corría por mi piel trataba de relajarme y organizar mis pensamientos. No me permitiría reaccionar de la manera equivocada ante una persona que no se merecía mi tristeza. Cerré la ducha y el vapor empañaba el espejo, mi reflejo se veía descuidado. Mi pelo todo mojado caía por mis hombros, me lo había cortado al iniciar la universidad. Mis ojos estaban tan hinchados que apenas se veían y la nariz se encontraba rojísima. Tenía que apresurarme para arreglar mi mal aspecto, Mateo estaría al llegar y no quería que me viera en este estado depresivo, pero lo más importante es que yo misma no me permitía verme así.
Peiné y sequé mi pelo lo más rápido que me dejaron mis manos. Utilicé una pequeña capa de base en polvo para el rostro, un poco de rubor y máscara de pestañas para que mis ojos parecieran más grandes. Me puse con un sencillo vestido azul que quedaba pegado al cuerpo y unas sandalias.
El timbre sonó, mi mamá se dirigía a abrir pero yo me adelanté y salí.
Mateo parecía sorprendido, estaba asombroso con el pelo negro que le caía por la frente, la barba de un día lo hacía parecer mayor y más varonil. Lucía sexy en esos pantalones y con una simple camiseta negra más ancha de lo normal. No me acostumbraba a ver su imponente cuerpo ni esa sonrisa que hacía girar mi mundo.
Lo abracé fuerte, si no fuera porque soy débil y flacucha a su lado, lo hubiera exprimido como a una naranja. Lo impresionó mi desesperación pero no tardó en envolverme en sus brazos. Como un imán me atrajo y fuertemente me apretó contra su pecho. Se inclinó para besar mis labios. Correspondí su beso con una necesidad furiosa.
— También te extrañé demasiado — susurró sin separarse de mí.
— Llévame lejos — supliqué mirando su reacción.
— A donde desee mi princesa, estoy a sus órdenes— dijo haciendo un ridículo saludo militar como si fuera un soldado.
Sonreí y limpié las pequeñas lágrimas que amenazaban con salir. Montamos en su moto y cada cinco minutos me dedicaba miradas fugaces por el espejo. Mostraba una expresión preocupada, sabía que se daría cuenta porque no acostumbro a ser tan callada con él.
Manejó sin rumbo, sabía que quería darme tiempo para pensar, por eso adoraba que me conociera tan bien y fuera capaz de descifrar los más pequeños detalles.
Llegamos al faro que es el lugar más alejado de la ciudad y aunque no podíamos subir permanecimos en un pequeño muro frente a la bahía. El reflejo de la luz nos alumbraba cada cierto tiempo y el aire frío nos hizo estremecer.
— ¿Qué te pasa?— rompió el silencio— y no oses en decir que nada porque te conozco.
— Brian llega mañana— solté muy bajito, su cara era inexpresiva. Él conocía a grandes rasgos cómo había sido mi historia con él y supuse que no sabía cómo iba a reaccionar.
— No entiendo porqué te afecta tanto— expresó y su voz sonó algo más ronca de lo normal.
— No lo hace, solo que me tomó por sorpresa, eso es todo — dije intentando no parecer nerviosa.
— Sí te afecta Allison, si no, no estaríamos aquí, no estarías tan callada, tan marchita. Estaríamos en tu cama riendo por alguna bobería o aguantando que me leas alguna novela romántica de las que tanto te gustan — tenía razón pero no pensé que lo descubriría tan rápido.
— Lo siento, no quería que me vieras de esta manera ni volver a ser débil; pero las paredes de mi cuarto comenzaron a apretarme y tenía que salir de allí — mi respiración estaba acelerada y trataba con todas mis fuerzas para no llorar frente a él.
— Estoy aquí para ti. Para ser tu vía de escape y para consolarte princesita — su voz se suavizó y acarició suavemente mi cara.
— Gracias, no se qué haría sin ti.
— Lo sé — me interrumpió de forma muy autosuficiente, lo que provocó que sonriera. Él era así de creído y confiado, emanaba una seguridad envidiable. Por eso me había enamorado, porque detrás de esa fachada se encontraba una persona que compartía su fortaleza con los demás. El que me hacía sentir como una princesa pero no la típica que espera a un príncipe para rescatarla sino la que batalla sus propias peleas, decidida y valiente.
Permanecimos abrazados por algún tiempo y pude disfrutar de la paz que sentía al estar en sus brazos, como si fuera el mejor lugar del mundo.
Regresamos a la casa cuando era poco más de la media noche. Nos acurrucamos en mi cama y dormí tranquila, prometiéndome volver a ser la Allison fuerte que siempre me he propuesto.
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