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El miedo

Perspectiva de Hazel

Cada día veía en el espejo una gran desgracia.

Cada día cepillaba mi pelo, dejando que cayera sobre mi ojo izquierdo, tapando gran parte de mi rostro, una mitad de rostro lleno de maldiciones, lleno de desgracias.

Frente a mis ojos, podía ver como mi cabellera castaña danzaba y tapaba mi ojo izquierdo, haciendo que no viera bien por ese ojo, dejando a la vista del público mi ojo derecho, un ojo derecho color carmesí, intentado ocultar siempre la gran cicatriz del lado izquierdo de mi rostro.

Salí de la casa como comúnmente hacía, una casa llena de horrores, dirigiéndome al aburrido colegio, viendo cómo caminaban cientos de estudiantes por la misma calle, aborreciendolos por lo normales que eran.

Llegué a mi salón de clases, un lugar lleno de personas dignas de considerarse protuberancias en esta vida, personas llenas de defectos superficiales, personas maldecidas desde su nacimiento.

Suavemente rasqué la gran cicatriz cerca de mi ojo izquierdo, su tacto era áspero y lleno de malformaciones, cualquiera que me tocara rápidamente sentiría un gran asco, como si tocaras por debajo de una cucaracha o algo aún peor.

—Ammm— Abre la boca una chica de hermoso cabello lila, intentando decir algo, pero su timidez la detenía— ¿Eres... Hazel?.

Cerca de mi, la chica me mira con sus ojos sin vida, sentía como si estuviera viéndome, pero en realidad su ceguera me decía lo contrario, haciéndome sentir incómoda de cómo actuar frente a ella.

—Si... —Respondo desde mi asiento— ¿Qué sucede Lilith?.

—Uf— Respira aliviada al atinar que era yo la estaba cerca— ¿Puedes ayudarme a llevar unos documentos a la sala de profesores?.

—Mm— Le miro con un ceño fruncido, mostrando claramente mi exasperación, pero ella se asusta al parecer verme... o mejor dicho sentirme, parecía que se había dado cuenta de que no quería ayudarla, pero antes de que hablara la detuve y comencé a hablar— Está bien, te ayudaré.

Me acerco a ella y tomó gran parte de los documentos con mis dos brazos, dejándola a ella con unos pocos, mientras los tomaba con una mano y con su otra mano su largo bastón.

—Es duro ser la representante del salón ¿No?— Intento comenzar una conversación mientras caminábamos por el pasillo.

—¿Por qué lo dices? —Con una voz tierna, Lilith habla a mi lado.

—Bueno, lo digo por tus hermosos ojos ¿No?— Bromeé pesadamente, algo que no quería.

—Ah, jaja— Ríe con elegancia— No es tan difícil, una vez te acostumbras puedes hacer cualquier cosa... menos ver... claro está...

Ante la broma de Lilith comienzo a reír a carcajadas, una broma inesperada viniendo de ella.

Quería preguntarle sobre Haruka, una de mis compañeras y para ella, su mejor amiga, pero sería realmente malo hablar sobre ella. Después de todo se le veía bastante aliviada a Lilith, como si lo hubiera superado y esto le hubiera dado bastante fuerza para ser una nueva persona.

—Oye Lilith, deberías enseñarme a cuidar el cabello, el tuyo es hermosísimo, nunca tendré un cabello como el tuyo.

—No es tan lindo... De seguro tendrás un cabello mejor que el mío, me lo lavo cada tres días— Suelta una pequeña carcajada Lilith— De seguro debe estar muy sucio ahora mismo.

—¿Si? Deberías dejarme olerlo— Suelto una broma, haciendo sonrojar a Lilith, se detiene y acerca un poco su cabeza hacia mi para que pudiera olerla— Era broma Lilith, no hagas nada de las locuras que digo.

—Llegamos— Antes de que pudiera hablar, la interrumpo avisándole que habíamos llegado al salón de profesores.

Seguí a Lilith dentro de la sala de los profesores, viendo como con gran naturalidad camina dentro de esta, como si lo conociera como la palma de su mano, dándoles unos pequeños saludos a los profesores presentes, por cordialidad hago lo mismo, pero inclinaba un poco mi cabeza hacia la derecha, para que mi cabello se moviera un poco y pudiera taparme mejor mi lado izquierdo, intentando que mis movimientos no parecieran antinaturales.

Coloqué los pesados documentos en la mesa, Lilith hizo lo mismo, pero estaba tan cerca de mi que me hizo estar alerta, me miró y me sonrió, haciéndome sentir incomoda, de que pudiera ver mi cicatriz, aunque sabía que no podía, sin embargo la gran inseguridad me acompañaba, nunca le había mostrado esta gran cicatriz a nadie excepto que a algunos familiares.

—Terminamos— Dice Lilith dándome las gracias.

Sonreí un poco, sintiendo un poco de alivio. Lilith me miraba y no me sentía tan incómoda, al fin y al cabo era ciega y también me había dado cuenta que es difícil tratar con ellos. 

Tanto me asustaba la crítica, tenía tanta fobia a ello que me hizo cerrarme, volviéndome una chica solitaria y engreída, hablaba mal a todos, me consideraban una maleducada, pero solamente lo usaba como defensa, para que no pudieran ver mis cicatrices.

###

El día de hoy no había traído nada para comer, siempre lo hacía, siempre intentaba hacer cosas para estar alejada de los demás, manteniéndome en la azotea del colegio, un lugar solitario, un lugar donde pudiera sentirme cómoda.

Alcé mi mano hasta mi ojo izquierdo, sosteniendo unos mechones de mi cabello para que no se movieran y pudiera tapar en su totalidad mi cicatriz.

Pedí una milanesa y caminé hasta el fondo de las mesas, donde estaba la mesa más alejada.

Al sentarme vi como Lilith llegaba y se sentaba en una mesa, sola, algo que me hacía querer acercarme, quería acercarme un poco más a Lilith, podía sentirme cómoda al lado de ella, aun así, mi timidez no me permitía moverme.

Respiré profundamente y tomé valor, me levanté de mi silla, pero me senté al instante, me senté repentinamente al ver como dos chicos y una chica se acercaban amistosamente a Lilith y luego se sentaban en su mesa, viendo como eran grandes amigos.

Así en un momento llegó un chico, que al verlo casi escupo la comida de mi boca, era tan feo y su calvicie era graciosa. En otro rato dos chicas, tan hermosas que era imposible apartar la vista, tanto que me hacían recordar mi pasado, antes de que esta gran desgracia se apoderara de mi cara y parte de mi cuerpo.

Los veía con una mirada triste, yo también quería algo como eso, un grupo de amigos con los que compartir, dejar de lado la soledad y mi gran timidez, y también dejar de lado mi pasado.

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Llegué a mi casa, con pasos lentos, mirando la puerta, esa horrenda puerta que ocultaba a un demonio, algo que siempre me atormentaba.

Abrí la puerta silenciosamente y la cerré de la misma manera, casi en cuclillas me dirigí a mi cuarto, tapándome los oídos al escuchar las fuertes discusiones de mis padres, las habituales discusiones, pero al escuchar un grito de dolor me hizo detenerme y mis zapatos cayeron al suelo por mi repentino miedo.

Miré horrorizada a mis padres, como me miraban al escuchar el sonido producido por la caída de mis zapatos. Con solo sentir la mirada de mi padre corrí con todas mis fuerzas hacia mi habitación.

—¡Hazel!— Grita y comienza a perseguirme mi "padre" o mejor dicho demonio.

Abro con fuerza la puerta de mi habitación y la cierro, pero al intentar ponerle el seguro, un gran golpe me hizo caer al suelo, escuchando como la madera hacia "crack" y la planta del pie del demonio atravesaba la puerta.

Grité mientras mis lagrimas salían de mis ojos, viendo como el demonio me miraba con gran ira. El demonio jaló de mi cabello sin piedad y me tapó la boca, arrastrándome hasta la sala de la casa, donde estaba mi madre.

Mi madre tenía un gran moretón en su rostro y un poco de sangre caía desde su nariz, estaba en el suelo y con apenas ropa, solo unas pantis cubrían su desnudo cuerpo.

—Hazel...— Con débil voz dice mi madre, mirándome con lastima, queriendo ayudarme.

Mis ojos le pedían ayuda, no quería lo que más temía.

El demonio me tira al suelo, apoyando su pie contra mi cabeza, pudiendo sentir el duro suelo rozando mi cachete. Mientras seguía con mi cabeza en el suelo, él levanta mi cadera, haciendo que apoyara mis rodillas en el suelo, dejando a la vista mi trasero, sin que la corta falda pudiera tapármelo.

—Por favor— Suplica mi madre— Puedes hacerme todo lo que quieras a mi pero no le hagas eso a mi hija...

—¡Cállate! Si hablas más te mataré.

Mi madre aprieta sus labios al sentir la fría mirada del demonio, haciendo que llorara aún más. El Demonio comenzó a quitarme los shorts que me cubrían, con un poco de dificultad al juntar mis piernas con fuerza para que no me los pudiera quitar, pero con una patada en mi rostro hizo que mis fuerzas se debilitaran.

El demonio me despoja de mis shorts, dejando a la vista mis pantis, acariciando mis glúteos, sintiendo un gran escalofrío de repugnancia. El demonio toma uno de los extremos de mis pantis y comienza a bajarlos, mientras se lamia los labios.

En esos momentos miré a mi madre, con mis ojos llenos de lágrimas.

—Mamá...—Hablé con gran tristeza. En esos momentos solo sentía miedo, mi rabia anterior había desaparecido con mi gran miedo.

Mi madre con solo verme se endereza y de unas largas zancadas se dirige hacia el demonio y lo empuja, tirándolo al suelo.

—Corre hija, yo estaré bien— Me dice mi madre en voz baja, mientras sus lagrimas se deslizaban por sus mejillas llenas de golpes.

Con gran temor me levanté y corrí, muy muy lejos de allí, corrí hasta donde mis pies pudieran, corrí hasta donde me dejaran mis fuerzas, corrí hasta donde mi miedo desapareciese.

Corrí pensando que todo se solucionaría por si solo.

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