Yoongi se quedó inmóvil, con la llave todavía en la mano, observando cómo Hoseok desaparecía por la puerta. Sus palabras aún resonaban en su mente, cada una de ellas como un eco que le atravesaba el pecho.

No quería hacerle daño. Nunca había sido su intención. Pero las cosas no siempre eran tan simples, y Yoongi sabía que el peso de su decisión lo perseguiría por mucho tiempo.

Se quedó ahí unos minutos más, incapaz de moverse, con los ojos fijos en la puerta por la que Hoseok se había ido. Sus manos temblaban ligeramente, pero no era el frío lo que las agitaba, sino la culpa. Finalmente, respiró hondo y salió de la casa.

Mientras caminaba hacia su estudio improvisado, recordó los momentos que había compartido con Hoseok. Su risa contagiosa, las veces que lo había sacado de su ensimismamiento con su energía cálida, y esa mirada esperanzada que ahora se había quebrado. Yoongi sintió que se estaba desmoronando por dentro, pero sabía que no podía permitirlo.

De regreso en su espacio, encendió la lámpara de su escritorio y miró el lienzo vacío frente a él. Era irónico: había buscado inspiración durante tanto tiempo, y ahora que finalmente la había encontrado en Hoseok, todo se había desmoronado.

Con una mezcla de frustración y dolor, tomó un pincel y empezó a pintar. No sabía qué estaba haciendo, ni qué quería expresar, pero cada trazo que daba parecía gritar la ausencia que Hoseok había dejado en su corazón.

Por primera vez en mucho tiempo, su arte no era vacío. Pero no se sentía como un triunfo. Era la expresión pura de un alma rota.

Horas más tarde, exhausto, Yoongi dejó el pincel a un lado y miró el cuadro. Ante él, una figura difusa, cálida pero melancólica, se formaba entre colores vibrantes y oscuros. Hoseok estaba ahí, en cada trazo, en cada sombra.

"Lo siento, Hoba", murmuró en voz baja, su voz apenas un susurro.

Sabía que tendría que volver, que tendría que arreglar las cosas. Pero primero tenía que enfrentar sus propios demonios. Solo entonces podría volver a mirar a Hoseok a los ojos y decirle todo lo que había callado.

La puerta del estudio crujió ligeramente cuando el viento la empujó, y Yoongi cerró los ojos. El amor era su nueva inspiración, pero también su mayor tormento.