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Capitulo XV.


William se encontraba en el patio trasero de la casa de Claus, jugando con Sarah. Al verme corrió a abrazarme, oculto su rostro en mi abdomen y mis dedos viajaron instintivamente a su oscuro cabello.

— ¡Comí muchas galletas! — exclamo lleno de felicidad, su cara estaba roja de tanto correr y el sudor le pegaba mechones de cabello a su frente.

— Que delicia. — le dije sonriente.

— Vamos a instalarnos en nuestra nueva casa. — dijo David mientras se acercaba a nosotros, inmediatamente se me borro la sonrisa del rostro. David al ver mi expresión hizo una mueca de dolor.

William se despidió de Sarah y los tres nos pusimos en marcha, en todo el camino William no paraba de hablar sobre lo emocionado que estaba y lo mucho que se había divertido el día de hoy. David charlaba con el animadamente.

— Tenemos una escuela donde asisten los pocos niños de la comunidad, hay unos cuantos más de tu edad aparte de Sarah.

— ¡Genial! — grito emocionado.

Luego de bajar 4 cuadras, llegamos a una calle ancha donde había bonitas casas con un enorme jardín delantero.

— Aquí es. — dijo David, parando frente a una casa color rosa pálido, en el patio tenía dos árboles llenos de manzanas, uno en el lado izquierdo y otro en el derecho.

— ¿Cómo rayos consiguieron este lugar? — le pregunte a medida de que avanzábamos por el amplio jardín delantero.

— Este era un conjunto residencial llamado Campos Alegres, era nuevo y muy pocas casas estaban ocupadas, los vecinos lo transformaron en un refugio.

— ¿Y cómo llegaste tu aquí?

— Mi tío vivía aquí, cuando empezó todo mi papá y yo vinimos con él. — saco unas llaves de su bolsillo y abrió la puerta principal de la casa.

Como ya estaba oscureciendo, no se veía nada dentro de la casa, así que David encendió la luz, sorprendiéndome un poco.

— ¿Cómo es que hay electricidad? — pregunte, atónita.

— Paneles solares, en esta comunidad hay un montón de personas útiles. Tenemos dos científicos, es gracias a ellos que tenemos electricidad.

— Eso es genial. — dije aun sorprendida.

— Solo falta tener cable e internet, y nadie se imaginaria que estamos en el fin del mundo. — William y él se rieron, yo entre a la casa y pude ver que la sala de estar era pequeña, solo un sofá grande y uno pequeño, frente a ellos había una televisión pantalla plana, me acerque a encenderla y el sonido de la estática lleno el lugar, William cubrió sus orejas con sus manos y David rápidamente se acerco a apagar el televisor. — Mejor no encendamos esto hasta que consiga un reproductor de DVD. — me dedico una hermosa sonrisa, llena de dientes blancos y perfectos, la sala de estar era tan pequeña, que ambos estábamos demasiado cerca, sentí de repente como mi corazón golpeaba mi pecho por la cercanía de su cuerpo, así que rápidamente retrocedí, pero al hacerlo me tropecé con una pequeña mesita que estaba detrás de mí. David rápidamente me tomo del brazo y me pego a él. — Cuidado. — Me aparte bruscamente, esta vez teniendo cuidado de no tropezar con la mesita.

— Deja de tocarme de manera tan casual. — le dije enojada, sentía mis mejillas calientes, pero no era por el enojo.

— Claro, discúlpame. — esquivo mi furiosa mirada, incomodo, y se dirigió a William. — ¿Tu y Katia compartirán habitación?

— Por supuesto que sí— respondí por él. — William no se apartara de mi lado.

— De acuerdo, vayamos a la cocina.

La cocina era más grande, las paredes estaban pintadas de color crema, había estantes pegados a la pared para guardar comida y utensilios de cocina, una nevera, una licuadora y un mesón largo donde había tres sillas.

— Vaya, solo falta un microondas— dije sarcástica.

— Si quieres puedo conseguir uno. — me reí ante su lentitud de captar mi sarcasmo. — Aunque no pensé que fuera necesario.

— No lo es, David. — me reí un poco más. — estaba siendo sarcástica. — observe como se avergonzaba, sus mejillas se sonrojaron un poco y rasco su cabeza, incomodo.

— ¿Cuál será nuestra habitación? — pregunto William.

— Ah, claro. Síganme. — seguimos a David escaleras arriba, había solo dos habitaciones en ese piso. — Yo tomare la habitación más pequeña, le dejare a ustedes la más grande.

— Gracias. — le dije y avance hasta la primera habitación, abrí la puerta y proseguí a entrar. Era bastante espaciosa, con ventanas en dos de las cuatro paredes, tenía una peinadora, con su respectivo asiento, una cama en la cual podrían entrar cómodamente tres personas, tal vez cuatro, un escritorio, sobre el cual había una laptop, el armario abarcaba la mitad de una pared y este tenía ropa tanto para William, como para mí. — Es muy bonita. — mire a David y le dedique una media sonrisa.

— ¡Me encanta! — exclamo William. Paseo por toda la habitación, de un lado a otro, observo su reflejo en la peinadora, corrió hacia la ventana más grande que daba vista al patio trasero, reviso con energía el armario y por último se tiro en la cama entre risas, voltee a ver a David.

— William está muy contento. — David me observo serio, y se acerco a mí.

— ¿Qué hay de ti? — Tomo mi mano y sentí como mi corazón dio un salto— ¿Estas contenta? Eso me haría muy feliz. — me solté de su agarre, avergonzada, y me acerque hacia la ventana para que no notara el rubor de mis mejillas, afuera estaba totalmente oscuro. — Ya su primer día acá esta por acabar. — dijo al llegar a mi lado, pude observar que tenía una hermosa sonrisa en su rostro mientras me miraba.

— ¡Fue un gran día! — exclamo William desde la cama.

— Mañana será mejor. — le prometió David.

Luego de un rato paseando por la casa y el jardín, los tres fuimos nuevamente a la cocina para preparar algo de comer, William había bajado la laptop que estaba sobre el escritorio en nuestra habitación y estaba sentado en el mesón jugando un juego de carros que David previamente había instalado.

— ¿De dónde sacaste el tiempo para instalarle juegos? — David se encontraba batiendo unos huevos mientras que yo untaba mantequilla en unos panes.

— Se lo pedí a un amigo, se llama Gerard. — contesto. — es experto en tecnología y cosas de esas. — se encogió de hombros.

— ¿Qué trabajo tendré yo? — le pregunte, él dejo de batir los huevos para mirarme.

— La verdad no lo sé, Katia. Por eso fuimos a ver a Claus, pero como ya sabes, estaba indispuesto. — asentí con la cabeza y me concentre en untar la mantequilla en el pan. — ¿Qué te gustaría hacer? — me encogí de hombros.

— No lo sé, tal vez explorar. Se moverme afuera.

— Pero Katia, eso es peligroso. — dijo William, con sus ojos abiertos de par en par, lleno de preocupación.

— Ella no estaría sola. — lo tranquilizo David. — Yo podría ir con ella. — puse mis ojos en blanco.

— Por lo menos podrías dejarme trabajar sola, ¿No?

— Te recuerdo que Julian me dijo que te mantuviera vigilada. — solté el pan y el cuchillo.

— ¿Qué paso con la confianza, David? — le reproche. — Parloteas de que confías en mí, que yo debería de confiar en ti, pero hablo de trabajar sola y sales con eso de "Te recuerdo que Julian me dijo que te mantuviera vigilada" — me sentía enojada, David se estaba acercando demasiado a mí, demasiado.

— Katia, sé que puedo confiar en ti. — su rostro reflejaba su frustración. — ¿Por qué insistes en alejarme? — pregunto suavemente mientras se acercaba a mí, me retire rápidamente de su alcance, haciendo caer el cuchillo lleno de mantequilla al suelo.

— No necesito a nadie cerca de mí. — le dije entre dientes, él suspiro y se agacho para recoger el cuchillo del suelo.

Terminamos de preparar la cena en absoluto silencio y comimos en un silencio aun mayor, William estaba concentrado en su comida y luego me pidió permiso para ir a jugar a la habitación.

— Claro, ve. — él salió corriendo de la cocina, con la laptop en sus manos. David estaba lavando los platos mientras que yo recogía la mesa y ordenaba todo en su sitio. — Lamento lo de tu amigo. — dije de repente, el sonido del entrechocar de los platos se detuvo.

— Era mi mejor amigo. — tenía la cabeza gacha, me acerque a él y coloque mi mano en su hombro.

— Se lo que se siente perder a tu mejor amigo.

— Últimamente todos son expertos en eso de lo que se siente perder a alguien. — esboce una media sonrisa con tristeza, recordar a Grecia me llenaba de nostalgia.

— Si, supongo que sí. — justo en el momento que iba a retirar mi mano, la mano mojada de David me la tomo y la mantuvo ahí en su hombro, se quedo de espaldas, sin decir nada. Sin poder evitarlo, me puse nerviosa. — ¿David?

— Tus manos siempre están cálidas. — susurro, y se volteo para así mirarme a los ojos, tenía una pequeña sonrisa en sus labios.

— Si bueno, tienes las manos mojadas, por eso las mías se sienten cálidas. — dije como excusa, sabía que necesitaba alejarme de ahí, alejarme del tacto de David, pero simplemente, no podía, mis pies estaban firmemente pegados al suelo.

— Gracias por haberme ayudado con los infectados hoy al medio día, creo que no te había agradecido.

— Se que luego de eso estabas mal, pero no tienes porque agradecer.

— Pude ver tu convicción, Katia. — apretó mi mano con fuerza. — Se que hiciste todo lo posible por salvarlos, y te estoy muy agradecido por eso, no tenias porque hacerlo, no los conocías.

— David, este es el hogar de William, yo estoy aquí por él. — hizo una mueca de dolor.

— Pues deberías estar aquí también por ti.

— Si fuera por mí, estaría allá afuera, no aquí. Ayude a esas personas porque era mi deber, como miembro de esta comunidad, nada más. — David me observo con sus ojos entrecerrados.

— No te creo. — solté un bufido y me aleje de su agarre.

— Cree lo que quieras, David, no me importa. — golpee mis manos contra mis muslos. — Quiero ser útil, por William, no quiero que seamos una carga.

— No lo serán. — su rostro era determinado, decidido. — No soy tu enemigo, Katia, deja de alejarme. — se acerco mas a mí y toco mi mejilla con la yema de sus dedos, instintivamente me eche hacia atrás y el rasco su cabeza, incomodo, mientras que el calor subía a mis mejillas.

— David, entiende que no necesito cerca a nadie más que no sea William, agradezco tu amabilidad— intente decirlo de la manera más seria posible, a pesar de que tenía ganas de sentir sus brazos a mí alrededor. — Pero no te necesito.

— No te creo.

— Lo siento. — dije finalmente para salir de ahí, dejándolo solo en la cocina con una triste mirada en su rostro.

Subí las escaleras y me detuve un momento frente a la puerta de la habitación para poner en orden mis sentimientos. Debía reprimir ese sentimiento que estaba empezando a nacer debido a la cercanía de David, no podía estar dándome lujos de sentir algo que podría poner en peligro a William, solo debo mantenerlo al margen de todo, si dejo que ese sentimiento se apodere de mi, seré vulnerable.

Respire hondo y entre a la habitación, tras de mi cerré la puerta y afuera deje a David.

5!,

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