Capitulo XIII
— ¡Ayúdame a levantarlo! — escuche la voz de Tití, distante. — ¡Katia, reacciona! — finalmente escuche su fuerte grito en el momento que William me sacudía el brazo.
Rápidamente me acerque a ella y me esforcé en apartar los amargos recuerdos de mi mente, pase un brazo del corpulento Claus detrás de mi cabeza, ayudando así a Tití a levantarlo. Nos costó bastante, pues era bastante pesado, pero logramos tenderlo en el largo sofá que se encontraba ahí en su despacho. En el poco tiempo que estuvimos esperando al doctor, Tití no se despego de su lado.
— Ya lo traje. — dijo David al momento que entraba al despacho, seguido por un hombre delgado, de cabello largo y ojos achinados, en su espalda llevaba un bolso.
— ¿Qué le sucedió? — pregunto el doctor mientras que le tomaba el pulso a Claus.
— Simplemente cuando entramos estaba tirado en el piso. — Tití estaba temblando.
— Tiene pulso, pero respira con dificultad. — saco de su bolso una pequeña linterna y con ella le reviso los ojos. — parece estar desmayado, tal vez solo fue un ataque respiratorio, deberíamos llevarlo al consultorio para que este más cómodo. Puedes estar tranquila Tití, nada malo le ocurrirá.
— Traje la camilla. — una chica bajita entro al despacho, arrastrando una camilla con dificultad. David se apresuro a ayudarla y coloco la camilla en el suelo, el doctor Shibata y él tomaron a Claus y lo depositaron en la camilla.
Levantaron la camilla y se pusieron en marcha, salimos todos de la casa, justo detrás de ellos, Tití no paraba de morderse las uñas, estaba claramente nerviosa.
— El doctor dijo que estaría bien. — le dije mientras me colocaba a su lado, William me tomaba de la mano mientras observaba todo a nuestro alrededor, había muchas casas.
— Si...— me contesto, pero aun su mirada estaba inquieta.
— ¡David! ¡Tití! — todos volteamos para ver quien llamaba con tanta desesperación. Dos hombres venían corriendo hacia nosotros, instintivamente mi mano viajo al bolsillo en donde guardaba mi cuchillo, pero luego recordé que esas personas no tenían razón alguna para atacarme.
— ¿Qué pasa? — pregunto Tití, desconcertada.
— El portón de la calle lateral estaba abierto...
— ¡¿Cómo es posible?! — grito David. — ¡Carlos estaba de guardia!
— Esa es otra cosa, Carlos no está. — dijo apresuradamente uno de los hombres.
— Luego podemos explicar, debemos ponernos en marcha, varios infectados entraron. — David asintió y le paso el extremo de la camilla que él sostenía a Tití.
— Ve con el doctor. — le dijo a lo que ella asintió y se puso en movimiento. — Katia, ven conmigo.
— Quédate con Tití, con ella estarás a salvo. — abrace a William y me fui junto con David y los demás antes de que él pudiera decir algo.
— ¡Son unos cuantos, estén alertas! — grito uno de los hombres mientras corríamos detrás de ellos.
— Maldición, justo cuando estamos tan pocos. — gruño David, lo observe detenidamente, estaba realmente preocupado y se notaba que estaba muy confundido.
Doblamos un par de cuadras y finalmente estuvimos en la calle donde se encontraba uno de los portones, solo habían dos personas luchando contra los infectados, los cuales eran bastantes, divise que más cerca del portón había otras dos personas, estaban rodeados.
— ¡Esto es un desastre! — grito uno de los que estaban luchando.
— ¡Podemos con ellos, debemos aguantar! — David le dio ánimos, alguien le paso un machete, así que yo saque mi cuchillo. — ¡Katia, conmigo! — me grito para que lo siguiera, pero ya yo me había puesto en movimiento, así que fue él quien tuvo que seguirme a mí.
Me acerque a un infectado al que le faltaba medio rostro, era uno bastante gordo, y de su estomago hinchado salía un asqueroso liquido amarillento. Rápidamente le clave el cuchillo en la cabeza y me voltee para enfrentarme a otro que se me acercaba, clavándole de una vez el cuchillo en el cráneo, David a mi derecha asestaba golpes con su machete y pude observar que las personas que estaban cerca del portón estaban cada vez mas rodeados.
Me apresure a abrirme un camino hasta ellos, un infectado me jalo mi cola de caballo y casi me muerde el cuello, si David no le hubiera cortado la cabeza con su machete, ya yo estaría muerta. Lo mire por un momento y él estaba a punto de decirme algo, pero lo hale hacia mí para que un infectado, al que le guindaba la cabeza tan solo de un tajo de carne del cuello, no lo alcanzara, le arranque el machete de la mano y con un fuerte golpe le abrí la cabeza en dos a aquel bicho. David parpadeo asombrado y le devolví su machete para luego continuar con mi camino. Mate tantos infectados que no pude llevar la cuenta, y estaba ya tan cerca del portón.
Observe con impotencia como uno de los infectados le mordía el hombro a uno de los hombres que estaban rodeados, arrancándole un gran tajo de carne con sus dientes. El hombre grito de dolor y rápidamente se lo quito de encima para clavarle un hacha entre los ojos. David me seguía de cerca, cubriéndome las espaldas, mientras que los otros dos que habían ido a buscarnos le cubrían las espaldas a David. Al llegar hasta los infectados que rodeaban a los dos hombres del portón me apresure a abrirles una brecha para que pudieran escapar, el hombre que estaba herido fue el primero que pudo salir, pero el otro quedo nuevamente rodeado, y los infectados se abalanzaron sobre él despiadadamente, aprovechando que el hombre se había distraído para tratar de escapar y le arrancaron el rostro a arañazos mientras que a mordiscos le sacaban los intestinos.
David grito impotente y con una furia ciega comenzó a golpear a todos los infectados que se le atravesaban, como la mayoría estaba ocupado dándose el festín, fue fácil acabar con los pocos que quedaban.
Cuando finalmente terminamos, mi adrenalina bajo y sentí dolor en mis brazos debido a la fuerza que había empleado, mi ropa estaba totalmente llena de sangre y mi cola de caballo se había soltado, el cabello se me pegaba al rostro sudoroso. Repose mis manos sobre mis rodillas y me concentre en recuperar el aliento.
David no se había detenido a descansar, con ayuda de los otros dos hombres estaba apartando los cuerpos de los infectados, quitándolos de encima del hombre al que habíamos intentado salvar. Se detuvieron a mirar un segundo, y pude ver la furia y la pena mezclada en sus ojos.
— ¡Maldita sea! — grito y pateo con fuerza un cuerpo. — ¡Maldición, maldición, maldición! — repetía mientras asestaba mas y mas patadas, hasta que finalmente se detuvo y se llevo ambas manos a la cabeza, por un momento creí que se arrancaría el cabello, y pensé en acercarme a él para intentar consolarlo, pero uno de los hombres que lo habían ayudado con los cuerpos se me adelanto y le coloco la mano en el hombro.
— David...
— No me toques. — dijo bruscamente y se sacudió su mano del hombro. El hombre bajo la vista y se alejo deprimido de ahí.
— Iremos a buscar ayuda para recoger los cadáveres. — Ambos hombres se fueron de ahí, dejándonos solos a David y a mí.
Estaba a punto de dar media vuelta e irme cuando el hombre con la mordida en el hombro se acerco a mí.
— Era su mejor amigo. — me susurro mientras miraba a David, lleno de tristeza. Con su mano oprimía la herida de su hombro para detener el sangrado. Me arranque un trozo de la camiseta y se la pegue a la herida mientras le hacía presión. — Eres osada, y bastante buena con ese cuchillo. — intento sonreír, pero le salió una mueca debido al dolor. — Necesitamos más personas como tu en este lugar, me alegro de que estés aquí.
— Ni siquiera me conoces. — el hombre soltó una leve risita ante mi comentario.
— Me llamo Leo. — me observo, esperando que le dijera mi nombre.
— Katia.
— Bonito nombre. — nuevamente intento sonreír. — Se ve que eres dura, Katia, pero por dentro eres blanda. — lo mire molesta, ¿Por qué me decía aquello? Y... ¿Por qué me interesaba escucharlo? — Soy observador— se encogió de hombros, o al menos lo intento. — Realmente te esforzaste por salvarnos, eres como una fiera, y no lo digo en el mal sentido. A pesar de que no nos conocías ni de vista, te esforzaste en salvarnos. Eso te hace blanda, y dura a la vez. — Pose mi mirada en David, estaba sentado en la acera, con su cabeza entre sus manos, sumergido en sus pensamientos.
— Soy nueva aquí, debo ser útil.
— Y sí que lo eres. — soltó otra risita, corta debido a su dolor. — Creo que no me estoy explicando bien. — lo observe a los ojos y por un momento me sorprendí, sus ojos eran castaños como la melena de un león. — Tienes buen corazón, y no hay nada de malo en eso, pero debes tener cuidado. Aunque me parece que ya lo tienes. — me miro cuidadosamente. — Eres bastante fuerte, para ser una chica.
— Ser chica no me hace débil. — gruñí.
— Lo sé, lo sé. — se defendió. — Sabes a que me refiero. — lo mire con los ojos entrecerrados, volvió a reírse. — Reconozco a las fieras, y tú lo eres, sin duda alguna. — soltó un pesado suspiro, lleno de pesar. — Es una pena que no pueda volver a verte en acción. — me dedico una sonrisa. — Como igual voy a morir, te diré unas cuantas cosas. — se acerco mas a mí. — En este lugar hay dos bandos, Katia, debes ser cuidadosa, apostaría todo lo que tengo a que ambos bandos matarían por tenerte a su lado, o por quitarte de en medio.
— ¿A qué te refieres? — la confusión me llenaba por completo.
— ¿Eres tonta, Katia? — levanto una ceja. — Me refiero a que te mataran si no aceptas sus términos, aunque no tienes mucha opción, te unas al bando que te unas, alguien querrá deshacerse de ti. Te repito, eres fuerte, una fiera con ese cuchillo. — Soltó una risita. — Pero tendrás más chances de vivir si te unes a un bando.
— ¿Cómo sabré a que bando debo unirme? — pregunte inocente.
— No lo sé, solo tú puedes descubrir eso. — escuchamos pasos a nuestras espaldas, así que nos volteamos y observamos cómo se acercaba un grupo de personas. — Ven a verme a la enfermería cuando puedas, me agradas, así que te contare algunas cosas. No tardes mucho. — señalo su herida. — Por cierto, gracias por no permitir que me devoraran, es bonito que me entierren con todas mis partes en su lugar. — asentí con la cabeza y él me dedico una última sonrisa para luego comenzar a caminar.
Voltee a mirar a David, estaba hablando con la chica bajita que había llevado la camilla al despacho de Claus. Sus mejillas estaban húmedas debido a las lágrimas, y la chica lo abrazo con fuerza. Coloque mis manos en mi abdomen desnudo para reprimir el extraño sentimiento que me azoto. Cuando los intensos ojos azules de David se posaron en mí, no pude evitar desviar la mirada. Mire a mi alrededor y me sentí fuera de lugar, todas las personas estaban trabajando, apilando los cadáveres, busque a Leo con la mirada, desesperada por un rostro amigable, pero al parecer ya se había ido.
Comencé a caminar hacia la casa de Claus, y mientras caminaba miraba a mí alrededor, observando detenidamente a cada una de las personas, estudiándolas. No logre descifrar si eran buenas o malas personas, pero debido a lo que me había dicho Leo, me encontraba en estado de alerta.
No podía confiar en nadie, por esto era que prefería estar sola.
Al fin Katia volvió al presente jajaja. ¡Gracias por leer!
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