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8• Revelación


JOAN

Desde ayer que no he vuelto a hablar con Jade. No me he sentido bien por lo ocurrido y nuevamente está interfiriendo en mis asuntos laborales. No puedo concentrarme en las tareas que tengo pendiente y sé que esto va a terminar afectándome todavía más. Me pregunto si será correcto analizar ante esta situación la posibilidad de que ella conozca el trasfondo del contrato.

—¿Qué haces? —Pregunta Bennett entrando a mi oficina de repente.

—Creo que debemos hablar sobre el contrato —digo sin dar preámbulos.

—Trata de arreglar las cosas con ella, así tome un par de días, no dejemos que esto se termine de repente por un malentendido que, por cierto, es tu culpa.

—¡Lo sé! ¿Crees que no me he arrepentido de golpearla o de acosarla cuando pensé que era otra mujer? —Exhalo pesado—. Pero ella mencionó que quería irse y creo que debe hacerlo.

—Solo está enojada, tienes que darle tiempo y disculparte.

—Iré a casa para hablar con ella; tú quédate en la oficina.

—Recuerda que hay una junta el día de hoy—Me recuerda enseñándome el recordatorio en el móvil.

—Es verdad, lo estaba olvidando.

—Yo asistiré, no te preocupes. Si Jade comienza a gritar, aléjate de ahí y no la perturbes.

Ni siquiera respondo, se cree con autoridad para darme indicaciones o algo por el estilo cuando no se lo he pedido. Busco mi saco antes de salir de la oficina, dejando sobre el escritorio la carpeta con los temas a tratar; los mismos que él ya dispone.

Me despido de Rose, mi secretaria, y le indico que cualquier cosa se comunique conmigo. Bennett se quedará a la junta, lo mínimo que puedo hacer por él es no sobrecargarlo con tareas que no le corresponden.

Estoy cuestionándome si es correcto retirarme de la oficina por tercera vez cuando yo mismo recalqué que no debíamos hacerlo. ¿Por qué me cuesta admitir que esto no está saliendo como lo pensé en un inicio? De una u otra forma interfiere con mi vida laboral y viceversa. Necesito equilibrarlo, pero me resulta imposible.

Manejo pensando en todas las cosas que voy a decir, a la vez, analizo que hacer ante la probabilidad de no ser escuchado. No mencionaré nada respecto al contrato, solo pediré perdón así tenga que arrodillarme, cosa que jamás hice por nadie. Para mí el sexo se disfruta, el placer no tiene límites y me acoplo a la mujer de turno, mas no hay segundos encuentros, o al menos no en lapsos cortos. Esto se vuelve costumbre, una clase de apego que evidentemente no puedo manejar y me altera.

En cuanto llego a casa noto el silencio, uno que con seguridad me hace saber que Jade se encuentra dormida o tomando uno de sus largos baños de inmersión con los aceites que le compramos al percibir lo mucho que le gustan. Sonrío de solo imaginarla sumergida bajo el agua con esencia de coco impregnando su piel.

Subo las escaleras con cuidado, lo primero que pienso es que, si no la encuentro en la cama, entonces no le hablaré, buscarla en el baño sería pésima idea; sin embargo, permanece dormida.

Lleva un corto vestido rosa que la hace lucir como una niña inocente, aunque sexy a la vez. Yace boca abajo, dejando a mi vista su trasero y sus piernas torneadas. Me pregunto si se habrá puesto algo de crema después del baño, o si aun sentirá dolor en la zona afectada. Con valor, me siento al borde de la cama, hablándole despacio para no asustarla.

—Jade, ¿puedes despertar?

—¿Qué haces aquí? —expresa sentándose con rapidez— ¿Dónde está Tad?

—Por favor, cálmate, no me acercaré, solo quiero que hablemos. —La tranquilizo poniéndome de pie—. Tad no está en la casa, en un rato vendrá. Si no quieres verme ahora, me iré, pero necesito que hablemos en algún momento.

—¿Qué quieres decirme? ¿Puedo mirarte?

—Sí, puedes mirarme —Accedo—. Perdón, Jade ¡yo jamás había hecho algo así! Te pedí un sinfín de veces que no me ignoraras y tú insistías en llevarme la contra, me provocaste y reaccioné mal.

—Perdón —dice con la mirada baja—. Me lo merecía.

—¡No! —Retomo mi lugar a su lado—. Por favor, perdóname.

Tenía miedo de su reacción por el acercamiento, no obstante, corresponde a mis brazos de repente. Me siento aliviado, tanto que me atrevo a hundir mi cara en su cuello para olerla como me gusta. El aroma a coco se desprende de su piel y me considero afortunado al poder deleitarme de él tras un fuerte abrazo.

—No volveré a hacerlo, prometo no lastimarte nunca más. —Acaricio su rostro—. Eres mía, mi niña, yo creo que...

—No lo digas —Me interrumpe—. Este contrato tiene que terminarse.

—No debe terminarse si no queremos que así sea.

Me observa, generando un deseo incontrolable en mi interior. Jade es tan linda, frágil por momentos, que me gusta ser quien la consuele en lo que esté a mi alcance, orientarla cuando surjan dudas en esta aventura que decidió embarcar.

Tomo la iniciativa y nos dejamos llevar en un beso prolongado como el que se había dado con Kurt. Jamás he besado a alguien así, con tiempo, con delicadeza, con cariño.

El entusiasmo sin límites me permite quitarle el vestido para luego ser yo quien se quede sin ropa. Ya no soy consciente de mis actos.

—Déjame hacerte el amor ahora, por favor.

—No podemos estar juntos, Joan —dice con dificultad—. Tad no está en casa, va contra las reglas.

—No pasará nada, lo prometo.

—No, no es justo para él —Se niega intentando detenerme—. Esperemos a que llegue a casa o llámale para avisarle.

—Se encuentra en una junta, no puede venir ahora. Relájate, todo estará bien.

Esta vez no me contradice, entonces el beso continúa, mientras nos deshacemos de las prendas sobrantes para quedar expuestos el uno al otro. Me hundo en ella con lentitud dejando el sexo en segundo plano, solo me importan sus besos y las caricias que me propina en este instante.

Sus gemidos son leves, apenas audibles; los míos notorios, pero no desesperados como en otras ocasiones. Mis arremetidas lentas prolongan el acto donde sus labios son protagonistas, nada mejor que este escenario entre los dos.

Acaricio su espalda baja, sus muslos, las manos permanecen inquietas cuando es ella quien lleva el control con un meneo lento estimulante. Estando arriba la veo plena, con su cabello lacio cubriéndole los pechos y sus ojos avellana a medio cerrar por la excitación. Es como una fuente que me incita a beber y estoy sediento, empecinado por no dejar ni una gota.

Sujeto sus caderas para cambiar de posición, la tengo debajo de mi cuerpo, espléndida, observándome complacida por mi accionar certero y apaciguado.

Me avisa que está a punto de alcanzar el clímax, a la vez que mi temperatura sube por el roce de su cuerpo con el mío. Tengo una vista maravillosa desde aquí, su hermosa vagina apresa mi pene en un frenesí que yo mismo intento manejar. Me corro con fuerza dentro de ella, compartiendo una vez más aquellos sonidos sensuales que nos vuelven locos.

Las caricias post coito prosiguen. Me ha perdonado, de la manera menos pensada, hemos hecho el amor por primera vez en su cama, como realmente se merecía tener su primera vez, sin presión, sin interferencias.

—Perdóname por lo que hice antes; no volverá a pasar.

—No voy a dejar de tocarte—Sonríe dejando un beso sobre mi mejilla después—. Me gustas, me gusta tocarte.

—Tú también me gustas, Jade.


TAD

La junta concluyó temprano, una buena noticia ante mi necesidad de venir a casa y relajarme después de tantos ajustes. Espero que Grant haya solucionado sus problemas con Jade, ya no quiero verla triste, ella siempre me alegra con sus caricias y besos.

El taxi me deja en la puerta de mi hogar y acelero el paso para no perder más tiempo. No se escucha ningún sonido una vez dentro, las luces de la sala permanecen oscuras como si nadie estuviese aquí. Tal vez Joan no logró hablar con Jade, por eso no se encuentra en la sala viendo televisión como es costumbre, debe estar trabajando sobre su escritorio, o salió a entrenar para despejarse.

Voy al despacho, pero no hay nadie allí, quizás si salió de casa después de todo. Dejo el maletín en mi cuarto, me quito el saco y arremango las mangas de mi camisa antes de ir a la habitación de Jade. Si Grant no tuvo oportunidad para hablar con ella, entonces yo puedo intervenir para que el conflicto aminore.

Camino por el pasillo hasta el dormitorio decidido a entablar una buena conversación, pero el escenario con el que me encuentro no es el mismo que mi cabeza lograba proyectar. De pie, junto a la puerta, los encuentro a ambos desnudos en la cama.

—Iba a preguntar si arreglaron las cosas, pero veo que no hace falta.

—No, Tad, te puedo explicar lo que...

—No expliques nada, Jade, no es necesario que te excuses conmigo.

—Fue mi culpa, no te enojes, Tad —Alega Grant sin ningún tipo de remordimiento.

—¡Teníamos un pacto, Joan! ¡Yo nunca tuve intenciones de omitirlo, jamás pensé que ustedes me traicionarían de esta manera!

—¡No, por favor, no te alteres! Yo no quería hacerlo.

—Ya veo, te amenazaron con un arma en la cabeza, ¿verdad, Jade? —pregunto irónico—. Yo respeté esto hace unos días, pero a ti ni siquiera te importó, tenías que acostarte con él.

—Fue mi culpa, Tad, ella no quería hacerlo, fue mi idea.

No sé por qué mierda permití que regresara antes, ¿qué me hacía creer que ellos actuarían como yo?

Ella se acerca pidiendo disculpas, su mano tiembla cuando se posiciona sobre la mía. La escucho nerviosa, todavía desnuda y sin intenciones de cubrirse. El solo imaginar la situación logra ofuscarme.

Tiro con fuerza de su brazo exigiéndole que me mire a los ojos. Logro darme cuenta del terror impuesto; yo jamás le he gritado. No me conoce enojado, nunca sacó lo peor de mí sino hasta ahora.

Puedo aceptar muchas cosas, pero jamás que me mientan, menos cuando yo he sido razonable y leal en diferentes situaciones, con los dos.

—Sabes que esto amerita un castigo, ¿no? ¡Rompiste una de las reglas más importantes, Jade!

—Lo sé, lo sé —dice arrepentida.

—¡Arrodíllate y mira al suelo! —. La empujo logrando que caiga.

No me cuestiona en lo absoluto, está de rodillas con la vista hacia abajo como le indiqué.

Joan parece confundido, en estos años de amistad nunca me ha visto enojado como lo estoy ahora, sin embargo, me siento traicionado, yo intenté hacer las cosas bien.

—¡Mírame, Jade! —vocifero.

Levanta la cabeza complaciente, mirándome sin saber lo que le espera. La golpeo, apenas emite un quejido; no obstante, continúa en la misma posición, con la vista hacia abajo.

La imagen de los dos revolcándose en la cama aparece como un flash. Puedo imaginarla en los brazos de Grant entregándose a él, olvidándose de mí, de lo que hablamos y lo que nos dijimos.

—¡Mírame, Jade!

Repito la acción. Mi mano golpea su rostro en una bofetada violenta con toda la ira que destilo. Una lágrima corre por su mejilla trayéndome a la realidad, sintiéndome una basura ante lo que acabo de hacer. Nunca en mi vida he golpeado a una mujer, ni siquiera durante el sexo.

Caigo de rodillas a su altura, mis ojos se cristalizan de repente mostrándome vulnerable y frágil frente a una joven de 20 años que tuvo la desdicha de encontrarse conmigo.

La mano me tiembla y no puedo explicar lo que acaba de sucederme. No soy así, nunca fui así.

—Jade, ¿estás bien? —habla Joan inspeccionando su rostro.

—¡Déjame! —Se zafa de su agarre— ¡Todo es tu culpa, me prometiste que nada malo me pasaría y no hiciste nada para detenerlo!

—Déjame revisarte el rostro. —Persiste preocupado.

Sigo de rodillas, no hay excusas ante mi comportamiento. De forma inopinada Jade se aferra a mí, abrazándome mientras llora pidiendo perdón una y otra vez por traicionarme. Algo en mi interior se quiebra, no dejo de pedirle disculpas por golpearla, aunque la situación se nos haya ido de las manos al punto de estar mal de la cabeza.

Esto no es normal, no soy así, no puedo ser así.

—¿Vas a abrazarlo a él? ¡Te acaba de golpear, Jade!

—Es tú culpa, ¡te pedí que lo esperáramos!

—¿Por qué haces esto, Joan? ¿Acaso no era un pacto entre los tres? —exclamo al ponerme de pie— ¡Solo te pedí que te disculparas con ella, no que te la follaras a mis espaldas!

—¡Pensé que no te importaría! —contesta Grant realmente enojado— Ni siquiera te importó que se besara con Kurt ¡porque tú no la quieres! —Me empuja.

—¿Y tú sí? ¡Cuando querías follarte a cualquiera! —alego—. Claro que la quiero, imbécil, por eso siempre respeté sus decisiones.

—¡Basta!

Verla llorar, después de esta situación, me hace sentir una mierda porque no fui capaz de controlar mi enojo momentáneo. Y ahora, a causa de Grant y sus discusiones inoportunas, no le estoy brindando la atención que requiere.

—Te he lastimado la boca, perdón. —Suplico acercándome a su rostro—. Déjame curarte.

—¿Ahora te preocupa? —Se entromete Joan— Cuando la golpeabas no, ¿verdad?

—¿Acaso tú no querías contarle la verdad del contrato? —exclamo furioso a causa de sus provocaciones— ¡Díselo, Joan! ¡Hazlo ahora que tanto la quieres!

—¿De qué están hablando? —inquiere con dificultad a causa del llanto.

—Nada, Jade, olvídalo.

—¿De qué hablas, Tad? ¡¡Mírame y dímelo!!—Decreta golpeando mi pecho—¡Dime de qué están hablando!

—No existe el contrato, te mentimos todo este tiempo.



JADE

¿Cómo puede ser que no exista ningún contrato? ¿Qué clase de broma de mal gusto es esta? Siento que me falta el aire, no puede ser, me han mentido por meses.

—Escúchame, puedo explicarlo, tranquilízate.

—¡Déjame, Joan, hijo de puta! —Lo empujo— ¡Son dos enfermos!

Busco mi ropa para comenzar a vestirme lo más rápido que puedo, no voy a quedarme ni un segundo más aquí.

—¡No te vayas! —Implora con los ojos llorosos—. Por favor, no me dejes ahora.

—¿Que no te deje? ¡Vete a la mierda, Joan! ¡No me toques!

De un momento a otro la habitación es un caos. Esto se ha tornado en una relación totalmente enfermiza y los tres somos conscientes de eso.

Tad se encuentra de pie con la mirada agacha, devastado por golpearme, por gritarle a su amigo y decir toda la verdad; Joan persiste sentado en la orilla de la cama apoyando su frente en ambas manos, como si tratara de despertar de una horrible pesadilla; y yo, vistiéndome, con sangre en la boca y lágrimas en los ojos. No me he visto, pero sé que hay sangre porque la siento acumulada y me punza.

Busco en el armario el bolso que traje y voy echando en él la ropa sin perder tiempo. No veo la hora de volver a mi departamento.

—¡Devuélveme el celular, ya! —Le exijo a Joan.

—Está en mi despacho, primer cajón del escritorio —Responde el castaño.

Perturbada y con prisa voy al despacho por el móvil. No puedo creer que me lo quitaran por tanto tiempo y nunca me haya replanteado la posibilidad de que me lo regresaran. ¿Por qué no habría señal en la casa? ¿Por qué fui tan ingenua?

Abro el cajón indicado, el aparato se encuentra allí, pero también las llaves de mi departamento y mi billetera. Tomo las pertenencias observando el lugar, nunca he podido entrar aquí, las puertas siempre estuvieron cerradas, ya comprendo por qué.

Bajo las escaleras para irme de una vez. Mis pulmones se llenan de aire antes de abrir la puerta y caminar hacia el portón principal. Los escucho acercarse, vienen corriendo, suplicándome para que me quede.

¡Es el colmo! ¡Malditos psicópatas!

—¡Están locos! ¡Me arruinaron la vida! Nunca quise esto, me mintieron, se aprovecharon de mi inocencia en todos los sentidos. ¡Los odio!

—¡No fue así! Déjame explicarte que pasó.

—Por favor, quédate —Acaricia mi mejilla—. Hay muchas cosas que tenemos que hablar, lo vamos a arreglar.

—Ya no funcionan tus palabras conmigo, Tad —Quito sus manos—. Los dos son unos hijos de puta ¡Voy a denunciarlos por secuestro o por abuso sexual!

—¿Qué? ¡No, no! Por favor, Jade, el pacto fue real. ¡Te pagaremos! Hay una cuenta a tu nombre, tendrás el dinero en la mañana a primera hora.

—¡No hagas una locura, te daremos todo lo que quieras!

—Déjenme en paz ¡no me toquen, aléjense!

Logro salir a la calle a pesar de sus insistencias, no tengo idea donde me encuentro, sin embargo, detengo el primer taxi que se aproxima. Quiero ir ya a mi departamento, después de cinco meses sin aparecer por allí temo que algo malo haya sucedido. Será un desastre, quizás mis vecinos ni me reconozcan.

Enciendo mi celular verificando la existencia una cantidad nueva de mensajes que desconocía. Esos dos bastardos se hicieron pasar por mí anunciando un intercambio de universidad por tiempo indeterminado. Hay conversaciones con mis padres y amigos, es tan natural que nadie podría sospechar.

¿Qué ha pasado realmente con la universidad? ¡No entiendo!

El departamento se encuentra en orden, está impecable, como si no me hubiese ido. Inspecciono a detalle, no noto nada extraño, tal vez estoy siendo paranoica al pensar que pudieron instalar cámaras aquí también.

Entro al dormitorio y, al encontrarlo como lo recuerdo, me recuesto en la cama a llorar. Quería que esto terminara de una vez, en el fondo lo quería, pero ahora los extraño. Que sensación de mierda saber que se convirtieron en un objeto de deseo y que estamos totalmente desquiciados.

Intento autoconvencerme de que así es mejor, a continuar atrapada en esa red desmesurada de atracción sexual donde me convierto en una demente más y me enfermo de a poco.

¡Ellos me engañaron! Yo era una chica normal, tranquila, con una vida rutinaria en la universidad, me destruyeron. Ambos me lastimaron y los perdoné como si nada, incluso echándome la culpa. ¡Que estúpida!

Casi como un flashback las imágenes vienen a mí desde el día en que vinieron a buscarme. Nunca leí el contrato, a pesar de eso, cumplí con sus reglas ficticias, aquellas que en cierto punto ellos mismos rompían. A veces los miraba sin que me autorizaran y estaba bien, otras solo era un llamado de atención. Lo mismo cuando estaban en casa, no importaba. Hasta me consultaban cuando podían tomar las decisiones por ellos mismos.

El día de la fiesta me permitieron besar a Kurt y no comprendí la razón. Fueron dos besos. No hubo problema en ello porque no accedí a tener sexo, que era la regla principal, no obstante, me puse celosa de mí misma. No me importó que ellos me vieran besándome con otro, aun así, tampoco accedieron a hacer algo con otra mujer durante el resto de la noche.

¿Exageré las cosas? ¿Me sobrepasé? No entiendo por qué me hago estas preguntas a mí misma si no obtendré respuestas, solo incoherencias.

Cansada de llorar, extiendo la mano hacia mi mesa de noche para sacar un par de pañuelos del cajón, pero mi torpeza termina por voltear uno de los retratos con mis amigos. Me siento sobre la cama para tomar el marco con ambas manos y veo la foto; los extraño. Casi por impulso me concentro solo en uno de ellos, Joshua.

Dejo caer el cuadro al darme cuenta de que algo no está bien. El vidrio se rompe y recojo la foto otra vez para cuestionarme si lo que está pasando por mi cabeza no es una completa locura y he perdido los estribos.

Quedo estupefacta al reconocer aquel gorro militar. ¡Era Joshua! el uniformado con sombrero en la fiesta. ¿Qué hacía allí? ¿Qué relación puede tener con ellos, o con qué clase de personas se relaciona para que lo invitaran?

Decido enviarle un mensaje, es el único con el que no he mantenido contacto ficticio en todo este tiempo. Es raro, Joshua es mi mejor amigo, siempre hablamos. ¿Por qué él no intentaría comunicarse conmigo? ¿Conocerá a Joan y a Tad? No... no puede ser.

Los nervios me invaden, no puedo interpretar con claridad. Necesito ser lo más táctica posible.

Le enviaré un mensaje con preguntas directas, seguro va a llamarme si no entiende, siempre lo hace.

Jade— ¿cómo sigue la universidad?

Joshua— ¿a qué te refieres?

Jade— ¿alguien sospecha algo?

Joshua—ah eres tú! Nadie sospecha, todo sigue igual.

En un mes Jade podrá rendir sus exámenes con normalidad

✔✔

¡No entiendo!

Joshua es amigo de esos dos y, si no lo es, está involucrado en esto de alguna manera. ¡Eso no puede ser! Payne es como un hermano para mí, nos conocemos desde niños, se ha encargado de cuidarme en estos años, papá confía en él a ojos cerrados.

¡No, no, no! ¡Tiene que haber una explicación, debo buscar una explicación!

Los ojos me arden después de tanto llorar, la cabeza va a explotarme en cualquier momento. Leo los mensajes, reviso conversación a conversación y creo que es suficiente.

¿Qué más pruebas quieres, Jade? ¡Te usaron! Hasta Joshua lo hizo.

Esto no se va a quedar así ¡voy a vengarme! ¡Lo haré!

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