7• Culpables
JADE
La fiesta estuvo bien después de todo. Me había besado con un hermoso chico y, como si fuera poco, delante de los dos hombres con los que vivo, detalle importante.
En este momento la cabeza me duele horrores, tomé mucho, después de casi cinco meses sin una gota de alcohol en mi organismo. Ni siquiera sé cómo llegué a mi habitación. Después del beso con Kurt no recuerdo nada, solo a Joan enojado desde el sillón y a Tad riendo con los últimos rastros de pintura en su cara.
Me levanto de la cama para ir al baño, hay que iniciar la mañana, o la tarde, no tengo idea, el cuarto permanece oscuro con las ventanas cerradas. Enciendo la luz, me observo en el espejo y me doy cuenta de un pequeño detalle, ¡las lentillas!
¿Cómo es que aún las tengo? Podría darme una infección ocular y estos malditos imbéciles ni se preocuparían. Me las quito despacio revisando mis ojos con precaución, a simple vista todo parece estar en orden.
Ignoro lo ocurrido para entrar de una vez en la bañera con el fin de despertarme por completo. El agua está perfecta, me quedaría aquí todo el día, es sin duda mi lugar favorito. Por momentos considero que no hacer nada en toda la jornada es genial, por otros, simplemente me aburro entrando en desesperación.
Dejo mi cuerpo boca abajo cubriendo mis pechos con el agua y afirmándome al borde de la bañera, quiero aprovechar la ocasión para pensar en lo que debo hacer a partir de hoy.
La discusión de anoche sobre irme a casa repercute en mis adentros. ¿Quiero irme?
"El contrato se termina cuando uno de nosotros se enamore"
Al principio esa frase me sonaba incoherente. ¿Cómo podría enamorarme de uno de ellos sabiendo que me habían traído contra mi voluntad? Incluso había firmado un contrato en un evidente estado de ebriedad y no les había importado.
Nunca me tomé el tiempo para leer ese famoso contrato. Meses atrás, entre el susto y la desesperación de venir a vivir con dos extraños, no se los pedí para examinarlo a detalle; no obstante, ahora considero que es necesario hacerlo. Hay muchos puntos que me gustaría analizar.
Me cuestiono a mí misma si en verdad estaré enamorada de uno de ellos, o peor aún, de ambos. ¿Es posible? ¿El sexo y el amor van de la mano? ¿Puedo enamorarme de dos hombres a la vez? Suena patético e impensado viniendo de mí, una persona de 20 años que nunca tuvo una experiencia sexual y tampoco pensaba buscarla.
Si admito estar enamorada de uno de ellos es probable que me dejen ir, aunque todo terminaría y jamás volvería a verlos. O eso creo, las reglas no dicen nada al respecto. Entre más lo pienso más me aterra.
—¿En qué piensas tanto? —Interrumpe una voz gruesa.
—En nada.
—¿Te sientes bien? —Persigue Joan—. ¿Te duele la cabeza?
—Solo estoy relajada.
—Sal de la bañera y ponte esto, ¿sí? Te esperaremos en el cuarto.
—Está bien, Tad, ya voy.
Se retiran y, casi por inercia, seco mi cuerpo antes de usar la lencería elegida para hoy: un conjunto rojo de encaje. Las bragas son pequeñas con un diminuto cierre, por lo cual, no es necesario quitarlas. Esto fue idea de Tad, a él le encantan estas cosas. Sonrío frente al espejo por última vez y encamino hacia el cuarto del encuentro.
Sigo enojada con Joan, no tengo ganas de que me toque, pero sé que necesariamente lo hará. No sé qué me ocurre con él, en el fondo me gusta tocarlo, besarlo y dejarme hacer a su antojo, sin embargo, lo de anoche me molestó. Su actitud, su insistencia con Selina, la chica detrás del antifaz, su imprudencia de llevarla al cuarto donde tienen sexo conmigo, incluso invitar a Tad a hacer un trío. No le llamaría celos porque no puedo estar celosa de mí misma, ¿o sí? Estoy confundida, no sé cómo manejarlo.
En la habitación todo se desenvuelve como de costumbre, con la diferencia que mis labios besan a Tad y pretendo hacerlo durante todo lo que dure el acto.
Joan me toca, me gusta, siento placer; pero no voy a demostrárselo, aunque tenga que bloquearme o contenerme.
—¿Vas a dejar que me adueñe de ese culo que tanto me gusta?
—No, Tad, quiero que estés debajo de mí —Hago puchero utilizando la voz que tanto les gusta—. Tengo ganas de besarte y tenerte de frente.
—¿Ah sí? —Entre cierra los ojos divertido—. Entonces lo haremos a tu modo; sabes que me encanta follarte en cualquier posición.
Y así comienza el acto. Tad se recuesta colocándose el preservativo teniéndome a horcajadas después. Su miembro viril se adentra en mí lentamente iniciando el movimiento de cadera. Me gusta sentirlo cerca. Una de sus manos me toma del cuello y la otra de la cintura para atraerme a su boca y que mis nalgas queden a la vista de mi otro compañero. Mordisquea mi labio inferior recibiendo de mi parte un pequeño quejido. Me gusta, me siento húmeda, más que húmeda, porque cada vez que me toca mi cuerpo lo manifiesta inconsciente.
Joan coloca lubricante con el objetivo en la mira, mi excitación está al máximo. Sin embargo, no dejo de besar a Tad y este no deja de succionar cada parte de mi cuello y hombros. Es dueño de mis pechos al morderlos con cuidado, como si nunca lo hubiese hecho, sabe que me encanta que comience lento. Mis ojos se cierran por completo disfrutando de cada embestida recibida. Al abrirlos, me encuentro con aquellos iris verdes que me observan con ímpetu.
—¿Qué pasa? ¿No tienes ganas hoy?
Lo beso con vehemencia porque me parece un hombre atractivo y porque siempre me ha respetado. Quiero que sepa que me gusta cuando me toca, que me gusta cómo se mueve; y quiero que entienda que todo lo que produce en mí es real.
Joan realiza un movimiento perfecto, escucho el choque de nuestras pieles y fantaseo con su pelvis arremetiendo contra mí. Puedo imaginar su abdomen trabajado, su rostro excitado; me gusta, me enloquece, por más que intente no pensar en ello.
Los besos con el castaño incrementan mi apetito, me dejo llevar por sus impulsos con su manoseos y tenacidad. Alcanzo el orgasmo vociferando su nombre, él hace lo mismo liberando jadeos sobre mis labios y silenciándolos cuando los aprieta contra los suyos.
Joan alcanza el clímax minutos después. Sus manos tiemblan sobre mis caderas, pero insiste en besar mi espalda baja con la misma estabilidad sin importar su agitación.
Me recuesto en la cama con cada uno de ellos a mi lado. Es la primera vez en meses que me siento vacía; no estoy cómoda con esto.
—¿Qué tienes? —Acaricia mi rostro.
—Mírame —Da una orden—. ¿Qué te pasa?
—No me pasa nada, Tad, estoy bien.
—No tienes ganas hoy, ¿verdad?
—No, no tengo ganas.
—Por favor, déjame probar de tu culo precioso, muero por hacerlo, lo sabes.
Acepto, aunque no muy convencida de lo que pueda suceder; no quiero ver a Joan. Se coloca en la posición determinada causándome incomodidad, él lo nota al instante que me penetra.
Ambos se mueven y siento placer, mucho placer; pero mi mente solo piensa en que tengo que negar que Joan me gusta y está mirándome desde abajo.
—¿Por qué me ignoras?
—Avisé que lo haría —digo tajante—. Solo fóllame y cállate.
Me balanceo ignorando todo, buscando mi propia satisfacción, utilizándolo como él lo hace conmigo siempre, sin mezclar sentimientos de por medio.
Tad hace una coleta con mi pelo para facilitar el proceso de embestirme con energía. Tira de ella produciéndome una mezcla de dolor y goce, ya no lo distingo.
—Hazlo más despacio, Tad —Suplico.
—Perdón, me gustas tanto que a veces no me contengo.
Muerdo mi inferior casi como un reflejo mientras Joan besa mis pechos. Su lengua lame mis pezones de arriba abajo, los bordea con delicadeza como quien prueba una paleta helada para degustar su sabor, y los estruja con las manos cuando considera necesario.
El castaño libera mi melena de su agarre, siendo la oportunidad del pelinegro para atraerme a él y besarme como tanto desea, aunque no le correspondo.
—¡Por favor, no me hagas esto!
Ignoro sus palabras, entonces detiene el movimiento casi de manera súbita. La oscuridad de sus orbes anuncia que todo se irá a la mierda en un santiamén.
—¿Todo esto es por lo de anoche? ¡Ya pasó! ¿Puedes olvidarlo? ¡Dentro de este cuarto la función es otra!
—¡Entonces muévete y termina de cogerme como se supone que te gusta!
Omite mi pedido. Su termostato parece estallar, voy a ser yo quien pague los platos rotos.
—Creo que hay que castigarla, Tad, no me hace caso.
—¡Mierda, ahora no! —resopla el contrario que tan bien la estaba pasando.
—Claro que será ahora, estoy harto de sus insolencias de niña caprichosa. No sabes lo que te espera —dice a regañadientes.
No mantengo ningún tipo de expresión, no obstante, por dentro estoy aterrada. Joan es dulce en la cama; pero en realidad es un completo imbécil, siempre he tenido miedo de que me lastime.
—Acuéstate boca arriba—dice furioso.
—Te portaste mal, bebé, lo siento —Alude Tad para solo darme un corto beso en la frente.
Una venda cubre mis ojos a la vez que un regaño por mi mal comportamiento es dado.
—Una de las reglas es solo usar la ropa que nosotros te entreguemos. El disfraz de gatúbela no era una opción, no lo elegimos, rompiste una regla —enfatiza—. No puedes negarte a tener sexo con nosotros y hoy no me trataste bien, rompiste otra regla.
—Ese disfraz estaba en mi cuarto, idiota, ustedes lo dejaron en mi armario.
—Pero te trajimos disfraces para que eligieras y ese no fue autorizado. —Alega el castaño besando mi mano.
—Y ya dije que no pienso hablarte, tocarte o generar cualquier tipo de placer en ti, Joan. Búscate a otra, castígame como quieras, ¡no me interesa!
—¡No me provoques! —Alza la voz—. Eres mía, vas a seguir siendo mía, así sea de la peor manera —susurra en mi oído como una amenaza.
Advierto un ruido extraño pero familiar si recuerdo mis noches de soledad en mi departamento: un vibrador. Lo acerca a mi intimidad y doy un brinco en cuanto hace contacto. No sé quién de los dos lo tiene, por lo tanto, no diré nombres, no diré nada.
Me estoy retorciendo de placer con el avanzar de los minutos, mas me contengo, no quiero demostrar que me gusta. Mi boca se sella con fuerza, aunque en otras partes de mi piel se pueda manifestar la excitación.
—No te reprimas, gime. —Incentiva Tad tomando mi mano.
Juego con sus dedos por unos segundos para darme cuenta de que es su mano derecha, no es él quien está usando el vibrador.
La velocidad se incrementa y el goce que me produce es insuperable. Jadeo como algo involuntario, falta poco para correrme. Mis mejillas están ardiendo, todo mi cuerpo yace caliente a punto de colapsar. Mi espalda se arquea, mis muslos se tensan con mis manos a los costados intentando sujetarme a las sábanas de esta enorme cama. Estoy en el punto exacto. De repente, el aparato es alejado, impidiendo que el orgasmo llegue.
—¿Qué haces? —Me quejo con dificultad.
—¡Te castigo! No vas a tener un orgasmo.
Cree que va a afectarme de esa manera. ¡Perfecto, que lo haga!
Un enorme silencio inunda la habitación a medida que trato de calmar mi respiración dándome aire con las manos por el calor que siento. Ellos no hablan, tampoco sé si siguen aquí o se han ido como parte del castigo.
No tardo en recuperarme, la respiración vuelve a la normalidad, mi piel ya no se encuentra hirviendo. El vibrador se enciende y es la misma escena, ocurre exactamente lo mismo, lo aleja cuanto estoy a punto de alcanzar el máximo placer. ¡Es molesto, muy molesto! Dudo que alguien disfrute de ser tratado así. ¿Todo esto es a causa del disfraz de gatúbela? ¡Los odio! ¡Ellos lo dejaron en mi armario!
Admito que me he comportado mal; pero ninguno se pone a analizar cómo me siento, soy como un juguete que solo utilizan para desahogarse cuando tienen ganas, ya estoy cansada. A su vez, no comprendo cual es la lógica de esto, ¿se supone que después de este castigo voy a dejar que Joan haga lo que quiera? Es absurdo.
Empiezo a reír como una demente porque no puedo creer que esté sucediendo esto.
—¿Por qué te ríes? ¿Disfrutas de tu castigo?
—Me río porque el idiota de Joan va a torturarme toda la tarde y no obtendrá nada de mí.
—No soy yo quien juega contigo.
—Sí lo eres, por más que tenga esta venda en los ojos, lo sé. Pero si quieres vuelve a empezar y clamaré el nombre de Tad cuando esté por acabar para que te puedas guiar mejor.
¿Quiere jugar conmigo? ¡Yo también puedo jugar con él!
El vibrador hace su trabajo sobre mi clítoris estimulándolo por tercera vez, sin embargo, el movimiento es distinto. No se concentra solo en una zona, además, parece estar lubricado, se siente bien.
—Esta vez si eres tú, Tad, el movimiento es mucho mejor.
—Eres muy mala, Jade —ríe.
—¡Ya basta! —Vocifera quitándome la venda de los ojos—. ¿Quieres conocerme enojado? ¡Ponte en cuatro, ahora!
Siempre he visto a Joan con su humor de perros, pero ahora creo que la he liado. Se halla furioso, la vena de su cuello está a punto de explotar. Nunca lo he visto así, ni siquiera cuando fue a mi departamento obligándome a hacer la valija. Creo que este juego me va a salir muy caro, se me ha ido de las manos y no sé cómo voy a terminar.
Mi otro compañero no dice nada, solo se sienta en el sillón con el semblante intranquilo. Un fuerte azote impacta en mi trasero haciéndome gritar de dolor porque no me lo esperaba y, a diferencia de los anteriores, no es progresivo.
—¿Querías esto? ¿Querías verme enojado? ¡Este es tu castigo!
Dos, tres, ¡cuatro veces más!
Miro a Tad, él tiene los ojos clavados en Joan. Por un momento pienso que le pedirá que se detenga, mas no es así, se mantiene en silencio.
Cinco, seis, ¡siete!
¡Me duele mucho! Recibir el golpe en el mismo lugar, con la misma fuerza, es terrible combinación. Aguanto lo más que puedo, aunque mis ojos se llenan de lágrimas cuando siento mi piel arder
Ocho, nueve, ¡diez!
Me quedo en la misma posición sin decir nada, con las manos aferradas a las sábanas y conteniendo el llanto, no le voy a dar el gusto de verme mal.
—¡Vete a tu cuarto, ahora!
Me reincorporo retirándome como si nada hubiese pasado, intentando mantener la poca dignidad que me queda, e ingresando a la bañera de mi habitación sin pensarlo una vez que estoy dentro.
Abrazo mis piernas en un intento de consolación y rompo en llanto. Fue mi primer castigo, lo tenía merecido, las reglas estaban dadas desde un principio y las transgredí. Mi trasero me duele, no me atrevo a mirarme al espejo.
Quiero irme a casa, pero dudo en hacerlo, no sé si es conveniente. Otra vez esta sensación de vacío acecha mi ser, me llena de angustia.
Boca abajo, afirmada en la bañera con ambos brazos, trato de no pensar; sin embargo, mi piel arde en recordatorio.
Todavía creo escuchar el impacto de su mano en seco, sus palabras previas aludiendo a que lo había provocado y la malicia en sus ojos. Soy una tonta, ya no puedo dilucidar si es vergüenza o si es miedo. No quiero volver a verlo, no quiero que se me vuelva a acercar.
—Lo siento, Jade— menciona desde la puerta—. No sé qué me pasó, no quise lastimarte.
—¡No te me acerques, por favor! —grito espantada—. ¡Déjame, déjame!
Por primera vez me posee el miedo verdadero hacia Joan. No son celos, no es un simple enojo, ¡estoy aterrada, él va a lastimarme!
—No voy a hacerte nada, cálmate.
—¡Tad! ¡Tad! —Llamo cubriendo mi rostro en un intento de protección.
—¡Calma, Jade! no voy a hacerte nada—insiste.
El castaño llega a causa de mis gritos desesperados. No entiende muy bien que me ocurre y por qué Joan no hace nada por averiguarlo. Él también se encuentra inmóvil sin saber que hacer.
—¿Qué pasa, Jade? ¿Por qué gritas?
—¡Dile que se vaya! —Le ruego con las manos temblando en un afán torpe de cubrirme la cara— ¡Por favor, que se vaya!
—Escúchame, no quise que las cosas se dieran así —Explica aprisionando mi mano.
—¡No me toques! ¡Por favor, déjame! ¡No me toques!
—Joan, vete —decide Tad—. Déjala sola.
—Jade, escúchame...
—¡Joan, dije que te vayas!
Cuando por fin se retira siento alivio, un enorme alivio. Abrazo a Tad a pesar de estar mojada. No parece importarle, incluso me asegura que todo estará bien y que no me dejará sola.
—Tranquila, ya pasó...—Besa mi coronilla inspeccionando mis ojos— ¿Te encuentras bien? ¿Quieres que te traiga un poco de agua? No llores, bebé, por favor.
—Tad, no quiero ver más a Joan —Mi llanto parece desgarrarme la garganta—. Él me odia, me odia mucho.
—No, Joan no te odia—dice con calma—. No pensó las cosas bien, nada más.
Trae puesto un pantalón deportivo, mas no tiene nada cubriéndole el torso; quizás se estaba vistiendo antes de oír mis gritos. Ingresa a la bañera conmigo cercándome con sus brazos para que pueda descargar toda mi angustia, dolor y humillación de una vez, aunque no sé si pueda.
—Me quiero ir a casa.
—No pienses en eso ahora, trata de calmarte.
Me siento protegida, su abrazo es piadoso, los besos sobre mi cabello caritativos. De a poco me tranquilizo, con su compañía y la calma de fondo. Mi llanto es lo único audible, en conjunto con el agua que nos rodea resonando en cada caricia. Tad siempre me ha tratado bien, le estoy agradecida por eso.
—Te quiero mucho, Tadie—Confieso entre lágrimas.
—Yo también te quiero, Jade.
JOAN
Jade sale del cuarto del encuentro y me siento horrible. Estaba tan cegado por la ira y el hecho de que ella no hiciera caso a mis pedidos que reaccioné de la peor manera. No es la primera vez que golpeo su trasero, pero siempre fue consentido y de forma paulatina. Mis golpes dejaron marcas rojas en su piel, tuve que detenerme.
Tad no dijo nada durante el proceso, no podía desautorizarme delante de ella, es parte del pacto; sin embargo, una mezcla de indignación y sorpresa se manifestaba en él.
—¿Qué hice, Bennett? ¡Estoy volviéndome loco!
—Tal vez esto se nos fue de las manos, Joan, después lo hablamos—dice antes de retirarse.
Corro hasta el dormitorio de ella. Veo como llora dentro de la bañera cubriéndose el rostro mientras espera que el agua cubra su piel por completo. Se voltea boca abajo y noto su piel roja, es evidente que quedará marcada si no la trata, tal vez una crema pueda ayudar a disminuir el ardor; aunque este baño relajante también lo hará.
Tomo valor para hablarle y pedirle perdón, no he medido mi fuerza, tampoco mi rabia; no obstante, no existe un punto medio con Jade, las cosas se estaban saliendo de control.
Sus gritos descontrolados me asustan, parece que ha visto a un fantasma o me considera su peor verdugo, y creo que a partir de ahora lo soy. Llama a Bennett y este llega corriendo alertado pidiendo que me retire, entonces obedezco para no empeorar las cosas.
No sé qué me está pasando. Al principio cuando Jade llegó a casa me pareció una locura, luego todo marchó bien y en esta última semana se complicó. Sin contar lo de anoche que fue la gota que derramó el vaso.
Me había fijado en aquella mujer disfrazada sin saber que era ella misma. Solo pensé que estaba celosa, pero creo que es algo más. Mencionó que uno de nosotros estaba enamorado y que era muy obvio. ¿Se refería a mí? Ni siquiera sé si lo que siento es amor o es solo una obsesión por no querer compartirla con otro, solo con Tad. Estoy loco, soy un completo enfermo del solo pensarlo.
¿Estará enamorada de uno de nosotros? Seguro, de Bennett. A él lo respeta, le habla con amor todo el tiempo, incluso nunca han discutido. He llegado a pensar que él también podría estar enamorado de Jade; no obstante, se lo nota tranquilo cuando otros la miran, como anoche cuando Kurt la besó frente a nosotros dos veces, no se inmutó.
Si tengo que ser sincero Jade me gusta, a pesar de su carácter inmaduro y su forma arisca de ser conmigo. Me parece una mujer perfecta, porque esconde un encanto debajo de esa mirada furiosa que intenta declarar. Bajo ese cuerpo atractivo hay un alma bondadosa, una mujer que en definitiva nos encanta a nosotros, los dueños de esta casa y los culpables de este pacto.
¿Pero qué acaba de pasar?! jaja
Hay nuevas personitas leyendo esta historia y quiero agradecerles por eso. Me ayudan mucho dejando su voto y comentario ♥ Gracias a quienes lo hacen siempre, me gusta demasiado leer esos extensos mensajes con conclusiones bien formuladas 😂
Nos leemos el miércoles, se cuidan.
JK 💜
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