5• Partida Doble
TAD
Cada año para Halloween hacemos una fiesta en casa donde varias personas vienen a divertirse y beber un rato. Como siempre, la temática es de disfraces y eso ayuda a que todos se muestren más desinhibidos a la hora de intimar.
Las mujeres compiten por tener el disfraz más encantador de la noche, en base a esto, puedo decir que Halloween es la fiesta que más espero. Sin embargo, este año será distinto, hace más de cinco meses que Jade está viviendo con nosotros. Cinco largos meses de sexo ininterrumpido diario, quitando el descanso de siete días al mes por su periodo, los que en ocasiones se han reducido solo a cuatro.
Nunca pensé que el sexo le gustara tanto, igual, o incluso más que a nosotros. Estoy tan conforme con su compañía que no he vuelto a estar con otra persona. Increíble, el solo pensarlo me pone nervioso. Tiempo atrás no hubiese contemplado la posibilidad de congeniar solo con una mujer; aunque eso incluyera juegos, sumisión, trío en nuestro caso.
Ahora espero a Joan para ir a la oficina, estoy afirmado a la puerta del vehículo preguntándome qué carajos hace últimamente que se demora en salir; es el rey de la puntualidad y el orden.
Tenemos que hablar acerca de los preparativos, es en un par de días y hay que contemplar lo que sucederá con Jade durante ese lapso de horas. Nadie sabe que hay una chica viviendo aquí con nosotros, hemos intentado mantener el secreto evitando asistir a reuniones con nuestros amigos para no dejarla sola. En algún momento se nos agotarán las excusas.
Mi socio sale por fin de casa y hago el planteo tan solo subir al vehículo. Espero tener una respuesta coherente al respecto y no una pauta cínica.
—No podemos hacer una fiesta en casa y dejarla encerrada en su habitación—Remarca con seriedad—. Por lógica, ella puede asistir como una invitada más, siempre y cuando no se escape.
—¡No escapará! Ya no tiene intenciones de irse, créeme—Puedo asegurarlo sin problema—. Pero me preocupa que otros la vean y quieran acercarse a hablar con ella.
—Jade no puede acceder a tener sexo con otros, ese es su límite, por lo demás no hay problema.
—Lo dices tan tranquilo... como si no conocieras a nuestros amigos o la clase de gente que viene a esta fiesta todos los años.
—¿No será que tu incomodidad es no poder intimar con otras mujeres por miedo a que ella se dé cuenta? —Cuestiona irónico—. Porque te informo que no eres su novio, Bennett, solo te la coges cuando tienes ganas y ella hace lo mismo contigo.
—¡Vamos, Grant! ¿Qué te pasa? ¿Te acostarás con otras y harás que ella se dé cuenta? Antes no me hubiese importado, pero ahora es diferente, no lo sé.
—Espera... ¿No has tenido sexo con otra mujer desde que Jade llegó a casa?
—No, no lo he hecho. ¿Tú sí?
—Tampoco —reímos— ¿Qué nos pasa, Tad? ¡No éramos así, quizá se nos fue de las manos! Además, tengo miedo de que Jade se vuelva cada vez más pervertida y nos pida hacer algo entre nosotros. ¡No estoy preparado para eso, Bennett, yo no pienso tocarte jamás!
—También lo he pensado—Sigo riendo—. Pero no tenemos que ceder ante sus órdenes, Joan, ella tiene que cumplir solo las nuestras. A mí nunca me pide nada, ¡tú eres el sumiso!
—¡Cierra la boca! No es así, solo lo disfruto. En la cama las cosas surgen, eso es lo interesante.
—Hay cosas que debes consensuar de forma previa —alego—. Como sea, esta noche hablaremos con Jade y la pondremos al tanto de todo.
Estoy seguro de que a ella va a gustarle la idea de salir de su habitación y divertirse, beber un poco, e interactuar con otros seres vivos. Me gustaría verla bailar, distraerse; nos hace falta a los tres.
Nos separamos una vez que llegamos a la discográfica. Cada uno se concentra solo en el trabajo correspondiente, siguiendo el itinerario acordado. La diversión pasa a segundo plano.
JOAN
Hoy la oficina fue un caos, necesitaba desestresarme y nada mejor que un buen baño. Hay días en que las cosas no suceden como me gustaría, los problemas se acumulan y recaen en mí como el único responsable. Lidiar con terceros me fastidia, pero no puedo delegar funciones a mi secretaria que no le corresponden, menos que se sienta en la obligación de alivianarme las tareas; me hace sentir un inútil.
Salgo de la ducha con la toalla rodeando mi cintura, busco algo cómodo para vestirme, aunque la idea de salir de casa a beber algo me tienta. Ha pasado tiempo sin frecuentar a personas con las que tenemos estrecha relación, y la falta de alcohol en mi organismo me deja inquieto. Quiero una cerveza.
Me coloco una camiseta azul, un pantalón de jean y las zapatillas antes de salir hacia el cuarto de Jade. Le contaremos acerca de la fiesta, espero que se alegre al saber que podrá estar presente entre los invitados.
La puerta se encuentra abierta, escucho a Bennett reír y hablar con ella, entonces ingreso y la niña mira hacia el suelo, como si un aguafiestas le apagara la música en plena celebración.
—Puedes mirarme —digo de repente.
—Hola, Joan —Se alegra—. Tad me estaba contando sobre la fiesta.
—Gracias por esperarme—espeto molesto bajo un tono irónico.
Bennett queda confuso, al parecer no se ha dado cuenta que para todo debemos estar los tres. Las condiciones nos obligan a cumplir los puntos por igual, incluso cuando no se trate de sexo.
—¿De qué quieres tu disfraz? —prosigue ignorando mi presencia.
—No lo sé, elijan ustedes —contesta con la voz desganada.
—¿Qué tienes? ¿Te duele algo?—pregunto.
—Estoy bien, no me pasa nada. ¿Cuándo será la fiesta?
—En dos días—dice Bennett en su rol de vocero—. No te preocupes por el disfraz, te traeremos varios y tú elijes el que más te guste, ¿sí?
—De acuerdo, Tad —Sonríe.
Tan pronto como entré al cuarto su semblante cambió. Se la veía radiante como siempre, en cambio, ahora está rara. ¿Acaso la fiesta no es de su agrado? ¿O es un problema conmigo?
—¡Dime que te pasa, niña! —La increpo—. ¡Y no digas que nada porque no estoy para tus estupideces!
—¡No me pasa nada! —bufonea—. Y deja de llamarme niña porque no lo soy; fuiste tú el que provocó el cambio, ¿lo recuerdas, Joan?
Tratarnos mal dentro y fuera de cualquier encuentro es algo común entre nosotros, pero sus contestaciones imprudentes me hacen hasta sonrojar. Jamás podré olvidar que fui el primer hombre con el que estuvo. Mi ego se eleva si lo pienso.
—¡Claro que lo recuerdo, idiota! Siempre tengo que hacer el trabajo.
—¡Bueno, ya déjame en paz! —chilla—. Tad, dile que deje de molestarme.
—¡Joan, no molestes a Jade! —Le sigue el juego obteniendo besos de su parte.
¡Odio que haga eso! Hablarle lindo a Bennett delante de mí, tomando la iniciativa de besarlo cuando él le lleva la corriente. Conmigo es diferente, nunca intenta tratarme bien o besarme primero.
¿Estoy celoso? ¡No! ¡Claro que no! Lo cierto es que debo tener sexo con otra persona o me volveré loco.
—Voy a salir de casa, nos vemos mañana.
—¡Espera! ¿A dónde vas?
—¿Alguna vez te he dado explicaciones de algo, Tad? Saldré a tomar aire, iré a divertirme solo—Hago una pausa—. Lo que hablamos en el auto... Hay que revertirlo.
—No debe ser ahora.
—¡Adiós, niña, duérmete ya!
—Adiós, Joan, cuídate —expresa con voz tierna.
Acaba de usar esa voz, la misma que pone durante el encuentro para persuadirme, para desautorizarme y hacer conmigo lo que quiere.
—Mírame. ¿Qué dijiste?
—¿Que te cuides? —repite desconcertada—. ¡Ay no lo sé, idiota! ¡Diviértete!
—Sí que voy a divertirme, ¡por fin tendré sexo con una mujer experimentada a la que no tengo que explicarle las cosas! —Suelto sin pensar—. Y no te preocupes, me voy a cuidar para luego cogerte a ti.
—Tú puedes follarte a quien quieras, ¿acaso no lo vienes haciendo hace años? ¡Aquí la única esclava soy yo!
—¡Joan! ¿Qué mierda te pasa? —Se entromete mi compañero—. Jade, no eres ninguna esclava, es solo un contrato, los tres tenemos beneficios por esto. ¡Ya lo habíamos aclarado!
Ella se encuentra furiosa, mi respuesta exacerbada no le ha caído bien, pero poco me importa. Tendrá a Bennett para consolarla y remarcar las reglas más importantes, o quizás puedan besarse un rato para poner a prueba lo aprendido hasta ahora.
—¿Sabes por qué te lo digo? Porque yo tendré sexo esta noche y del bueno, mientras tú estarás durmiendo.
—Yo también estaré durmiendo, imbécil.
—¡Vamos, Tad! ¡Tú puedes ir conmigo!
—Sí, Tadie, ve y diviértete, ¿está bien? —Deja un beso en su mejilla—. Yo estoy muy cansada, no me vendría mal dormir temprano.
—Voy a quedarme en casa—Sostiene acariciando su cabello—. Descansa, linda, mañana nos vemos. Te voy a extrañar.
¡Como quieran, adiós!
Voy a mi habitación y me recuesto en la cama a analizar todo lo que está pasando por mi cabeza. Basta con hacer un par de llamadas para obtener a cualquiera debajo de mis sábanas pidiendo por más. Puedo olvidarme de Jade chasqueando los dedos, porque jamás una mujer ha logrado encandilarme lo suficiente como para cegarme ante los encantos del resto.
La aplicación de las cámaras de seguridad está ahí, pidiéndome a gritos que ingrese, que la espíe como un adolescente pervertido que logra filtrarse en el vestuario de chicas de la escuela obteniendo pruebas suficientes para masturbarse a solas en su cuarto después. Pero soy obstinado, me gusta a la antigua, si lo quiero, acciono.
Entro a la aplicación encontrándome con Jade quitándose la ropa, recostándose boca abajo dejando a mi vista su perfecto trasero. Me está provocando, siempre lo hace, no le importa que vaya a acostarme con otra.
No son celos, estoy seguro de que no son celos. Cuando Tad la toca no me incomoda; aunque sí me molesta un poco el hecho de que ella es cariñosa con él y no conmigo. Por otra parte, una vez más la culpa recae en mí y en la acumulación de problemas laborales. Esos conflictos de mierda influyen en mi estado de ánimo, no puedo manejar el enojo tan fácil y desencadena con quien menos culpa carga: Jade.
Suspiro pesado intentando tranquilizarme y dejando de lado lo que no puedo resolver de la oficina. Estoy en casa, donde acostumbro a olvidarme de lo exterior y entregarme a la única persona que, sin conocerme del todo, me trata como a un igual.
Su imagen frágil y apetecible genera en mí una necesidad, la de cuidarla y enseñarle; pero detesto verme débil, maniobrable, es una barrera que no estoy dispuesto a trasgredir. ¿Qué mierda sucede conmigo?
TAD
El idiota de Joan acaba de dejarme sin diversión esta noche. Estúpida regla de follar solo en trío, la rompería ahora mismo si no fuera porque él podría desquitarse después haciéndolo a solas con Jade y no lo considero justo tampoco.
La cámara de seguridad muestra que ella está en ropa interior boca abajo, dejando a la vista su culo prominente. Mi erección es notable, pero lo que menos quiero es tener que masturbarme a esta hora. Muero por hacerle un anal, ansío el momento en el que pueda entablar una conversación con ella y proponérselo.
Apenas llegó a casa establecimos con Grant los tiempos, hay que ir de a poco y no agotarla, es un proceso. No obstante, a Jade le encanta experimentar, nos lo ha demostrado.
Con los ojos cerrados y a medio sentar se quita el brasier posicionándose boca arriba. ¿Tendrá calor o siempre duerme así? Nunca he revisado las cámaras por las noches.
Abro la puerta de mi habitación y salgo hacia el pasillo, tengo que tocarla o hacer que me toque, da igual si no puedo penetrarla.
Grant aparece en el corredor, acaba de salir acelerado y con un objetivo en mente.
—¿Qué haces aquí? ¿No te ibas?
—Lo siento, ¿está bien? —Admite con las manos en los bolsillos—. Vamos a buscar a Jade a su habitación.
—¿Estuviste viendo las cámaras de seguridad? —reímos—. Somos dos pervertidos, tal y como ella lo dice.
—Tendré que pedirle disculpas —Exhala con molestia—. Seré su sumiso si quiere.
Imbécil. Ya perdimos como una hora y lo más seguro es que siga dormida. Más allá de eso, una de las reglas es que no puede negarse a tener sexo. Será la primera vez que tenemos que despertarla.
Nos escabullimos a su habitación con complicidad de por medio. Cada uno se coloca a un costado para encargarnos de sus pechos expuestos. Se asusta al principio al sentir la humedad, luego se relaja disfrutando del momento.
JADE
Le respondí mal al idiota de Joan y eso desencadenó toda una discusión. Tad permanece en la casa, mas no puedo mantener intimidad con él porque sería contrario a las reglas, esas malditas reglas mal establecidas.
Es obvio que ellos mantienen relaciones con otras personas; y claro que me molesta, no quiero ni pensar en que puedan generar el mismo placer en otras mujeres. De todas formas, no puedo hacer nada, bajo los efectos de la sumisión no soy nadie.
Delante de los dos finjo que todo está bien, pero por dentro no puedo manejar la ira que me consume. No sé si son celos, lo único que estoy segura es que me molesta sentirlos. Ellos no me pertenecen, solo es un contrato, son como una especie de secuestradores si así quisiera llamarlos. Hace más de cinco meses que estoy aquí, no he visto a mi familia ni a mis amigos, tampoco sé que piensan ellos de mí o dónde creen que estoy. Es aterrador cuando lo pienso en demasía.
Me quito el brasier para dormir más cómoda. Es molesto, en algún momento de la noche me termino deshaciendo de él. Mi libertad se basa en llegar a casa después de la universidad o el trabajo y liberar mis pechos para pasearme a gusto. Por otra parte, esta habitación es sofocante, a pesar de estar en un primer piso me da pánico dejar la ventana abierta. Necesito un ventilador, ojalá no se enojen si se los pido.
Los minutos pasan y logro concebir el sueño; pero no por mucho, porque de repente despierto cuando mis senos son succionados por unas bocas juguetonas.
—¿Qué hacen?
—No quiero follar con nadie que no seas tú —susurra Joan en mi oído.
—Despierta, linda, por favor—prosigue Tad— Vamos al cuarto, ¿sí?
—No tengo muchas ganas —Me quejo alejándolos de mí.
—Te haré dar ganas—Insiste el castaño—. Te haré tantas cosas que vas a suplicarme por más, voy a dejarte agotada; te prometo que dormirás por un largo rato después —extiende.
—No caminaré —digo sonriente aun con los ojos cerrados—. Estoy cansada.
—¡Ven aquí!
Joan me carga en sus brazos robustos y con desespero vamos hacia la habitación del encuentro. Más bien la habitación de los deseos, porque cada uno de mis caprichos se vuelve realidad cuando traspasamos esa puerta. Dentro de esas cuatro paredes los tres nos volvemos uno, me atienden a mí y se olvidan del resto de sus problemas. Soy como una diosa para ellos, siempre me hacen sentir así.
Tenemos el control de la situación, nos gusta adueñarnos de nuestras pieles, comernos a besos, satisfacer nuestros instintos salvajes.
Solo tengo puestas mis bragas, que son arrancadas en su totalidad por Tad apenas Joan me deja sobre la cama.
—Quiero que te relajes porque hoy practicaremos sexo anal, ¿está bien?
—No, no, Tad... —titubeo despertándome de una vez sentándome en el colchón.
—Nunca te hemos lastimado, Jade ¿Confías en nosotros?
—Sí, pero tengo miedo; me va a doler.
—Todo estará bien, te prometo que no dolerá.
Los dos se concentran solo en mí, soy receptora directa del placer acumulado que ambos se cargan. Besos recorriendo mi piel, logrando humedecerme en cuestión de segundos. Y es que nunca pensé que hasta toqueteos en los pies me provocarían placer. Sus dígitos se deslizan por el interior de mis muslos, me voltean para quedar boca abajo y continuar por mi espalda.
Joan presiona mi cabeza sobre el colchón y giro hacia un costado para verlo sonreír, sé lo mucho que le gusta implementar fuerza, creo que es algo que compartimos.
Se quitan las prendas, esta vez parecen desesperados. Después de nuestra pequeña discusión esto es como sexo de reconciliación y me agrada.
—Ponte en cuatro, Jade —ordena Joan.
—¿Quién quieres que lo haga? La elección es tuya, una vez más.
—Hazlo tú, Tad, pero con cuidado.
—Gracias —Festeja antes de besar mi espalda baja—. Lo haré muy suave, te lo prometo.
El castaño me embadurna lubricante alrededor del ano con uno de sus dedos. Posteriormente, hace lo mismo sobre un dilatador introduciéndolo poco a poco en mí.
Joan me besa, me ayuda a distraerme por completo pidiendo que me relaje para que esto sea más fácil. Al principio me cuesta, la sensación de algo insertándose en mí es extraña; pero con mucha paciencia y manoseos previos me olvido, hasta que el dilatador queda dentro.
—Eso se quedará ahí por unos minutos —Lo escucho decir a mis espaldas—. Acuéstate boca arriba. ¿Quieres hacerlo con Joan mientras?
—Sí, sí quiero.
Y ante mi respuesta el pelinegro enfunda su miembro en látex deslizándolo desde el capuchón hasta el perineo. Tengo que suplicar para que se hunda en mí de una vez, hasta que lo hace y mis pliegues lo reciben encantados.
El hecho de tener el dilatador me provoca una sensación diferente, es raro, pero me gusta.
—Mírame—Exige tomándome del rostro—. Dime que te gusta.
—Me gusta mucho, Joan; aunque quiero estar arriba, me siento incómoda con esto.
—No puedo decirte que no —Sonríe.
Acepta mi pedido y cambiamos de posición. Ahora puedo desquitarme con él de la forma en que tanto ansío.
Mis manos se apoyan sobre su pecho, no puedo evitar mirar aquel lobo en su piel y los trazos marcados que relucen. Acaricio la tinta con curiosidad, se ve muy sexy, me pregunto a qué se debe el tener a este animal marcado.
—¿Te gusta el lobo o cómo te estoy cogiendo? —Inquiere a regañadientes sobre mis labios—. Eres preciosa, eres perfecta.
—Pensé que no querías estar conmigo hoy.
—Siempre quiero estar contigo; nadie va a complacerte como yo lo hago —exhala con fuerza—. Ni con la intensidad en que lo hago.
Mi cadera se mueve al compás de la suya, a la vez que sus ojos oscuros me observan complacidos. Tiene las manos posicionadas en mis pechos, apenas sus pulgares rozan por el balanceo.
—Mírame —Le ordeno invirtiendo los roles—. Dime que solo te gusta coger conmigo.
—Jade, las órdenes las doy yo —bufa.
Le doy una fuerte bofetada en el rostro y prosigo con mi movimiento certero. Queda estupefacto, solo se escucha la risa de Tad de fondo.
—¡Jade, sí que eres ruda! —afirma desde el sillón— ¿Por qué no eres así conmigo?
—¿Por qué me golpeas, idiota? —cuestiona serio—. Así que esto es lo que quieres...
Lo abofeteo por segunda vez e insisto que me lo diga. Quiero escucharlo decir que solo le gusta hacerlo conmigo, que nadie más que yo toco este abdomen marcado y estos labios sensuales.
—¡Dímelo! —dictamino.
—¡Oh, mierda! ¡Creo que me excita mucho que me trates así!
Jala mi cabello con brusquedad con el fin de atraerme y enfrentarlo. Se encuentra serio, completamente en su rol de bad boy que tanto disfruto.
—Me gusta coger contigo. ¿Es eso lo que quieres oír? —Exhala ingresando con fuerza—. Me gusta escucharte gemir mi nombre y que te pongas violenta.
Solo con él puedo hacerlo, a Tad jamás lo golpearía. Sé que muere para que lo haga, pero mi papel es diferente y en cierto punto me encanta ser la sumisa del castaño de ojos verdes.
—Jade, dime si prefieres terminar con Joan y luego estar conmigo, ¿o quieres que lo hagamos los tres juntos? —pregunta desde el sofá con la vista puesta en nosotros.
—¡No, déjame terminar a mí! La posición será incomoda, estaremos demasiado cerca, Tad, me molesta.
—¡La idea de hacer un trío es que te desinhibas, imbécil! Además, no voy a penetrarte a ti, quédate tranquilo —ríe.
—Quiero estar con los dos, por favor, Joan —expreso con la voz suave para convencerlo.
—De acuerdo, nena, lo haremos así.
El castaño se aproxima entusiasmado. Arqueo mi espalda dejando al descubierto mi culo hacia él. Retira con delicadeza el dilatador; me siento un poco incómoda, o más bien asustada.
—Relájate, Jade, ahora estaré dentro de ti; no pienses en nada más que en el placer que voy a provocarte.
—Ven aquí— dice Joan.
Lo hace para distraerme una vez más y lo logra, siempre lo logra. Su exquisita lengua juega con la mía impidiéndome pensar, me obstruye toda clase de cavilación.
Percibo que Tad coloca más lubricante en la zona y me explica que también lo hará sobre el condón. Su pene se inserta en mi ano previamente dilatado, puedo oír su fuerte respiración y los gemidos involuntarios cada vez que se introduce centímetro a centímetro en mi cavidad. Varias sensaciones son las que descubro. No duele tanto como pensé, pero tampoco puedo describir si me gusta.
—¿Estás bien? —pregunta sin terminar de adentrarse—. ¿Puedo un poco más?
—Sí, sí.
Se queda inmóvil cuando su falo encaja, luego se mece hacia adelante y atrás. Una impresión rara se apodera de mi cuerpo. No me duele, al contrario, lo disfruto.
—Eso es nena... ¿Te gusta?
—Sí, pero hazlo suave hasta que yo te pida más. Me pone nerviosa.
—No lo haré brusco, todo a tu tiempo.
Joan no se mueve, a pesar de que su miembro permanece dentro de mi vagina erecto ante mis quejidos. Me observa y tira de mí hacia adelante para devorarme los labios otra vez. Por su parte, el castaño le da placer a mi trasero emitiendo gruñidos audibles, aumentando mi libido en forma progresiva.
—Ahora voy yo —informa el pelinegro—. Disfrútalo y avísame si quieres que pare.
En cuanto comienza a moverse la sensación es inexplicable; nunca había sentido tanto placer. Estos hombres, a los que odié al principio, son mis maestros del sexo, me han enseñado todo lo que sé, incluso hasta tener doble personalidad dentro y fuera de la cama.
Las embestidas aumentan y en el cuarto solo se escuchan jadeos. A este paso me correré antes que ellos, sin duda.
Joan me toma del cuello con ambas manos, obligándome a mirarlo mientras me penetra. Tad se aferra a mi cintura, sus arremetidas son constantes, puedo sentir su pene bombeando en mi interior.
Mis piernas flaquean, entonces me corro con unos espasmos brutales acompañados de gritos imparables que se escuchan en el cuarto. Bastaron dos embestidas más para que Tad también lo haga, llenándome de su líquido blanco y espeso. Con cuidado se retira de mí para quitarse el condón.
—Yo todavía no termino —comenta Joan relamiéndose.
Me coloco de costado. Él eleva mi pierna irrumpiendo con fugacidad y firmeza. Estoy muy sensible, lo sabe; por lo tanto, que acabe pronto es lo que más imploro. Su mano apresa mi cuello mientras me embiste duro y con fuerza, puedo imaginarme su mandíbula contraerse y hasta una leve capa de sudor en la frente, se encuentra a punto. Un gruñido acompañado de un gesto riquísimo culmina en mi cuello y sonrío, porque una vez más lo hemos disfrutado.
Los tres quedamos exhaustos, sin duda esta es mi mejor experiencia hasta ahora.
—¿Te gustó? Tienes un culo perfecto y es todo mío ahora. —Sonríe agitado.
—¡De ti me gusta todo! ¿Crees que mañana me duela? —Hago puchero.
— No, linda, no dolerá.
Amo hablarle como una pequeña niña inocente, me gusta el hecho de que es mayor que yo y aun así se descontrola conmigo. Quiere que sea ruda, pero con él no puedo, prefiero que me domine al cien por ciento.
Mi otro compañero besa mi cuello susurrándome al oído después. Lo tengo a mi lado bañado en sudor y controlando sus jadeos.
—¿Por qué conmigo no eres una niña buena? No eres cariñosa.
—Me gusta ser cariñosa solo con Tadie.
Me abraza por la espalda sin dejar de besarme. Tad me tiene de frente y solo se concentra en mi boca. Con ellos, el placer sigue incluso después del orgasmo.
—Por favor, invierte los roles solo una vez —suplica el pelinegro.
—No voy a invertir los roles, me gusta así, porque sé que a ustedes les gustaría que fuese al revés—rio.
—Eres mala, Jade—dice el castaño—. Quiero que me golpees de vez en cuando, que me tires del pelo. Tus caricias me encantan, pero te prefiero agresiva.
—Te prefiero cariñosa —interrumpe el otro.
—No lo sé, lo pensaré mientras empezamos de nuevo, ¿no?
—¿No estás cansada? —pregunta sorprendido.
—Quiero seguir jugando, Tad —hablo tierna—. ¿No quieres jugar conmigo otra vez? Tú abajo ahora.
—Jade, si lo hacemos de nuevo quizás si te duela mañana —bromea—. Vamos a dormir, ¿sí?
Le doy la espalda para focalizarme en Joan esta vez. Sé que a él puedo convencerlo.
—Joan, ¿tú no quieres jugar conmigo otra vez? —Uso la misma voz.
—¿Vas a ser una niña buena conmigo? —Acaricia mi cabello.
—Sí. ¿No quieres hacérmelo por atrás?
—De acuerdo, ponte en cuatro mientras busco un preservativo.
—Que fácil eres, Joan. —Ríe su amigo.
—¡Ponte el preservativo, Tad, ahora! —Me siento a horcajas sobre él.
—No, Jade, ya dije que...
Lo abofeteo y se lo exijo. Joan ríe desde la orilla de la cama, el golpe se ha escuchado fuerte, mucho más que el de él. Si tengo que cambiar los roles para que me follen como quiero y cuando quiero, lo haré.
—Jade, dije que no —ríe.
—Y yo te dije que sí —Lo tomo del pelo con fuerza—. ¡Que te pongas el puto preservativo ahora!
Tad tiene gustos particulares, muchas veces los imparte conmigo y otras prefiere contenerse. Me encantaría ser así de bruta en la cama, pero prefiero que él lo sea y entregarme por completo a su tacto y desenfreno. Me gusta cuando la brutalidad es impartida sobre mí y en el momento exacto en que lo necesito. Él es perfecto para eso.
Joan le tira un condón y este se lo pone. Ambos me penetran despacio y, cuando todo está listo, comienzan a moverse acelerando las acometidas.
Tengo a mi vista el rostro sexy de Tad, quien se muerde el labio inferior conteniendo sus gemidos. No puedo dejar de mirarlo, es jodidamente hermoso. Enmaraño mis dedos en su cabello castaño y lo despeino por completo. Disfruto verlo así, desprolijo, agitado, concentrado y respirando pesado.
—No te contengas en los gemidos —Le pido—. Hazlo para mí, ¿sí?
—No me gusta hacerlo, sabes que solo es al final.
—¡Hazlo! —Exijo con otra bofetada—. Gime para mí, fuerte, en mi oído.
Comienza a hacerlo suave, ronco, solo para cumplir mi fantasía instantánea. No falta tanto para que los dos nos descontrolemos y sea innecesario suplicar. Es la primera vez que lo escucho jadear fuerte, con esa voz varonil y gruesa que tanto me excita. Mis labios se dirigen a su cuello atreviéndome a hacerle un par de chupetones. Él sonríe, siempre ha querido esto.
Tironeo con fuerza su cabello haciendo que esos hermosos ojos verdes, que se dilatan de tanto placer, se crucen con los míos para soltar toda mi verborragia acumulada.
—¡Me encantas, Tad! Dime que te gusta follar conmigo.
Se relame los labios antes de responder, es su propio juego y solo estoy tanteando el terreno.
—Me encantas desde la primera vez que te vi. Eres tan hermosa, Jade, y estás tan buena.
—¡Háblame sucio! Cógeme más y háblame sucio al oído, dime lo mucho que te gusto.
—¿Eso quieres? —Sujeta mi mentón captando mi atención—. Me gusta oír tu sinfónica de jadeos cuando te corres en mi pene o en mi boca, me gustan tus pechos rebotando frente a mí como en este momento. —Prosigue—. ¿Sabes que más me gusta?
—No. —suspiro—. ¿Qué más?
—Me gusta cuando me lo chupas y lo envuelves con la lengua, correrme en ti, salpicarte, ensuciarte...
Necesito a este hombre hablándome a esta corta distancia, con esta simultaneidad que mientras me dicta la teoría me aplica la práctica, me enseña, me evalúa. Me encantaría tener el control, sin importar quién sea el otro; sin embargo, también me gusta que me dominen, no puedo evitarlo.
Ahora dos hombres están dándome placer, yo los estoy satisfaciendo a la vez, y cada uno de uno de ellos es bueno en lo que hace, de la forma en lo que hace.
Joan halaga mis atributos hablando con dificultad tras la excitación. Sus manos se aferran a mi cintura y puedo sentir sus testículos rebotando en mi entrada. Su voz rasposa emite una que otra frase vulgar calentándome en una milésima de segundos.
—Tienes un culo tan hermoso.
—¿Te gusta? ¡Es tuyo, Joan! —contesto con la voz que tanto añora.
—¡No me hables así que voy a perder los estribos!
Después de varios minutos, el orgasmo llega invadiéndome todo el cuerpo. Joan arremete en mi trasero en una sucesión de embestidas rápidas y cortas, quedando paralizado en la última, hundido en mi interior.
Tad me da vuelta una vez que Joan se retira para dejarme debajo, donde puede moverse a su gusto y velocidad, siendo fuerte, bruto. Se corre jadeando como me gusta, de esa manera que tan caliente me pone; y no puedo dejar de mirarlo porque creo que no es consciente de lo perfecto que es.
Todavía con las piernas prendidas a su cintura lo beso, y es un beso pasional, porque no estoy dejando que se recupere, no lo dejo respirar, así como él tampoco me dejó respirar a mí tras el último orgasmo.
Llega un punto en que debemos separarnos, recobrar el aliento y no morir esta noche si no es solo de placer. No puedo pedir más nada, pensar que no tendría sexo y lo tuve doble en todos los sentidos.
—Que hermosa eres, Jade, me gusta que seas tierna conmigo, eres perfecta para mí —dice Joan acostado a mi lado.
—Tú eres muy tierno dentro de esta cama, pero fuera eres un completo idiota.
Carcajea ante mi comentario, sabe que es verdad; no obstante, en este momento no deja de besarme y mimarme.
Tad no se queda atrás, acaricia mi hombro y mi brazo hasta llegar a mi mano, entrelazando sus dedos con los míos.
—¿Crees que mañana me duela, Joan?
—No, te prometo que no te dolerá; te hemos cuidado mucho esta noche —Acaricia mi mejilla.
—Vete a dormir, Jade, es muy tarde.
Toma mi rostro para besarme y suelto un chillido por la presión aplicada.
—Soñaré con tus gemidos en mi oído, Tadie, porque son exquisitos.
Salgo de la cama dejándolos acostados con mi lugar vacío al medio. Ellos observan embobados como me alejo hacia la puerta.
—¿Se van a quedar ahí? No jueguen sin mí —Me burlo tras una risita.
—¡No! —responden al unísono poniéndose de pie.
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