30• Contratiempo
JADE
Mis actividades en la agencia se encuentran inactivas; el señor Milbourn se ha tomado unas pequeñas vacaciones en familia y con las chicas hacemos lo mismo hasta su regreso. Ahora estamos de compras, sin embargo, nos hemos separado porque cada una busca diferentes estilos. En lo que a mí respecta necesito un vestido de noche para una cena a la que mi padre quiere que lo acompañe.
Ya he buscado entre varias prendas aquella que logre acercarse a lo que mi imaginación fantasea; largo, ajustado al cuerpo, pero sin parecer impúdica. Ninguno termina por convencerme, estoy pensando en desistir y fingir un resfriado o un fuerte dolor de cabeza con tal de quedarme en casa. Entraré al tercer local y espero dar en el blanco, lo que menos quiero es quedar frustrada en otra cosa.
Las vendedoras me saludan con cordialidad ayudando a buscar el dichoso vestido que se amolde a mis necesidades de chica que irá a una cena con colegas de su padre.
—¿Qué te parece este? —pregunta la mujer bajo su elegante uniforme.
—¡Me encanta! —exclamo al notar que es perfecto—. ¿Puedo medírmelo?
—Sí, pase por aquí...
Dentro de los probadores me observo frente al espejo deslumbrada por la suavidad de la tela a pesar de estar ceñida. El vestido es negro, estrictamente formal y sofisticado, no deja nada al descubierto, aunque sin dudas mi figura se marca de manera sugestiva. Debo llevármelo.
Es casi un hecho que valdrá una fortuna, esta casa de modas es de las más elegantes del país; mas no es un problema, se puede decir que mi cuenta bancaria está bien dotada después de 5 extensos meses de trabajo sustentable. Sonrío y vuelvo a vestirme.
A punto de salir de los probadores para ir hacia la caja escucho aquella voz gruesa y varonil que tanto extraño. Detengo mi caminar tratando de recapacitar si no estaré volviéndome loca al verlo hablar con una de las vendedoras. ¿Qué hace él aquí?
Sin que note mi presencia finjo buscar alguna otra prenda entre los diferentes percheros.
—Entonces, ¿se lleva este vestido, señor? —Le pregunta la chica.
—Sí, por favor. ¿Pueden prepararlo para regalo? Me gustaría enviárselo esta misma tarde.
—Sí, por supuesto.
Ella sonríe y puedo jurar que está coqueteándole. A pesar de la distancia me carcomen los celos y las ganas de aparecer frente a sus ojos para marcar mi territorio; no obstante, eso sería vanidoso y fuera de lugar, me dejaría en ridículo.
Tad está hermoso como siempre, de traje gris oscuro y sin corbata. Los primeros botones de su camisa se encuentran desprendidos, su pelo está partido a la mitad, dándole una vista distinta a su viril rostro. Se muerde el labio a la espera de que el maldito posnet reconozca su tarjeta antes de firmar la autorización de envío. ¿Para quién será ese vestido?
—Muy bien, señor, aquí tiene su tarjeta. Le enviaremos el vestido a su esposa cuanto antes.
—Muchas gracias, a ella va a encantarle, estoy seguro.
¿Su esposa? ¡Pero qué mierda! Aprieto la percha en mis manos casi al borde de romperse por la presión ejercida.
—Señorita, ¿cómo le quedó el vestido? —Consulta la vendedora a mis espaldas.
—Muy bien, lo voy a llevar.
Le entrego mi tarjeta recibiendo una sonrisa, a la vez que mira hacia la puerta donde Tad está saliendo.
—Que hermoso hombre, ¿no? —cotilla conmigo.
—Sí.
—Tenía un anillo, por eso supe que era un regalo para su esposa; ya no quedan de esos.
—No, ya no quedan —repito.
Me entrega la tarjeta y junto a ella la bolsa con mi compra. Me despido y busco mi celular para llamar con urgencia a mis dos amigas. Tengo que irme de aquí ahora mismo, aunque falten mis zapatos; mañana puedo regresar.
—¿Dónde estás, Jadie?
—¡Alison, tengo que irme a casa! Después te explico.
—¿Nos vas a abandonar aquí? Gracias, eres la mejor amiga.
—Lo siento, pero...—resoplo—. Está bien, las esperaré en el estacionamiento, después les explico.
—¡No, dime que pasó!
—Tad está aquí, no quiero que me vea. Si se lo encuentran, no le digan. Demórense lo que quieran, pero estaré en el auto.
En las escaleras mecánicas desciendo observando sutil hacia los costados, lo que menos quiero es que me vea, no voy a contenerme, lloraré frente a él. Mis pies tocan el suelo del primer piso y solo me queda salir del shopping para huir hasta el estacionamiento en el subsuelo.
¿Cómo puede ser que Tad se haya casado? ¿Tan pronto? ¿Con quién? Me siento hundida, algo me duele y no sé bien qué es. Tengo ganas de vomitar o tal vez de orinar, es confuso.
El estacionamiento se halla desolado. Abro la puerta del coche, largo la bolsa hacia el asiento de copiloto sin importar que se manche o arruine aquel vestido que tan caro me costó, y me afirmo al volante cubriendo mi rostro. Ya no puedo más.
No sé cuántos días han pasado, el corazón no me deja de doler y me siento fatal al enterarme de que Tad está con otra mujer. Me lo merezco, realmente merezco sufrir así, que el destino se encargue de recordarme de todas las maneras posibles de lo que perdí. Si esto no es un recordatorio es la crueldad en su máxima expresión.
"Me casaría si encuentro a la mujer indicada".
Lloro porque me lo decía a mí, me miraba a los ojos, selló su frase con un beso y correspondí. ¿Qué clase de idiota soy?
La respiración se dificulta en tanto mis sollozos ambientan el interior del vehículo. Espero que las chicas demoren más de lo pensado porque no tengo una excusa que valga tanto como para sucumbir a la primera.
La ventanilla del auto es golpeada suave con los nudillos y me yergo de repente en el asiento para mirar con vergüenza hacia afuera. Aquel rostro causante de mis lágrimas queda atónito cuando nuestras miradas hacen contacto; apenas me animo a ver el umbral de sus ojos verdes. Seco mis lágrimas girando mi rostro hacia otro lado, quizás hasta asumiendo que desaparecerá de inmediato, pero el golpe se escucha otra vez y luego la puerta se abre.
—Jade...—susurra—. ¿Por qué estas llorando? ¿Qué te pasa?
—Nada, señor Bennett, no se preocupe —respondo sin poner énfasis en su rostro.
—¿Por qué me hablas así?
—Usted pidió que le hablara con respeto y eso estoy haciendo.
Lo escucho reír. Amablemente me pide bajar del auto, mas no puedo hacerlo; no estoy en las condiciones mentales suficientes para enfrentar una conversación.
—No puedes manejar así, ¿quieres que llame a alguien que venga por ti? Tal vez Payne.
—No hace falta, estoy esperando a alguien y luego me iré. No se preocupe.
—¿Puedes mirarme? Deja de llorar o no me iré.
—Si no le molesta, prefiero estar sola. No lo tome a mal, pero no quiero verlo.
—Por favor, baja del auto, Jade, no voy a hacerte nada. Quiero saber por qué estás así, ¿alguien te hizo daño?
El calor de su mano apresa la mía como un ruego, entonces aquel anillo demanda mi atención. Dorado... Anillo de oro, compromiso. Quito mi mano y la llevo a mi rostro para limpiar el resto de las lágrimas que deslizan por mis húmedas mejillas.
—Estoy bien, señor Bennett, no se preocupe, solo tuve un mal día —insisto sin mirarlo—. Si me disculpa, creo que mejor me iré a casa.
—No, no te preocupes, tú estás esperando a alguien, me iré yo. Jade... —Formula una pausa que parece eterna, aunque solo sean segundos—. Por favor, no manejes hasta que hayas dejado de llorar, ¿está bien? No sé qué ha pasado, pero nada puede ser tan grave como para que te pongas así. Cuídate.
Cierra la puerta a mi costado antes de avanzar hacia el vehículo que se encuentra al lado. Caigo en cuenta que no me ha seguido, ha dado la casualidad de que nuestros autos están aparcados a una mínima distancia.
Lo escucho alejarse, no me atrevo a levantar la vista cuando hace marcha atrás. El vacío del coche a un costado es casi la misma sensación que me deja nuestro encuentro. No me atreví a mirarlo, no caí ante su corta insistencia y creo que fue correcto; aunque ahora lo esté lamentando y la cabeza me pida a gritos perseguirlo como una loca.
TAD
Vine al centro comercial por un presente para Amber; es su cumpleaños y, a pesar de que la he visto hace un par de días, quiero sorprenderla. Luego de pagar incluso los gastos de envío, aproveché para comprarme una camisa, simple modestia.
Caminé hacia el estacionamiento y, a punto de subir a mi auto, escuché el sollozo de una mujer. Una chica en el vehículo de al lado se encontraba casi escondida sobre el volante, su cabello negro cubría su rostro, parecía no darse cuenta de mi presencia a un lado de la puerta. Quizás no debía entrometerme en los asuntos de una completa desconocida, ¿pero qué clase de hombre sería al pasar por alto algo así? Tomé valor y golpeé la ventanilla. Toda mi seguridad se desvaneció por completo cuando aquellos ojos aguados eran lo de mi linda Jadie. ¿Quién la había lastimado tanto como para que llorara de esa manera?
Intenté captar su atención, sin embargo, no obtuve más que respuestas con elevado respeto. Algo que odio y que omití para no causar más problemas.
"No lo tome a mal, pero no quiero verlo".
Dolió, como si mil alfileres se clavaran en mi corazón de almohadilla, e insistí, porque solo quería verla, que bajara del coche para abrazarla, ser quien la consolara y autoconvencerme que, a pesar de todo, se rendiría a la distancia, mas no sucedió.
Cuatro segundos. Cuatro segundos bastaron para romperme el corazón al verla llorar.
Golpeo la puerta de la oficina de Brendan y abro, no me ha dado el permiso para hacerlo, pero es mi empresa, hago y deshago. Se encuentra junto a Joan, están mirando unos papeles mientras discuten por la discordancia de números. Levantan la vista con furia volviendo a lo suyo cuando notan que soy yo y no alguien externo.
—¿Qué pasó ahora? —pregunto curioso—. ¿Por qué traen esas caras?
—Estos números no cierran —espeta Joan con el ceño fruncido—. O el contador es realmente estúpido o nos está estafando.
—Pero si eso lo hizo Brendan —Señalo, y la cara de Grant se tensa.
Su lengua choca con su mejilla en tanto sus dedos posan en el puente de su nariz. Trata de guardar la calma, no obstante, sabemos que es imposible.
—A ver... Capaz que no es nada grave.
—¿No es nada grave? —Tira la carpeta contra el escritorio poniéndose de pie—. ¡Explícame que mierda es esto, Porter! ¿Acaso en tu puta universidad de derecho no te enseñaron a hacer un balance? No, ¿verdad?
—¡Cálmate, Joan!
—¡No me calmo una mierda! —Suspira pesado tirando lo primero que ve a su alcance —. Llama a Kurt, ahora.
—¿Disculpa? ¿Eres mi jefe? ¡Llámalo tú, idiota!
Camina en mi dirección, lo único que puedo esperar es un golpe, pero al contrario de eso, solo choca su hombro con el mío para salir del despacho dando un portazo.
—Brendan, no le hagas caso, esto no es tu culpa, yo lo arreglo.
—Tad, lo siento, yo creí que...
—¿Que siendo abogado te hacía contador? No amigo mío, cada uno con sus mierdas —me rio y él se destensa.
Reviso los papeles constatando la existencia de errores en los balances, sin embargo, no es culpa de Brendan, se deben a los informes anteriores.
—Búscame los documentos de noviembre, por favor, no encuentro los respaldos de esto—señalo la carpeta.
Aquí hay algo raro, los números no cierran, aunque es imposible.
—No están —contesta de inmediato.
—¿Cómo que no están? ¿Desaparecieron? —Levanto la voz y creo que se invirtieron los roles.
Brendan se pone de pie con los nervios de punta e insiste en revisar la carpeta, pero esos documentos no aparecen.
—Tad, te juro que todos los papeles estaban aquí, yo no he realizado ningún tipo de movimiento.
—Confío en ti, perdón si me alteré —resoplo—. Llama al departamento de Contabilidad, es un error, o una estafa de ese inepto.
Salgo de la oficina en busca de Joan, no sé dónde se ha metido y la idea de que pueda cometer una locura siempre está latente. Camino por el largo pasillo y, entre tanto, llamo a Kurt.
—¡Ya voy, Tad! —Es lo primero que escucho—. ¡No puedo teletransportarme, maldita sea! —grita.
—¿Ya hablaste con Joan?
—Sí, por cierto, está bastante alterado, ¿quién se cree? Yo ni siquiera trabajo con ustedes. Si Brendan se manda una cagada en la parte contable debe ser porque él estudió en la facultad de Derecho, ¿no crees? —ironiza—. Ahí, además de ser un ave de rapiña, no sé qué otras cosas les enseñan.
—¡Cierra la boca, Kurt, esto es más grave de lo que piensas! ¡El contador nos está estafando! Y ahora estoy buscando a Grant, nos vemos en un rato.
Rose se encuentra concentrada detrás del mostrador de recepción, está marcando con resaltador las tareas realizadas a la fecha, es tan ordenada que nunca termina de sorprenderme. Me atrevo a interrumpirla poniendo mi mejor cara; no quiero que nadie se dé cuenta lo que está pasando.
— Rose, ¿viste a Joan?
—El señor Grant subió por las escaleras, debe estar en la sala de juntas.
—Gracias.
¿Sala de juntas? No, está en la azotea.
JOAN
Contemplar la ciudad desde las alturas es algo sublime; más de una vez me he retirado a tiempo de los problemas para solo quedarme en lo alto sintiéndome capaz de lograr todo.
Meto mi mano al bolsillo y saco la caja de cigarrillos. La primera calada es la de satisfacción, las restantes un pretexto. Me gusta pensar con cada una de ellas para darme cuenta al final, cuando se ha consumido, que nada ha cambiado, y que el tiempo que me ha llevado lo podría haber invertido en otra cosa, volviendo a sentirme un inútil.
—¿Qué haces, Grant? Pensé que lo habías dejado.
—Recaí —respondo sin gracia expulsando el humo—. ¿Qué pasa, Bennett?
—Nos están estafando.
—Ahora Brendan nos estafa...
—¡No seas imbécil! No es Brendan, su balance está perfecto. Faltan documentos, recibos, los libros contables no están bien.
—Kurt viene en camino.
—Lo sé, lo trataste de lo peor al teléfono, incluso a Brendan —recrimina—. El pobre se siente fatal, ahora se está encargando de la parte legal, para lo que estudió, ¿no?
—Ya deberían estar acostumbrados a mi ira, yo no mezclo trabajo y amistad, lo sabes. Aquí tú y yo somos socios, Brendan es nuestro empleado.
—¿Y Kurt un subcontratado? Porque no lo sabía.
—No me jodas, Tad, son casi las 21hs y tendremos que quedarnos más de la cuenta por algo que pasó hace dos meses y ni siquiera lo sabíamos. ¿Y sabes por qué? ¡Por Jade! Estábamos tan pendiente de ella que dejamos de lado la discográfica.
—No es así, nunca tuvimos problemas con el contador y nos confiamos, es solo eso. Ahora lo podremos demandar y luego se la chupas a Kurt en forma de súplica para que se incorpore a la discográfica —Se burla.
—En cuanto Riley llegue me pateará el culo y me hará sentir como la mierda —reímos—, pero me disculparé con Brendan, actúe impulsivo.
—¿Ya ves? Brendan siempre está salvándonos, y tú al primer error te conviertes en el mismísimo demonio haciéndolo sentir culpable cuando ni siquiera le correspondía.
—Cada uno cumple una función —remarco—. Nadie debe realizar el trabajo de otro, Tad, para algo se les paga.
—Sí, como sea —Me evade asomándose al barandal para admirar la ciudad—. Me compré una camisa —Cambia de tema.
—Pensé que habías ido por el regalo de Amber, no de compras para ti.
—Lo hice, le compré un vestido y luego fui por una camisa. Pensé que aquí todo estaba en orden, no me llamaste.
—No sabía que Brendan había hecho el último balance, no me lo dijo, cuando tú llegaste me alteré. Es tu culpa.
—Él me ayudó hace un tiempo, tenía la cabeza en cualquier lado. Tal vez sí es mi culpa que la planificación o los balances se encuentren alterados, lo lamento.
—Entonces me das la razón, descuidamos lo que es importante.
—No, te juro que mi departamento ha funcionado correcto en todo el mes de diciembre, y sabes que fue el más caótico.
Está helando cada vez más. Traigo puesto el traje, sin embargo, el saco lo he dejado en la oficina por salir rabioso; a diferencia de Tad que se ha abrigado lo suficiente para venir a enfrentarme.
—Cuando salí del centro comercial y fui hacia el estacionamiento había una chica en un auto llorando—comenta.
—¿Te ligaste a una mujer en el centro comercial? —Busco un chicle y lo llevo a mi boca—. Y yo aquí con problemas.
—Cállate y escucha —Sostiene serio—. No podía verle la cara, su pelo la cubría, estaba con ambos brazos apoyados en el volante y su frente entre estos —suspira—. Me animé a golpearle la ventanilla para ayudarla.
—¿Ayudarla a qué? ¡Qué metido, Tad! Que te importa lo que le pase a la gente.
—¡Que te calles, Grant! No debería contarte —bufa—. Mejor iré a ver si llegó Kurt.
—Espera —Lo sujeto del brazo—. Lo lamento, sabes que soy impaciente. ¿Puedes ir al punto? Me estoy cagando de frío y tú con la puta paciencia.
—Era Jade.
Trago saliva y poco a poco libero el antebrazo de Bennett.
—Estaba llorando en el auto. Me vio un momento y luego evitó hacerlo. Abrí la puerta, le pregunté qué le pasaba, pero ella me pidió que la dejara; que estaba bien y que no quería verme.
—¿No pudiste hablar con ella?
—No, y en las pocas palabras que cruzamos se dirigió a mí como Señor Bennett, dijo que yo se lo había pedido la última vez. Me odia, Joan, es obvio que nunca podrá perdonarme por cómo le hablé.
—Tú también la odias, o eso pareció días atrás.
—No la odio, solo que no voy a pasar por alto su pedido. Quiere que me aleje y eso es lo que haré.
¿Y a mí me extrañará, aunque sea un poco? Me estoy volviendo loco, necesito tocarla más de lo que ya lo hago en los pensamientos, pero si no quiso ver a Tad tampoco querrá verme a mí.
Nuestros celulares vibran y reímos al ver la pantalla: Kurt.
KURT: ¿Dónde están? Ya llegué a salvarles el culo. Estoy con el contador inepto con el trabajan, vaya pinta de niñito idiota. ¿No piden foto en el CV en esta discográfica de mierda?
—Hay que pedirle a Riley que se calme o esto será una cacería y es lo que menos quiero.
—Habla por ti también, rey de la divina violencia —recrimina mi socio—. Los dos juntos frente al contador me producen nervios. Por favor, Grant, necesito que te tranquilices.
—¡Tad! Me hablas como a un trastornado.
—Como si no lo fueras—resopla—. Solo no la cagues.
TAD: Vayan a la sala de juntas, estamos a un piso de distancia
BRENDAN: Ahora vamos, yo me encargo.
JOAN: Guarda la compostura, Kurt, luego peleamos.
KURT: Ya lo sé, soy un profesional. Ustedes no pueden golpearlo, pero yo ni siquiera trabajo aquí, me lo cargo sin problema a la mínima sospecha.
—Prepara las rodillas, Bennett —ironizo regresando hacia las escaleras —. Kurt se ha ganado la mamada del día.
La discográfica está vacía, los empleados se retiraron al finalizar la jornada; la sala de juntas en el último piso es la única luz encendida. Brendan, Kurt, y el inepto contador, nos esperan en aquella larga mesa blanca.
Acomodo mi traje, y con el carácter hosco que me cargo, ingreso restándole importancia a la forma en que los he tratado antes.
—Buenas noches, caballeros —menciona Tad—. A lo que nos compete en forma exhaustiva.
—Señor Bennett, le puedo asegurar que el manejo contable lo he realizado bien a lo largo de estos meses —dice con nerviosismo el futuro ex contador de la empresa.
—Sí, me imagino —respondo—. Entonces, ¿dónde mierda están los respaldos faltantes? ¿Ah? ¿Crees que soy imbécil?
—No, señor Grant, pero le juro que...
—Cierra el pico —Interviene Kurt revisando una carpeta—. ¿Tú también manejas dinero en efectivo, además de llenar los libros y jugar al contador?
—No juego al contador, soy egresado de la universidad de...
—Te hice una pregunta, no te pedí el CV —bufa—. Responde.
Kurt Riley es intratable, su carácter suele ser ambiguo. Mientras las mujeres consideran que es un terrón de azúcar, frente a nosotros es despectivo y áspero en sus comentarios; pese a ello, no deja de ser un buen tipo. Tiene un corazón de oro y, a pesar de nuestras diferencias, sabemos que siempre contamos con él.
—Sí, manejo efectivo —resopla.
—Haremos una auditoría interna —manifiesta Brendan—. El señor Kurt Riley es Licenciado en Contaduría, además, hizo un doctorado en Ciencias Administrativas y un doctorado en Contabilidad, está plenamente capacitado para esto.
—Ya conoces a nuestro abogado —Señala Tad—. Si todo sale bien, te despedimos; pero si el resultado no arroja lo estimado, no solo te irás, sino que te iniciaremos una causa.
—Además de eso —hablo para intimidar—, te romperé la nariz.
—Señor Grant, por favor, cálmese; este procedimiento tardará un par de días, no se precipite —responde Riley desde su postura profesional.
Nos espera un largo proceso y en verdad aprecio que mis tres amigos estén aquí para solucionar este conflicto. Tengo que actuar de la forma más racional posible, aunque esto sea ocasional.
El contador parece calmado, casi logra convencerme de que todo está bien, no obstante, hay algo que me genera rechazo. Si descubro que estuvo estafándonos no voy a contenerme y le partiré la cabeza.
El manejo de efectivo es responsabilidad de Ami, quien se encuentra de licencia; por lo tanto, este idiota se está haciendo cargo. Es hasta ahora que Kurt lo menciona que me doy cuenta. Es más fácil para él justificar el dinero faltante.
Decidimos regresar mañana, nos espera un largo día. Ojala que esto termine pronto sin afectar el desenvolvimiento actual de la discográfica, el año recién comienza.
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