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28• Como las olas del mar

JADE

La madre de Joshua me habla de lo importante que es alimentarse en las mañanas, destacando las diferentes guarniciones con las que hay que acompañar las comidas. Presto atención a cada una de sus palabras, aunque por dentro me importe una mierda. ¿Dónde está Joshua para que me salve del monólogo de su madre? O mejor aún, ¿dónde está mi propia madre para que se ponga a dialogar con esta mujer un rato?

Lo cierto es que Olivia es un amor. Siempre luce impecable, su cabello parece recién salido de la peluquería, podría darme ese tips en lugar de algo tan innecesario como las guarniciones para acompañar la carne de res; no obstante, la escucho porque al parecer nadie lo hace.

Es ahora cuando entiendo por qué su hijo es tan acendrado. Seguramente le lavó el cerebro con conductas apropiadas en un tono relajante y tierno de voz, como una hipnosis.

—¡Jadie, estás aquí! —dice Joshua a mis espaldas—. Te busqué por todas partes.

—Estamos en una conversación de chicas. —contesta la señora Payne. Con sutileza lo está mandando a volar.

—Mamá, la siguen en otro momento, quiero salir con Jade a caminar.

—Adiós, señora Payne —Sí, adiós porque no pienso sostener este diálogo.

—Después seguimos, cariño.

Nos alejamos de la cocina hasta salir al Jardín de la casa que han rentado nuestros padres. El lugar es realmente acogedor, lo que menos quiero es desperdiciar el tiempo hablando de cosas que no me importan; salir es una excelente opción.

—¡Gracias, gracias, Joshua Payne! —Lo abrazo y este carcajea.

—¡Exagerada! Es mi madre y te quiere muchísimo.

—Yo también la quiero, pero créeme que me importa un carajo las guarniciones —Niega divertido—. ¿Saldremos a caminar o era broma?

—Vamos, Jadie —vira los ojos—. Iremos al muelle, toma tu cámara.

—Que romántico, Payne —Me burlo.

—¡Cállate, voy a ahogarte en cuanto lleguemos!

Estar en la playa es una de las sensaciones más bonitas. El ruido de las olas, la gente disfrutando de un bello día; bueno, es invierno, ahora el aire te congela hasta los huesos, pero amo San Diego.

La brisa arremete contra mis mejillas y mi cabello es un desastre, pese a ello poco me importa, el paisaje es precioso. Sujeto mi melena con una liga y tomo mi cámara para fotografiar a Payne, él yace observando el mar embelesado una vez que llegamos a destino.

Siempre lo molesto, sin embargo, es un hombre encantador. Vestido de negro resalta su piel, su cabello rubio remolinea rebelde en una toma perfecta mirando hacia la nada. Se ve impasible, absorto ante la belleza de las olas y el olor del mar.

—¿Qué haces? —Se cubre el rostro— ¡Jadie, no!

—¡Eres lindo! Además, existe el Photoshop.

—¡Tú eres linda! Posa aquí, te hago una sesión.

—¿Sabes usar una de estas? Sorpréndeme.

—Yo sé hacer todo, menos milagros, asi que intenta poner tu mejor cara —reímos.

Modelo para mi fotógrafo inexperto. Él propone poses, fondos, en tanto veo como juega con mi cámara. No sé cómo saldrán estas tomas, pero después podré comprobarlo en cuanto llegue a casa y descargue las fotos en el ordenador. Ahora solo quiero disfrutar del día, olvidar que están nuestros padres para molestarnos lo que resta de las vacaciones, y aclarar mis ideas frente a este precioso panorama.

—¿Tomamos un café? —propone mi amigo—. Sentémonos por allá.

—Que hermoso lugar —exclamo por enésima vez desde que llegamos—. Me encanta estar al aire libre cuando hace frío.

—Tu nariz se pone roja, eres muy blanca —sonríe—. Traigo doble bufanda hoy, sabes que soy muy friolento, ¿quieres una?

—Estoy bien.

—Quédate aquí, pediré nuestros cafés, pero saldré a hablar por teléfono un momento, tal vez demore —dice para luego alejarse.

Me ubico en una de las mesas con vistas al mar, no me importa si hace frio, ¿qué clase de idiota vendría hasta aquí para refugiarse debajo de un techo teniendo una vista tan privilegiada?

Es magnifico ver como las olas rompen contra la costa una y otra vez, como si se negaran a dejarla, como si recayeran en sus encantos y no le importara ser arrastrada con tal de volver a probar su margen. Así estoy yo. Soy como el agua de mar, porque no tengo explicaciones para repetir una y otra vez mis pensamientos.

Han pasado 10 días sin saber nada de esos dos y me he cuestionado muchas cosas en estos momentos de soledad. Después de más de 7 meses ininterrumpidos de sexo, ahora no me han quedado ganas ni de tocarme. No me interesa en lo absoluto, no quiero experimentar algo parecido con otra persona que no sea uno de ellos.

En cuanto a mis sentimientos, todavía estoy confundida porque, aunque me digan que no se puede amar a dos personas, lo siento así. No puedo elegir, no voy a elegir.

Extraño mucho a Tad. Quizás la traición, la segunda traición, fue demasiado. Lo lastimé, abusé de su confianza y, junto a eso, destruí la poca autoestima que me quedaba. Dijo que yo era igual a cualquier mujer, pude ver en sus ojos no solo rabia, sino dolor, lágrimas. Tad es el hombre con el corazón más sincero que he conocido, ha llorado frente a mí sin el mínimo de vergüenza, porque no le importa dejarlo en evidencia, le nace.

Aquella noche sufrí por ambos, no voy a negarlo; pero él, sin obligarme a hablar, sin gritarme, sin exigirme más explicaciones de las que logré dar, me había destrozado. Ya no soy su bebita, no soy Jadie ni su princesa, soy una más. Fui una mujer capaz de engañarlo, capaz de mirarlo a los ojos y decirle lo mucho que lo amaba cuando luego se entregaba en cuerpo y alma a otro: su mejor amigo.

Incansables veces me dio la opción de buscar a Grant, de regresar a su lado, y no lo hice.

"Búscalo, Jadie, no voy a dejar de amarte por eso".

Lo extraño, con él podía ser yo misma y me respetaba. Soportaba mis cambios de humor, me acompañaba en los silencios, me daba mi espacio; incluso lo mío con Tad no pasaba solo por el sexo, hubo días que se quedó en casa o que salíamos a dar una vuelta y el contacto físico no era necesario. Y aunque al principio pensé que era señal de alejamiento, con los días comprendí que era su forma de demostrarme lo mucho que me quería sin la necesidad de verme desnuda.

Tad era detallista, sabía exactamente cuándo necesitaba mis anticonceptivos, percibía que mis cambios de humor en la universidad eran casi todos los miércoles debido a mis clases de Estadística y mi mal genio con el profesor Walker; había descubierto la forma de hacerme dormir y despertar de buen humor.

Con él podía hablar por horas, sobre películas, sobre nuestras familias, sobre el porno si nos poníamos calientes. Tad Bennett es el hombre que toda mujer querría tener a su lado. Es adulto, racional y tolerante, pero a la vez es un niño con el cual puedes fantasear un mundo bonito y creerte princesa.

—Muchas gracias —dice Joshua trayéndome a la realidad al responderle a la mesera—. Llegué justo, conociéndote no me esperarías para tomarlo.

—Sí te esperaría, Porky —menciono con naturalidad aquel tonto apodo que le adjudiqué hace años.

—Hace mucho que no me llamas así —reímos—. Te quiero, Jade.

—También lo hago. A mi manera, pero lo hago.

—¿Estos 10 o 15 días no fueron suficientes?

—No, jamás es suficiente —bebo mi café—. Ojalá tú nunca tengas que experimentar algo como lo que estoy sintiendo, es horrible.

—Sabes... —sopla su café que está hirviendo—. Yo una vez me enamoré de alguien que no se fijaba en mí, pero el tiempo pasó y me di cuenta de que no podía cambiar los sentimientos de ella —asiente al recordar—. Sin embargo, sí podía redirigir los míos.

—¿Por qué nunca me contaste eso? ¿Acaso tienes otra mejor amiga, Porky? —Me ignora.

—Hay muchos peces en el mar, Babsy —emite con gracia conteniendo la risa—. La cosa es que...Yo veo a las mujeres que se fijan en mí. ¿Por qué perder mi tiempo con las que no les resulto atractivo?

—¿Y eso que tiene que ver conmigo? Los dos se fijan en mí y yo me fijo en ellos —cuestiono.

—¡Me refiero a los sentimientos, tonta! El problema está en que tú no sabes lo que quieres.

—Mis sentimientos no son normales, pero sí sé lo que quiero.

—No puedes tenerlos a los dos —manifiesta y sigue soplando—. No quiero volver a tener esta conversación, Jadie. Por favor, estamos a un día de Navidad, no peleemos.

—¡Entonces no me preguntes nada acerca de lo que me está pasando y quédate callado mientras tomo mi café y pienso en cómo soportar a nuestros padres aquí! —bufo y guardo silencio.

—Lo haré —finge cerrarse la boca con un cierre.

—Por cierto...—rompo el silencio de repente—. Tú también me parecías lindo, pero después de que dijiste que yo era la más fea de la ciudad, todo cambió. ¡Te perdiste a esta reina! —ironizo—. Ve y díselo a tu madre.

—No hablaba de ti —contesta con una pequeña risita nasal.

—¡Aish, claro! Estamos juntos desde niños, ¿de quién más podría tratarse?

—De acuerdo, soy pésimo con las mentiras —Cubre su cara—. En mi defensa diré que actualmente te veo como una amiga y nada más, eso es un gran alivio. Estás loca, me salvo de esto.

—Ni te creas, porque hasta que no consiga novio, tú te harás cargo de mí económicamente.

—Abusada.

—Tonto.

—Creída.

—Enano.

Nuestros ojos desafiantes rompen el contacto ignorando por completo cada calificativo antes dicho y solo nos concentramos en la vista desde nuestra mesa.

Payne se encuentra entretenido con su celular enviando mensajes a vaya a saber quién, eso me da tiempo a regresar a mis pensamientos destructivos. Observo sus manos cuando teclea la pantalla y me enternece de lo pequeñas que son en comparación con las de Tadie o Joan. Y aquí vamos de nuevo, colmando mi mente con lo que no debería en presencia de mi mejor amigo.

Giro la cabeza en dirección el mar, me afirmo en la pequeña pared que tengo a mi lado y solo dejo que mi imaginación fantasee.

Si soy como el agua de mar, ¿qué otra razón podría tener para llegar hacia la orilla repetidas veces? Sonrío ante la obvia respuesta. Lo haría una y otra vez para rozar sus bordes, lo intentaría con tal de no quedarme en la orilla sino hasta que me envuelva por completo. Ese es el punto, luchar contra la corriente que yo misma provoco es arrastrarme hasta ahogarme en aquel extraordinario encuentro. Los necesito.

Extraño a Joan, sus malos tratos, mis contestaciones impertinentes que solo lo hacían reír y su rostro ceñudo con aquella mirada oscura incorruptible cuando una idea se le metía en la cabeza.

Se enojó aquella noche en la que caí de sorpresa a su casa, pensó que me había burlado de él a sus espaldas, mas nunca fue así. Joan puede parecer un mal hombre; sin embargo, solo se resguarda bajo una coraza para no dejar al descubierto su vulnerabilidad y lo que la gente pueda pensar de él, eso me incluye. Nunca lloraba, sus ojos podían colmarse en lágrimas, pero jamás caían, no reconocería tener sentimientos puros frente a nadie.

Me dolió su forma de actuar, tomó con fuerza mi rostro y me exigió que eligiera a uno de ellos a pesar de que les había dicho que no sería ninguno. Sí, tuve miedo, no puedo hacer oídos sordos a sus palabras, ni la vista gorda a sus acciones, aun así, no me importó en aquel entonces. Ahora me asusta si lo recuerdo, parecía no estar dentro de sus cabales.

Con Grant mi experiencia sexual y mis pésimas decisiones habían progresado. Me maniobraba a su antojo, su rol de dominante me encantaba, el sexo era bueno y no podía esperar menos de él. Siempre se las ingeniaba para convencerme, como aquella noche que llegó a mi casa y me besó en cuanto abrí la puerta para recaer en mi cama y dejarnos llevar. No pude oponer resistencia, porque sus acciones me demostraban que no había lugar para opiniones, solo era momento de concretar.

Quizás convencerme dos veces para engañar a Tad fue uno de los errores más grandes que cometimos. Debí negarme más y aceptar menos. Él no debió requerir que lo eligiera por encima de su amigo, pero no pude evitarlo, Joan me gustaba, yo estaba siendo adicta a sus besos, a su piel, a la dulzura que emanaba de a ratos. Era tierno, sonreía y su rostro se iluminaba, sus ojos oscuros brillaban cada vez que me decía lo mucho que me amaba y yo correspondía. Porque sí, lo amaba mucho, lo sigo haciendo.

A diferencia de Tad no hubo día que no tuviéramos sexo, por más que lo intentábamos nuestras charlas siempre desembocaban en arrancarnos la ropa a la mínima fricción. Nunca podía guardarme un pensamiento, él quería saber todo de mí y yo de él, aunque tal vez no compartíamos muchas aspiraciones en común. Lo cierto es que sus abrazos fuertes, sus besos húmedos y sus exquisitos gemidos me siguen pareciendo un hermoso recuerdo.

Asumo lo mal que actué, el daño causado y las consecuencias hirientes que desembocaron en los tres. Duele, muchísimo, ¿pero que más podía hacer si no era ir con la verdad? En definitiva, lo perdería todo. Nada me garantizaba que, al quedarme con uno, no extrañaría al otro o viceversa. Y ahora, sin importar el tiempo que pase, sé que no voy a olvidarme de ninguno. Estas ganas de correr hacia ellos no van a desaparecer tan fácil.

—Jadie —Llama mi atención cuando su mano toca la mía apoyada sobre la mesa—. Vámonos, nuestros padres van a preocuparse, empezarán a joder.

—Sí, vamos, ni siquiera le avisé a mi papá.

—¿Estás bien? Perdón si dije algo que te hizo sentir mal.

—Siempre nos insultamos, ya deberías estar acostumbrado. —sonrío—. Cuando lleguemos a casa voy a ver qué tal he salido en esas fotos. Necesito actualizar mi perfil en Instagram, han pasado muchos días.

—¡Qué bueno! La Jadie influencer reaparece de la mano de Joshua Payne, el fotógrafo del momento —ironiza.

—¿Selfie juntos, Porky?

—Claro, Babsy Bunny. —Besa mi mejilla y eleva su brazo con el celular preparado.

¡Estúpido Joshua Payne, eres jodidamente tierno! 

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