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27• Calmar a la fiera


JADE

Tres días han pasado desde la última vez que los vi. Los he llorado sin salir del departamento de Joshua en el cual me estoy quedando para no recaer otra vez en sus encantos. Hoy terminé el último examen y no será necesario regresar por un tiempo a la universidad, es toda una ventaja; además, no falta tanto para irnos con Payne y nuestras familias a San Diego a pasar las fiestas de fin de año.

Joshua se ha comportado como un verdadero hermano desde que salimos de aquella casa en la que me sentí humillada y acosada por un momento. Le conté todo con lujo de detalles, no pareció asombrarse, más bien lo suponía. En el fondo tanto él como yo sabíamos que no me lastimarían, pero era un riesgo que estuve dispuesta a correr.

Lloré como si no hubiese un mañana. No sabía que tanto podía soportar mi cuerpo, creí hasta deshidratarme, increíble la cantidad de lágrimas que podía desbordar a causa de la culpa. Empeoró cuando volví a desvanecerme recurriendo a emergencias, mas solo dijeron que era un pico de estrés.

Payne no quiso dejarme sola, pasó esa noche conmigo y por un instante intentó ir hasta la casa de aquellos dos para provocar un problema mayor; sin embargo, se lo impedí, le hubiesen roto la cara. 

No quería dejarlos, me sentí en la obligación de hacerlo cuando mis amigo insistieron adjudicando un beneficio, uno que yo no puedo ver hasta el día de hoy.

Estando separada de ellos me siento vacía. Aguanté un mes cuando lo utilicé para armar mi plan que a mí parecer era perfecto y estratégico, luego de eso bastaron cuatro días de distanciamiento para recaer en sus juegos viciosos y ahora van tres de lo que será un largo proceso. No puedo pretender olvidar de la noche a la mañana, pero los amo y, aunque nadie quiera creerme, sí puedo amar a los dos por igual.

Salgo del departamento y voy hacia la agencia. Tengo mucho trabajo pendiente, editar un par de fotos y programar una nueva sesión antes de finalizar el año. Es la época donde resurgen los eventos, las casas de moda pretenden hacer desfiles e incluso los clubes deportivos finalizan temporadas previas a las fiestas. Ni hablar de las empresas con sus cenas de fin de año donde también recurren a nosotras para cubrir los agasajos.

Paso por Starbucks, retiro mi latte de vainilla, lo bebo con devoción y prosigo mi andar, estoy a menos de una calle.

—¡Jadie, espéranos! —gritan mis amigas.

—Gracias por avisar que comprarías un café —protesta Ema—. Nos devolvamos para que pueda comprar uno.

—Llegaremos tarde. Toma, te convido.

—¡Gracias, Jay Jay, te amo!

—¿Cómo van las cosas? —Indaga Alison al notarme desanimada.

—Igual... No quiero hablar de eso. Sé que las he cansado con mis problemas, pero pretendo superarlo sola y espero que no se enojen si no les cuento esta vez.

—Si así lo quieres no intervendremos. 

Dentro de la agencia saludo al señor Milbourn antes de sentarme frente a mi computador. Mis actividades se han vuelto monótonas, mi escritorio mantiene seriedad, el celular ya no se encuentra vibrando sobre la madera blanca o junto al lapicero para llamar mi atención; ahora está en la mochila, olvidado, no hay mensajes ni llamadas más que las de Payne para controlarme. Las caras sonrientes de las modelos no me transmiten nada, la emoción por terminar el trabajo no me importa tanto como las de ir a dormir. Soy patética, voy a perder todo.


Mi jornada finaliza. Estoy agotada, pasar horas frente a la pantalla me provoca somnolencia, ni hablar si a eso le sumamos mi escasa energía o entusiasmo. Las calles permanecen tranquilas, ha oscurecido, pero no temo caminar por la zona.

El tono predeterminado que le coloqué a Payne suena dentro de mi mochila y dudo en responder, está atosigándome. 

—Jadie, ¿dónde estás?

—Estoy yendo a tu departamento, ¿por qué?

—Por nada, solo quería saber.

—Deja de acosarme. ¿Dónde estás? ¿Me estás siguiendo, tonto? —giro hacia todos lados.

—¡No! Estoy en tu departamento, solo quería cerciorarme de que no estás cometiendo una estupidez.

—No lo haré, lo prometí. ¿Quieres decirme algo más o es solo eso?

—Solo eso —Su voz se escucha intranquila.

—¿Pasa algo, Payne? Te escuchas raro.

—No, nena, no pasa nada. Llámame cuando llegues, ¿de acuerdo? Nos vemos, adiós.

Odio que me controlen, pese a que lo hace por mi bien, tengo que acostumbrarme. Lo he preocupado en exceso en este último tiempo y me ha demostrado que le intereso más de lo que pensé. Por Joshua haría cualquier cosa.

Llego al departamento y me preparo un café mientras reviso las redes sociales. Ahora están privadas para que solo mis amigos más cercanos puedan ver mi contenido. Judith ha compartido algunas fotos de la campaña y me ha mencionado como la fotógrafa, estoy agradecida porque mi trabajo está siendo halagado por nuevas personas; aunque claro, ella es portadora de esa espléndida figura y rostro, no hice ningún tipo de magia. 

Continúo con mi recorrido por el inicio de Instagram hasta notar que Robin Lane también me ha mencionado por las fotos que han sido liberadas. Ha pasado un largo tiempo, ¡qué hombre maravilloso al tenerme en cuenta! Me gustaría responderle, pero también está ligado a la discográfica y lo que menos quiero es involucrarme en esto. Un like es suficiente.

Me siento sobre la cama dejando el celular sobre la mesa de luz y me quito las botas. Un suspiro inconsciente sale de mis adentros, llegar a casa y quitarme los zapatos, como asi también el sostén, es algo maravilloso. Coloco un poco de música para ambientar, debo admitir que me encanta este lugar, observar desde la ventana se ha vuelto mi acción favorita. La zona donde vive Payne es muy buena, todo me queda cerca; el trabajo, la universidad, el shopping. Hicimos bien en intercambiar por unos días, además de eso, la cosita fea me mintió diciendo que esto era un desastre y resultó que el desastre lo tengo yo en mi dulce hogar, pero bueno, aquí estoy manteniendo el orden.

He de admitir que el olor varonil que esta habitación derrocha me agrada. Joshua huele bien, al néctar de los dioses según Ema, yo más bien diría que a Orange blossom, pero cada uno se lo fantasea a su manera.

Tuve una charla con él respecto a la castaña, no se imaginaba que mi linda amiga estaba tras sus pasos. Luego de eso, fue como un clic en su cabeza, porque comenzó a verla con otros ojos. Si le pone voluntad podrán acercarse antes de lo pensado, harían linda pareja. Al menos que este año finalice bien para alguien con relación al amor.

Sin lugar a duda lo invoqué con el pensamiento, porque aquí está mi mejor amigo llamando impaciente a mi celular. 

—¿Qué pasa, Payne?

—¿No te dije que me avisaras cuando llegaras? ¡Mira la hora que es, Jade!

—Lo siento, lo olvidé. Estoy escuchando música, ¿no oyes?

—De acuerdo —suspira—. Estás sola, ¿verdad?

—¡Deja de preguntarme siempre lo mismo! No traeré a nadie a tu casa, no seas imbécil.

—Está bien, está bien, ¡perdón! Mañana hablamos, tengo que cortar.

—¿Pasa algo?

—No, nada. Después hablamos, que descanses.

Tanta desconfianza me pone de mal humor, tengo que ir de a poco con él. Me daré un baño e iré a dormir, no tengo ganas de preparar la cena.



JOAN

Me encuentro en una reunión general con todo el personal de la discográfica. Se acercan las últimas entrevistas del año, presentaciones, y anuncios de lanzamientos, todo lo que conlleva a un arduo trabajo y picos de estrés al querer controlarlo. Escucho atentamente las propuestas y trabajos realizados por cada departamento, también autorizo algunos permisos y hago anotaciones. Tad me observa desde la otra punta de la mesa como esperando una opinión al respecto de lo que se ha hablado, pero la verdad es que no estoy de ánimos para dar discursos.

—Creo que se ha llevado a cabo un gran trabajo —Rompe el silencio—. ¡Los felicito! Estamos terminando y vamos a comenzar el año de la mejor manera.

—Así es —asiento—. Pueden volver a sus hogares, la reunión finaliza.

El personal se retira dejándonos solo a nosotros y a Brendan, quien no conforme con todo lo que se dijo en la reunión, pretende controlar las propuestas de nuevo.

—Brendan, eso no te corresponde, es del área de Marketing, tú no tienes ni idea.

—¿Y quién dice que estoy revisando? Solo estoy leyendo la propuesta —Se queja—. Que humor de mierda que te cargas, Grant.

—¿Todo bien, Joan? —pregunta Tad acercándose hacia este lado de la sala.

—¡No! ¡Nada está bien! —Doy un golpe llamando la atención—. No me voy a quedar de brazos cruzados.

Me levanto de la silla, quito el saco del perchero y me lo coloco. Saldré a buscar a Jade, me importa una mierda el pensamiento de estos dos, incluso me importa una mierda si ella nos ha dejado a ambos, la necesito. No logro equilibrar mi trabajo con mi vida personal, es un fastidio, jamás me había pasado. Si no soluciono este problema todo va a desmoronarse, es menester que las cosas vuelvan a su estado anterior.

—¿A dónde vas?

—¡Voy a buscar a Jade! ¿Quieres quedarte trabajando? ¡Hazlo!

—¿Por qué no quieres entenderlo? —Me toma del brazo impidiendo mi andar—. Jade nos pidió que nos alejáramos, no quiere estar con ninguno.

—Va a estar conmigo, Bennett —Le aseguro—. Si tú no la quieres, no importa, yo sí la quiero. Va a estar conmigo, tiene que estar conmigo, porque yo no puedo vivir sin ella.

—¡Grant! —Se interpone Brendan—. ¿Enloqueciste? La chica pidió distancia, no compliques las cosas, puedes tener un problema legal.

—Cuando tomamos distancia yo la busqué, volvió conmigo; ahora va a pasar lo mismo.

—Joan, no hagas las cosas más difíciles.

¿Por qué es tan complejo de entender? ¿Acaso no dice amarla? Debería pensar igual que yo, debería darse cuenta de que cometimos un error al dejarla ir aquella noche de casa; la tratamos de lo peor. Intenté llamarla, sin embargo, su teléfono estaba apagado. A esta altura sé que me ha bloqueado de todas partes como la primera vez cuando se enteró que todo era una farsa.

—Ya cállate, Bennett, ella estará conmigo, ¡aunque no quiera! —Sentencio para salir de la sala de juntas y apresurarme escaleras abajo. No perderé tiempo en el elevador.

Tengo que buscar a Jade, decirle que la extraño, hacerle el amor, sentir su cuerpo y sus caricias. Tiene que corresponderme, haré que lo haga.


Estoy como loco en tanto manejo hacia su departamento. No puedo esperar más, han pasado tres días, siento que estoy muriendo por dentro. Quiero pedirle perdón por como la traté, todo fue mi culpa; sabía que Tad y ella no habían terminado, incluso como lo aseguraron ambos, jugué sucio, la convencí de ocultar nuestros encuentros.

Mi cabeza no deja de repasar cada una de las palabras que voy a decirle cuando la tenga en frente, aun si esto es humillarse, no me importa. Asi tenga que suplicarle que vuelva conmigo, lo haré. No dejaré que esté con otro hombre, no voy a permitirlo. 

Frente a su edificio es cuando pienso arrepentirme, pero algo me dice que debo proseguir, quitarme este peso de encima. Bajo del vehículo con prisa y subo las escaleras hasta su piso. La puerta frente a mis narices produce un hormigueo en mi interior, todas las posibilidades de rechazo y tantas otras que me aseguran placer se contiendan en una difícil decisión.

Respiro una vez más a la par que acomodo la corbata en mi cuello. Me tomo el tiempo necesario antes de lanzarme hacia una piscina que puede estar vacía. Mi interior me alienta en persistir, mi intelecto prefiere callar.

Convencido de golpear, sin una pisca de duda al fin, una mano me detiene con rigor llevándome a un costado.

—¿Qué haces? —Reprocha mi socio—. Por favor, déjala en paz. Dejémosla tranquila.

—¿Cómo llegaste hasta aquí? Déjame —Lo empujo—. Voy a hablarle, nadie va a decirme lo que tengo que hacer.

Bennett se afirma en la pared del pasillo desaprobando mi accionar. Su mirada no transmite enojo, parece angustiado, o tal vez es solo cansancio tras la extensa junta. Golpeo y la puerta se abre, sin embargo, quien me recibe no es Jade sino Joshua.

—¿Qué hacen aquí? —Cuestiona cuando nos ve a los dos.

—Hazte a un lado, Payne —Ingreso eludiendo su presencia—. ¿Dónde está Jadie? ¿En la habitación?

—¡Hey, a dónde vas! ¡No te dije que pasaras!

Camino hacia el cuarto, ella no se encuentra. Me atrevo a golpear la puerta del baño, pero tampoco está dentro. El departamento no es tan grande, la sala es amplia, su presencia no pudo pasar desapercibida conmigo. El balcón es el último lugar que me oso a observar y la respuesta es la misma. ¿Dónde se metió?

—Payne, ¿dónde está Jade? ¿Salió?

—Eso no te importa.

—Joan, por favor, vámonos —Pide Bennett desde la puerta.

—¿Por qué te quedas ahí? Ven aquí —Exijo.

—Ya pueden irse —exclama el rubio—. No van a encontrar lo que buscan.

—Payne, ¿dónde mierda está Jade? —Lo tomo de su chaqueta—. Dímelo de una vez o voy a molerte a golpes.

Esta aterrado, lo sé, pese a ello intenta comportarse como todo un hombre frente a mí. Lo conozco hace tanto tiempo que después de los últimos sucesos no me genera ni el mínimo de confianza. ¿Quién en su sano juicio entregaría a su mejor amiga a dos tipos que solo conoce de fiestas y lugares considerados impúdicos? No soy idiota, a mí no va a temblarme la mano a la hora de darle una paliza que, dicho sea de paso, bien merecida la tiene. 

—¡Joan, déjalo! —Insiste Bennett atreviéndose a pasar de una vez para sepáranos—. Grant, por favor, deja de ser irracional. ¡Jade pidió que no la buscáramos!

—Me importa una mierda, la espero. ¿Dónde fue? ¿Todavía no llega de trabajar?

—Ella no vendrá —Contesta Payne —. Está en casa de sus padres, yo estoy cuidando su departamento.

—¿Y por qué se fue con sus padres? Espero que no me estés mintiendo, Joshua —Lo amenazo—. Sabes que puedo destruirte si así me lo propongo, ¿no?

—Lo sé, Grant —asiente—, pero Jade no quiere verlos, ella se siente mal. Por favor, déjenla en paz.

—No es asunto tuyo lo que yo haga con Jade — digo a regañadientes sin soltarlo—. Me iré, pero si me entero de que mientes, que Jade no está en lo de sus padres o incluso que la alejas de mí, te romperé los huesos, Joshua Payne.

La mano de Tad intercede afirmándose contra mi pecho y empujándome para que lo libere. Joshua no ha realizado ni un puto movimiento, no tiene las agallas para enfrentarme, es consciente de que puedo pulverizar su imagen de niño bueno con solo chasquear los dedos.

—¿Me entendiste? —pregunto furioso.

—Sí —asiente.

—¿Sí qué? ¡Imbécil!

—Sí, Grant, entendí.



TAD

Joan se volvió completamente loco. Está encolerizado con Payne, no lo suelta y este tampoco hace mucho por liberarse, ¿acaso está esperando un golpe?

Intervengo en la discusión, mi fuerza para separarlos es en vano, uno no está dispuesto a soltarlo y el otro solo es peso muerto, no colaboran.

—Ya déjalo, Grant, no vale la pena.

Sin hacer oídos sordos esta vez obedece, lo suelta tras empujarlo para que el rubio trastabille y sonríe ladino creyéndose gracioso. Acomoda su saco negro dándole una última mirada a Joshua al alejarse.

—Joshua, lo lamento, Joan no está bien.

—Tad, dejen en paz a Jade.

—Lo estoy haciendo, créeme que esta vez será así. Me ves aquí pero no es por ella, es para evitar que el idiota de Grant no cometa una locura. ¿No ves cómo está?

—Sí, veo que los dos están heridos —Se me queda viendo.

—Eso no es de tu incumbencia —respondo serio—. Haz algo bueno, cuida a Jade. Y esta vez hazlo enserio, idiota.

—Sí, como sea, Bennett—bufa.

—Escucha, Joshua, a mí no me contestes con aires de grandeza porque yo también puedo destruirte en segundos. Que sea respetuoso contigo no quiere decir que no pueda molerte a golpes, tú sabes muy bien la rata asquerosa que eres.

—Yo... No quise hablarte mal.

—No, claro que no —sonrío irónico—. Que descanses, Payne.

Es un alivio que todos hayamos salido ilesos de esto.

El auto de Joan ya no se encuentra aparcado fuera del edificio. Solo espero que haya ido a casa, no creo que tenga la dirección de los padres de Jade como para buscarla, de lo contrario, no puede ser tan estúpido. 

Porter se encuentra en su auto esperándome, un alivio tenerlo ahora, no sé qué habría pasado de no reaccionar rápido. Me acerco y lo observo comer una paleta.

—Un abogado comiendo una paleta, esto no se ve todos los días —Me burlo.

—¿Quieres una? —Se ríe—. Es mejor que el cigarrillo. Sube al auto, te llevo a casa.

Relato lo ocurrido hace un momento, aquel entrecruce de palabras que Grant tuvo con Payne. En todos estos años de amistad no había visto a Joan tan decidido actuando de forma por poco violenta. Él suele ser calmo, aunque muy temperamental. Si no descarga esa energía puede desencadenar en un desastre, mi cara y mi cuerpo lo padecieron con una sola provocación.

—Parecía un violento —expresa Brendan—. Su mirada estaba perdida, llegó al punto de asustarme.

—¿Y por qué piensas que decidimos venir? Quiero creer que fue un impulso y no que ha perdido la empatía por completo. Brendan, temí por Jade, si ella hubiese estado en el departamento, ¿qué hubiese hecho?

—No le habría hecho nada, Joan la quiere.

—Sí, ¡a la fuerza! —suspiro—. Dije que me quedaría hasta que Jade me lo pidiera y fue mi límite. No quiere estar conmigo, está bien, debo ceder, pero Grant... ¿Acaso él no se alejó en un principio por el mismo motivo? ¡No lo entiendo!

—¡Están mal de la cabeza! —exhala fastidiado—. Esperemos que haya entrado en razón, sino me atreveré a tomar medidas, no los escucharé.

—¿De qué hablas? ¿Qué medidas?

—Pediré una orden de restricción, Tad. Si no se calma, lo haré, no dejaré que lastimen a esa chica.

—No es necesario —niego.

—Habla por ti, ¿pero Grant? ¡Está alterado!

—Cálmate, llegando a casa lo hablamos, solo fue un impulso.

Supongo que los días de abstinencia le perjudicaron el cerebro, necesito descartar la idea de que desarrolló una obsesión. No voy a perdonarme si Joan la pasa mal.


Brendan quiere cerciorarse de que Grant se encuentre sereno, entonces los dos entramos a casa para comprobar que así sea. Tras abrir la puerta Joan se encuentra estable bebiendo un vaso de whisky, su última adicción en estas semanas.

—Llegaron —dice serio mirando su reloj—. 10 minutos después que yo.

—Deja esto —Le quito el vaso—. ¿Ahora además de imbécil vas a volverte alcohólico?

Se levanta del sofá e intenta retirarse, pero lo detengo.

—Escúchame, Joan —hago una pausa—. ¿Quieres buscar a Jade? Está bien, hazlo; pero llámala, avísale, pregúntale si quiere verte.

—Ella no quiere vernos.

—Entonces, si lo sabes, ¿por qué insistes? —Objeta Brendan—. Amigo, por favor, vas a meterte en problemas, pareces un desquiciado.

Su dedo índice aprisiona el puente de su nariz, está cansado de que lo cuestionemos, mas no hay justificación suficiente esta vez. Puedo escuchar su respiración agitarse conteniendo un grito de furia que no está pensando soltar. Está furioso, tiene que descargarse de alguna manera, aunque no será con Jade.

—Quédate aquí, no te muevas —Le pido.

Busco los guantes de box y las manoplas, pienso que es la mejor forma de destensar.

—Toma— Le tiro los guantes—. Póntelo, vamos a entrenar.

—No, Tad, no estoy de ánimos.

—¡Que te lo pongas! —ordeno—. Nadie aquí te ha preguntado que mierda quieres.

Arremanga su camisa colocándose los guantes después. Está cabreado, va a matarme. Por mi parte las manoplas protegen mis puños y me encuentro más que preparado para recibir el primer golpe.

—¡Vamos, lanza unos jabs y suéltate... Camina...Camina... Fuerte! —Lo animo de a poco—. No bajes la guardia, Joan —Golpeo su cara para que reaccione.

—¡Bennett! —Se queja.

—Aumenta la intensidad... Vamos... Más... Respira, Grant—. Puedo notar que está concentrado, es buen indicio—. Los pies...Apóyate en el de adelante cuando pegas.

Me está escuchando, está soltando su rabia en la manopla y estoy seguro de que va a lastimarme porque ni siquiera me dio tiempo a vendarme como corresponde. No importa, no lo he perdido, estoy haciendo desaparecer la ira que se carga, es más que suficiente.

Brendan observa anonado, posiblemente no comprenda como es que la fiera Grant se va convirtiendo en un corderito hasta casi sonreír de lo mucho que disfruta entrenar.

De adolescentes Joan y Kurt eran los que se metían en problemas, tenían tendencia a ser imbéciles. Con Porter los aconsejábamos, pero les importaba una mierda, pelea que había, pelea que estaban metidos. Mi padre sugirió practicar boxeo. Grant y Riley aparecían golpeados de forma habitual, entonces creyó que nos molestaban en la escuela, mas no podía explicarle que estos dos eran problemáticos sin razón aparente.

El profesor Kang nos daba clases a los cuatro, siendo Brendan obligado por mi padre. Lo cierto es que canalizar la ira con el saco de box era bueno. Lo que parecía un día de violencia rebelde terminaba en risas cuando se descargaba en el saco. Con el tiempo Joan y Kurt dejaron de ser tan inmaduros, no eran propensos a meterse en problemas, un alivio para mí y Brendan que quedábamos como los hijos de puta que no intervenían en las riñas a defenderlos. Lo que la gente no sabía es que, si lo hacíamos, nuestros amigos tendrían complejos de mariquitas y escasa fuerza, porque intentaban justificar cualquier estupidez respaldada en otra estupidez mayor.

Grant entrena a diario y sale a correr los fines de semana, no obstante, cuando se obsesiona con algo deja de lado otras ambiciones.

—Tiempo, Joan, descansa... Ya está —Me quito las manoplas y palmeo su espalda.

Al notar que su estabilidad volvió a la normalidad doy por terminado el pequeño entrenamiento. Mis manos duelen un poco, pero no en exageración. ¿Qué tan mala idea sería traer el saco de box a la sala? Me rio del solo pensarlo.

—Toma un poco de agua, Joan —dice Brendan ofreciéndole un vaso.

—Gracias, Tad —habla—. Lo necesitaba, realmente lo necesitaba. Perdón, Brendan, no te hablé bien en la oficina, te ignoré cuando salí del edificio de Jade.

—No hay problema —responde nuestro amigo—. Solo dime que vas a desistir de buscarla.

Nos observa a ambos y puedo leerle el pensamiento, el frenesí ha desaparecido, sin embargo, su necedad permanece intacta.

—Déjalo, que la busque —Suelto harto de la situación sentándome en el sofá—. Vuelve con ella, no voy a interponerme; pero no la lastimes, si no te quiere cerca déjala —pido casi en una súplica.

—Tad —menciona agitado—. La busquemos, por favor, ya la oíste, dijo que no podía estar sin uno de nosotros.

Porter arroja un vaso con agua directo a la cara de Joan tomándolo por sorpresa. La saña se ha traspasado.

—¿Qué haces, Brendan? —Parpadea rápido llevando sus manos a los ojos para secarse.

—¡Ya no sé qué hacer contigo, con ustedes! Tad no lo incentives a que la busque! ¡¡¡Pidió no verlos, NO VERLOS!! —grita y lo desconozco.

—Cálmate, no voy a buscarla, lo sabes. Es que Joan —intento justificarlo, aunque no hay motivos.

—¡Me voy! Arréglense entre ustedes, no me busquen para que resuelva sus asuntos, ¡ya no cuenten conmigo! ¡Solo trataremos cosas de la discográfica y ya! —Encamina hacia la salida con tenacidad—. Si algo le ocurre a esa chica —Nos señala—. Juro que actuaré de oficio.

Un fuerte portazo nos deja con los pensamientos cruzados.



JADE

Desayuno en tanto preparo mi equipo para ir a trabajar, ahora que no estoy cursando en la universidad aprovecho para hacer doble turno y ausentarme antes por mi viaje a San Diego.

Escucho las llaves desde la puerta, Joshua entra como perro por su casa. Y sí, lo es.

—¿Qué haces? —pregunto seria.

—Hola, Jadie, buen día, yo estoy muy bien —Besa mi mejilla— ¿Hay chocolate caliente?

—Sí, sírvete. ¿Qué pasa?

—Nada, solo vine por más ropa.

Hoy viste bien. Pantalón negro, una camisa blanca y encima un chaleco lila con estampas en verde agua. Los bordes, tanto como el cuello en V, tiene líneas rojas, azules y blancas. Se ve sofisticado, pocas veces lo veo de zapatos, además, trae gafas oscuras, luce atractivo.

—¿Tú necesitabas algo? Creo que debí preguntar —rasca su nuca—. Perdón.

—No necesito nada—Sonrío sin ganas.

—Jeffers —Toma mi mano—. Sé que estás triste porque piensas que no podrás superar a esos dos, pero las cosas cambiarán, date un poco más de tiempo.

—¿Por qué me dices esto? ¿Qué te traes? ¿Te metiste en problemas?

—No —Da un sorbo a su chocolate—. ¿Quieres que venga a dormir contigo hoy?

Se halla sentado frente a mí, solo nos separa la mesa del comedor. Lo conozco hace tanto tiempo que puedo notar su nerviosismo, sonríe para disimular, pero es evidente que algo esconde.

—¡Joshua Payne! ¿Qué pasa?

—Ay Jadie... Es que... Me da miedo dormir en tu departamento.

—¿Miedo? —Comienzo a reír—. ¿De qué?

—Escucho ruidos.

—¡Es Sam!

—¿Quién es Sam?

—El fantasma del niño que murió asesinado ahí —intento contener la risa, pero él se da cuenta.

—¡Ya, estúpida! —Suelta mi mano.

—¡Sam es un gato, Joshua! A veces viene de visita a mi departamento y entra por el balcón, ya sabes que la puerta no cierra bien, solo quiere jugar.

—Eso explica por qué se rompieron algunas cosas. —Hace una mueca—. No me mires asi, ¡es culpa del gato!

—No te preocupes, hoy puedo regresar a mi departamento. Cuando salga de trabajar vendré a buscar mi bolso.

—¡No, no te estoy corriendo!

—Ya lo sé, pero estoy mejor, de verdad.

—No, te quedas aquí hasta que regresemos de San Diego. Hicimos un trato, las cosas no están calmas del todo.

—¿Por qué lo dices? Payne, me estás ocultando cosas y no entiendo.

—De acuerdo —Exhala con fuerza—, ellos fueron a tu departamento, Joan casi me apuñala —dice con exageración—. Imbécil, tiene mucha fuerza.

—¿Te golpearon?

—No, y yo tampoco lo hice —Se adelanta a la pregunta—. Suficiente con la paliza que se cargaron entre ellos.

—¿Qué paliza?

—Se trenzaron a golpes o alguien se encargó de ambos, pero créeme, están heridos.

—¿De qué hablas? Tengo que verlos— Hago el amague de salir, no obstante, él me lo impide.

—Tú te quedas aquí —amenaza—. A partir de ahora yo te llevo y te traigo; lo hago por tu bien. Ellos no saben dónde vivo, no aparecerán por aquí, pero hazme las cosas fáciles o te juro que hablaré con el General Jeffers.

—¿Y qué le dirás? —Lo increpo—. ¿Qué me vendiste a los dueños de J&T Discográfica?

—Le diré que estamos de novios —amenaza elevando una ceja.

—Le diré que me desvirgaste —Contrataco desafiante.

—Le diré que nos casaremos.

—Le diré que estoy embarazada.

—¡Jade! —reímos—. No puedo contigo, te detesto.

—¡Y yo a ti!

—Vamos, te llevo a trabajar.

Tengo un guardaespaldas amenazador que, además de controlarme hasta el aire que respiro, se encargará de que mi padre sepa toda la verdad si me animo a buscar a Joan y a Tad. 

¿Se pelearon por mi culpa? La respuesta es clara, la única culpable de todo esto soy yo.

—¿Y bien? ¿Ya estás lista? —Persiste desde la puerta.

—Sí, ahora voy, General Payne. 

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