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25• Libres de culpa

JADE

Los días pasaron y, a pesar de los retos de Joshua y las incuestionables indicaciones de mis amigas, persistí en ver a dos hombres a escondidas. Lo sé, una lección que nunca termino de aprender. Momentos tranquilos, conversaciones profundas, un sinfín de bromas y muestras de cariño, pero llegó el momento de tomar una decisión.

Payne se ha encargado de que estos últimos dos días se conviertan en un infierno por la cantidad de veces que me sumergí en cavilaciones. Indagué si mis deseos íntimos me hicieron perder el juicio o si nunca he actuado con prudencia en mis cortos 20 años. Quisiera tener la firmeza con la que él me habla, que mi raciocinio captara el objetivo y no solo lo aprehendiera. Debo elegir a uno de ellos, sin embargo, no puedo hacerlo o, más bien, no quiero.

El reloj se aproxima a la hora acordada y temo mucho no hacer las cosas bien. Mi introspectiva no es del todo certera, no obstante, voy a dejarlos a ambos, aunque duela o me arrepienta.

Sentada en el sofá, con mi mochila negra en la falda, espero a que Joshua venga a buscarme y se sienta orgulloso de mis actos por una vez en la vida. Hay un gran silencio, el departamento parece más vacío que cuando lo adquirí con la ausencia de muebles. Estoy aterrada. Las agujas del reloj marcan segundo a segundo mi estado de ánimo. Me siento castigada, muda, hueca.

—¡Jade! —exclama tocando mi hombro.

—¡Idiota! —contesto asustada—. ¿Por qué no golpeas la puerta?

—¡Pero si he estado golpeando! ¿Eres sorda? Me preocupé porque no abrías.

—Aish, tendré que quitarte mi juego de llaves —resoplo al momento de ponerme de pie.

—¿Ya estás de mal humor? Toma —Me arroja un chocolate y lo recibo—. Buena niña, ahora escúchame.

—No soy un perro, Payne.

—Lo sé, solo me divierto. ¿Y bien, lo pensaste? ¿Te decidiste por uno o los dejarás a los dos y luego te irás a mi departamento?

—Los dejaré—asiento—. De todas maneras, no voy a convivir contigo.

—¿Y qué sugieres?

—¿Qué tal si intercambiamos departamento por unos días? —propongo no muy convencida.

Joshua frunce el ceño, mi idea improvisada lo confunde. Su mano lleva hacia atrás sus rubios cabellos siendo esa la manera de canalizar las insinuaciones. Sospecha que haré cosas irreparables, que incluso puedo huir de aquí sin dar aviso, algo que él suele hacer cuando tiene sus días de rebelde.

—Ordena mi departamento, Jadie. —Estira su mano en señal de aceptación.

—¿En verdad nunca limpias ese tiradero?

—Sabes que lo digo en broma, soy ordenado. ¿Ya estás mejor? ¿Tu mente aclaró todo?

—Eso creo. Me alejaré de los dos, tomaré distancia y les pediré que no me busquen. Además, vienen las fiestas y viajaremos con nuestras familias a San Diego, eso me ayudará a despejarme.

—Es cierto, te hará bien estar en familia y escuchar los halagos de mi madre. ¿Vamos? Te llevaré a terminar con esto.

El reloj marca las 21hs. Sé que ellos están en casa, es viernes y sin duda no se esperan mi aparición. Hoy, además de dejarlos, revelaré haber salido con cada uno a escondidas, lo que no solo hará relucir mi promiscuidad, sino la desconfianza a partir de ahora. ¿Me convierte en una zorra? Posiblemente la más grande de todas, puedo imaginarme sus rostros al escucharlo.

Voy a lastimar a Tad. Mi pecho empieza a doler al recordar cada una de sus bellas palabras en estos últimos días. Por supuesto que a Joan también voy a herirlo, pero no se compara, él sabía muy bien que con el castaño no habíamos terminado nuestra relación, al menos eso supongo, porque lo vi empecinado en que me olvidara de él.

En un abrir y cerrar de ojos Joshua estaciona el auto a metros de la entrada. Mi mente viaja como en un flashback a cuando entramos a las 5AM cambiando las reglas del juego. Ahora es distinto, voy a entrar para finalizar la partida de la peor manera, abandonando.

—Te espero, Jadie. Demora el tiempo que sea necesario.

—Joshua, no puedo hacerlo. —sollozo frente a él—. Van a enojarse conmigo.

—Lo harán —dice para reforzar mis sospechas—, claro que lo harán, pero esto no es solo tu culpa, nena.

—¡Sí lo es!

—Mírame —Ordena—. No es tu culpa. Ya baja del auto y haz lo correcto, tienes que hacerlo.

—Joshua...

—Baja del auto, por favor, hazlo.

—De acuerdo, espérame aquí.

Tomo valor para bajar del coche y caminar hacia el portón que yace abierto. Mientras me acerco a la puerta principal, atravesando el jardín delantero, pienso en cómo tomar las riendas de esta situación sintiéndome la peor persona por jugar con ellos de esta manera.

No he practicado ningún discurso, hasta hace un momento tenía la esperanza de que mi llanto conmoviera a Joshua y se apiadara de mí, pero no sucedió. Él más que nadie sabe que esto no puede ser, es el único interesado hasta ahora en hacerme cumplir esta parte de mi propio juego. Desistir.

De pie, frente a la puerta, no me queda otra que golpear. Mis piernas tambalean cuando se abre mostrando la figura de Tad. Parece sorprendido, mi visita no fue anunciada y no sé qué pueda ocurrir en los próximos minutos.

—Jadie...—susurra—. ¿Qué pasa?

—¿Puedo pasar?

—Sí, bebé, adelante.

El televisor de la sala divisa un canal deportivo, Joan está viéndolo desde el sofá bebiendo cerveza. En cuanto nota mi presencia se levanta sin poder disimular su cara de pasmo. Estoy caminando a la par de Tad jugando con mis manos para encauzar la poca vitalidad que me queda.

—Hola, Jade —dice nervioso—. ¿Por qué vienes?

—Tengo que hablar con los dos de algo importante, necesito que me escuchen.

—Está bien, toma asiento —acota el castaño—. ¿Quieres algo de beber?

—¿Puedes traerme un vaso con agua? Por favor, Tad.

Se retira a la cocina en busca de lo pedido y los ojos oscuros de Grant me miran intrigados. Vigila a la distancia a su amigo antes de voltear a susurrarme.

—¿Que pasó, Jade?

—Espera a que regrese Tad y lo diré.

—Nena, estás muy pálida, ¿segura que te sientes bien?

—Sí, Joan.

—Toma, aquí tienes —Me entrega el vaso y bebo de un solo trago.

—Siéntense, por favor.

Los tengo en frente como aquella vez donde di un discurso con las nuevas reglas creyéndome empoderada por un momento. Permanecen nerviosos, puedo notarlo en sus rostros, en el movimiento casi telúrico de sus manos.

Por mi parte tiemblo y no es de miedo, no hay nada que puedan hacerme para lastimarme ni física ni moralmente. Oscilo porque no creo estar preparada para emitir las palabras correctas, porque mi discurso es improvisado y porque soy una completa imbécil.

—Yo...Estoy aquí porque quiero terminar con ustedes.

—¿Terminar? No entiendo. —Inicia Tad acomodando los codos sobre sus rodillas y llevando sus manos al borde de su barbilla.

—Sí, quiero que dejemos de vernos.

—¿A que te refieres?

—No volveré a ver a ninguno. Ni juntos, ni separados.

El brillo de su mirada se opaca ante mi habla. Irgue su espalda con el rostro inexpresivo y remoja sus labios antes de corroborar lo que pasa por su cabeza.

—Entonces...

—Sí, Tad, he estado viendo a Joan a escondidas de ti —confieso con culpa cuando el corazón se me encoge dentro del pecho—. Y he estado con Tad todo este tiempo, Joan —declaro mirándolo a los ojos.

Exhalan con fuerza en un suspiro fastidioso. Se percibe la molestia, sin embargo, el televisor de fondo en aquel canal deportivo previo al partido de fútbol lo aminora.

—Las veces que no podías verme porque estabas estudiando o muy ocupada con el trabajo, ¿estabas con Joan? —Interroga con sus ojos colmados en lágrimas, lo suficiente para hacerme sentir una mierda.

—Sí.

—¡Ahora entiendo todo! —exclama el otro—. Las veces que no llegaste a dormir a casa... ¡Estaban juntos, pasaban las noches juntos!

—Sí. —Es lo único que logro decir.

—¡Me sinceré contigo, Jade! —Alza la voz—. Te dije lo mucho que te amaba, te di mi tiempo, mi confianza, incluso te pedí que, si elegías a Joan, me lo dijeras, jamás te privé de eso.

—Lo sé Tad, lo siento, de verdad lo siento.

—No, Jade, el que lo siente soy yo, por haber pensado en que eras diferente a otra clase de mujeres.Eres igual que cualquier otra.

—Tadie...—musito.

—No, Tad Bennett. —Corrige severo levantándose de su lugar—. Al final ustedes son tal para cual, les encanta traicionarme, pero ya no más. ¿La quieres? —Le pregunta a Joan obviando que estoy a una distancia mínima. — Ahí la tienes, es tuya, te la ganaste, Grant, la enredaste en tu telaraña de mentiras.

—No hables de lo que no sabes, Tad —Lo enfrenta—. Las cosas no se dieron de la forma en la que tú te estás imaginando.

—¿Ah no? ¿Acaso no le pediste que me lo ocultara? —ríe irónico—. Piensas que soy idiota, ¿crees que voy a suponer que Jadie jugó a dos puntas porque fue algo de su propia cabecita? No es tan cínica, apenas es una niña sin experiencia. ¡Tú la corrompiste, cuando te pedí que no lo hicieras!

—¡Tú también me mentiste diciendo que no la veías! Ahora resulta que te la follabas a mis espaldas.

—¿Debo recordarte que la dejaste? —Lo empuja—. ¡Te lo advertí, Grant, te ibas a arrepentir, pero eres un obstinado de mierda! Decidí tomar distancia de Jade porque necesitaba espacio y, sí, se lo di, ¡4 malditos días! —grita—. Jamás la dejé y ella lo sabía, pero que importa ahora, me queda claro que es a ti a quien prefiere.

—Basta, por favor —Me entrometo entre ellos casi sin poder respirar a causa del llanto al presenciar su pelea.

—También me mentiste, Jade —Reclama Joan—. Fui sincero contigo y sé que te pedí incontables veces que te olvidaras de Tad, creí que lo estaba logrando, pero ahora que lo pienso, supongo que te reías de mí cada vez que estabas con él, ¿no?

—No, jamás haría algo así.

—¡Por favor, Jade! ¿Crees que soy idiota? Pedí verte y estabas ocupada, ¡ustedes dos se burlaban de mí!

—Nunca me he burlado de ti, Joan —dice Tad—. Al contrario, siempre estoy pensando de qué manera actuar para no lastimarte.

—¿Lastimarme? Cierto, eres un santo, Bennett, un gran amigo que procura mi felicidad cogiéndote a la mujer que quiero, ¿verdad?

—¿Y tú eres un ejemplo? ¿Se te olvida que te alejaste de ella? Yo me quedé a su lado. ¿No era más fácil asumir que eres un imbécil? No, claro que no, tenías que imponer tu autoridad ante ella, persuadirla a tu antojo, ¡incluso asumes que le pedías que se olvidara de mí —Hace un chasquido con la lengua antes de proseguir—. ¡Váyanse a la mierda los dos!

Con la mirada agacha pretendo retirarme, no hay nada que pueda hacer para cambiar todo este embrollo. Las lágrimas chorrean por mi cuello en una sensación angustiante, si no salgo de aquí podría desplomarme y con suerte morir después.

—¿A dónde vas? —Escucho esa voz gruesa reclamándome.

—A mi departamento.

—Sécate las lágrimas y respira —Ordena—. No quiero que pongas un maldito pie fuera si no dejas de llorar.

Freno de inmediato acatando su pedido al intentar secar mis lágrimas, mas éstas no dejan de caer como si fuera una cascada. No puedo sentirme más desecha de lo que estoy, he llegado a mi tope. Joshua tenía razón, iban a enojarse con todos los motivos, pese a ello, nunca imaginé que el corazón dolería de esta manera.

—Ya, idiota, deja de llorar —dice Joan—. Ya pasó, no es para tanto.

Ninguno se ha movido de la sala, tampoco hemos vuelto a hablar. Otra vez el ruido del silencio, ese que cuando lo escuchas se profundiza en tus adentros gritándote lo que no atendiste a tu conciencia.

Mi llanto cesa, creo estar lo suficientemente relajada como para salir de la casa. Tomo el picaporte de la puerta, abro, pero esta se cierra con fuerza frente a mis narices impidiéndome el paso.

—No te vas a ningún lado —exclama Grant enojado—. Ven aquí.

Sujeta mi muñeca con fuerza arrastrándome hasta el sofá, va a torturarme con esto hasta que se canse. Tad lo observa anonadado, su boca se abre conteniéndose de expresar su pensamiento.

—Dime a quién eliges.

—A ninguno —Niego con la cabeza.

—¡Dime a quién eliges! —exige con autoridad.

—Joan, ¿qué haces? —Se interpone su amigo—. ¿No estás entendiendo? Vino hasta aquí para decir que no elije a ninguno.

—¡No, no! Quiero que me diga con quién se queda. —Agarra mi mentón con fuerza logrando asustarme—. ¿A quién eliges? ¿Te divertiste en este tiempo? ¿Ah? Bueno, espero que hayas aprovechado tu momento porque ahora quiero una respuesta.

—¡Ya déjame! —Lo empujo—. ¡A nadie, no quiero a nadie, ya déjame en paz, por favor!

—Entonces explícame de qué mierda trataba tu jueguito, cuéntame las veces que te burlaste de cada uno de nosotros. —Reclama a regañadientes—. Empieza, Jade, dime lo mucho que tú y tus amigas se reían.

Aprieta mi mentón con el único fin de que lo mire, no conforme, jalonea mi cabello con el mismo propósito. Su entrecejo se arruga, la seriedad que emana da miedo; no obstante, no me importa lo que pueda hacer conmigo, así me golpee nada va a revertir lo que pasó.

—¿Enloqueciste? ¡Vas a lastimarla! —expresa con la intención de separarlo de mí.

—¿Ahora la vas a defender? —Lo empuja con fuerza—. ¡Tú tienes la culpa de todo! ¡Tú y tus ideas de mierda, Bennett!

—Te pedí que no se lo ocultáramos a Tad. —Recrimino en voz alta debido a su trato—. Insistías en no quedar como un idiota frente a él, pero ya ves, ahora estás quedando más idiota que nunca, Joan.

—Entonces, ¿lo eliges a él? —Me libera—. Tenía razón desde un principio, siempre supe que te quedarías con Bennett.

—Sí, se queda conmigo, sin embargo, acepta estar contigo a escondidas —bufa—. Es evidente que no soy yo a quien elige, ¡dos veces me traicionó y con la misma persona, tú!

—¡Cállate!

—Persistes en hacerla sentir culpable a ella —Exhala pesado—. Hagan lo que quieran.

—Yo... Lo siento Tad, realmente lo siento. —Imploro su perdón—. Adiós, Joan, también lamento mentirte. Créanme que no es fácil lo que estoy haciendo. Sí, les oculté que los veía, sin embargo, siempre fui sincera, las conversaciones que tuvimos fueron sinceras.

—¿Segura? ¿Segura que no fue ponernos a prueba, Jade? —Cuestiona el castaño con los ojos colmados en lágrimas.

—Sí, era una prueba —confirmo con desidia—. Pude conocerlos mejor y esa es la razón por la cual decido dejarlos, no puedo elegir. Por más que la sinceridad de uno me agrade más que la del otro, sin los dos estoy incompleta. Prefiero estar sola antes que perder a uno de ustedes.

—¡Vete! —Señala el camino hasta la puerta.

—Lo haré, no volverán a verme y espero que yo tampoco a ustedes.

Nadie impediría mi salida de la casa, ninguno de ellos suplicaría mi regreso, no insistirían que me quede como aquella vez. Los dos me odian, les causo aversión, soy una más.

Salgo con audacia intentando que las lágrimas no rebalsen mis ojos hasta llegar al auto de Joshua. Apenas ve mi rostro compungido baja del vehículo para abrazarme y dejar que llore en su pecho como tan mal acostumbrada me tiene. Tengo el alma destrozada, la única culpable soy yo, solo yo.

—Vamos, Jadie, vamos a casa... Todo estará bien ahora.

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