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22• Bebita

La velada con Joan fue buena, entre plática y sexo descubrí muchas cosas acerca de su persona. Datos necesarios para revelar ante mis amigas con la finalidad de que puedan ayudarme a comprender un poco la situación.

Ese idiota no me llevó temprano al departamento, quiso aprovechar al máximo la noche extendiéndose hasta la madrugada. Durante la mañana fui un zombie, luego dormí un poco y vine a trabajar. No he probado bocado en horas; al menos contamos con el descanso para comer, caso contrario estaría perdida.

—¿Y bien? —pregunta Alison pasándome un café—. ¿Cómo estuvo el primer encuentro de tu estrategia?

—Muy bien —confirmo—. Creo que Ema tenía razón en eso de hacer preguntas a futuro.

—¿Se las hiciste? —Se sorprende—. Solo fue un decir, no pensé que las harías.

—Pero creí que...

—¡Ya cuenta! ¿Qué pasó?

—No quiere casarse. Joan no cree en el matrimonio y la unión eterna, tampoco quiere hijos, opina que no todas las personas nacen para ser padres.

—Es una lástima, tiene buenos genes —satiriza la pelinegro.

—Le dije que hablara con mi padre y se puso nervioso. Sé que lo hará si lo presiono, pero no pareció estar decidido.

—¿Crees que no está siendo serio con esta relación ilegal? —indaga la castaña—. Okey, no ilegal, pero sí prohibida.

—Es sincero, él me ama mucho y me lo ha demostrado. ¿Saben qué me pidió? Que lo elija a él sobre los demás, que olvide a Tad, que me ayudará a hacerlo.

—Jade, no creo que eso suene lindo, me suena a psicópata.

—No, Alison, es tierno, porque Joan me ama.

—¿Y qué hay de ti? Jay Jay, por favor... ¿Crees amar a Joan? ¿Estás segura?

—¡Lo estoy! Me hace bien, nos tratamos de igual a igual. Está asustado, no quiere que bese a Kurt o a Tad porque piensa que cualquiera de ellos es mejor que él.

—Entonces, ¿Tad no es mejor que él? Ya lo decidiste.

—¡No, claro que no! Tad también es bueno en todo.

Viene a mi mente la llamada que me hizo antes de ver a Joan y mi ánimo queda por los suelos, como si un baldazo de agua me trajera a la realidad.

—¿Qué sucede, Jadie?

—Ayer cuando salí de la agencia... Tadie me llamó para decirme que me extrañaba. Yo iba manejando, él argumentó que mejor me llamaba después porque no quería que me desconcentrara —Sonrío como tonta al recordar—. Le mentí, le dije que estaría con ustedes anoche y no podría verlo.

—Y eso te hizo sentir mal, ¿no? —pregunta Ema con una risa suspicaz.

—Sí, llegué al departamento a llorar mientras me bañaba antes de ver a Joan.

—¿Sentiste que lo estabas traicionando? —Continúa Ali.

—Me siento una basura, porque hoy vendrá a dormir conmigo y me comprará chocolates.

—Detallista, me agrada.

—Es más que eso. —Suspiro en tanto pienso si es prudente decirles—. Él recordó que mis pastillas anticonceptivas están por terminarse, dijo estar al pendiente.

—Ay, Jade...esto estará complicado... ¿Vas a comerte esa porción de cheescake?

—¡Alison! —grita Ema.

—¿Qué? ¡Tengo hambre! Ella solo debe contar.

—No tengo hambre, cómetelo, solo tomaré mi café.

—Retomando, ¿Tad irá a tu casa esta noche?

—Sí, cenaremos juntos en mi departamento.

—Aplica las mismas preguntas que con Joan, siempre a futuro.

—Lo haré, lo conoceré a fondo, aunque solo sean un par de horas.

—Mañana nos cuentas que tal va todo, ahora regresemos a trabajar.

Para ellas es muy fácil, solo escuchan el desenlace, por mi parte debo ocuparme de que el desarrollo sea casual. No es sencillo cuando los tengo en frente, mis labios suelen estar ocupados y mi cabeza obstruye las obligaciones. Sin embargo, debo enfocarme, esta decisión recae solo en mí. 


El auto de Tad se encuentra estacionado a metros de la agencia; él afirmado sobre la puerta esperando por mí en representación de una relación ficticia. Trae puesto un pantalón negro, zapatos y una camisa de jean, el atuendo adecuado para decorar el suelo de mi habitación.

Avanzo con asombro, se supone que iría a mi casa en un par de horas, nunca dijo que vendría a buscarme.

—Hola, Tadie.

—Hola, nena —Me besa—. ¿Cómo estuvo tu día?

—Bien... ¿Qué haces aquí? Pensé que irías al departamento.

—No aguantaba las ganas de verte, te he extrañado mucho. Dime que no viniste en el auto hoy.

—No, hoy vine caminando, ¿por qué?

—¿Vamos a cenar a algún lugar? —propone.

—¡No, estoy mal vestida! Acabo de salir de trabajar y...

—Estás hermosa—Me interrumpe—. Mírame, no estoy de traje.

—No, Tadie —Hago puchero.

—Tú ganas —espeta divertido al notar que no voy a cambiar de opinión tan fácil—. ¿Compramos comida para llevar?

—¿Cocinamos juntos? —retruco.

—Acepto —Vuelve a besarme—. Vamos, bebé, sube al auto.

A pesar de que sus planes consistían en comer fuera, la opción de estar en casa me resulta agradable, nos da mayor intimidad para conversar. Es probable que tanta comida chatarra me cause malestar, asi que decido cocinar yo misma. Tad me consulta por algunos ingredientes y, al darme cuenta de que cuento con todos ellos, el menú cambia, Hoagie será.

—Te encantan estos aperitivos. ¿Son considerados cena? —Me burlo.

—Sí, es liviano y rápido, yo me encargaré.

—¿Podemos comprar helado?

—Estamos en invierno, nena, puede hacerte mal.

—Ya te pareces a mi padre—resoplo.

—Te he traído chocolates, una caja de bombones —murmura—. Debí preguntarte si te gustaría, lo lamento.

—¡Me encanta! —Me acerco a él con cuidado para besar su mejilla, está conduciendo y no quiero distraerlo.

—Voy a comprarte bombones más seguido para obtener besos sorpresas.

—Puedo besarte todo lo que quieras, luego dirás que soy una pesada.

—Imposible que pueda llegar a saciarme de tus besos, tendrían que ser demasiados, millones, billones—dice sagaz con ese toque de ironía y romance que lo acompaña.

Su mano busca la mía sin descuidar la calle, entrelazamos los dedos y luego la lleva encima de la palanca de cambios. Es tierno, el tamaño de mi mano en comparación con la suya es notable, la temperatura también lo es.

—¿Podemos quedarnos así? —pregunta observándome de reojo—. Si te incomoda la mano o sientes que te estoy apretando mucho, dímelo.

—Te extrañaba, Tad—confieso con total sinceridad—. Deja nuestras manos así. 


Sentados en la sala decidimos ver una película al terminar de cenar. El sándwich fue suficiente para mí, pero no quiero dejar de probar los bombones que ha traído Tad, por lo tanto, abro la caja ofreciéndole uno.

Estira su brazo derecho por encima de mis hombros, cada tanto acaricia mi cabello o aprieta mi cuello en señal de masajes sin quitar la vista de la pantalla. El filme se llama Final del viaje, una película británica acerca de un grupo de soldados que aguarda las tropas alemanas durante la primera Guerra Mundial. Vi el interés en sus ojos cuando pasó la portada y le dije que me gustaría verla, no lo sé, soy muy indecisa, al menos puedo complacerlo en eso.

Me recuesto en el sofá con mi cabeza sobre sus piernas. Él continúa acariciando mi cabello y cuello, estoy quedándome dormida.

—Bebé, no te duermas.

—Perdón, Tadie, es que estoy agotada.

—¿Quieres que vayamos a dormir? Otro día terminamos la película.

—¿No te enojas?

—No, ¿por qué me enojaría? Estás cansada. Vamos a la cama, te haré caricias otro rato.

Me quita la ropa, yo hago lo mismo con él. Una vez que nos acostamos me acomodo en su pecho, la sensación es relajante; pese a ello, algo me dice que no es justo que solo me duerma cuando han pasado días sin vernos.

—No me acaricies, no quiero dormirme ya, quiero que hablemos.

—¿De qué quieres hablar? —Me mira y el movimiento de sus dedos jugando con mi melena se detiene.

—Me gustaría conocerte más, saber cosas de ti.

—¿Qué quieres saber, curiosa? Pregúntame.

—¿Tienes hermanos?

—Sí, tengo una hermana, Amber, vive en Filadelfia junto a su esposo y mi sobrino.

—¿Eres tío?

—Así es, de un hermoso bebé de tres años, se llama Dan—Sonríe al mencionarlo.

—¿Te gustaría tener hijos, Tad?

—¡Claro! Me encantaría ser padre algún día. Sé que suena extraño viniendo de mí, nunca he tenido nada estable, pero...me gustaría formar una familia.

—Entonces, ¿casarte está en tus planes?

—No es una prioridad, sin embargo, me casaría si encuentro a la mujer indicada —enfatiza observándome.

—Tú... ¿Hablarías con mi padre?

—¿Hablar con él? —frunce el ceño— ¿Para qué me autorice a salir contigo? —Finge pensar—. ¿Cuándo puedo hacerlo? ¿Crees que ir ya a su casa siendo la 1AM es muy desubicado? —bromea besando mis mejillas.

Su boca se acerca a la mía y lo acepto, no tiene intenciones de manosearme esta vez o su control es muy bueno. Su cabello se ve ondulado, luce increíble, la cercanía de su rostro junto al mío es propicia para dejar mimos por toda su cara.

Al tacto noto una barba de días, apenas perceptible, pero puedo imaginar su aspecto viril y lo mucho que me gusta verlo así. Tiene una mirada tan limpia, tan radiante, el verde de sus ojos es como un trébol de cuatro hojas y tengo la suerte de haberlo encontrado o de que me haya elegido.

—Te amo, Jade, haría cualquier cosa por ti —dice teniéndome al frente—. Si quieres que vaya a hablar con tu padre lo haré.

—No creo que pueda ser buena madre—Cambio el tema al igual que con Joan para tomarlo desprevenido.

—¿Por qué no? Yo pienso que serías excelente mamá, aunque falta para eso.

—¿Y si quisiera tener hijos ahora? —Cuestiono para meter presión.

—No hay una edad para tener hijos, quizás estás apresurándote en pensarlo. Si aun así tu idea persiste, yo sería el hombre más feliz del mundo en tener un hijo contigo.

—¿De verdad? —Quedo anonadada—. No, no quiero hijos ahora... Era un decir.

—Es bueno saberlo —reímos —. ¿Tú tienes hermanos?

—No, soy hija única.

—Eres la nenita de papá, ¿no? —comenta con sarcasmo tocando la punta de mi nariz.

—¿Puedo preguntarte algo? ¿Te molestaste cuando elegí a Joan para tener mi primera vez?

—No me molestó, pero sí me sorprendió. Creí que habíamos logrado una conexión entre nosotros y no fue así.

Me recuesto boca abajo a su costado para mirarlo al hablar.

—Tenía miedo de lo que hicieras fuerte y me lastimaras.

—Nunca lo haría, hubiese sido cuidadoso, como lo fui con esto —Palmea mi trasero.

—Eso es cierto —reímos de nuevo—. Tal vez debí pensar en mi trasero.

—Hice un excelente trabajo.

—Entonces, ¿no te sientes mal por eso?

—No, porque fue una decisión tuya, no puedo enojarme por eso. Sí me siento mal por haberlo forzado, no voy a perdonármelo jamás. Tú no tendrías que haber entrado en esto, fui un imbécil y actúe impulsivo.

—¿Cómo me eligieron?

—Eras la más bonita de entre tu grupo, te observamos desde que la noche inició, no fue sino hasta que estuviste ebria que nos acercamos —resopla llevando su cabello hacia atrás —. Perdón, Jade, no tengo palabras.

—¿Quieres decir que siempre te gusté y todo fue tu idea?

—Sí, desde la primera vez que te vi —asiento—. Pero eso fue solo atracción física, no sé exactamente cuando comencé a sentir algo más que eso por ti.

—Yo te lastimé mucho, Tad, cuando me viste con Joan y...

—Lo hiciste. Sin embargo, yo también te lastimé, antes de eso y después —exhala—. Seguro piensas que a mi edad debería saber y pensar las cosas mejor, mas no es así cuando se trata de amor. Jade, yo nunca he tenido una relación, ni siquiera he follado con alguien por más de dos veces.

—No quiero saber con quién te acostaste —digo seria y con fastidio.

—No, no te pongas celosa. —Besa mi mano—. Desde que tú llegaste a casa no hubo otra mujer.

—¿Te molesta que vea a Kurt?

Mi bombardeo de preguntas no lo deja ni reponerse de la anterior, siento que voy cambiando el tema de un lado a otro con tal de no olvidarme de lo indispensable. Estoy actuando robótica.

—No me molesta que lo beses, tampoco me molestaba el imaginarte haciendo el amor con él, pero ahora...Creo que no podría soportarlo. Por favor, ya no lo hagas, aunque no soy nadie para pedírtelo.

—Nunca me acosté con Kurt, solo fueron besos.

—¿De verdad? Es bueno saberlo.

—Tú puedes besar a quien quieras.

—No quiero besar a nadie más, solo a ti. Ven, súbete a horcajadas.

—¿Debería elegirte a ti?

—¿Decidir entre Kurt o yo? —pregunta confundido.

—Joan o tú.

—Puedes elegir a quien quieras, Jadie. Si extrañas a Joan, si crees que él es el indicado para ti, dímelo, no voy a enojarme, no voy a exigirte que me ames a mí más que a él porque no puedo hacerlo.

—¿A qué te refieres?

—A que Joan se alejó de esto y sé que a ti te afecta. Pese a ello, yo no puedo obligarte a estar conmigo, no puedo exigirte que me ames. Sea Joan, Kurt o cualquier otro, dímelo, no voy a enojarme.

—Tadie...—susurro—. Yo no sé...

—Ahora no hace falta, no tiene que ser ya.

Esto es suficiente para finalizar mi cuestionario, me ha dejado sin palabras y doblemente culpable.

—Duérmete, mañana tienes universidad.

Las caricias en el pelo regresan. Tad me abraza cuando hacemos cucharita, sus dedos se deslizan con cariño y su calor corporal me abrasa volviéndome cenizas. Tengo el pecho comprimido a causa de esta mentira, me estoy impidiendo ser feliz de tanto pensar en lo que va a ocurrir en el futuro.

La respiración relajada cerca de mi mejilla poco a poco aminora mi pensamiento, trato de tranquilizarme alejando esos miedos y, en menos de lo que parece, caigo en un profundo sueño. 


Un fuerte estruendo se escucha de repente y los dos despertamos asustados, se ha oído desde la sala. Enciendo la luz de mi mesa de noche mirando hacia todas partes desconcertada.

—¿Qué fue eso?

—Quédate aquí, iré a ver —dice él con decisión antes de salir de la cama.

Son las 5AM, pareciera que todo lo relacionado con Tad Bennett es al mismo horario. Acomodo mi cabello para ir hacia la sala, no voy a dejarlo solo, más que nadie debo saber que ocurre aquí. Al llegar veo al castaño con un gato en sus brazos.

—¿Y eso? —sonrío.

—Entró por el balcón, es dócil y cariñoso.

—¡Me lo quedo!

—Jade...

—Es broma, Tad, seguro es del vecino, déjalo en el balcón de nuevo. —Me estiro escuchando como todos mis huesos crujen—. Ya no tengo sueño, prepararé el desayuno, tú regresa a la cama.

—Mi cara es un desastre, ¿verdad? —expresa avergonzado.

—Eres muy lindo al despertar, tus ojos se encuentran hinchados, culpa de este gato gordo —reímos.

Me abraza, lentamente me aprieta cada vez más hasta que mis huesos vuelven a crujir. Amo que haga eso, me relaja a un nivel que no puedo explicar. Palmea mi trasero y se va hacia la cama como le sugerí. Por mi parte, preparo dos tazas de café para luego ir a su encuentro.

Desconozco quién será el dueño de este gato, sin embargo, es muy lindo, tiene un pelaje gris y es gordo. No tiene identificación, ¿será de la calle? Voy a investigar, hace mucho frío por las noches como para dejarlo vagando sin sentido. Tal vez escapó o es un gordito sin hogar, de ser así voy a quedármelo para al menos tener a alguien que me mime en las noches de invierno.

Regreso al cuarto con las tazas de café y, sentados en la cama, dialogamos como si no tuviésemos obligaciones en el resto del día. Es temprano para comenzar a pensar en ello, nos gusta estar calientitos. Los pies de Tad se apegan a los míos resultando una percepción cálida y afectuosa. La voz se le oye ronca en las mañanas al utilizar un tono más bajo que el habitual y sus ojos presentan el cansancio por tener que despertar de manera repentina. A pesar de todo su energía es buena, trae consigo una serenidad innata, eso lo vuelve atrapante, detrás se esconde un hombre abrasivo.

Anoche no tuvo intenciones de tocarme, menos ahora que hemos terminado el café y nuestras tazas se encuentran vacías en la mesa de luz. Se ha reducido a besos cariñosos, nada más. No tiene nada de malo, lo sé, pero este espacio me confunde

—Iré a bañarme, Tad —digo a punto de salir de la cama.

—Hey, ¿qué pasa?

—Nada, solo me daré un baño para ir a la universidad.

—Ven aquí.

Se escucha como una orden, entonces obedezco, me siento a horcajadas sobre sus piernas. Logra que el acolchado me cubra de igual forma para no pasar frio, posando después sus manos a los costados de mis muslos.

—¿Qué sucede, Jadie? No me digas que nada.

No me salen las palabras, sé que es estúpido ofenderme por no tener intenciones de tocarme.

—Parece que la señorita Jeffers no va a decir ninguna palabra—Da palmaditas sobre mi culo.

Lo miro expectante, terminará dándome una lección y me hará sentir una tonta.

—También tengo ganas de tocarte—dice como si me leyera el pensamiento—, pero después de lo que pasó la última vez entre nosotros se me hace hasta imprudente corromper un momento de tranquilidad. Disfruto mucho de tu compañía, no solo del sexo.

—No me hables así. —Intento bajarme de mi posición, sin embargo, él me lo impide—. Me haces sentir mal, como si fuera en lo único que pienso.

—No dije eso—Me detiene—. Si así fuera tampoco estaría mal. Es solo que... Tengo miedo de seguir lastimándote o que incluso creas que solo te quiero para un rato. No es así, quiero estar contigo de una manera sana, aunque suena ilógico después de todo lo que vivimos.

—¿No basta con saber que nos amamos? Porque no estoy mintiendo en esto, Te amo. —Besos sus labios—. Te amo como no tienes idea, eres...

—Sí que me alcanza, me basta y me sobra. —Sonríe— Te Amo, Jade, te amo mucho.

Nuevamente el beso tierno se transforma en pasional. Obtendré lo que quería, porque no solo me hace feliz con sus palabras, sino que con su tacto produce el mismo efecto. Extraño a Tad Bennett, aquel que es bruto y tenaz en los movimientos. Sabía que se limitaría en eso, entiendo que no quiere lastimarme ni hacerme sentir sometida, pero ciertamente es lo que me gusta.

Afirmado en el respaldo de la cama abre sus piernas, permite que me siente delante para reposar en su pecho, no entiendo muy bien a dónde quiere llegar, no obstante, cedo a su pedido.

Besa mi cuello en tanto me quita la remera con la que he dormido. Mis pechos quedan liberados, sus manos los masajean en la parte superior utilizando la punta de los dedos para hacer círculos.

—Cierra los ojos —susurra en mi oído.

Me dejo llevar por sus palabras, sus acciones, estoy en mi mundo gozando de algo que no es tan nuevo pero que me agrada. El movimiento en espiral me induce a los gemidos instintivos, Tad lo disfruta, mi oreja queda entre sus labios cuando aprisiona y suelta dejando la tibieza de su aliento.

Ordena que me quite las bragas y las lanzo a quien sabe que parte de la habitación. Mis piernas yacen abiertas a la par de las suyas dándole el lujo a su mano derecha de escabullirse hacia mi zona más íntima. Desliza su dedo por el centro de mi vagina de abajo hacia arriba hasta llegar al clítoris, lo está haciendo muy bien, lento, pausado. Hago mi cabeza hacia atrás por inercia apoyándome en su pecho. Él reposa su barbilla en mi hombro continuando con ese agarre espontáneo del cartílago de mi oreja.

Tres dedos se suman a su accionar frotando la zona completa y no centrándose en lo obvio; un erudito en el tema. Los movimientos circulares cambian a verticales, horizontales, hace presión; todo es un proceso secuencial, quiere hacerme gozar para que mis suposiciones idiotas desaparezcan y me quede claro lo mucho que podemos seguir divirtiéndonos.

—Querías que te toque, ¿verdad, Jadie? —dice con su voz ronca en mi oído—. Esto es estimulación clitoriana... ¿Sabías?

—No —alcanzo a decir con dificultad sin abrir mis ojos.

—Tienes que saberlo, bebé, debes conocerte un poco más.

Mi respiración es inestable, está haciendo un excelente trabajo y creo que estoy a punto de alcanzar el orgasmo, aunque solo hayan pasado unos pocos minutos.

—¿Cómo te gusta más? Algo suave...—Dibuja círculos con delicadeza—. O algo rápido...—El movimiento se incrementa de arriba hacia abajo.

Está jugando conmigo, ambas formas me gustan y desesperan, no lo soportaré por mucho tiempo.

—Dímelo, bebita —Muerde mi cuello sin la intención de dejar marcas—. Dime cual te gusta más.

—Ambas... Lo sabes...

—Lento...Rápido...Lento...Rápido... Abre los ojos Jade, mira mis dedos.

—No puedo, Tad —Pego mi cabeza a su pecho deslizándome hacia abajo—. No puedo abrir los ojos.

—Vamos, princesa, mira mis dedos, mira cómo se mueven encima de tu hermoso clítoris, cómo están empapados por ti.

Otra vez sus recitaciones obscenas excitándome de a poco, voy a estallar.

—Eso es, bebé... Acaba de una vez, hazlo.

Insiste en toquetearme los pechos con la mano que tiene libre. Se encarga de no descuidar el ritmo, al contrario, lo incrementa, masajea a los costados hasta cubrirlos completos con la palma. Besa mi nuca, mi cuello, mi oreja hasta culminar en la comisura de mis labios.

—Te gusta—dice a modo de afirmación, no hay lugar para preguntas innecesarias.

De un momento a otro la mano izquierda rodea mi cuello como si me asfixiara, siendo esto lo que necesito, el mínimo signo de dominación para llegar al clímax. Rodea mi cintura cuando los espasmos llegan, la humedad de sus labios se percibe en mis clavículas y hombros, estoy jodidamente satisfecha ahora.

Caigo complacida sobre él, caliente, agitada, exudada. Se encarga de mimarme apartando mi cabello y palpando el largo de mis brazos. Mis muslos se distienden al sentir su palma abierta sobando como si hubiese sido un duro entrenamiento.

Cuando mi respiración es más estable abro los ojos para encontrarme con su sonrisa, se ha salido con la suya.

—Eso estuvo bien —confirma gracioso—. Disfruto mucho ver tu rostro cuando tienes un orgasmo, tienes facciones muy bonitas.

—Tad, tengo un reclamo y no quiero que lo tomes a mal, pero... Mi orgasmo pudo llegar antes.

—¿Antes? ¿A qué te refieres?

—Es solo que...

—¿Lo hice mal? Debes decírmelo.

—¡No es eso! ¡Solo deja de usar esos apodos cursis!

—Lo siento —carcajea—. No me di cuenta, es la costumbre, no lo volveré a hacer.

—No me molestan tus apodos, ¡pero no en el sexo, Bennett!

Me empuja hacia adelante dejándome caer boca abajo en la cama, él se posiciona detrás.

—Shh... No me reclames, bebita— ríe—. Quédate quieta.

Se quita el bóxer y escucho romper el envoltorio del preservativo, esto empieza a gustarme.

—Tú eres una bebita, Jade —Argumenta antes de palmear mi trasero—. Levanta las caderas —exige.

Chillo al sentir su miembro introducirse en mí de una vez. Se queda inmóvil dejándome acostumbrar al tamaño, aquel que tanto conozco y deseo.

—Baja las caderas despacio y separa las piernas... Eso es...

El papel de dominante que tanto ansiaba está saliendo a escena. Su aliento choca a un costado de mi cuello, su pecho guarda una sutil distancia con mi espalda enloqueciéndome con el calor que emana.

—Entonces, mi princesa se enoja porque no le gusta el apodo, la inhibe... —ironiza moviéndose lento.

—Deja de llamarme así —resoplo—. No puedo concentrarme.

Presiona mi cabeza contra el colchón dejándome en silencio. Recoge mi pelo en una insípida coleta para sujetarlo con fuerza. Continúa penetrándome, pero despacio, se está conteniendo, me está atormentando. Deja leves mordidas en mi nuca y hombros, sabe que no puede marcarme, sin embargo, eso no le impide realizarlo con recaudos.

Gimoteo su nombre porque sé que lo disfruta, su respiración lo delata a pesar de que no lo tenga de frente.

—¿Eres una perra sucia, Jadie? —pregunta y mi libido se dispara.

—Lo soy.

—Sí, claro que lo eres —Lame mi cuello hasta el lóbulo de mi oreja.

Se empecina en terminar conmigo, quiere desbocarse sin clemencia, vaciarse en mi interior de una vez por todas. Sus testículos chocan con mi clítoris, se hunde cada vez más, el sonido de piel con piel es casi una melodía. Alucino con el olor de su perfume, con su peso, su cercanía. No puedo verlo, mas puedo imaginarlo y es eso lo que me vuelve loca.

—Repite conmigo, Jade —Tironea mi cabello con fuerza elevando mi cabeza de la cama—. Soy la perra de Tad Bennett.

—Soy... La perra... De Tad Bennett.

—¡Repítelo! ¡Vamos!

—¡Soy la perra de Tad Bennett!

—¿Sí? ¿Lo eres?

Sujeta mi nuca haciendo presión. Su pelvis se balancea hacia adelante y atrás ininterrumpidas veces hasta quedarse estático de repente. El gruñido se oye, la evidencia de su orgasmo queda en el preservativo y me hubiese encantado sentir la tibieza entre mis paredes. Sonrío a la par que me muerdo el labio, la proyección es grandiosa desde esta posición.

El castaño eleva mis caderas separando mis piernas, va a terminar aquel sublime trabajo. Su dedo pulgar junto al meñique se encarga de acariciar mi clítoris y el orificio de mi ano, considerando que los tres dedos del medio lo hacen con el perineo. Muerde mis glúteos antes de comenzar con un nuevo monólogo persuasivo. Tad afirma que mi culo le pertenece, no se lo niego, en este preciso momento se lo estoy entregando en bandeja. Él puede poseerme si así lo desea, mas no lo hace. Su lengua participa de manera intercalada, mi orificio recibe su saliva con descaro, estoy en una situación crítica, a nada de correrme.

Su dureza irrumpe en mi interior cuando menos me lo espero, las acometidas bruscas con el peso de su cuerpo sobre mí. Las piernas me flaquean por la postura, mi cara choca contra el colchón que silencia mis gemidos. Bennett rodea mi cuello con su mano imponiéndose como me gusta, me oprime, me penetra, me desea.

Alcanzo el segundo orgasmo en breve, cayendo abatida, estrujando las sábanas blancas cuando intento reponerme al placer recibido. Él se recuesta a mi lado boca arriba, entonces giro para quedar igual. Apenas abro los ojos con la última voluntad que me queda, no entiendo por qué parece que a mí me pasó un tren por encima y Tad continúa majestuoso.

—Con que la perra de Tad Bennett...

—Querías que fuera grosero, no te quejes —Besa mi nariz—. Estuve a la altura.

—Fue increíble, valió la pena que ese gato entrara por el balcón.

—Estoy exhausto y se nos hará tarde, ve a bañarte, bebé, luego voy yo.

—Ven conmigo —uso mi voz de nenita—. ¿Puedes bañarme tú? No tengo fuerzas.

—Jade, no empieces.

—Tad, no puedo moverme, necesito un momento —reímos.

Mira hacia el techo, con el brazo detrás de su cabeza y el cabello hecho un desastre. Es todo un adonis, estoy encantada con su belleza, pretendo morir y renacer las veces que sea necesario con tal de tenerlo así de cerca.

Trago saliva antes de decir algo que pueda jugarme en contra en un momento como este, porque no quiero perderlo, no quiero que se aleje de mí. Sus labios atacan los míos en un instante.

—¿Qué pasa? —inquiere risueño—. Ve a bañarte, Jadie, me iré ahora para no quitarte tiempo.

—¡No! Quédate.

—Se nos hará tarde —Insiste—. No me hagas esto, tengo que ir a la oficina, apenas me da tiempo de ir a casa para bañarme y cambiarme de ropa.

—Nos bañamos juntos, vamos... Por favor.

—Algo me dice que no iremos a ningún lado si seguimos así.

—Bebito—Hago puchero para molestarlo.

—Bebita—Deja un beso sobre mis labios—. Siempre me convences.

Posiblemente tenga razón y sea yo la responsable de su impuntualidad en la oficina. Tal vez suene ambicioso, abusivo, pero quiero que se quede conmigo, no puedo perderlo, no ahora.




¿Qué pueden decirme del encuentro con Tad?  ¿Lo elegirían a él?

Les envío un gran abrazo a la distancia, espero que se encuentren muy bien.

Besotes. JK 💜

Mi instagram: Golden.mineEK

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