2• Primera Vez
JADE
Ha pasado una semana desde que llegué a esta casa. Gran parte de mi día permanezco sola y, me aburro tanto, que hasta preparo la cena para Tad y Joan. Mi rutina diaria se basa en esperar que salgan para merodear las habitaciones con sumo cuidado; no me olvido de que las cámaras captan cada uno de mis movimientos.
En estos días han jugado conmigo de igual manera, cambiando un par de posiciones y detalles mínimos. Mañana y noche vienen por mí a la habitación, me llevan al cuarto del encuentro y solo se encargan de darme placer, logrando que me olvide de mis preocupaciones. No los he tocado tanto como mi imaginación y mi mente lo proyecta, en la vida real no llevo el control de nada, solo dejo que ellos me dominen.
Estoy de pie esperando al lado de la ventana. Joan abre la puerta y trae consigo una bolsa rosa, la deja sobre el escritorio pidiendo que me vista con lo que hay dentro antes de ir a la habitación. Un conjunto de lencería blanco con portaligas incluido es lo que descubro en el interior. Huele muy bien, como a coco o quizás vainilla, pareciera que lo han comprado hace un momento y se me hace un lindo detalle para ser utilizado solo unos minutos.
Frente al espejo obtengo una aprobación de mí misma sin dejar de sorprenderme. Es increíble cómo conocen a exactitud mis medidas o cómo logran imaginarme con el atuendo correcto. Acomodo mi cabello en una última revisión antes de ir al encuentro; aquel cuarto que por más extraño que suene me encanta.
—Perfecta, como todos los días— habla Tad echándome un vistazo.
—¡Que hermosa te ves, Jade! Espero que hoy estés lista, porque será diferente.
—¿Diferente?
—Hoy perderás la virginidad y daremos comienzo a una nueva etapa —Sonríe el castaño como si eso fuese una buena noticia—. Los tres nos vamos a divertir a partir de ahora.
—Pero... Quién de ustedes...
—Tranquila, no te haremos daño —Interrumpe Joan—. No lo hemos hecho en todo este tiempo.
Guardo silencio. Es difícil procesar lo que acaban de decirme con tan solo ingresar al cuarto. Era consciente de que esto sucedería en algún momento, es parte del contrato; sin embargo, no pensé que fuera tan rápido.
—Jade, todo va a estar bien.
—Tienes razón, perdón —Asiento sin hacer contacto visual con ellos.
—Míranos a los ojos a ambos a partir de ahora y hasta que terminemos —Ordena el pelinegro—. Seremos suaves, como siempre.
—¿Quién lo hará? —Pregunto con inquietud, no sé hasta qué punto puedo intervenir en esto.
—Llegado el momento tú decides quien quieres que lo haga, no te forzaremos a nada.
Siempre iniciaba igual, uno frente a mí y otro detrás, besándome y quitándome la ropa interior; aquella que elegían pero que no duraba nada en mí.
La cama era el segundo destino, cuando se abalanzaban como fieras hambrientas sobre una presa vulnerable. Hacían todo lo que querían conmigo y yo me dejaba, porque en el fondo los deseaba, anhelaba que los dos me probaran y me dijeran cosas sucias al oído completamente desinhibidos por la presencia del otro. Ni hablar cuando alguno de ellos se adueñaba de mi boca y yo continuaba ese juego, devorando sus labios sin piedad.
—Estás muy mojada —Susurra Tad—. Hueles bien, eres hermosa; no perdamos tiempo y empecemos con esto.
—Sí, está bien —respondo agitada a milímetros de su rostro.
—¿Ya pensaste quién quieres que lo haga?
—No, todavía no —titubeo al caer de repente en la realidad.
—Tranquila, solo elige a uno de los dos —dice Joan—. Con quien te sientas más segura, ninguno va a enojarse.
—Quiero que tú lo hagas, Joan.
Ambos se sorprenden, hasta yo misma lo estoy al mencionarlo. Joan siempre se ha mostrado agresivo e irracional, nos insultamos en forma habitual, pero en la cama es distinto. Por otra parte, Tad me habla con ternura y, a pesar de eso, en la cama es indomable, seguro de sí mismo, actúa por instinto a sabiendas que no voy a negarme, por alguna razón eso me inhibe al confiarle esta primera vez.
—¿Yo? —Se sorprende reincorporándose a un costado de la cama para observarme mejor—. Pensé que elegirías a Tad.
—También pensé lo mismo —ríe el castaño—. Pero no me voy a poner celoso.
—Si no quieres, entonces...
—¡Sí lo haré! Despreocúpate.
Tad besa mi cuerpo realizando un recorrido de besos desde mis labios hasta llegar a mi clítoris, lamiendo cada parte de la zona tal como sabe hacerlo. De a poco entro en calor, mi cabeza hace un clic y cambia de escena, intenta dejar atrás el pensamiento de lo que está por suceder para disfrutar de lo que ya está aconteciendo.
Joan se desviste a un costado de la cama, es la primera vez que lo veré desnudo. Tiene un abdomen marcado, bien definido, seguramente dedica gran parte de su tiempo en hacer ejercicio. En su hombro izquierdo y parte del pecho lleva un tatuaje; un lobo en medio del bosque con una terminación realista y llamativa. Quedo embelesada observando con detenimiento y él se da cuenta de mi impertinencia.
—Me gusta que me mires—menciona quitándose el bóxer—. Recorre todo mi cuerpo si así quieres.
Lo veo colocarse el preservativo, él se encuentra más que preparado para lo que viene; yo no me quedo atrás.
—En minutos serás completamente mía —susurra en mi oído.
No hace más que provocarme con sus palabras, obteniendo un leve gemido de mi parte acompañado por el estupendo trabajo de Tad entre mis piernas.
El castaño me hace perder la cordura, sus grandes manos aprisionan mis muslos y de solo verlo me dan ganas de recibir más de él. Sonríe besando el interior de mis piernas y concibo entender la razón: el juego va a comenzar.
—Es toda tuya. —Relame sus labios por última vez apartándose de mí para dejarle el camino libre a su compañero.
Joan se posiciona encima, entonces abro mis piernas para recibirlo. La punta de su pene roza con mi intimidad, nuestras miradas conectan y no hay más que deseo en sus ojos; aquellos ojos oscuros e impenetrables cargados de ganas de hacerme suya hace días.
Acaricio su rostro cuando lo tengo a centímetros del mío y lo beso, como si el mundo se cayera a pedazos afuera. Ni siquiera pienso en Tad que se encuentra a un costado observando todo con suma atención.
Corresponde a mi accionar precipitado y, sin dejar de hacerlo, se introduce lentamente en mí. Duele un poco, pero me encuentro tan húmeda, tan cegada por Joan que no me importa. Se mueve y no hago más que suspirar con una mezcla de placer y dolor. Cada vez que entra percibo un leve quejido cerca de mi oreja; una delectación inenarrable.
Sus movimientos pausados y cuidadosos aumentan mi deseo. Acuno su rostro con mis manos para atraerlo y fundirnos en un apasionado beso. Su lengua curiosa quiere probar de la mía mientras el ruido obsceno acrecienta el apetito junto a sus arremetidas que aumentan de a poco.
—Esto se siente tan bien, estás tan apretada—murmura.
—¡Tú querías perdértelo! —Se burla el otro a la distancia.
Dirijo mi vista hacia Tad, él yace con sus piernas abiertas hacia cada lado del sillón tántrico a un costado de la cama. Se ve sexy con su pelo castaño revuelto y el brazo detrás de su cabeza, tanto, que una idea alocada comienza a rondar en mi interior.
—¡Mírame! —Exige el pelinegro—. Eres mía ahora, ¡repítelo!
—Soy tuya, Joan.
—¿Sí? ¿Te gusta? —Jadea cuando todo el peso de su cuerpo me llena—¿Quieres que vaya más rápido?
—Me encanta—Asiento—, pero necesito que lo hagas más despacio, porque me duele un poco.
—Está bien, lo haré más suave. —Sonríe—. Perdóname, Jade.
Jamás pensé oír una disculpa de su parte. Este hombre se la pasa tratándome mal y llamándome niña.
—Soy una niña, ¿lo recuerdas? —Finjo inocencia.
—Mi niña —Arremete con fuerza quedándose estático después.
Sale de mí con parsimonia y vuelve a entrar con ímpetu, provocándome un gemido involuntario. Mi cuerpo ya no distingue el dolor del placer irracional. Sus palabras ambiguas por momentos me hacen desconfiar y temer de él.
—Lo siento, lo siento —Gruñe—. No sabes cuánto me cuesta esto, Jade.
Con la bestialidad que lo caracteriza une sus labios a los míos a fin de concentrarse. Nuestras pieles arden. Araño su espalda con fuerza y éste se queja de dolor; sin embargo, estoy tan excitada con el movimiento pélvico de Joan que decido dejarlo ser.
—Intenta moverte más rápido, pero no me lastimes —Suplico.
—No lo haré, no te preocupes, solo déjame hacerlo a mi modo.
Y cumpliendo con su palabra realiza un movimiento impecable en cada acometida. Tengo las manos prendidas a su cabello, pero decido deslizarlas por su espalda atreviéndome a llegar a su trasero y aferrarme a él sin dudar.
—Eres una imprudente, niña—ríe—. Te estás portando mal.
Su boca se encuentra en mis pechos, mi espalda se arquea de goce. Lo está disfrutando y me siento conforme al saberlo, aunque no creo que vayamos en sincronía esta vez.
—Voy a correrme ahora, Jade— habla con dificultad—. Mírame a los ojos y pídemelo.
Sujeta con fuerza mi mentón cerciorándose el contacto de miradas y estimulándose con mis propias palabras.
—Córrete dentro de mí, Joan—Chillo mientras me embiste.
—¿Lo quieres? —murmura.
—¡Sí, por favor!
La bestia que trae dentro es liberada, aparece entre gruñidos y gemidos, se corre con fuerza culminando el encuentro mediante besos exhaustos.
Tad se acerca con una sonrisa de lado a lado, ha observado cada detalle desde el sillón y eso en parte me ha gustado.
—¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?
—Estoy bien, por ahora nada me duele.
—¿Quieres ir a tu cuarto o quieres hacerlo conmigo ahora? —Inquiere divertido apartando algunos cabellos de mi cara cuando se sienta en la cama.
Joan me ha tratado tan bien hace unos instantes que quizás hacerlo con Tad no sería correcto, no obstante, ¿tendré un castigo por tener sexo solo con uno de ellos?
—Yo...
—No hay castigos por hoy; es tu primera vez —responde como si me leyera el pensamiento—. Puedes ir a descansar a tu dormitorio.
Me relajo, dejo que su mano varonil se enrede en mi melena con movimientos complacientes. Parezco un pequeño gatito en busca de mimos donde Tad es como un amo servicial y bondadoso dispuesto a darme más si se lo pido.
Su dedo índice se desliza por el borde de mi cuerpo descendiendo por mi abdomen hasta trazar líneas imaginarias en mis glúteos.
—¡Sí, quiero! —digo sin pensar.
—Arrodíllate en la cama y desnúdame— Me pide colocándose de pie.
—¿Puedo hacerlo? ¿Puedo tocarte?
—Tú puedes hacerme todo lo que quieras, Jade. Seré tuyo y serás mía.
No sé qué me está pasando, pero me siento tan pervertida como ellos.
Me lanzo a sus brazos para poder besarlo, de inmediato siento sus manos rodeando mi cintura. Poco a poco voy desvistiéndolo, quizás hasta con desesperación; lo necesito dentro de mí y sentir un orgasmo, aquel que con Joan no obtuve.
Retiro su cinturón sin romper la cercanía y desabrocho el botón de su pantalón de vestir. Sus manos detienen las mías arrojándome con fuerza hacia el colchón. Tad sonríe bajándose el pantalón y quitándose el bóxer, dejando ante mis ojos toda su desnudez. En él no hay rastros de tatuajes, pero sí un cuerpo cuidado y esbelto.
Se enfunda con el preservativo y se posiciona encima de mí. Lo hace suave, delicado, entonces no dejo de desearlo, quiero que me dé todo.
Permanece inmóvil por unos minutos, a fin de que me acostumbre a su tamaño, en tanto me besa el cuello y baja hasta mis pechos. Clamo su nombre en forma impensada, todavía no se ha movido.
—Ahora gritarás mucho más, lo sé.
Las arremetidas inician lentas los primeros minutos, me hacen volar a un mundo de fantasías recónditas donde yo deseo esos gemidos varoniles en mi oído, acompañado de sucias palabras con su voz gruesa y seductora.
El placer se incrementa, el peso de su cuerpo sobre el mío me encanta, no quiero que se detenga. Su boca probándome con perversión, aseverando que soy solo suya, me acerca poco a poco hacia donde quiero llegar. A pesar de todo, no soy quien lleva el control.
—¿Por qué te detienes? —Cuestiono enojada.
—¿Estabas por correrte?
No respondo, no quiero decir algo fuera de lugar.
—Lo siento, pero lo harás, no te preocupes. Ponte en cuatro ahora.
Insegura de esto, y un poco frustrada, permito que él se haga cargo de la situación. Joan observa acostado en aquel sillón, todavía desnudo, fijando sus ojos en mí y apreciando la unión con su amigo.
Me penetra despacio, con cuidado, y pide que arquee mi espalda tan solo un poco antes de acelerar sus movimientos.
Sus manos aprisionan mi melena formando una coleta y lo agradezco, porque el cabello comienza a molestarme. Escucho sus jadeos a mis espaldas, aquellos tan masculinos y sensuales a los que podría acostumbrarme sin rechistar.
—¿Se siente bien? —dice acercándose a mi oído.
—Sí, Tad, me gusta.
¡Dios mío! ¡Esta es la mejor sensación que he experimentado hasta ahora!
Prendido a mis caderas, con un vaivén exquisito, alcanzamos el clímax. El castaño se corre acompañado de una respiración anhelosa, sosteniéndome cuando los movimientos involuntarios me impiden permanecen sobre mis rodillas.
—Lo has hecho genial, Jade —comenta con dificultad—. Eres perfecta.
Me dejo caer sobre la cama con una fina capa de sudor y con el ritmo acelerado. Joan se acerca tomando lugar a un costado y Tad, luego de quitarse el condón, hace lo mismo. Una vez más estoy al medio de dos hombres en una vivencia nueva.
—¿Te encuentras bien? —Acaricia mi brazo.
—Sí, Joan, lo estoy.
—¿Estás cansada? —Pregunta Tad imitando el mismo acto.
—Creo que estoy enferma del cerebro como ustedes—río—. Nunca pensé que diría esto, pero me gusta cuando me tocan.
—Esto recién empieza, Jade.
Joan toma mi rostro con el propósito de besarme. Mi labio inferior queda en medio de los suyos, percibo su lengua pasar ligeramente por el borde suscitando un efecto atractivo.
—Después pedirás que paremos —dice el castaño.
Separándome del contrario voltea mi cuerpo para tenerme de frente. Sujeta mi cara y deja besos cortos como si tanteara el terreno incitándome a dar el primer paso. Soy yo quien apresa su labio con los míos, pero el movimiento suave y pausado lo lleva él.
—¿Esto no es raro para ustedes? —Inquiero separándome de él—. Digo... Besarme intercalado, ¿no los hace sentir incómodos?
—Nada de cuestionamientos, ya lo sabes.
—¡No rompas las reglas, Jade!
—Lo siento —titubeo—. Me iré a mi cuarto a descansar.
—No, hoy dormiremos aquí, los tres.
La idea de quedarme aquí con ellos me gusta, sobre todo pasar la noche en este cuarto, en esta cama en la que ambos me volvieron suya y en la que ellos se volvieron míos. Podría acostumbrarme a la cantidad de besos impensados y al tacto improvisado por debajo de las sábanas que cada uno hace sin que el otro se dé cuenta.
Me siento deseada, extasiada, realmente afortunada de tener a estos dos psicópatas pervertidos durmiendo conmigo porque, en definitiva, también soy como ellos ahora.
Esto estuvo intenso 😅 ¿Qué les pareció el capitulo de hoy?
Agradezco que se encuentren leyendo esta historia. Gracias por dejar sus comentarios, votos, y agregar a sus listas de lectura; demasiado importante para mí.
Les mando un fuerte abrazo a la distancia. Nos volvemos a leer el viernes. 💜
GRACIAS POR TANTO AMOR.
JK💜
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