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13• Acto improvisado


JADE

Llego a la universidad percibiendo la mirada de todos alrededor del campus, no es más que mi imaginación haciendo estragos en mi cabeza; es la conciencia diría mi madre. En cierto punto algo de razón hay en esa frase, no he podido dejar de pensar en qué sucedería si la gente se entera de lo que estoy haciendo, sería la golfa de la facultad.

—¡Hey, Jade! —Toma mi brazo— ¿Podemos hablar antes de entrar?

—¿Qué quieres, Joshua? ¿No fue suficiente con tu escenita frente a las chicas anoche?

—¡Lo siento, pero es que no entiendo nada! Pensé que te vengarías de ellos, ¿qué se supone que haces?

—Cambié de planes, deberías de agradecerme —digo avanzando hacia el curso—. Si mi venganza se hubiese llevado a cabo en su totalidad, también estarías involucrado, Payne.

Camina a mi lado con la cabeza agacha, no va a dejar de sentirse culpable por esto, es lógico, no es una marca que desaparezca fácil; sin embargo, me duele verlo así, Joshua ha estado junto a mí desde la infancia, es como mi hermano.

—No puedes juzgarme, lo sabes.

—Nunca lo hice, Jadie —responde con la voz débil.

—Entiendes a lo que me refiero, ¿no?

—Me parece una locura viniendo de ti, pero no te voy a juzgar, siempre y cuando no termines lastimada con esto. —Guarda silencio solo unos segundos y continúa—. No puedes enamorarte de dos personas a la vez, ¿qué hay de Kurt? ¡Dijiste que te gustaba!

—¡Y me gusta! ¡No sé qué debo hacer al respecto! —exclamo—. Es demasiado bueno para mí, pero no puedo olvidar que le he mentido, ni siquiera sabe mi nombre.

—Díselo cuando tengas la oportunidad de verlo, tal vez lo entienda. —Aconseja calmado—. Respecto a los otros dos, no te hagas falsas ilusiones.

Entramos al salón, cada uno se sienta en su pupitre, distanciados, con una sensación horrible a causa de nuestra controversia. Las clases inician y lo que menos hago es prestar a atención al profesor que permanece en frente. Mis pensamientos se encuentran en otro mundo, analizo las opciones y sus posibles resultados.

¿Realmente quiero a Kurt Riley? ¿Podría olvidar a Joan y Tad? Soy un desastre con solo 20 años, aunque muy a mi pesar, yo no pedí esto, se dio y no voy a dar marcha atrás. 


El señor Elliot me explica que esta sesión de fotos es muy importante para la empresa que nos ha contratado y que debo hacer un excelente trabajo para continuar con las recomendaciones a futuro. Olvidé por completo lo de la sesión de hoy, al menos me he vestido casual.

—Ese vehículo te llevará directo a la empresa, Jade—Señala a través del vidrio—. Debes reportarte con el señor Porter, ¿de acuerdo?

—No hay problema, nos vemos más tarde, señor.

Es la primera vez que un auto viene por mí para llevarme a una sesión, esto es genial. Cuando trabajamos con organizaciones importantes suceden cosas inesperadas, pero es mi oportunidad para demostrar de qué estoy hecha, mis fotografías serán las mejores, lo puedo asegurar.

Saludo al conductor sintiéndome importante cuando me abre la puerta trasera. Reviso mi celular y anoto la fecha de hoy en mi cuaderno, acostumbro a dejar constancia de los lugares a los que voy con algunos detalles.

Minutos después llegamos a un enorme edificio. A causa de mi torpeza y distracción, no logro divisar el nombre de la empresa ni en qué calle estamos; mi lapicera ha caído al suelo y debo buscarla. ¿Por qué eres tan tonta, Jade?

El auto se detiene en el garaje del subsuelo, el chofer me indica el número de piso y el nombre de la secretaria del señor Porter. Le agradezco con mi bolígrafo en mano apresurándome a guardar todo en mi bolso antes de bajar del coche.

Camino hasta el Hall donde una hermosa chica rubia se encuentra completando unos formularios. Me acerco a ella con algo de vergüenza, no estoy segura si es el lugar correcto, aunque ya no puedo retractarme, estoy aquí.

—Buenas tardes, mi nombre es Jade Jeffers, me llamaron para una sesión de fotos. Necesito hablar con el señor Porter.

—¡Buenas tardes, señorita Jade! —Sonríe—. Puede ingresar a esa oficina, en un momento los señores estarán con usted.

—Muchas gracias.

Una amplia oficina me recibe con su alfombrado rojo y sillones negros tapizados. Hay un escritorio color madera y, detrás, una biblioteca a juego con libros y carpetas. Es acogedora, la única ventana da hacia un jardín pequeño, pero lo suficientemente tranquilo para quedarse pensando. Tengo una obsesión con mirar a través de las ventanas, debo reconocer.

Tomo asiento para preparar mi cámara, comprobando que traigo baterías de repuesto y lo indispensable para realizar mi trabajo.

—Señorita Jeffers, ¿no es cierto? —pregunta una gruesa voz entrando a la oficina.

—¿Tad?

—¿Jade? ¿Qué haces aquí?

La puerta se abre a sus espaldas dejando entrar a Joan con su traje negro y una corbata roja resaltando sobre su camisa blanca.

—Veo que ya conociste a la fotógrafa que contraté ayer.

—¿Tú llamaste a la agencia?

—Lo hizo mi secretaria, pero sí... —Se encoge de hombros—. Te saliste con la tuya, idiota —resopla.

—¿A qué te refieres con eso? ¡Yo no pedí que me contrataras!

—Entonces, ¿no vas a sacarle fotos a R-Lane? De acuerdo, buscaremos a otra persona.

—¿Qué? Espera... ¿Lo dices en serio?

—No se te ocurra gritar, Jade —Amenaza a regañadientes apuntándome con el dedo—. Eso déjalo para la noche.

Estúpido Joan y su cambio de humor constante. Me abalanzo sobre él para besarlo, evitando que diga algo que arruine el momento. Tad ríe a un costado observando la escena.

—Ya déjalo, linda, alguien podría entrar a la oficina y sería una situación complicada de explicar.

—Lo siento, Tadie. Te doy un besito pequeño a ti también.

—¡No, nada de besitos porque no hay tiempo! —Interrumpe el pelinegro—. ¡Apúrate, niña! —Dándome una palmada en el trasero.

Jamás pensé estar aquí, no se me cruzó por la cabeza que ellos pudiesen comunicarse con el señor Milbourn para dejarme a cargo de este trabajo. Esto sobrepasa mis expectativas, quiero gritar y a la vez debo controlarme para no quedar en ridículo. Las personas que trabajan en esta discográfica están acostumbradas a relacionarse con artistas, no saben lo afortunadas que son, lo mío es suerte de principiante.

Tad no estaba enterado de mi contratación, entró a la oficina leyendo un papel con mi nombre y sin mirarme. Por otra parte, Joan, no quería que conociera a Robin Lane, dijo que no debíamos confundir lo laboral con lo personal, pero creo que lo estamos haciendo, ¿eso es malo?

Nos dirigimos al set donde se llevará a cabo la sesión. Estoy nerviosa, conocer a un artista no es algo habitual, los eventos más importantes a los que he asistido han sido reuniones de empresarios donde solo he tenido que fotografiar el protocolo de sus juntas, firmas de contratos y ese tipo de cosas que, si bien me dejaron una importante ganancia, nunca se asemejó a esto.

Las personas del staff son amables y simpáticas, entablamos una conversación previa antes de que todo comience. Es bueno marcar un ambiente cordial y hacer sentir cómoda a la persona que recibirá la atención, en este caso, R- Lane.

Casi sin darme cuenta él está aquí. Trae una sonrisa de oreja a oreja. Muy en el fondo siempre supe que no era un engreído como mucha gente aseguró tras el último disco y su cambio de rumbo.

Su cabello ondulado y ojos café se verán bien en cada una de las tomas porque tiene una nariz bonita, porque tiene dientes bonitos, porque tiene cutis bonito.

—Un gusto, mi nombre es Jade Jeffers, seré su fotógrafa por esta tarde.

—El gusto es mío. No pensé que la fotógrafa sería más joven que yo —bromea.

—Puedo resultarle joven, pero soy una profesional —asiento—. No se preocupe, señor Lane.

—De eso estoy seguro—Palmea mi hombro—. Por favor, tutéame, no soy tan viejo.

¡Estoy hablando con R-Lane, no me lo creo! En cuanto salga de aquí gritaré frente a Alison y Ema.

La sesión se lleva a cabo con naturalidad. Robin, además de ser atractivo, es muy espontáneo, con una risa contagiosa, lo que hace que todo sea más fluido entre nosotros. Viste un pantalón de cuero en color negro, un chaleco de jean claro y no trae remera debajo, es un sueño. Se mete en el papel, cambia su rostro a algo más serio y luego, con esa dualidad que se carga, vuelve a ser infantil y dulce.

Estoy embobada y agradecida por esto, creo que es una enorme oportunidad para añadir a mi CV. Sin dudas Joan se ha ganado una noche con más que besitos de por medio.

—¿Cómo quedaron las fotos, señorita Jade? —Pregunta curioso R-Lane acercándose a la pantalla donde aparecen algunas tomas.

—¡Geniales! Ésta es mi favorita —Señalo.

—Estoy conforme, ojalá nos encontremos pronto, es la primera vez en la que una sesión no es estructurada, odio las fotografías—Confiesa.

—¿Por qué? tienes actitud de modelo, las tomas quedaron increíbles.

—Eso se debe a la fotógrafa, no al modelo —Se coloca la remera, arreglando su cabello después.

¡Por Dios, por Dios! ¡Me voy a desmayar!

—¿Nos sacamos una selfie? —Propone risueño—. Voy a seguirte en tus redes, ¿te molesta si la comparto?

—¿En serio? ¡Claro! Voy a ganar seguidores —bromeo.

—Quizás yo sea quien los gane.

Estoy conteniéndome para no gritar como una completa demente cuando el mismo Robin Lane saca su teléfono para retratar este momento. Me limito a sonreír, puedo sentir el calor en mis mejillas porque no deja de mirarme, tal vez se ha dado cuenta que soy una fan desquiciada conteniendo las ganas de perder la voz.

—¿Cómo salió todo, Jade? —Interroga Tad.

—Las fotos quedaron muy bien, señor Bennett.

Él sonríe tímido, es la primera vez que lo llamo por su apellido, estamos en horario de trabajo, no debo sonar irrespetuosa.

—¿Ya terminaron? —Se acerca su compañero.

—Ya finalizamos, su fotógrafa es excelente, me sentí muy cómodo trabajando con ella.

—¡Que bueno, Robin! Es que ella es una profesional.

—Ya debo retirarme, esperan por mí, tengo una entrevista en una hora—dice al mirar su reloj—. Nos vemos pronto, Jade, fue un placer conocerte.

—El gusto es mío, Robin —Me animo a tutearlo como lo pidió— ¡Adiós!

Se despide de los dueños de J&T y se aleja por el amplio set hasta la salida, dejando un imborrable recuerdo y una enorme felicidad.

—Se te cae la baba —Se queja Joan—. Tuve que mentirle con que eras profesional.

—Soy profesional, señor Grant—murmuro— ¿Por qué no se va a la mierda?

—Bueno, señorita Jeffers —habla el castaño para impedir una discusión entre nosotros—. Podemos llevarla a su casa si quiere.

—Se lo agradezco, señor Bennett, es usted muy amable.

Mi trabajo ha finalizado, soy toda una experta en relaciones laborales, muy a pesar del hombre de ojos oscuros y ceño fruncido. 


Dentro del vehículo podemos respirar tranquilos, sin la interposición del personal de la empresa clavando sus ojos en los jefes que supervisan cada actividad.

—Ninguno se esperó este día, ¿verdad?

—Grant, no me habías dicho que Jade era la nueva fotógrafa, ¿cómo hiciste el contacto?

—Tengo mis técnicas, siempre consigo lo que quiero, pero lo hice a nombre de Porter —Confiesa.

—Pensé que no querías que conociera a Robin Lane —digo desde el asiento trasero como es habitual en estos últimos días—. Sin embargo, me encantó hablar con él ¡y las fotos quedaron increíbles! —menciono emocionada—. Puedo dejarme algunas, ¿verdad?

—¡Deja de suspirar por él, ni que fuera irresistible! Primero Kurt, ahora éste, ¡eres una insaciable!

—Quiero llegar a casa a dormir, me duele el cuerpo—Se queja haciendo crujir su cuello—. Tu cama es muy pequeña para nosotros tres, Jade.

—Lo siento, Tadie —Cambio la voz— ¿Quieres que te haga un masaje y te de besitos?

—No me provoques, debí sentarme contigo. —Se lamenta mirando hacia atrás encontrándose con mis besos voladores.

Es raro entablar una conversación tan natural, como si fuésemos viejos amigos que se conocen de toda la vida. Verlos así, en un ámbito diferente como es él laboral, me agrada, me hace sentir incluida, soy partícipe de sus vidas ahora y pienso que está bien. Les agradezco por la oportunidad de ser parte de un proyecto que involucra a un gran artista, estoy feliz por eso, aunque para ellos no signifique nada.

—Yo sé cómo puedes agradecerme en cuanto lleguemos. —Mira por el espejo retrovisor.

—No me provoque, señor Grant, porque se me ocurre algo muy sucio en este momento.

Ríen desde los asientos delanteros, pero un efímero pensamiento viene a mí y pretendo llevarlo a cabo.

—Tadie, ¿puedes correr el asiento hacia atrás? por favor, será un segundo —Acaricio el lóbulo de su oreja con mis dedos continuando hasta sus cabellos.

—¿Qué pretendes hacer? Estoy conduciendo.

—Cálmate, Grant, va a gustarte.

El auto tiene vidrios polarizados, desde afuera no se ve nada y estoy tan caliente ahora que no me importaría si alguien lo nota. Quito las zapatillas con ayuda de mis pies y bajo mi pantalón por completo quedando solo en bragas, aquellas que tienen un delicado cierre en medio que ellos mismos escogieron meses atrás.

Tad observa pasmado, traga saliva antes de regresar su mirada al frente para comentarle a Joan lo que ocurre, mas no puede hacerlo.

—Haz el asiento hacia atrás solo un minuto, Tadie, no demoraré.

Obedece a mi pedido. El asiento llega a su tope permitiéndome pasar hacia adelante a horcajadas sobre él.

—Ahora regrésalo solo un poco, no tanto.

Su brazo derecho me sujeta con fuerza en tanto su mano izquierda presiona la palanca que permite correr la butaca. Muevo mis caderas ejerciendo fricción contra su miembro que de a poco se acrecienta.

—¿Qué haces, Jade? ¿Te quitaste el pantalón? —expresa Joan sin poder creerlo.

—¡No mires! Concéntrate en manejar o nos mataremos.

Beso a Tad, él aprovecha para manosearme de manera impertinente, me quita la blusa tirándola hacia el asiento trasero para que no nos estorbe en nuestro accionar. Estoy en ropa interior, me siento observada por ambos, aunque el conductor no pueda hacerlo como tanto quisiera.

Con mucho cuidado me coloco boca abajo para alcanzar la bragueta de Joan. Mi trasero queda expuesto hacia Tad, la posición es incómoda, pero estoy tan excitada que no me importa en lo absoluto. Desabrocho el cinturón y bajo el cierre para encontrarme con ese enorme bulto que se encuentra oprimido debajo del bóxer.

—¿Qué haces, Jade? —indaga entre jadeos—. Estoy conduciendo, es peligroso, no me hagas esto.

Sus palabras son silenciadas en cuanto muerdo por encima de la tela. Mi mano derecha saca por completo su erección y sin pensarlo lo llevo a mi boca.

—Ah, Jade ¡para! —Suelta un gruñido que me vuelve loca.

Bennett baja el pequeño cierre de mis bragas por el solo hecho de que tiene un fetiche con ellas, porque es tan diminuta que correrla sería más simple. No puedo verlo, pero siento como de a poco va introduciendo sus dedos en mi interior obteniendo un gimoteo repentino, impidiendo que prosiga en mi actividad en la que tan concentrada estaba.

—Eres una nena pervertida. —Acelera el bombeo con sus dígitos—. Te encuentras muy húmeda, riquísima...

—Jade, por favor, para —pide Joan, mas no quiero obedecerlo.

La posición en la que me encuentro es incómoda; Grant debe meter los cambios y su mano tiembla cuando tiene que hacerlo, puedo observar su rostro y diría que hasta le cuesta mantener los ojos al frente, solo quiere mirarme para correrse de una vez.

Sostengo su miembro viril e intento llevarlo hasta lo más profundo, el movimiento rectilíneo ayuda a actuar con mesura, lo engullo con diplomacia. No estoy midiendo el peligro, sin embargo, la dopamina actúa en mi interior y ya no puedo detenerme.

El pelinegro cierra sus ojos volviéndolos a abrir sin quitar las manos del volante. Baja la velocidad colocando las balizas, por si acaso, alertando a quien se encuentre cerca que, después de descargarse en mi boca, volverá a ser un automovilista adepto a las normas de tránsito.

—De acuerdo, ¿quieres hacerlo? ¡Qué sea rápido!

Simula embestirme la boca, el meneo de su pelvis ayuda a que ingrese a su ritmo; no obstante, sujeto el grosor de su tronco lubricado con mi saliva y lo saco para llenar mis pulmones de aire. La respiración agitada de Joan me lleva a niveles extremos de satisfacción, incrementa mis ganas de correrme llenando con mis fluidos los largos dedos de Tad, quien no se rinde en mi interior.

En menos de lo pensado mi boca rebalsa de líquido blanco y caliente. Un quejido casi gutural sale de los adentros de mi conductor, su pantalón se ha manchado con restos de semen, pero no le interesa en lo absoluto porque se siente liberado.

Me reincorporo, le pido al castaño que haga el asiento hacia atrás otra vez, sabe que el placer le toca a él a partir de ahora. Tengo mi cara roja y la mano marcada por la fuerza implementada al sujetarme en el asiento. Trato de respirar y acomodo mi cabello recogiéndolo en un pequeño moño.

Tad me penetra en cuanto se coloca el preservativo, es común que traiga uno en el bolsillo después de todo. Suspira con pesadez, su mano izquierda sujeta mi nuca en lo que me muevo a mi tiempo y como puedo. Follar dentro de un vehículo no es nada práctico, pero sí lo suficientemente excitante como para volver a intentarlo. Los autos que pasan en cercanía no se detienen a vernos, no se imaginan la lujuria que corre dentro de este ínfimo espacio.

La pelvis de mi compañero sube y baja en un vaivén al compás de mis caderas. Estoy caliente, quiero que Tad Bennett me coja hasta que mi cuerpo diga basta y él insista en continuar porque de eso se trata, de complacerme hasta el hartazgo.

Me ayuda a moverme con mayor precisión, aunque mi cuerpo tiembla a punto de llegar a la cúspide del placer.

—Jade, un poco más y terminamos —suplica conteniéndose para aguardar por mí.

Arriba, abajo, arriba, hasta que todo el líquido se disipa dentro. Mi cuerpo se retuerce y suelto un grito de placer que me deja extenuada. Estoy sudada, húmeda y somnolienta. Levanto mi trasero con el fin de que el sexy hombre a mis espaldas se quite el condón, pero termino ocasionando que su pantalón también se manche con su orgasmo.

Me deja descansar respaldada sobre su pecho, él me abraza y besa mi sien sin decir ni una sola palabra. Tengo mis ojos cerrados percibiendo el calor en mi piel, inhalo y exhalo hasta calmar la agitación y que mis mejillas retomen su color habitual.

—Cuando lleguemos lavaré sus prendas, no se enojen —digo a modo de broma—. Lo prometo.

El portón de la casa se abre e ingresamos. El auto se detiene por completo, los dos me miran a la espera de una explicación, aquella que no existe, más que mi ocurrencia desmedida y mis ganas de probarlos. Lo han entendido, todo parece estar bien.

Descendemos del vehículo para entrar a nuestro hogar; yo desnuda, con las prendas en la mano; y ellos, con los pantalones humedecidos y sucios por nuestro acto improvisado. 

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