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11• Plan Perfecto

JADE

Hace días que planeo esto, mi cabeza no deja de batallar con mis propias decisiones, el solo pensar que esa chica disfrutará igual o más que yo me molesta mucho. Estos meses me enseñaron a quererlos, a tolerarlos y aceptarlos tal cual son.

Joan, quien fue un completo imbécil conmigo, el último día me hizo el amor de una forma tierna, demostrándome afecto en base a caricias y besos. Sus gemidos leves y el movimiento de sus caderas sobre mí fueron delicados, no solo con la búsqueda de un exquisito orgasmo, sino que hubo algo más. Me gusta Joan de una manera incoherente.

Por otra parte, Tad fue dulce conmigo desde el inicio, no me trató mal sino hasta aquel día. En el sexo relucía, ni siquiera era brusco del todo, solo me pedía que yo lo fuera con él, mas desobedecí a sus súplicas. La traición lo hirió, puedo hasta comprenderlo, quizás yo me merecía que me golpeara de esa manera, todavía recuerdo sus ojos llenos de lágrimas implorando perdón. Mi abrazo con él fue sincero, muy sincero, porque me gusta, a mi manera extraña de comprender este amor que siento.

¿Qué tan mal debo estar de la cabeza para tener estos pensamientos? Lloro y no me entiendo ¡los deseo! Hace un mes que no tengo sexo y parezco desesperada fantaseando con sus manos sobre mi cuerpo, rebobinando escenas en mi cabeza para alimentar mi proyección hasta caer en la realidad.

Seco mis lágrimas, no tengo tiempo para esto. Hoy voy a vengarme de esos dos y debo estar concentrada. Estoy segura de que van a llevar a esa chica a la casa para comenzar a usarla de la misma manera que me usaron a mí. Voy a impedirlo.

Joshua ha venido a buscarme, tendrá que colaborar conmigo si quiere que lo perdone. A partir de hoy obtendré todo lo que quiera, de quien quiera y a como dé lugar.

Estacionamos a una distancia considerable de la casa, lo que menos quiero es que nos apunten como sospechosos. El Mercedes negro llega y el enorme portón se abre, la chica viene en el asiento trasero como lo sospeché.

—¿Qué piensas hacer, Jade? Por favor, no cometas una locura. —Pide preocupado.

—Cálmate, Joshua, tú no estarás involucrado, salvo que lo arruines ¡Y te arrepentirás de por vida!

Ésta es la primera noche de ella en la casa, dudo que las cosas comiencen tan rápido; sería descortés no dejar que se acomode a su nueva residencia. Si esperaron un mes para tenerla, podrán contener las ganas hasta mañana. Voy a entrar cuando se vayan a trabajar, es más seguro.

Pero ¿qué pasa si quieren estar con ella en la mañana antes de irse a la discográfica como lo hicieron conmigo? ¡No! No puedo cometer ni un error en esto, tengo que pensarlo mejor.

Escabullirme temprano es mi única opción antes de que se despierten. No voy a arriesgarme a que algo suceda, menos permitir que toquen a esa mujer.

—Entraré en la casa antes de que ellos despierten y se vayan a trabajar—comento en voz alta.

—¿Qué? ¿Cómo que entrarás a la casa? ¡Estás loca, podrían demandarte por invasión a la propiedad!

—¡Y yo los demandaré por tenerme de esclava sexual durante meses y tú caerás con ellos!

— ¡No! Por favor, no lo hagas—titubea— ¿Qué quieres, Jade? Dímelo, pero no me involucres en esto.

—Payne, ya estás involucrado ¡Déjate de mariconadas! Harás de campana en un par de horas, me ayudarás a ingresar a la casa como sea. Hay cámaras por todas partes, menos en sus habitaciones, el baño de la chica y el jardín. ¿Te das cuenta de que son idiotas? No tienen cámaras fuera.

La puerta de la cocina, que da hacia el patio trasero, tiene una pequeña ventana que puedo abrir con facilidad, entraré por allí. Joshua se quedará en el auto, la chica saldrá y él la llevará a donde le indique. Nada puede salir mal, es buena idea.

—No hablarás nada que tenga que ver conmigo o esos dos imbéciles, ¿de acuerdo? No vuelvas por mí si yo no te lo pido.

—Pero...

—Si algo sale mal, te mantienes con la boca cerrada y jamás me menciones. Nadie sabe que tú me entregaste, solo yo y no estoy dejando evidencia, quédate tranquilo.

—Jeffers, prométeme que no dejarás que te lastimen, si algo malo te sucede no podré perdonarme nunca. —Habla posicionando su mano sobre la mía—. Me entregaré a la policía y los denunciaré a ellos también.

—¡Claro que no, cállate! —resoplo alejándome de él—. Te quiero, me duele tu traición, pero te perdono, ¿está bien? Ahora llévame a casa a buscar unas cosas, volveremos en unas horas antes de que salga el sol.

—No suenas muy convincente, más bien suenas como una desequilibrada, alguien que se le zafó un tornillo.

—Si algo sale mal, te culparé—Amenazo—. Maneja, por favor.

Mi estrategia es perfecta, no hay margen de error. Payne prometió no decir nada sobre mí ni los dueños de esta casa, mi casa, porque nadie mejor que yo para conocer cada rincón de ella. Pasearme por los pasillos, mirando con disimulo los primeros días, fue parte del plan de escape, aquel que terminé desechando cuando entré en confianza y caí rendida entre las sábanas.

Las puertas cerradas me impedían intrusear, se trataba de sus cuartos, el despacho, donde la intimidad se resguardaba y lo respeté. No obstante, mi cabeza fraguaba alternativas, vías de escape, situaciones hipotéticas a sabiendas que podían verme cuando quisieran, me arriesgué unas cuantas veces, mas no se percataron. La ventana hacia el jardín se traba desde adentro, pero lleva tiempo sin el pasador. Y es que no podía hacer otra cosa, tomar baños de inmersión y dormir sobrepasaba mi jornada, era prisionera; luego fui dominada por la pasión y mis falsas expectativas.

¿Por qué dejar que ellos continúen sus vidas olvidándose de la mía? ¿Qué motivo podría justificar mi obsesión, mi desarmonía?

Si al principio no tuve opción, porque el temor me devoraba, ahora no habrá salida, porque comulgamos los mismos ideales y las reglas las impongo yo.


Visto de negro utilizando una parka con capucha, mi pelo queda debajo de un gorro de lana, por si esta se cae en algún momento. Tengo una máscara y debajo un pequeño aparato distorsionador de voz conectado a mi teléfono móvil. Si voy a divertirme, será en grande.

Son las cinco de la mañana, estoy a punto de ingresar a la casa. Joshua persiste en que nos meteremos en problemas, pero es un riesgo que voy a correr. Como sea, la del arma soy yo.

—Entendiste el plan, ¿verdad, Payne? No quiero que hagas nada estúpido después. Solo espera a la chica y la llevas a su casa. No des nombres, usa un cubrebocas y no me busques o será sospechoso.

—Por favor ¡No hagas algo idiota!

Bajo del coche observando hacia mis costados, no hay nadie cerca que pueda alertar a la policía. Si bien están los vecinos, la casa ocupa una gran proporción de terreno, el portón se encuentra a pocos metros de la esquina.

Con Joshua haciendo de campana, sin salir del auto, intento trepar por la pared y así lanzarme al árbol del patio trasero. Es fácil planificarlo, sin embargo, el momento de ejecución no es tan sencillo. Puedo imaginarme a Payne carcajeando en las internas del vehículo con los brazos afirmados al volante y su cabeza en medio hacia abajo.

Segundo intento. Mi resistencia es nula, no puedo hacerlo y comienzo a estresarme. Un cambio de luces me anuncia que va a descender para ayudarme, o eso espero, no creo que se venga a cagar de risa en mi cara.

—A ver, pandillera, déjame ayudarte. —Susurra conteniendo la carcajada.

Sus manos cooperan para elevarme, mi ser voluntarioso se prende al borde de la medianera logrando subir por completo. Aseguro mi mochila y me desplazo hacia el árbol sin problema. Mi salto preciso no me da tiempo a dudar, soy como una profesional del parkour.

Ahora que me encuentro en el patio tengo todo al alcance para que comience mi venganza. Un suspiro relajado me invade, estoy a un paso. La ventana de la cocina sigue sin el pasador, tal y como lo pensé, entonces ingreso cual ninja en una misión de espionaje.

La casa está oscura, pero sé con precisión a donde debo dirigirme. Subo las escaleras llegando a la puerta de la habitación de la chica, mi habitación. Duerme plácidamente, despertarla no es una opción, no al menos si quiero mantener la tranquilidad.

Me escabullo hacia el baño, el único espacio donde no hay una cámara. Muero de ganas por verlos, a la vez, los estoy odiando. No dejo de pensar en que quizás pasaron la noche con la mujer que ocupa mi lugar. Me encabrona idearlo, mi ira aumenta junto a la incertidumbre.

La espera se hace eterna, es muy temprano, la chica ni siquiera despertará de casualidad. Por suerte, vengo preparada, traigo un celular extra para jugar Candy Crush, no quiero que la batería del principal se agote y mi voz distorsionada quede en desuso. Nadie puede juzgarme por esto.

El tiempo transcurre, pero las luces de la habitación se encienden y es momento de estar alerta. Me escondo detrás de la puerta, para cuando ésta se cierre, poder interceptarla.

Algo adormilada, la chica entra al baño y yo aparezco detrás. En cuanto me ve con la máscara comienza a gritar alarmada e intento tranquilizarla, no quiero que nos escuchen y todo mi plan se estropee.

—Tranquila, no te haré daño —exclamo con el distorsionador de voz—¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?

—Seida Scott —responde intranquila.

—¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste y cuándo te vas?

—Firmé un contrato, llegué anoche y tengo que irme en 15 días. ¿Quién eres? Por favor, no me lastimes.

—No voy a lastimarte, vengo por los dos tipos. Necesito que tomes tus cosas y te vayas a tu casa. Afuera hay un auto azul y un chico rubio con un pasamontaña. Puedes confiar en él, te llevará a donde tú le indiques.

—No puedo irme de aquí, firmé un contrato, tienen que pagarme.

—Linda, el dinero lo obtendrás, no te preocupes; vístete y empaca tus cosas. Si ellos ingresan, actúa normal, yo estoy aquí, nadie va a dañarte. —Le enseño el arma—. Te van a pagar más de lo que acordaron, tómalo como una indemnización.

—Si estás aquí es porque estos tipos son peligrosos.

—Así es, pero recuerda la discreción; nadie puede enterarse de que te salvé de esto. La confidencialidad es primordial.

—No diré ni una palabra si tengo el dinero —asiente.

Las personas tenemos intereses distintos, algunos se superponen a otros. Ella quiere dinero; yo quiero a dos hombres, las dos ganamos.

Se viste y arregla su bolso en tanto permanezco en el baño. Sigo atenta por si acaso, observándola desde mi lugar sin ser captada por la cámara.

Joan y Tad hacen su aparición repentina. Retrocedo asegurándome de que no puedan verme a la primera, con el fin de ser yo quien tome las riendas de un momento a otro.

—¿Qué haces? ¿Acaso te vas?

—Sí, me voy a casa, el contrato terminó para mí.

—No puedes hacerlo, Seida—contesta Joan—. Los contratos son para cumplirlos, linda.

—Debo irme —titubea.

—¿De qué hablas? Aún no empezamos a divertirnos.

¿Divertirse? ¡Está bien, si eso quieren... vamos a divertirnos!

—La chica se va ahora mismo —digo apuntándolos con el arma— ¡Al suelo los dos, pervertidos! ¡Vamos, nena, muévete! Y recuerda lo que hablamos.

Se encuentran de rodillas ante mí haciéndome sentir una mujer poderosa.

—¿Quién era ella? —Interrogo.

—No la conocemos.

—Es una amiga.

—¿No la conocen o es una amiga? ¡Manos arriba! ¡Un movimiento en falso y les vuelo la cabeza!

— ¡Por favor, cálmese! ¿Quiere dinero? Puede llevarse todo lo que hay en la casa —Suplica Joan.

—Sí, me llevaré todo, tenlo por seguro—Amedrento—. Tiren sus celulares, billeteras, llaves a mis pies ¡Ahora!

Recojo las billeteras, sin dejar de apuntarles, observando sus identificaciones. Por primera vez leo sus apellidos, sus edades.

—No nos haga nada, por favor, le daremos todo lo que nos pida.

—La chica —Insisto— ¿De dónde la sacaron? ¿Qué pasó con la anterior?

—¡No sabemos nada, no le hicimos nada!

—¿Viene por Jade? Ella no está aquí, se fue —explica el castaño.

—Ya sé que se fue, ella murió ¡Se suicidó! —Dramatizo.

—¿Qué? ¿Cómo que se suicidó?

—No sabemos nada.

Asustados es poco. El arma en mis manos los intimida, se me ha zafado un tornillo y ya creo que estoy dentro de esas películas de acción donde la que maneja el arma es tan idiota que en cualquier momento cometerá un error. Pero no, no puedo permitirlo, tengo que empezar con mi juego.

—Levántense y quítense la ropa ¡Vamos, rápido! —Ordeno.

—¿Qué? ¿Por qué? ¡No lo haremos!

—¡Harán lo que yo les pida ahora mismo! —Disparo contra la cámara de seguridad en una de las esquinas.

—Tranquilo, tranquilo, lo haremos —Tartamudea Joan desprendiendo los botones de su camisa.

¡Eso fue genial! ¡Nunca había disparado balas reales, solo de aire comprimido!

Las prendas son arrojadas a mis pies hasta quedar en bóxeres y medias. Los Calvin Klein se amoldan a sus figuras, hay mucho para mostrar debajo de la tela y yo quiero deleitarme un rato.

—¡Todas las prendas! —exijo.

—¡No! —Desafía con su voz gruesa.

—¡No me provoques o te volaré la cabeza!

Desnudos ante mis ojos sus cuerpos son como un lienzo sobre los que me gustaría expresarme, pintarme los dedos y deslizarlos de a poco, marcando con mi boca trazos de entusiasmo, obteniendo el realismo de mis emociones. Qué más quisiera que borrarle las marcas ajenas para dejar plasmadas las mías, que mis besos sean vestigios de una historia con final feliz. Los he extrañado, aunque en estas condiciones nunca los había visto.

—De rodillas, manos atrás, mirada hacia el piso. —Dictamino—. Ahora vamos a hablar sobre algunas cuestiones.

Distorsionar mi voz ha sido lo más inteligente que se me pudo ocurrir. Me tratan de usted, no saben si soy hombre o mujer; el miedo los ha capturado.

—Si esto es por Jade, no sabemos nada —confiesa el pelinegro—. No tenemos ningún tipo de trato.

Que me nieguen es doloroso, no irreal.

"No seremos amigos, ni jugaremos a los novios"

Yo era tan solo el objeto del contrato. Mi obligación se limitaba a brindarles placer cuándo y cómo ellos quisieran, el consentimiento quedó obsoleto y mi capacidad restringida. Siempre lo supe, desde el inicio, pero no quiero darle fin, no quiero extinguirlo.

—Espero que no hayan hecho planes para hoy porque no podrán concretarlos a tiempo.

—¿Qué quiere de nosotros? —Indaga Tad sin levantar la mirada.

—Qué bueno que lo preguntas... ¡Mírame!

En cuanto levanta el rostro lo golpeo con la empuñadora de la pistola. Éste suelta un leve quejido de dolor y por inercia vuelve a mirar al suelo. Joan, a su lado, evita moverse.

—¿Qué pasa? ¿Tú no vas a decir nada, niño bonito? —rio—. Vamos de nuevo... ¡Mírame!

Otro golpe, la misma acción. Golpe con golpe se paga, Tad. Lo siento, a mí tampoco me gustan las traiciones.

Logro lastimarlo, concibo satisfacción por unos segundos y automáticamente me siento una mierda. Y es que ya no puedo detenerme, debo terminar esto.

Tomo distancia de ambos, les ordeno que me miren y no dejen de hacerlo. La cara de Joan es de pánico, ojalá su temor se asemeje al mío cuando volvi a verlo después de aquel castigo.

—Ahora ¿qué puedo pedirles? —Finjo pensar.

—¡Por favor, no nos haga nada! —flaquea el pelinegro—. Puede llevarse todo el dinero que quiera.

—¡Ni lo digas! lo haré, hay que pagarle a Seida Scott. Será un poco más de lo acordado, espero que no les moleste, es una pequeña indemnización para ella.

—¿Esto es por la chica nueva? ¡No le hicimos nada! —acota Tad.

—Se ven tan bien desnudos, así les gusta estar, ¿no? —Ironizo en voz alta cambiando el curso de la conversación—. Pónganse uno frente a otro y lleven las manos hacia atrás.

No voy a golpear a Joan de la misma manera que lo hizo conmigo, la fuerza no podría compararse. Debo mortificarlo de otro modo, algo que le afecte en lo más profundo de su hombría.

—¡Ya sé! —exclamo apuntándolos—¡Bésense!

—¡Claro que no! —Se opone aquella gruesa voz—. No lo haremos.

—¡No pienso besarlo! ¡Déjenos ir, no entiendo por qué hace esto!

—O se besan, o tendrán que despedirse...

Apunto a la cabeza de Joan para someterlos, aunque jamás les haría daño. Estos dos hombres son los causantes de mi sufrimiento en estos últimos días. Los detesto por mentirme, por lastimarme, por gustarme y volverme débil. A la vez, los quiero conmigo, solo conmigo.

El arma tiene seguro, no pienso gatillar, nunca dejaría ir a quien quiero tener a mi lado. Me agacho a recoger el celular de uno de ellos con motivo de filmar la despedida.

—¡Dile chau a tu amigo! Lo filmaré para que te quede un lindo recuerdo. Contaré hasta tres. Uno, dos, ...

—¡Espera! ¡No! —grita Tad.

Demasiado valor para llevar las manos hacia el rostro de su compañero y estampar los labios sobre él. Un beso insípido que dura un par de segundos, los suficientes para dejar un recuerdo no solo en este celular, sino en mis retinas de por vida.

—¿Qué haces? ¡Prefiero una bala en la cabeza! —gruñe y lo empuja.

La rabieta de Joan me produce una risa incontrolable. La voz a través del distorsionador pierde seriedad mediante la carcajada. Siguen enfrentados, serios, transmitiéndose insatisfacción mutua. Tad no puede creer lo que ha hecho con tal de salvar a su amigo de recibir una bala; Joan, en cambio, está odiándolo, su masculinidad ha quedado desecha.

No sé qué suceda a partir de ahora, pero mi plan concluye. Serán míos para siempre, de la forma en que yo quiera. ¡Las reglas cambian a mi favor!

—¡Malditos bastardos idiotas! —digo entre risas.

Rompen el contacto visual entre ellos para centrarse en mí con confusión.

—¿Jade?

—¡No, Selina!

Me quito la máscara, la parka y finalmente, el gorro de lana dejando al descubierto mi cabello más claro.

—Te pintaste el cabello —murmura el hombre del tatuaje.

—Hola, Tad; hola, Joan.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a jugar con ustedes, pero veo que me reemplazaron ¿Creen que pueden sustituirme tan fácil? —vocifero moviendo el arma de un lado a otro.

—¡No la tocamos, no le hicimos nada! —Cubre su cabeza.

—¿Qué quieres, Jade? —inquiere Tad con el rostro ceñudo destacando el verde furioso de sus ojos.

—Explicaciones, porque me mintieron, ¡me usaron! Quiero el dinero prometido, y a la chica nueva también deben pagarle, incluso más de lo pactado. ¡Quiero una transferencia ahora mismo!

—De acuerdo, linda, cálmate, lo haré desde mi celular, ¿está bien?

—Toma, Joan, no intentes nada porque me suicidaré y luego mi padre vendrá por ustedes.

—¿Tú padre? ¿A qué te refieres?

—Ustedes no saben de quien soy hija, ¿verdad? Par de imbéciles pervertidos. ¡Mi padre pertenece al ejército de los Estados Unidos, es General de división!

—¿General? —Se sorprende el castaño cambiando el semblante.

Joan realiza la transferencia a la cuenta de Seida Scott aumentando el importe acordado en el contrato. Me informa que mi dinero se encuentra en otra cuenta, pero que no tardará en transferirlo en cuanto le pase mi número. No iba a cobrárselos, no obstante, es mío, me lo deben por esos cinco meses en los que estuve encerrada aquí. ¡Que se jodan!

—Nena, tu padre no debe enterarse de esto, ¿de acuerdo? Ya está la transferencia hecha. —Lanza el celular a mis pies.

—¿Y ahora qué harás con nosotros?

—Viviremos los tres juntos de nuevo porque ustedes me pertenecen —hablo con seguridad—. Esta vez las reglas las pongo.

—¿Lo dices en serio? ¿Volverás a casa?

—Jade, baja el arma, por favor.

—¿Qué pasa, Joan? ¿Ahora no eres tan hombre para insultarme?

—No me provoques, idiota, a mí no me molesta recibir una bala en la cabeza, ¡lo dejé muy en claro!

—¡Ah sí! ¡Cuando Tad te besó! —Me burlo— ¿Quieren ver el video? ¡Me lo reenviaré ahora mismo!

—¡Borra eso, Jade! ¡Nadie debe verlo, haré lo que quieras!

—Ya dije que es lo que quiero. Viviremos los tres juntos, pero las reglas cambian a partir de hoy. ¿Aceptan, o los denuncio por acoso sexual y privación de la libertad?

Que bien se siente tener el mando, así sea por coacción. Sé que es insano, sin embargo, intentaré que la relación no lo sea.

—Acepto —dice Tad.

—Acepto, baja el arma —Suplica.

Los autorizo a vestirse para que se dirijan a la sala; tenemos mucho de qué hablar. Esto que estoy haciendo es sumamente tóxico y descabellado, pero no quiero que estén con otras personas. ¿Por qué buscar fuera lo que yo puedo ofrecerles a los dos y en partes iguales? Es un pacto, los tres obtenemos beneficios.

Sentada en uno de los sillones los observo bajar por las escaleras, arreglándose el saco y ajustando sus corbatas. ¿Quién diría que estos hombres de negocios yacían frente a mis pies desnudos y apoderados por el miedo minutos atrás?

Toman asiento a la espera de una propuesta o explicación, entonces inicio nuestra reunión de negocios.

Los días en soledad me ayudaron a analizar con cautela las reglas que se habían impuesto unilateralmente, llegando a la deducción que estaba bien modificarlas, o mejor aún, adaptarlas a mi beneficio. Las aceptan o los denuncio, este es mi trato ahora.


1) El trío sexual queda delimitado a HMH, considerándose relación exclusiva.

2) Se permite mantener encuentros íntimos entre dos integrantes del trío sin la presencia del tercero.

3) Queda terminantemente prohibido ejercer castigos físicos.

4) No serán toleradas las escenas de celos entre las partes, ni con terceros ajenos.

5) Los involucrados en el pacto pueden salir de la casa a realizar sus actividades diarias, sin imposiciones de los restantes.

6) Se prohíben las mentiras, traiciones y relaciones ocultas, quedando a consideración de los afectados la decisión de continuar participando del trío o desistir.

7) No existirá un contrato de por medio, solo es un pacto de común acuerdo voluntario.

8) Si una de las partes desea abandonar el trío sexual, puede hacerlo, exponiendo sus motivos al resto.

9) Los besos con terceros son permitidos en cualquier contexto y con conocimiento previo de los dos restantes.

10) Está permitido mantener relaciones sexuales con Kurt Riley.


—¿Es broma? ¡No dejaré que te acuestes con Kurt! ¿Estás loca? —Puntualiza Joan.

—Nada de celos, regla 4, imbécil.

—Tú te estabas besando con él en el club, ¿verdad?

—Espera, ¿eres la amiga de Joshua?

—¡Así es! Joshua Payne me vendió, lo descubrí, lo amenacé y aquí estoy —comento sin importancia—. Caerán los tres si los encuentro en algo sospechoso.

—¿Cómo supiste lo de Payne?

—¡Es mi mejor amigo, lo conozco hace años! Cuando recuperé mi celular me pareció raro que no se haya comunicado conmigo, él acostumbra a llamarme a diario. Luego recordé haberlo visto en la fiesta de Halloween y me hice pasar por ustedes—relato—. Amenacé con llamarle a mi padre, soltó todo.

—¿Te vendió siendo su mejor amiga? Era real que necesitaba el dinero.

—¿Aceptan o voy a la delegación? —insisto.

—Acepto todo, incluso lo de Kurt —Confirma el castaño —. No soy celoso de quien avisa con anticipación, lo sabes.

—No acepto lo de Kurt.

—Quedas fuera de esto, puedo estar solo con Tad.

—¡No, claro que no! —resopla— Jade, quiero estar contigo... puedo compartirte con Tad, ¡pero no con Kurt!

—Es todo o nada, son sus reglas ahora. Si no quieres participar, mejor para mí, podríamos ser novios de una vez, ¿no?

Me sonrojo por el comentario, en la fiesta dijo que era mi novio y fantaseé con la idea. Tenerlo para mí sola sería una posesión inagotable de placer.

—¡Olvida a Kurt! —implora—. Mira, podemos ser novios los tres.

—¡Yo no voy a ser tu novio, Joan! —Se burla con una sonrisita nasal—. Menos por un beso de mierda, no te ilusiones.

—¡No entre nosotros, estúpido! Ser novios de ella. ¡Ya olvida eso!

—¿Ser novios? Esto es solo un pacto a cambio de sexo, no necesito rótulos. Además, quiero estar de novia con alguien que realmente me quiera, no que solo me folle a su antojo.

—¡Yo te quiero! —expresa Joan— ¡Lo demostré la última vez, te lo dije!

—Yo también te quiero, Jade, y me gustaría intentar algo contigo, nunca tuve intenciones de engañarte desde que llegaste a casa.

—Claro, iremos por la vida diciendo que somos novios los tres. ¡La gente pensará que somos raros! No voy a creerles, esa chica ya estaba instalada cuando llegué. —Me levanto del sofá y camino por la sala.

—La gente no debe saberlo, seremos novios solo para nosotros—Se acerca tomando mi mano.

—Las reglas son más limpias ahora —habla Tad abrazándome por la espalda—. Me gustan.

Sus bocas desencadenan aquel juego de besos intercalados por todo mi cuello. Extrañaba esta sensación.

—Vamos al cuarto, te haré sentir como toda una reina —susurra Joan cuando su boca intercepta mi oreja con suavidad.

—Nada de eso. —Me separo de ellos—. Tienen que ir a trabajar y antes llevarme a mi departamento por mis cosas, debo ir a la universidad.

—¿Nos obligarás a ir a la discográfica? —Cuestiona con asombro— ¿No puedes faltar a la universidad? Es solo por hoy, por favor.

—Tal vez esta noche deje que me toquen, si es que se lo merecen. —Tomo mi mochila y camino hacia la puerta.

—¿No lo merecemos?

—No lo sé.

Sí se lo merecen, yo también, pero será a mi modo.

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