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1• La propuesta


JADE

Llego de una fiesta en la que he bebido más de la cuenta. Mi amigo Joshua me acompaña para asegurarse de que estoy a salvo. Todo me da vueltas y el dolor de cabeza intermitente no desaparece.

Horas más tarde mis ojos se abren con torpeza cuando la luz de la ventana me encandila. Ya no puedo conciliar el sueño de nuevo y lo mejor será levantarme de una vez para darme una ducha.

¡Diablos! ¡Jamás volveré a salir!

El sonido del agua chocando con mi cabello es lo suficientemente audible para que el dolor continúe. Trato de pensar en todo lo que ocurrió anoche, pero los recuerdos son borrosos. En mi mente solo se refleja la imagen de un tipo de cabello negro, bastante atractivo para variar, sonriéndome de lado desde la distancia. No tengo idea de quién se trata.

Termino de asearme y me observo en el espejo; todo mi maquillaje se encuentra corrido, soy un desastre. Quito los restos negros de rímel y sombra hasta dejar impecables mis ojos avellana. Hidrato mi piel y, en tanto disemino la crema, noto que estoy más pálida de lo normal; la borrachera de anoche ha causado estragos en este cuerpo. Desenredo mi negro cabello tratando de recordar algo; aunque es imposible, es como si mi memoria se hubiese reiniciado después de que Joshua me dejara en la habitación.

Intento no darle importancia, en un par de horas lo llamaré para pedirle explicaciones, y por qué no, para que me oriente acerca de mis actos.

Mi celular suena impaciente en mi mesa de luz. Envuelta aun en la toalla me acerco para ver en la pantalla un número desconocido.

—Hola ¿Quién habla? —Contesto cortante.

—Hola, hermosa, ¿Cómo amaneciste? ¿Te quedaste pensando en nuestra propuesta?

—¿Quién eres? ¿Qué propuesta?

—Te dije que lo olvidarías hoy en la mañana —ríe—. Estabas muy ebria cuando hablamos.

El hecho de pensar que le he dado mi número a un completo desconocido me hiela hasta los huesos. Por suerte sé que Joshua me acompañó a casa, nunca me pasaría nada estando a su lado.

—¡No sé quién eres ni porque tienes mi número! No molestes.

—¡Soy Joan! Nos conocimos anoche; estaba con mi amigo Tad.

—Discúlpame, no tengo idea de quién eres; asi que, por favor, no vuelvas a llamarme.

¿Joan? ¿Será el tipo de pelo negro en el que tanto he pensado en estas últimas horas? No lo sé, es confuso. Intento pensar qué fue exactamente lo que ocurrió anoche, pero las imágenes son borrosas, la noción del tiempo no es acorde a mis pensamientos.

La pantalla del celular se enciende y esta vez es a causa de un mensaje.

Número Desconocido —Jade, soy Tad, hicimos un trato, firmaste un contrato con nosotros y debes cumplirlo. Revisa tu cartera.

¿Quién es Tad? ¿Un contrato? ¡De qué mierda están hablando! Calma Jade, debe ser una equivocación, seguro es otra persona.

Busco en mi cartera tal y como lo indica el mensaje. Una tarjeta aparece entre mis pertenencias. "J&T Discográfica". Hay dos números telefónicos y una página web en el dorso junto a la dirección donde se encuentra la empresa. Sin dudarlo busco mi laptop y reviso el perfil.

Sí, en efecto, es una empresa discográfica, ¿pero qué clase de contrato pude haber firmado con ellos? Canto como la mierda y hasta donde sé no hubo karaoke anoche, ¿o sí?

¡No! ¡Voy a volverme loca!

El móvil no deja de vibrar, es ese número desconocido otra vez y siento que el corazón se me va a salir del pecho por los nervios; pero decido contestar con un alto grado de frustración y a punto de explotar del coraje.

—Hola, no tengo idea de quienes sean ustedes, pero esto es un error, ¡Yo no firme nada! —digo elevando la voz.

—Cálmate, Jade, iremos a buscarte a tu departamento y te explicaremos todo. Solo ten tu valija lista, por favor. ¡Adiós!

—Espera, ¿mi qué?

¿Dijo valija? ¿Qué se supone que haga? Ellos vendrán a mi casa a buscarme. ¿En qué momento les dije donde vivía? El pánico me invade. Una sensación de inseguridad recorre todo mi cuerpo; no sé si debo llamar a mi padre o a la policía. ¿Será acaso una broma de Joshua por haberme pasado de copas? Tengo que irme de aquí antes de que ellos vengan por mí. Debo ir a casa de mis padres o solo salir del departamento lo antes posible.

Me visto con agilidad, no pierdo tiempo en secarme el cabello ni en si quiera pensar en si la ropa combina o no. Un pantalón de jean y un buzo es suficiente. Tomo mi cartera, me aseguro de apagar el celular para no ser localizada y me coloco las zapatillas mientras busco las llaves que se encuentran sobre la mesa.

A pasos acelerados y con desesperación abro la puerta encontrándome con dos tipos de traje frente a mí.

—¡Te dije que escaparía! —Menciona uno de ellos entre risas.

—¿Ya estás lista? ¿Preparaste todo lo necesario?

—¿Quiénes son ustedes? —Retrocedo—. En serio no tengo idea de que sucedió, pero esto es un error.

—Soy Tad, ¿No te acuerdas de mí? —habla el castaño de voz gruesa—. Anoche platicamos mucho.

Lo menciona con seriedad, aunque un tanto juguetón ajustando su corbata. Nunca lo he visto en mi vida, dudo olvidarlo siendo tan atractivo. Es alto, ojos verdes y una piel acaramelada preciosa.

—Te dije que no se acordaría de nosotros, estaba ebria —bufa el otro de cabello negro y ojos oscuros—. Odio hacer tratos con niñas que solo les gusta hablar cuando beben de más porque luego son unas completas idiotas.

—Joan ¿verdad? —Satirizo—. ¡A ti si te recuerdo! Tenía la duda rondando en mi cabeza, pero debe ser porque eres tremendo imbécil. Además, no te hagas el hombre conmigo, a mis ojos pareces un nenito.

—¿Qué dijiste? Tengo entendido que tú eres menor que yo, no me molestes porque después te vas a arrepentir, Jade. —Amenaza.

Cada uno mira hacia sus costados asegurándose que nadie se encuentra en los pasillos del edificio. Comprendo lo que pretenden hacer e intento cerrar la puerta en sus narices; pero son más fuertes que yo para forcejear, entran sin mi consentimiento sentándose en los sillones segundos después.

—¿Qué hacen? ¡Fuera de mi casa!

—Ya no es más tu casa —expresa Tad—. A partir de hoy tú nos perteneces. Firmaste un contrato.

—¿Qué clase de contrato? Ustedes son de una discográfica, ¿qué tengo que ver?

—Veo que nos estuviste investigando, me agrada. Al parecer no eres solo un cuerpo bonito —Enfatiza el pelinegro altanero.

—Ya díganme de una vez o llamaré a la policía.

—Te explicaré, Jade. Tú eres nuestra a partir de ahora, no tiene nada que ver con la discográfica, te queremos sexualmente.

¿Pero qué acaba de decir este imbécil? ¿Quererme sexualmente?

—¿Qué les pasa? ¡Son unos depravados!

—Dinos algo que no sepamos —Ríe Joan—. Puedo asegurarte de que este pervertido te hará gritar mucho más fuerte de lo que acabas de hacerlo.

—Siéntate —Pide Tad—. Déjame explicarte.

El castaño, quien es más centrado que el otro, me relata lo acontecido anoche.

Al parecer en un momento me separé de Joshua y mi grupo para ir al baño, allí habría conocido a estos dos pervertidos psicópatas que me persuadieron para entablar una conversación.

Al principio del relato no les creí nada, pero conocen detalles de mi vida privada que solo yo sé. Les he contado hasta mis fantasías sexuales más íntimas y mi forma de tocarme por las noches cuando siento la necesidad. Sin embargo; algo que les llamó la atención, incluso la mía al dejarme expuesta, es el hecho de que sigo siendo virgen.

—Tu virginidad nos inhibió al principio, pero con el pasar de la plática parecías dispuesta a aprender cosas nuevas —Sonríe el pelinegro—. Y eso me gusta.

—¡Son unos dementes! ¿Qué es lo que quieren?

—Te lo explicaremos con detalles para que vayas recordando.

El plan es llevarme a vivir a su casa. Debo estar alejada de mi realidad por un tiempo, sobre el cual ellos dispondrán; la finalidad de esto es tener a una chica estable con quien mantener relaciones sexuales, pero siempre en trío. Hay una lista de reglas que tengo que cumplir al pie de la letra, entonces me entregan el papel para que pueda leerlas por mi cuenta.

1) Las relaciones sexuales se llevarán a cabo siempre en trío. 

2) Queda prohibido tener sexo solo con una de las partes. 

3) Si la regla anterior se quebranta, la parte afectada podrá ejercer un castigo; incluyendo golpes físicos si así lo considerara necesario. 

4) Usar solo la ropa proporcionada para cada encuentro sexual. Incluye lencería, disfraces, como así también juguetes. 

5)Queda prohibido salir de la casa. 

6)No mirar a los ojos, salvo que las partes dominantes lo pidan. 

7)No negarse a tener sexo. 

8)No hacer preguntas ni cuestionamientos. 

9)Solo salir de la habitación cuando las partes dominantes no se encuentren en la casa. 

10)Queda terminantemente prohibido enamorarse, caso contrario, el contrato se disuelve.

Mis ojos no dejan de abrirse cada vez que leo una nueva cláusula, esto debe ser una broma. ¿De dónde sacan estas ideas tan raras y perturbadoras?

—Esto es esclavitud, ¿lo saben?

—Prefiero decirle sumisión —Corrige Joan.

—¿Qué piensas? Anoche estabas convencida, lo intentemos. —Propone Tad.

—¿Es broma? ¿Cómo pueden pedirme esto? Yo soy...

—Podemos ayudarte con el problemita de la virginidad —Se entromete utilizando un tono sarcástico—. No somos tan despiadados; lo puedo hacer despacio, no te preocupes.

—Joan, cállate, la asustas. —Sonríe el castaño observándome con ligereza. — Tranquila, Jade, lo puedo hacer yo. No voy a lastimarte, lo prometo.

—Ustedes están enfermos.

Camino de un lado a otro mirando el papel con las diez reglas. Empiezo a temblar porque a estas alturas ya no sé de lo que puedan ser capaces. El pensamiento de que quizás es una broma se disipa con el pasar de los minutos y sus caras insistentes desde el sofá.

—¡Hey, tranquila! Deja de temblar, lo harás después en cada orgasmo.

—¡Joan! —Recrimina el otro—. Déjala en paz.

No sé cuántas horas han pasado, mas no tienen intenciones de retirarse, aludiendo a que disponen de todo el tiempo del mundo para esperarme y convencerme. Tengo miedo. Por otra parte intentar cosas nuevas no estaría nada mal.

¡Pero qué estoy pensando! ¡Ya me estoy volviendo loca!

—¿Puedo hacerles algunas preguntas?

—Dijimos que nada de cuestionamientos.

—¿Qué quieres saber? —Inquiere Tad.

—¿Van a tratarme mal?

—¡No lo haremos, Jade! —Exclama el engreído—. Tampoco seremos amigos ni jugaremos a los novios.

—Si me ausento de la nada mi familia y amigos sospecharán que algo sucede.

—Inventa un viaje de intercambio con la universidad. No te preocupes por eso, podrás seguir rindiendo tus exámenes, lo podemos manejar.

—¿Qué va a pasar cuando tenga mi periodo?

Me avergüenza cuestionar esto; sin embargo, tengo miedo de no saber que me depara el futuro al lado de estos dos idiotas.

—Serán tus días de descanso para recuperarte —Sonríe ladino.

—Pero si no puedo salir, cómo es que...

—Nosotros compraremos todo lo que tú necesites, lo que nos pidas.

Mi interrogatorio no parece molestarle a Tad, me responde con paciencia y tranquilidad, pero su amigo parece nervioso y malsufrido. Se levanta del sillón, acomoda su saco con brusquedad y, con el rostro serio sobre, mí alza la voz.

—Busca tus cosas, Jade. ¡Nos vamos ya, no tengo tiempo para perder!

Me intimida, tiene una mirada oscura. Su rostro serio me hace sentir paranoica, temo que me golpee o algo peor, que me tome a la fuerza para sacarme de aquí.

—Bueno, lo haré, pero...

—Cinco minutos —Señala su reloj marcando el tiempo sobe él con el dedo—. Tienes cinco minutos.

Guardo ropa en un bolso a pesar de que no sé lo que debo llevar. Se supone que no puedo salir de la casa, aunque tampoco sé cuánto tiempo sea. Estoy desconcertada con la situación.

Cuando creo estar preparada, cumpliendo a rajatabla con los cinco minutos acordados, me dirijo hacia la puerta. Los dos tipos de traje avanzan delante de mí hasta el vehículo; un mercedes negro de vidrios polarizados. Por mi mente pasan muchas ideas, como salir corriendo o gritar pidiendo auxilio, pero a la vez, tengo miedo de que algo malo me pase posteriormente si lo hago.

Sentada en el asiento trasero del auto observo la situación en silencio. ¿En verdad me he metido en esto?

—No quiero hacerlo. —Suplico con la incomodidad y nerviosismo a flor de piel.

—Tus lágrimas no funcionan conmigo. —Arremete Joan dando marcha el coche.

—Tranquila, Jade, todo estará bien. Además, tendrás una enorme recompensa.

—¿A qué te refieres?

—¡Te pagaremos! ¿O que pensabas?

—¡No soy una prostituta! —Respondo furiosa.

—¿Lo quieres hacer gratis? Yo no tengo problema. —Ríe el idiota al volante.

—Es un contrato, los tres obtenemos beneficios de esto. Sabemos que no eres una prostituta.

—Pero tengo miedo, Tad. Por favor, no quiero.

—No tienes por qué temer, no te haré daño.

Maldigo haber salido anoche. ¿Por qué me meto en estos problemas? Pude quedarme viendo Netflix, quizás pedir una pizza o simplemente dormir, pero no, mi necedad pudo más. Ahora me están llevando a quién sabe dónde, dos tipos que jamás he visto en mi vida, con la única finalidad de follarme hasta el cansancio. Bien, Jade, has desbloqueado un nuevo logro en este videojuego de tu vida: la promiscuidad por ebriedad. 



Llegamos a una enorme casa con aparente seguridad, cámaras por doquier. No podré escapar nunca, me estarán vigilando todo el tiempo y, claro, como no hacerlo si me tendrán de esclava.

Joan se encarga de mi bolso, en tanto Tad toma mi mano al subir las escaleras. Él parece tierno, su pelo castaño con algunas ondas acentúa perfecto con el color verde de sus ojos. Me habla preciso, sin rodeos, creo que nos llevaremos bien. Sonríe dándome una buena señal entre tanta incertidumbre.

En una de las primeras puertas de un largo pasillo se encuentra la habitación en la cual me quedaré. Es enorme, tiene un balcón con vista hacia el jardín. Supongo que se convertirá en el lugar donde pasaré la mayor parte del tiempo, ya que será lo más cerca que podré estar de la sociedad.

Mi armario está lleno de ropa. Vestidos, blusas, pijamas, una colección de zapatos a mi disposición; sin embargo, nada logra capturarme. En cualquier otro momento de mi vida esto me hubiese parecido un sueño, pero ahora siento que estoy en una pesadilla de la que no puedo despertar.

Permanecen a mi lado siguiendo cada uno de mis pasos mientras me enseñan a detalle el dormitorio. Tiene un baño privado, con jacuzzi inclusive, es muy completa, demasiado. Las paredes son blancas; el acolchado de la cama es rosa, al igual que las cortinas y la pequeña alfombra a un lado de la mesita de luz.

¿Cómo es que estos dos psicópatas pudieron pensar en esta decoración? Es muy linda, sutil y femenina.

—Contratamos a una decoradora, no lo hicimos nosotros —expresa Joan de la nada.

—¿También puedes leer la mente? —Inquiero sin hacer contacto visual con él.

—Algo así... Cuidado con lo que pienses desde ahora. —Roza con su dedo anular mi mentón a modo de caricia y da media vuelta para salir de la habitación.

—Por favor, descansa. Mañana será un nuevo día —dice Tad antes de retirarse.

¿Descansar? Por supuesto, como si fuera fácil. Enciendo mi celular para hablar con mis amigas; no obstante, no hay señal, el cartel de fuera de servicio reaparece una y otra vez. ¡Vaya suerte de mierda!

Sentada en la cama pienso en qué puedo hacer para revertir esta situación. No hay vuelta atrás, ya estoy aquí, pero en cuanto ellos quieran tener sexo conmigo no podré negarme o me golpearán. Peor aún, quizás me sometan contra mi voluntad y eso sería horrible. Solo pensarlo se me eriza la piel.

Un par de lágrimas recorren mi mejilla y me quedo inmóvil mirando hacia el suelo. ¡No puedo estar encerrada, necesito irme!

Camino hacia la puerta deteniéndome en seco al recordar que una de esas tontas reglas es no salir de mi habitación cuando ellos se encuentren presentes. El contrato ha comenzado desde el momento en que puse un pie dentro de la casa; no quiero que se desquiten conmigo en el primer día. Doy media vuelta y regreso a la cama, quizás dormir sea lo mejor, aunque tarde un rato en lograrlo.


No tengo idea de la hora. Mi celular ya no se encuentra en la mesa de luz donde lo dejé anoche, es obvio que entraron para llevárselo. Ahora todo mi cuerpo se encuentra invadido por los nervios; no sé cómo ocurrió, ni tampoco logro recordar el momento exacto en el que pude conciliar el sueño.

Voy hacia el balcón y veo a Joan sentado en el jardín tomando un café y leyendo el periódico. Me alejo antes de que pueda verme. ¿Esto será romper una regla? Mi cabeza no deja de pensar en cada una de ellas.

Golpean la puerta entrando segundos después sin esperar una respuesta. Es Tad.

—Buen día, Jade. Báñate y ponte esto —dice ates de dejar una bolsa sobre la cama—. Volveré por ti en un rato.

Una mezcla de curiosidad y rechazo me lleva a ver lo que hay dentro de la bolsa al borde de la cama. El conjunto de lencería en color negro y un babydoll transparente capta mi atención obligándome a tomar una ducha y siguiendo el pedido.

En menos de una hora la puerta se abre sin preaviso. Me encuentro sentada en la cama, inquieta por saber que va a suceder.

—¿Lista? —Pregunta Joan—. Sígueme.

Camino detrás de él, descalza; entre los nervios olvidé elegir algo acorde a la ocasión, y eso que mi armario es muy completo, espero que no sea un problema.

Un cuarto amplio, sin ventanas, y con una cama al medio, nos recibe. Es grande, lo suficiente para tres personas. A los costados de la cama hay dos sillones tántricos en color negro y un armario, nada más. Sobra espacio, no estoy segura si algo falta o lo quitaron, mas no voy a cuestionar el orden de las cosas.

—Quédate aquí, iré por Tad.

Siempre creí que mi primera vez sería especial, con la persona que había elegido para pasar el resto de mi vida, o algo así, como en una película de amor. Ahora será con cualquiera de ellos, ¡o con los dos!

Joan es tan rudo que tengo miedo de que me lastime. Me odia, puedo percibirlo en su mirada y sus tratos. En cambio, Tad, es más sensible, siempre trata de tranquilizarme, de persuadirme para que acceda a sus pedidos, incluso me escucha con paciencia. No le quito lo psicópata, ambos lo son, pero al menos no me siento amenazada con él.

Tengo puesto lo que ellos eligieron. El conjunto de ropa interior es lindo, debo admitir. Es negro, de encaje y al centro del brasier tiene una pequeña rosa, la misma a un costado de las bragas. Me observé al espejo un par de veces antes de salir del baño y pienso que se me ve bien.

No sé si demoran a propósito o soy yo la que ha perdido la noción del tiempo; llevo parada en la misma posición desde que Joan se fue. Mi cara sin expresión solo deja al descubierto que estoy odiando mi vida como nunca lo hice.

La puerta se abre dejando ver a mis dos verdugos saludándome con alegría. No puedo hacer contacto visual según el contrato, por lo tanto, solo miro al suelo a partir de ahora.

—¿Estás lista? Hoy nos vamos a divertir.

¡Obvio que no estoy lista, imbécil! Es en lo primero que pienso, aunque prefiero mantenerlo en mis pensamientos.

—No te haremos daño, Jade, solo queremos jugar.

¿Jugar? ¡Son un asco! ¿Cómo es que puede gustarles tener sexo con la misma persona? ¿Acaso no son amigos? Tal vez son novios y están jodidos de la cabeza buscando nuevas aventuras.

—Ven aquí.

Obedezco. Me paro frente a Joan con la mirada hacia abajo, no he olvidado esa regla. Tad se posiciona detrás. El punto de partida es mi cuello, uno de cada lado, oliendo mi perfume y acariciando con la punta de sus narices mi sensible piel.

—¡Perfecta! —expresa Tad.

—Hueles muy bien —Confirma el pelinegro—. Me gusta mucho.

Un escalofrío recorre mi interior al sentir sus respiraciones tan cerca y, por más raro que suene, sus palabras me agradan.

Toman mi mano para llevarme a la cama. Joan se deshace de mi babydoll deslizando hacia abajo los tirantes de manera minuciosa para luego tomarlo y quitármelo por encima cuando levanto mis brazos. Tad no deja de mirarme, como si fuera presa fácil y él un león a punto de devorarme.

Me recuesto tal y como me lo piden para no hacer contacto directo con ninguno de ellos. Tengo la vista hacia el techo, pero siento el peso hacia mis costados cuando se recuestan. Percibo que me observan a detalle y, cuando menos me lo espero, sus manos inician un recorrido desde mi clavícula hacia mis caderas en una complaciente caricia sinuosa. Cada uno adueñándose de un lado de mi cuerpo.

—Cierra los ojos. —Ordena Joan.

El movimiento se repite una y otra vez, hasta que deciden despojarme de mis bragas enganchando sus dedos en los bordes de estas. Mi respiración se agita cautelosa y mi imaginación se dispara a meses atrás cuando deseaba que un hombre con manos grandes y fuertes me tocara de la misma manera.

Todo lo que hace uno lo imita el otro. Un placer inesperado, dos hombres que me tienen a su disposición pero que prefieren satisfacerme a mí, no puedo entenderlo. Sus besos húmedos parten desde mi cuello recorriendo todo mi cuerpo hasta mis pies e iniciando una vez más. No quiero gemir, aun así, no creo controlarlo por mucho tiempo.

De repente, besan mi intimidad; uno a cada lado de mis labios. Y es en este preciso momento donde no puedo contenerme más y mi voz hace presencia en la enorme habitación.

Mis ojos se encuentran cerrados, deduzco que Joan me lo pidió para que me relaje, y en parte lo logró, estoy disfrutando muchísimo.

—Siéntate, pero no abras los ojos.

Me quitan el brasier, indican que debo acostarme para poder continuar; sin embargo, lo único que puedo pensar es que ahora estoy completamente desnuda frente a dos hombres.

—Tranquila, linda, no pasa nada —habla Tad—. Relájate.

Se adueñan de mis pechos, cada uno succiona y muerde a su antojo uno de mis pezones. Su trato es diferente y me gusta, me gusta mucho. No entiendo por qué estoy así, tan entregada y disfrutando; hasta hace unas horas no podía ni pensar en estar con dos hombres a la vez.

Sus dedos acarician mi monte de venus serpenteando con delicadeza hacia mi clítoris. Casi en sincronía realizan movimientos en círculos. Ahora mis pechos les pertenecen y mi zona más íntima está siendo estimulada por sus largos dígitos.

Las mejillas afiebradas, mis manos aferradas a las sábanas y mi insaciable imaginación solo puede significar una cosa: mi orgasmo. El cosquilleo interno que anhelaba, la culminación a tanto placer. Me dejo llevar y gimo sin control retorciéndome sobre esta enorme cama en medio de los dos responsables.

Se separan de mí respirando agitados. Joan, quien se encuentra a mi costado izquierdo, toma mi mano y la besa dejando la humedad de su boca. Tad, desde el lado derecho, acaricia mi hombro aprovechando también para besarme en tanto me relajo.

—Abre tus ojos, puedes mirarme ahora—ordena Joan y obedezco—. ¿Te gustó? ¿Lo disfrutaste?

—Sí —Respondo avergonzada.

—Mírame —Pide el otro—. No te contengas en gemir, a nosotros nos gusta. Eso fue excitante. —Sonríe dejando un beso sobre mi mejilla.

—Puedes vestirte y volver a tu habitación; terminamos de jugar por hoy.

De pie, a un costado de la cama, comienzo a vestirme. Los dos hombres parecen entretenerse con mi accionar. No se han movido de sus lugares, la situación les hace gracia; a mí me pone nerviosa. Salgo del cuarto con mi babydoll en mano y simplemente los dejo atrás. Siento vergüenza.

¿Por qué me dejé llevar de esa manera? Demostré que lo disfrutaba, obedeciendo a sus palabras y sintiéndome cómoda con el tacto proporcionado; no debí permitirlo. Agradezco el simple hecho de que todo quedo ahí. No se propasaron conmigo, incluso Joan, que es un completo pervertido, fue tierno, demasiado suave.

Al llegar a mi habitación me coloco el babydoll que traigo en la mano y me siento al borde de la cama a pensar unos minutos. Intento procesar lo que ha ocurrido.

La puerta se abre de improviso. Doy un brinco quedando de pie a la espera de algún llamado de atención o quizás otra indicación.

—Linda, aquí tienes tu desayuno —dice Tad—. Necesitas comer.

—Gracias —Contesto sin mirarlo a los ojos.

Deja la bandeja sobre el escritorio y,  en tanto se marcha, avisa que en un rato regresará a buscarla. Al menos ellos se acordaron de que no he comido nada desde ayer. Los nervios no me dejan pensar en el hambre, estoy famélica y yo ni enterada.

Tomo la taza de café con ganas de asomarme al balcón. Una fresca brisa entra despeinando mi largo cabello que se encuentra todavía alborotado. El babydoll negro imita el mismo acto en un vaivén de un lado a otro.

El jardín verde con rosas a los costados me hace sentir como una princesa dentro de un palacio. Una que su padre no deja que salga en sociedad por miedo a que un pervertido la transgreda, o que tenga comportamientos indecorosos no propicios para una familia real. Soy una prisionera, me siento prisionera.

La bandeja sobre el escritorio trae algo de fruta y también hay yogurt. ¿Esos dos piensan que voy a devorarme todo por unas simples horas sin llevarme bocado a la boca? Están en lo cierto, porque lo haré.

Sonrió por mi descaro y me deleito con el sabroso yogurt de frutilla sin quitar mi visión de la ventana; el paisaje es precioso. No tengo idea en donde me encuentro, no he prestado atención al recorrido desde casa; ya no hay modo de saberlo tampoco.

El ruido del picaporte alerta el ingreso de uno de ellos y decido sentarme en la cama una vez más cual nenita obediente.

—¿Terminaste de desayunar? Vengo a llevarme las cosas.

—Sí, gracias, Tad.

—No mientas, aún te queda fruta y veo que no has terminado tu yogurt. Después puedes llevarlo tú misma a la cocina, descuida.

—De acuerdo.

—Mírame, Jade. —Dictamina con el fin de observarme a detalle—. ¿Todo bien? ¿Qué pasa?

—No pasa nada —Niego con la cabeza—. Esto es muy raro, no sé si es correcto, yo no...

—Tranquila, es correcto si nosotros tres queremos que lo sea.

Acaricia mi mejilla, quizás hasta con lástima cuando se sienta a mi lado en la cama. Tad denota ser bondadoso, tiene piedad de mí, ante su presencia soy como un pequeño cachorro perdido con ganas de ser cuidado.

—¿Por qué yo? Hay miles de chicas que podrían estar aquí por voluntad propia —Menciono sin ánimos.

—¡Estás por voluntad propia! —ríe—. Ya lo hablamos. Los ebrios siempre dicen la verdad, y tú, internamente quieres esto. ¿Cuál es el problema? Además, te hemos dicho que no te lastimaremos. No me temas, por favor.

—No sé si es realmente lo que quiero. —Confieso avergonzada—. El sexo debe ser consentido y un acto de dos; ustedes me van a pedir cosas que yo...

—No te vamos a pedir nada, Jade. No por ahora —guiña el ojo.

Lo miro alarmada, retirando la visión segundos después al recordar que no puedo verlo a los ojos. Ya no comprendo si la orden anterior ha terminado o si continúa. ¡Dios, esto es tan frustrante!

—Puedes mirarme, ya te lo dije —Toma mi mano—. No te asustes. ¿Todavía tienes dudas? Puedes preguntarme lo que quieras.

—¿Dónde está mi celular?

—¡Está confiscado! —bufa Joan entrando a la habitación—. Aquí no hay señal, no podrás usarlo de todas maneras.

—¿Y cómo le avisaré a mis amigos y familia que me fui de viaje?

—No te preocupes, ya nos encargamos nosotros —Me tranquiliza el castaño.

—¿Hay cámaras en mi habitación?

—Sí —responde el pelinegro sin dudar—. La única parte donde no hay es en el baño porque no vamos a invadir tu privacidad —Ironiza dejando salir una risita.

—Que idiota—Susurro.

—¿Qué dijiste?

Se sienta a mi lado para dejarme una vez más en medio de los dos. Puedo deducir que lo hace para incomodarme, pero no voy a quedarme atrás ni sentirme acorralada.

—Que eres un completo idiota —Afirmo con la vista hacia el suelo.

—Bueno, al menos ya te estás soltando un poco —dice Tad para romper el hielo.

—Me agradas más cuando eres silenciosa, niñita.

—Me agradas más cuando eres un caballero, idiota.

—En la cama siempre voy a ser un caballero contigo, Jade —refuta.

Ahora siento calor en mis mejillas. Lo que acaba de decir me ha dado vergüenza, a pesar de que también me ha parecido tierno de su parte.

—Tenemos que ir a trabajar, te quedas sola en la casa —Comienza Tad a dar indicaciones—. Puedes salir de tú habitación hasta que regresemos, pórtate bien— Deja un beso sobre mi mejilla.

—No olvides prepararte tu almuerzo —prosigue Joan—. Después puedes ver una película, pasear por toda la casa si así lo deseas o dormir para recuperar energía.

—Sí.

—Mírame —Cambia la voz a una más autoritaria—. No puedes salir, es una regla.

—Lo sé.

Después de tantas ordenes, indicaciones y, por qué no, algunas sugerencias, se van de la casa. Por fin estoy sola.



TAD

Lo que sucedió hace unas horas con Jade fue excitante. No solo disfrutamos recibiendo placer, sino también dándolo, por eso nuestra decisión de traer una chica a casa, entre otras que tenemos pensadas.

Es una lástima que no podamos quedarnos todo el día como quisiéramos, pero tenemos una empresa que atender y estamos llegando tarde.

—¿Qué piensas realmente de Jade? —Le pregunto a Joan que se encuentra al volante.

—Es una histérica —Sonríe—. Me gusta. Un par de sesiones más y se dejará llevar por completo.

—Sí, pienso que ella misma se inhibe, pero ya cambiará.

—Espero que suceda pronto.

—El conjunto de encaje que elegí le quedó perfecto—menciono al recordarla.

—No hay dudas de que tiene un hermoso cuerpo; pretendo complacerme mientras pueda —espeta sin quitar su mirada de la autopista—. Espero que no intente escapar.

—No lo hará —Sostengo sacando el móvil del bolsillo de mi saco—. Hay cámaras por toda la casa; ahora permanece sentada al borde de la cama.

—Me preocupa que pueda enfermarse, ¿sabes? —Suspira pesado— ¡Ayer no comió en todo el día!

Después de que Jade salió del cuarto del encuentro, como solemos llamarle, recordamos que no había desayunado. También percibimos que el día anterior, cuando fuimos a buscarla, tampoco cenó. Me sentí tan culpable que yo mismo me ocupé de eso.

—Estaremos al pendiente de ella, al igual que de sus necesidades.

—¿Crees que esta idea se nos haya ido de las manos? —Cuestiona intranquilo—. Tad, tiene 20 años ¡y es virgen! Me da escalofríos del solo pensarlo, no es justo para ella.

—¡Cálmate, Joan! Es un riesgo que aceptamos desde un principio. ¡Si tanto miedo tienes de penetrarla por primera vez, lo haré yo!

—Llegado el momento vemos que pasa—Cambia su temperamento—. Al fin y al cabo, los dos estaremos presentes, ¿no? Que importa quien lo inicie.

— Exacto, solo uno de nosotros tomará la iniciativa. Podríamos darle a elegir, sabes que a mí me da igual que seas tú o yo —Me encojo de hombros.

No voy a negar que me incomoda que sea virgen, no obstante, es un riesgo y una experiencia diferente. Nos hemos acostado con tantas mujeres que saben lo que hacen, que elegir a una novata en el sexo para enseñarle a nuestro gusto no es nada desacertado. Al contrario, el solo hecho de pensar que puedo enseñarle a Jade posiciones sexuales me excita mucho más.

—Deja de pensarla tanto o contrólate —Bromea mi compañero—. Estamos en mi auto, lo que menos quiero es ver cómo te excitas junto a mí.

—Creo que hay que jugar con ella otra vez en la noche, ¿No? De paso quitarme estas ganas.

—¡Dijimos una semana! Contrólate —Recrimina con el ceño fruncido presionando el volante con fuerza—. No la tocarás antes de eso.

—De acuerdo, Grant, no haré que me toque, pero si puedo tocarla yo a ella —Satirizo descendiendo del auto cuando llegamos al estacionamiento de la discográfica.

Una semana es el mínimo de tiempo estimado para dejar que Jade se acostumbre a nosotros y entre en confianza. Soy un hombre de palabra, no voy a obligarla a nada e intentaré controlar mis impulsos en todo momento. Esto recién empieza.



JADE

Las horas pasan y ya no sé qué más hacer para entretenerme. He paseado por la casa sin entrar a las habitaciones que tienen la puerta cerrada, es una indicación directa, ya que todas las demás puertas me permiten el paso.

Me siento a ver una película, aunque no tengo ganas realmente de verla. Necesito mi celular; mi notebook para navegar por las redes, contactarme con mis amigas y contarles que dos pervertidos me tienen a su merced y que van a pagarme por coger todos los días cual prostituta.

¿Qué dirían mis padres si supieran que estoy viviendo con extraños? Estoy segura de que papá asesinaría a estos pervertidos por atreverse a tocar a su pequeña hija virgen de 20 años. Obviando el alcohol de por medio, claro.

Me recuesto en el sillón y cierro mis ojos pensando una vez más en lo sucedido esta mañana. Mi imaginación me lleva a ese momento, incluso podría jurar que aun siento las manos de Tad y Joan recorriendo mi cuerpo desde la clavícula hasta la punta de los pies. Y como olvidar cuando ambos se colocaron en mi intimidad; el movimiento que hacían juntos era perfecto, óptimo, inmejorable.

Estoy tan excitada que necesito concentrarme en la aburrida película para dejar de pensar. Mi cuerpo está caliente, siento la necesidad de quitarme la ropa y no sé qué tan improcedente sea; a pesar de ello, me atrevo. Me libero del babydoll quedando solo en ropa interior con el fin de acomodarme y dejar mis pensamientos impuros de lado.

Una hora después, escucho el ruido del vehículo ingresar a la casa. Apago el televisor y me dirijo a la habitación antes de que me descubran en la sala y me regañen por faltar a una de las dichosas reglas.

Al entrar al cuarto percibo que olvidé algo en el sofá. ¡Mierda! Ellos sabrán que me quité la ropa allí.

La puerta se abre de repente dejando ver a Joan con la prenda transparente en la mano y el ceño fruncido.

—Olvidaste esto en el sofá —Lo eleva como evidencia.

—Lo... si en to —Titubeo como una descerebrada.

—Quiero ser yo quien te quite la ropa. ¡Mírame! ¡Ve al cuarto del encuentro, ahora!

¿Está enojado? ¿Esto involucra un castigo por parte de ambos o solo de él?

—Muévete, Jade, ¡dije ahora! —Repite.

Corro hacia el dichoso cuarto, ya no sé qué va a pasar conmigo, pero cada paso que doy lo arruino. Toda mi vida es una consecuencia de pésimas decisiones.

—Hola, hermosa —Habla Tad en cuanto me ve pasar por la puerta—. Veo que intentaste jugar sola.

—No hice nada, yo solo me quité el babydoll porque tenía calor —Me excuso, no voy a admitir que estaba caliente como el fuego—. Juro que no hice nada.

—Salimos antes de la oficina solo por ti —dice Joan a mis espaldas.

Tad se acerca y pide que lo mire antes de atacar mis labios con fuerza. Joan permanece detrás, persiste en mí nuca creando un camino de besos hacia mis hombros; lo siento tan cerca que su miembro erecto roza sobre mis glúteos.

El placer se apodera de mí, las ganas incontrolables de que estos dos me toquen me visitan a pasos agigantados. En tanto uno me quita el brasier, el otro se deshace de las bragas llevándome posteriormente a la cama.

Un recorrido de caricias inicia una vez más sobre mi piel estimulándome de a poco. Joan besa mis pechos intercalando uno con el otro y se ayuda masajeando con su mano. Tad se encuentra besando cada espacio recóndito de mi feminidad. Su lengua juega intranquila de arriba hacia abajo y con movimiento en círculos sobre mi clítoris por momentos. Mis manos no saben dónde reposar, tampoco sé si puedo tocarlos o si solo yo puedo ser manoseada a su antojo.

Casi sin darme cuenta, quizás con total indiscreción, me animo a aferrarme a los cabellos del castaño porque no quiero que se detenga; es la primera vez que me practican sexo oral y se siente bien. Mi mano libre se embrolla en los cabellos de Joan; él muerde ligeramente mi pezón izquierdo emitiendo uno que otro quejido.

Tengo los ojos abiertos, puedo observar cómo ambos prosiguen en sus actividades. No obstante, por momentos me es imposible mantenerlos así, se declara en mí un placer tan intenso, tan desalmado que no resisto verlos por tanto tiempo.

—Sabes bien, Jade, eres perfecta —dice escabulléndose de nuevo en mi vulva.

—¿Te gusta? ¿Lo disfrutas? —Susurra el otro en mi oído.

—Sí, lo hago.

Joan me toma de la melena besándome con brutalidad, cegado por la lujuria del momento; yo correspondo. Nuestras lenguas chocan dentro de nuestras bocas y la lengua de Tad se empecina en satisfacerme desde otra parte. Gimo en aviso de que estoy a punto de llegar a la cúspide del placer, entonces el pelinegro se separa de mis labios.

—Gime fuerte, quiero escucharte —habla a regañadientes llevándose nuevamente uno de mis pechos a su boca.

Grito llenado el cuarto de sonidos deliciosos, temblando por completo y liberando de a poco los cabellos de mis compañeros.

—Eres exquisita, te corriste en mi boca, Jade.

Eso me avergüenza un poco, a la vez, me gusta sentirme deseada por ellos.

¡No, no! ¡Siempre pienso en estupideces después de que estos dos hacen algo!

—Puedes jugar con mi cabello las veces que quieras, tú también puedes tocarnos si así lo deseas, no hay una regla para eso.

—¿Puedo hacerlo? –—Consulto apenada advirtiendo sus pequeñas sonrisas.

—¡Claro que puedes! —responde el castaño—. Ahora vete a tu habitación, báñate, cámbiate; luego te llevaré la cena.

Me levanto de la cama sin la necesidad de vestirme esta vez, solo recojo las prendas y camino hacia mi dormitorio.

El día fue placentero, esta propuesta comienza a seducirme. 



Hola a todas/os! Bienvenidos a esta historia, espero que hayan disfrutado del primer capitulo.  Quizás algunos ya la conozcan, tal vez para otros esta sea la primera vez leyendo, de cualquier manera me gustaría leer sus comentarios. 

Recordarles que actualizaré Lunes, Miércoles y Viernes. 

Saludos. 

JK ♥


PD: Mañana subiré el Booktrailer, estén atentos xD

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