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[Capítulo 8]

Cloe y Biel habían acabado por sentarse en la misma mesa de Nathan, tratando de ignorar lo que hacía unos momentos atrás había sucedido... lo que no era precisamente sencillo, pero era más incómodo hacer alusión al tema.

—Hey, Nathan —saludó Biel, esperando que el chico no los evitara o prefiriera tener lejos... Según había entendido de lo que él le había dicho, no se tendía a tener algún tipo de amistad de otros grupos—, ¿cómo estás?

Nathan alzó la cabeza al oírlo, esbozando una amable sonrisa como si fuera experto en mostrar una.

—Biel, me alegra verte —contestó, y sus ojos se desviaron hacia Cloe, ladeando la cabeza—, ¿y ella es...?

—Soy Cloe —se presentó ella, apretando los labios y pasando a sentarse al lado de Nathan en la cabecera de la mesa, mientras Biel ocupaba la silla vacía a su lado—. Por cierto, no pude evitar notar tu condición de albinismo... ¿Sería de mal gusto preguntarte algo al respecto?

—No lo creo. —Nathan se rio entre dientes, aunque la duda fue algo visible en su mirada—. Aunque si vas a preguntar lo mismo que todos, déjame adelantarte: soy como todos los demás, excepto que mi piel se quema con facilidad al sol y debo usar lentes oscuros al salir...

Cloe formó una pequeña "o" con sus labios, asintiendo lentamente con la cabeza.

—Bueno, supongo que sí hay más personas como yo que hacen las mismas preguntas —murmuró, jugueteando con la tapa de su recipiente de comida.

—Es como la gente que pregunta por los hermanos gemelos y ese tipo de cosas —contestó Nathan, encogiéndose de hombros—. De alguna manera son preguntas comunes... Una vez estuve igual de intrigado cuando conocí a alguien de la República Inferior.

Biel se interesó de pronto en el tema, levantando la mirada.

—¿En serio? —interrogó, clavando sus ojos en los de Nathan—, ¿en dónde conociste a alguien de ahí?

Nathan sopesó una respuesta por unos momentos.

—Era un emigrante que cruzó de forma ilegal la frontera —relató con gesto pensativo—, recuerdo que trabajaba en la casa de mis vecinos como jardinero... En ese entonces aún era pequeño, así que no lo recuerdo con claridad, pero sí sé que lo encontraron unos meses después y lo deportaron de vuelta a su país.

Desviando la mirada hacia la superficie de la mesa, Biel tensó la mandíbula.

Ellos vivían en lo que comúnmente se conocía como la República Superior, que era la parte más reconocida de su república a nivel global por su rica gastronomía y exportación de metales como oro y plata. Sin embargo, su país se encontraba justo al lado de la República Inferior, que décadas atrás había formado parte de la Superior... El problema comenzó cuando la Inferior trató de independizarse, acarreando múltiples deudas a otros países durante el proceso y creando una guerra lo suficiente intensa para haber sido escrita en los libros de historia de la primaria.

Así que ahora la República Inferior la pasaba fatal, pues hacía alrededor de diez años atrás el país de Terravia le declaró la guerra tras un enorme y fatal malentendido, lo que ocasionó un fuerte conflicto que llegó a los grados más altos; es decir, la República Inferior fue bombardeada por Terravia el 8 de agosto del 2013, y desde entonces el país yacía en una fuerte debilidad política y en una situación peliaguda, y solo se salvaba de ser invadida por su reconocido y grande armamento militar.

—Vaya, ¿qué tan mal debe pasarla uno para huir de su propio país? —inquirió Cloe, apoyando su mentón sobre el dorso de su mano y mirando hacia el techo—. No me imagino estar así de desesperada... Ah, pero bueno, ¿quién manda a la República de abajo a endeudarse tanto? Hasta parece chiste.

—La verdad es que sí —coincidió Nathan titubeando. Luego, pareció notar de soslayo la mirada de Biel y añadió—: Aunque parece ser un tema algo deprimente, quizá deberíamos hablar de algo más.

Cloe no se lo pensó dos veces antes de hacerle caso.

—¿Ya te contaron sobre cómo Biel hizo que el líder del club de música lo odiara?

.

La escuela había terminado... Mejor dicho, las clases, porque aún quedaba la última hora del club.

Eran las 2:07 PM cuando Biel ya estaba formado junto a Nathan en una fila bastante similar a la del día anterior. Incluso podía jurar que ahí había algunos de los estudiantes que también estuvieron ayer... ¿Es que acaso esperaban engañar de alguna forma al sistema y obtener una segunda oportunidad? Le parecía injusto, mas no podría aseverar que no haría lo mismo de poderlo.

Soltó un suspiro, pasando una mano por su cabello y sintiéndose un tanto nervioso. No dejaba de mirar el reloj y comenzar a preguntarse si de verdad conseguirían una oportunidad ese día... Ya era martes, ¿qué sucedería si pasaba toda la semana y no lograba siquiera hacer la audición?

—Wow, cálmate un poco —le dijo Nathan, que de nuevo estaba formado delante de él. El chico estaba cruzado de brazos, con su nuca apoyada contra la pared y sus ojos entrecerrados—. Incluso sin verte puedo sentir lo nervioso que estás... Vamos, es una audición para el club de música, no tu examen de ingreso a la universidad.

Biel se rio nerviosamente.

—Teniendo en cuenta la carta de recomendación que obtienes después del club, diría que los casos son muy similares —contestó, mirando hacia el resto del pasillo y cambiando el peso de su pie al otro—. Aunque creo que no tiene caso preocuparme si todavía no sucede nada.

—Estoy seguro de que pasarás la prueba —le consoló Nathan, abriendo los ojos y apoyando su mano en su hombro. Solo así Biel notó la gran diferencia de altura que había entre ambos.

—Ni siquiera me has oído tocar. No puedes decir eso.

Nathan le restó importancia al asunto con un ademán de mano.

—La gente no tiene confianza en sí misma sin una razón —explicó, suspirando—, y cuando te vi ayer me di cuenta que realmente parecías saber a qué habías venido... Y vamos, incluso si Grady te odia dudo que sea lo suficiente idiota como para tomarse personal un suceso independiente a la audición.

Biel no dijo nada, esperando que Nathan tuviera razón.

Resultó que no fue así... o al menos no a medias.

Era complicado.

Al final, sí consiguieron tener su turno para la audición antes de que acabara la hora. El reloj dijo las 2:36 PM en el momento en que una chica salió del salón y Nathan entró en su lugar, no sin antes despedirse de Biel agitando su mano en el aire.

Los cinco minutos después de eso le parecieron eternos a Biel, que no dejó de moverse en su lugar en pequeños círculos y mordiendo ansiosamente su pulgar. Ni siquiera podía oír algo, pues una vez cerrada la puerta, toda la sala quedaba insonorizada.

Entonces, Nathan salió de la sala. Su rostro lucía como de quien no se cree algo; sus ojos estaban abiertos de par en par y sus pupilas dilatadas en sorpresa.

—Lo logré... —exhaló el chico cuando se reencontró con Biel, viéndolo mientras parpadeaba con fuerza—, ¡lo hice, pasé la prueba! Quiero decir, no del todo, al menos me considerarán para el club y es muy posible que esté en la lista de los miembros... ¡Pero ya es mejor que nada!

Biel no pudo alegrarse en el momento por él, pues escuchó que alguien dentro de la sala gritaba un "¡Siguiente!" y supo que era su turno.

—Buena suerte —le dijo Nathan con rapidez, alzando los pulgares—. Te espero aquí afuera.

—De acuerdo... —suspiró Biel, mordiéndose el interior de su mejilla y cruzando el umbral de la entrada de la sala de música. De inmediato sus sentidos de alerta se activaron al ver que Grady era el único que estaba ahí.

El chico estaba sentado en una silla en el centro de la sala, contiguo a una mesa llena de múltiples instrumentos, desde un enorme piano de cola ubicado al fondo, pasando por una batería grande, una tuba, flauta, xilófono, guitarra (eléctrica y acústica), bajo, banjo... Y, en realidad, todo lo que se le pudiera ocurrir. De forma vaga su mente se preguntó si los músicos de instrumentos de viento habían tenido que traer los suyos propios o si también habían utilizado de los que estaban ahí.

—Cierra la puerta. La audición empieza ahora —dijo Grady de golpe sin siquiera darle a Biel la oportunidad de procesar lo que estaba sucediendo. Él pestañeó con fuerza, obedeciendo y adelantándose a ir por la guitarra acústica, que era la que mejor se le daba a comparación de la eléctrica.

Se sintió considerablemente torpe cuando, de reojo, alcanzó a avistar que Grady no lo estaba mirando, sino que sus ojos estaban fijos en una tabla con papeles fijos en los que parecía estar garabateando cosas incomprensibles a esa distancia.

Mordió con fuerza su labio inferior, recogiendo la guitarra acústica en cuestión y dándose cuenta de lo vacía y lisa que esta se encontraba, puesto que la suya, en comparación, debía ser algún tipo de mezcla rara entre dibujos y calcomanías que le había puesto.

Estaba a punto de pasarse la correa por encima, mas frenó en seco su acción cuando observó una mota de polvo sobre la parte de abajo de las cuerdas. Inmediatamente, el pánico cundió en su pecho.

¿Es que acaso no limpiaban los instrumentos? ¿Debía decir algo o solo ignorarlo? Su garganta se cerró, tensando la mandíbula y sintiendo los nervios invadir su cuerpo... De acuerdo, quizá lo mejor era solo pretender que eso no estaba ahí, ¿cierto? Sí...

Inhalando una bocanada de aire para calmarse, Biel se acomodó la guitarra, aunque su mente no tardó en quedarse en blanco... ¿Qué se suponía que iba a tocar? ¿Por qué lo había olvidado cuando había pasado los últimos días de las vacaciones practicando una y otra vez para que saliera bien?

Tal vez el que su mente estuviera enfocada en el polvo de la guitarra era la razón detrás de eso. Y comenzó a frustrarse cuando no pudo pensar en nada más, ¿qué estaba mal con él? ¿Que no era esa la oportunidad que había estado esperando?

Cerró los ojos, estando a punto de pasar la yema de su pulgar por las cuerdas del instrumento, mas no consiguió hacerlo al escuchar a Grady estornudar.

Eso no ayudaba a mantener su concentración.

—El tiempo se acabó, puedes retirarte —intervino Grady, interrumpiendo sus pensamientos de forma abrupta y haciendo que Biel saltara en su lugar.

—Pero ni siquiera he empezado... —dijo, parpadeando varias veces con notable confusión asomando en su mirada.

—¿Luzco como si me importara? —espetó Grady, alzando la cabeza y fijando sus ojos en los de Biel.

Le dieron ganas de responderle que, en realidad, lucía como un paciente de influencia muy enfermo... Pero Biel sabía que no sería una opinión amable, por lo que tensó la mandíbula y bajó la cabeza.

¿Debería solo resignarse y aceptar que su oportunidad había terminado ahí? Le parecía inmaduro insistir, y definitivamente no quería verse como un chiquillo que era incapaz de entender que había perdido... Así que solo se limitó a dejar la guitarra de donde la había tomado, rechinando los dientes y abandonando la sala de música sin mirar atrás.

Principalmente se sentía idiota por haber perdido esa oportunidad por sobrepensar demasiado todo. En serio, ¿por qué debía ser así?

Pasó una mano por su cabello, mordiéndose el pulgar de la otra mano y soltando un suspiro de exasperación.

—Hey, Biel, ¿cómo te fue? —cuestionó Nathan al ver al chico salir. Ambos comenzaron a caminar a través del pasillo, alejándose de la larga fila que seguía ahí.

Biel no respondió al acto, sino que se quedó mirando al suelo. Bajó sus manos y las hundió en los bolsillos de su pantalón.

—Soy un idiota —murmuró por lo bajo, cayendo en la cuenta de que le habían entrado ganas de llorar, lo que reprimió por la idea de que se vería patético llorando por no haber entrado al club de música.

Nathan lo observó en silencio.

No había que ser un genio para comprender lo que había pasado, así que, sabiamente, el chico no hizo preguntas al respecto.

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