[Capítulo 7]
¿Grady era su compañero de laboratorio?
Eso no tenía sentido.
Por unos momentos, Biel se quedó perplejo y pasmado... ¿Acaso había oído mal? Mejor aún, ¿y si había otro compañero que se llamara así? Tensó la mandíbula, mirando hacia Cloe en busca de ayuda, quien ya se había levantado de su asiento con la intención de dirigirse hacia su pareja recién asignada.
—Parece que tienes muy mala suerte —le susurró Cloe para que solo él pudiera oírla, arqueando las cejas y torciendo sus labios en una mueca. Luego, tomó su libreta y sus cosas que había traído para trabajar en clase, dando media vuelta y alejándose unos tres lugares hacia atrás.
En cambio, Biel observó que Grady se acercaba a él... Sí, el Grady que conocía y quien no parecía tener esa pinta de que le gustara socializar. Su garganta se secó y titubeó un poco. Una parte de él comenzó a convencerse de que no era tan mala idea... Es decir, al menos así podría conocerlo más, ¿cierto? Y eso podía ser útil durante las audiciones, aunque no es que creyera que volverse su amigo fuera a darle algún privilegio... Sin embargo, al menos hacer que no lo odiara era lo mínimo que podía lograr, ¿o no?
Sus pensamientos se vieron interrumpidos de golpe cuando Grady dejó caer sus cosas en el espacio que Cloe había dejado libre. El chico ni siquiera le echó una mirada a Biel y se limitó a sentarse en el asiento contiguo a él. Sus ojos delataban su descontento, aunque era difícil predecir si siempre era así o si era a causa de la situación actual.
Biel pasó una mano por su cabello, jugueteando con uno de sus mechones que caían por su frente mientras trataba de fingir que no se sentía incómodo con el hecho de que Grady ni siquiera se hubiera molestado en decir un simple "hola".
Alrededor de unos diez minutos después, las binas que la profesora Salazar (como ella acabó por presentarse) había armado estaban listas, y ahora todos estaban en sus nuevos lugares y junto a sus nuevos compañeros. A juzgar por la tensión e incomodidad, Biel podía sacar dos conclusiones: una, que los maestros de la institución no tenían por costumbre acomodar a los alumnos como quisieran; y, dos, que la profesora Salazar en realidad no había elegido las parejas al azar como aseguró en un inicio.
Biel comenzó a irritarse por el silencio cuando transcurrieron quince minutos en donde toda la clase permaneció sin decir ni pío. En ese lapsus, la profesora comenzó a dictar las normas de convivencia y a dar una breve introducción a la materia, que aparentemente tenían dos horas al día tres veces a la semana... Sí, seguro que eso se tornaría un martirio con el paso de los días.
—... Y, como última regla, espero que todos aquí sean conscientes de lo qué es la conducta y la disciplina —concluyó la maestra con tono serio, apoyando sus manos sobre el escritorio y escudriñando con la mirada a cada uno de los alumnos presentes—. Aquí espero lidiar con los jóvenes que pronto serán adultos que yo espero encontrar y no con chiquillos que todavía creen que siguen en secundaria. —En eso, el timbre de un celular resonó en el aula, causando que la profesora rápidamente tomara el aparato que yacía sobre el escritorio. Frunció el ceño, agregando—: Atenderé esta llamada. Por favor, no hagan que comencemos mal este primer día con ustedes.
Tras esto, Salazar salió del aula y cerró la puerta detrás de ella, dejando todo sumido en un silencio de ultratumba. No obstante, esto poco duró, siendo que inmediatamente los estudiantes se pararon y comenzaron a hablar entre sí, importándoles poco que la profesora estuviera afuera del salón.
Biel buscó con la mirada a Cloe, encontrándose con que la chica estaba hundida en su asiento y veía con incomodidad a su compañera, cuyo cabello era rizado y parecía estar hablando con otra chica que se había levantado para acompañarla.
Súbitamente, Biel se sobresaltó cuando Grady estornudó y, momentos después, tosió en su puño.
El problema yacía en la germofobia (por suerte, no tan grave como otras personas podrían llegar a pensar, pero sí lo suficiente para afectar su vida día a día) que Biel sufría, así que abrió sus ojos de par en par y se le quedó mirando a Grady como si a él le acabara de crecer otra cabeza.
—¿Estás enfermo? —cuestionó Biel, poniéndose de pie y dando un paso hacia atrás. No lo había notado hasta ese momento, mas alcanzó a advertir los ojos cansados de Grady y el leve enrojecimiento en torno a sus fosas nasales.
Grady arrugó la frente, viendo a Biel con fastidio.
—¿De qué hablas? —espetó—. No estoy enfermo.
Biel no estaba de acuerdo con eso, y saltó hacia atrás cuando Grady volvió a estornudar.
—¡Está enfermo! —exclamó ahora, alejándose un poco más y cubriéndose la parte inferior de su rostro con el antebrazo.
—Serás idiota, solo estornudé —musitó Grady notablemente exasperado. Rodó los ojos, apoyando su barbilla sobre el dorso de su mano—. ¿Acaso eres de esos lunáticos hipocondriacos que creen que ya se van a enfermar por ver a alguien estornudar?
—Pues si estás enfermo va a ser difícil que no me contagie si estoy a tu lado —reiteró Biel, parpadeando varias veces y vacilando—. Te repito: estás enfermo.
—¡Que no estoy enfermo, maldito loco! —Grady se levantó de su asiento con la rabia arremolinándose en sus ojos.
—¡Y yo te digo que sí lo estás! ¡Ve a la enfermería antes de que nos contagies a todos!
Grady se le acercó de forma inconsciente, apretando los puños; sin embargo, Biel retrocedió, aunque eso implicó calcular mal la distancia que había entre él y una de las mesitas a sus espaldas que contenían múltiples recipientes de vidrio.
Tampoco vio venir la fuerza con la que chocó contra la mesita y, gracias a esto, hizo caer dos de los recipientes, los cuales se estrellaron y esparcieron sobre el suelo.
Biel se quedó anonadado. Definitivamente no había esperado que sucediera eso, ni tampoco el resto de la clase, puesto que todos guardaron silencio de forma inmediata.
—¿Qué acaban de hacer? —La voz de la profesora Salazar fue suficiente para que Biel sintiera el terror correr por sus venas, por lo que abrió sus ojos de par en par y sintió su garganta secarse, mirando hacia la puerta del aula y dándose cuenta de que la maestra les veía desde ahí con visible furia.
—Yo... —comenzó diciendo Biel tartamudeando. No se le ocurría ninguna excusa y dudaba que su condición que le hacía susceptible a temer por la suciedad y enfermedades fuera a salvarlo.
—Él es un jodido loco —dijo Grady, tensando la mandíbula y señalando a Biel—, fue él quien chocó contra la mesa.
Biel no podía negar que eso fuera cierto... porque sí lo era. Mordió el interior de su mejilla con nerviosismo, percibiendo las palmas de sus manos sudar... ¿En serio acababa de meterse en problemas durante su segundo día de clases? Eso parecía ser una broma.
La profesora Salazar examinó lo sucedido con una mirada experta, frunciendo los ojos y analizando los recipientes que ahora estaban esparcidos sobre el suelo en múltiples pedazos de vidrio.
—Ambos están castigados —dijo ella de pronto, mirando hacia los chicos y, luego, dirigiéndose de vuelta hacia su escritorio—. No tendrán que limpiar eso, pero sí quedarse una hora después de clases durante el resto de la semana.
El rostro de Grady traicionó lo enfurecido que él estaba.
—¿Qué? —respondió indignado—. Fue este idiota quien rompió eso... ¿Por qué estoy castigado?
La maestra lo ignoró por unos momentos, acomodando un par de papeles y soltando un suspiro. Después, dirigió sus ojos hacia el resto de la clase, diciendo:
—A partir de hoy sus compañeros no solo serán sus parejas asignadas para trabajar, sino que también les ayudarán a aprender a trabajar en equipo... —Sus ojos se enfocaron en Grady y Biel a la vez que agregaba—: Eso implica que tanto los castigos como las recompensas serán dados tanto a uno como al otro... Espero que con este ejemplo se hagan a la idea del resto del año que les espera en mi materia. Quizá, así, pensarán mejor antes de hacer algo con la idea de que sus acciones no solo les afectarán a ustedes.
Biel no estaba seguro de cómo debía reaccionar.
¿En qué momento había pasado de asustarse por un estornudo a ahora estar recibiendo una dura mirada de odio por parte de Grady? ¿Que no su plan había sido tratar de llevarse bien con él y ser incluso su amigo? ¿En dónde había quedado ese plan?
—¿Hay algún problema con sus asientos o por qué razón no pueden volver a tomar sus lugares? —inquirió la profesora de golpe con tono demandante.
A regañadientes, Biel y Grady volvieron a sentarse en sus bancos, aunque este primero se mantuvo a una distancia prudente del otro.
Luego, el resto de la lección continuó como si nada a excepción de la interrupción del conserje para limpiar los pedazos del vidrio de los recipientes rotos.
.
—Estoy bastante seguro de que Grady me odia —exhaló Biel durante el receso. Él y Cloe estaban formados, dado que el chico planeaba comprar algo de comer debido a que, de nuevo, no trajo nada consigo desde casa—, quiero decir... Antes su mirada era de "luces irritante", pero en química me miró y realmente parecía decir "te odio y creo que te verías mejor con un auto encima".
Cloe lo vio sin decir nada por unos momentos, ladeando la cabeza.
—Me parece que estás exagerando —puntualizó—. O sea, sí, lo castigaron gracias a ti... Aunque también fue parte de su culpa, ¿sabes? Por cierto, ¿en serio tienes un TOC o algo así? No es que esté mal, simplemente tengo curiosidad al respecto.
Biel no contestó de inmediato, deteniéndose para comprar un pan azucarado y, después, reanudando su conversación con su amiga, esta vez dando media vuelta y dirigiéndose hacia las mesas de la cafetería.
—Bueno, supongo que podrías decir que sí —respondió un tanto avergonzado de admitirlo. En general no le molestaba revelarlo, mas le preocupaba que a la gente le generara fastidio saberlo—, aunque no es tan severo como otros casos... En sí solo me gusta la limpieza y me incómoda mucho estar junto a gente enferma.
Cloe asintió, optando por ya no hacer más preguntas. Biel frenó el paso cuando, a lo lejos, visualizó que Nathan (el chico que había conocido ayer) estaba sentado solo al fondo de la cafetería.
—Hey, mira —dijo hacia Cloe, viéndola de reojo y señalando con la cabeza hacia aquella dirección—, ¿te acuerdas del chico del que te hablé que me hizo compañía en la fila de las audiciones? Pues es ese.
Siguiendo la línea de su visión, Cloe también vio a Nathan.
—Oh, sí, me acuerdo —aseveró ella, haciendo amago de caminar hacia él.
Sin embargo, ambos se detuvieron cuando un grupo de chicos se adelantaron. Ellos se sentaron junto a Nathan y, aun si al inicio parecían ser sus amigos, eso quedó rápidamente descartado cuando estos comenzaron a empujarle por el hombro de una forma que a metros lucía innecesaria... Incluso a esa distancia, Biel no tardó en advertir en el porte de incomodidad que lucía Nathan.
—¿El acoso escolar es normal en esta escuela? —se atrevió a cuestionar Biel hacia su amiga, arrugando la frente.
Cloe lo pensó por unos momentos.
—No del todo —respondió—. En sí, quien se encarga de evitarlo es la profesora Salazar... Sin embargo, incluso cuando ella pretende expulsar a los bullys, acosadores y eso, es difícil teniendo en cuenta la influencia de muchos en la escuela. El acoso escolar no es común en las aulas o en cualquier sitio donde puedan ser vistos, pero no puedo negar que lo he visto bastante fuera de la escuela...
Biel tensó la mandíbula cuando vio a Nathan entregarle algo al grupo de chicos para que ellos finalmente lo dejaran en paz... No alcanzó a ver qué era, mas estuvo un 90% que debía ser dinero, lo que le resultó irónico estando en un instituto que en general estaba lleno de chicos de familias acomodadas.
—Deberíamos decirle a algún profesor —murmuró él.
—No te metas en problemas en tu primer día —le respondió Cloe, encogiéndose de hombros—. Si crees que es malo que Grady te odie, entonces, no querrás que alguno de esos chicos también lo hagan... Así que solo olvídalo y sigue adelante. En esta escuela es lo mejor que puedes hacer.
—Pero... —Biel no se sentía realmente a gusto con este hecho, en especial porque, en realidad, ya estaba bastante acostumbrado a que así fueran las cosas.
La mirada de Cloe se tornó seria a la vez que añadía:
—No puedes salvarlos a todos.
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