[Capítulo 45]
La hora del club el viernes fue mejor de lo que Biel pensó en un momento.
Resultó que, por primera vez, consiguieron coordinarse en sus instrumentos. Cambiaron los intervalos, alteraron las claves y los tiempos e hicieron lo necesario con tal de hallar ese momento de armonía entre todos.
Fue eufórico, pues cuando Nahomi acabó de cantar la última línea de la canción, el grupo se quedó estático e inmóvil.
—¡Lo hicimos! —Jack fue el primero en exclamar, con una sonrisa de oreja a oreja y sus manos cerradas en puños.
A esto le siguió un grito similar por parte de Nahomi, que chilló de emoción y aplaudió con fuerza. La chica había conservado muy bien la calma tras esos desastrosos ensayos en donde tuvo que mantener el ritmo de la canción para evitar engrandecer el caos, así que Biel debía admitir que estaba impresionado por ella, y también por todos los demás que habían hecho un buen trabajo.
Sabía que esto había sido innecesariamente difícil a propósito por no haberse puesto de acuerdo antes ni sacado sus partituras en base a los instrumentos de los demás.
Biel soltó un largo suspiro, sintiendo una tremenda satisfacción creciendo en su pecho mientras una enorme sonrisa crecía en sus labios.
—De acuerdo —murmuró Grady, soltando un suspiro y levantándose de su asiento tras el piano—. Creo que esta vez salió bien... La idea es solo perder otro día con este y cambiar de canción para martes. Probablemente dentro de otra semana comencemos a trabajar en la nueva canción.
—¿Tan pronto? —preguntó Olivia, arqueando las cejas y luciendo bastante sorprendida.
Grady dibujó una sonrisa amarga.
—Tenemos que planear demasiado —contestó, cruzándose de brazos—, crear la melodía, la letra, la música, las partituras... Eso no se consigue de un día a otro.
Olivia se encogió de hombros, alzando sus manos en señal de paz.
—Yo solo decía.
—¿Quién va a ser el letrista? —inquirió Nahomi, apoyándose contra uno de los pilares de la sala—, el año pasado fue una chica de tercero... Deberíamos escoger a alguien nuevo, ¿cierto?
—Ya veremos eso cuando tengamos la melodía —explicó Grady sin darle mucha importancia—. De momento no dejen de practicar con sus instrumentos... Eso sería todo por hoy.
Como una especie de señal planificada, el timbre que anunciaba el fin de las clases resonó en las paredes del cuarto, haciendo que todos se levantaran de sus asientos, tomaran sus cosas y de poco a poco fueran abandonando el lugar. Biel salió acompañado de Nathan, que discutían acerca de lo genial que había salido ese último ensayo.
—Por un momento me sentí como si en serio estuviera en una banda —confesó Nathan con una sonrisa amplia, a la vez que pasaba una mano por su cabello.
Biel se rio.
—Estás en una banda —le recordó—. Aunque entiendo lo que quieres decir... También se sintió bien cuando todo pareció encajar. La guitarra acústica y eléctrica, el piano, el bajo y la batería simplemente uniéndose en un solo sentido... ¿Por qué será que los músicos se drogan cuando esto se siente así de genial?
—Para inspirarse, quizá —comentó Nathan con tono divertido—. No lo sé, la gente es rara.
—Eso lo acepto totalmente —contestó Biel, chequeando los bolsillos de su uniforme cuando pensó en la idea de revisar si a Cloe le habían llegado los mensajes por fin—. Oh, rayos... Me dejé el celular en el club.
—Siento que eres más olvidadizo con tus cosas de lo que uno pensaría —puntualizó Nathan, arqueando una ceja—. Siempre estás tan obsesionado con el orden, así que resulta raro
Biel alzó las manos.
—No es que yo sea la persona más normal del mundo —fue su defensa.
—Ah, está bien, igual debo resolver un par de asuntos —suspiró Nathan, revisando su celular y frunciendo el ceño.
Sin pensarlo más, Biel dio media vuelta y regresó por donde había venido con paso apresurado. Como estaba yendo contra la marea de estudiantes que buscaba salir del instituto, se encontró con algo de oposición y le resultó incómodo el contacto físico abrupto con todos.
Soltó un largo suspiro una vez que logró llegar a su destino. Para entonces, el pasillo se había despejado lo suficiente como para que ya solo hubiera uno o dos estudiantes por ahí. Biel frotó sus manos e hizo amago de abrir la puerta de la sala de música.
Sin embargo, se quedó inmóvil cuando oyó un par de voces provenientes del interior, que quizá no se habrían oído de no ser porque la puerta estaba entreabierta.
Bajo otras circunstancias, Biel no habría espiado la conversación y se habría hecho a un lado... Pero al advertir que eran Adam y Grady los que hablaban entre sí, la picadura de la curiosidad fue más fuerte que la moral. Y, ¿para qué negarlo? Biel era un verdadero entrometido.
Así que se inclinó un poco en su dirección, frunciendo el ceño.
.
Adam había entrado al club de música cuando Grady había estado por salir de ahí.
—Debo hablar contigo acerca del desempeño del club —fue lo único que dijo Adam a modo de explicación sobre su presencia ahí.
Grady titubeó, desviando la mirada al suelo.
—Hemos logrado muchos avances —comentó—, planeamos comenzar con la creación de la nueva canción dentro de una semana.
Adam asintió, cruzándose de brazos.
—Bien —dijo—. Te dejé a cargo de esto, pero, ¿recuerdas que prometiste oír mis consejos?
—Hum, sí. —Grady no estaba muy entusiasmado por decir esto. Le había costado lograr que Adam lo dejara a cargo de la banda musical para el festival, así que el tener que oír uno de sus consejos no se sentía como un buen augurio.
—Primero que nada, creo que necesitas comenzar a recurrir a las horas extras del club... Quien no esté disponible o se sienta en la disposición de hacerlo, puede salir directamente del club sin mirar atrás. —Adam arqueó las cejas, apretando sus labios en una fina línea recta—. Segundo, necesitas comenzar a imponer una actividad distinta en el club. Deben empezar a coordinarse más... Necesitan ejercicios donde creen nuevas melodías. No pueden quedarse con la primera que se les venga a la cabeza para la canción del festival...
Grady asintió a todo lo que decía, sin poder evitar pensar que ya había tenido en mente todo lo que le acababa de decir. A decir verdad, Adam no era su persona favorita en el mundo... Tampoco su padre, así que al menos Adam estaba por encima de él. Este no era el mejor ranking que podía haber.
Adam era una extraña persona. Buscaba siempre sus propios intereses, así que este era el motivo por el que había acabado involucrado como el mánager de Grady y el instructor del club de música. Sin embargo, también tenía esta tristeza en los ojos cuyo origen no entendía... Jamás le había preguntado al respecto. En el fondo, no le importaba demasiado.
—Si hay algo que pueda destacar de esto, es que el grupo parece ir mejor de lo esperado —continuó Adam con tono serio y cuidadoso, aunque también había un toque pensativo en su timbre de voz—, estoy orgulloso acerca de la elección que hiciste con los miembros del grupo.
Grady no pudo contenerse a sonreír en respuesta, algo emocionado por recibir este reconocimiento.
Si bien Adam no le agradaba particularmente, la idea de recibir elogios de él no se sentía del todo mal.
—Aunque hay algo que siento que no cuadra —agregó entonces Adam, volviendo su voz más tensa—. Este chico... Biel.
—¿Qué hay con él? —Grady se puso algo a la defensiva.
Sabía lo que iba a decir.
—¿Por qué lo uniste al club? Creo haberlo mencionado antes, pero no es precisamente talentoso. Estoy seguro de que había mejores candidatos que él... —Adam soltó un suspiro y miró a los ojos a Grady, aun si el chico rápidamente desvió sus ojos a sus zapatos.
—Yo, bueno... Lo elegí porque sabe esforzarse... Él no se rinde...
—Grady, ¿crees que no te conozco lo suficiente para saber cuando estás mintiendo?
El chico tensó la mandíbula. Odiaba la idea de oír a Adam hablar como su padre.
—No lo entiendes —murmuró.
—Lo hago más de lo que piensas. Te estuve siguiendo la semana pasada.
Esto hizo que Grady alzara la cabeza, mirando a Adam incrédulo.
—¿Que tú qué? —cuestionó estupefacto e irritado—, ¡eso es horrible!
—Cálmate. Solo lo hice porque sospechaba que estabas tramando algo raro... y tenía razón —suspiró Adam, mordiéndose el labio inferior con fuerza y pasando una mano por su cuello—. Grady, no puedes meter a alguien al club por asuntos personales.
—¡No son asuntos personales! —Grady estaba comenzando a alterarse más por cada palabra que salía de los labios del hombre.
—¡Él trabaja para Astor! Lo sabes, Grady... Y no deberías haberte acercado a él.
Grady apretó sus puños con fuerza, inhalando y exhalando varias veces.
—Astor es mi abuelo —murmuró, rechinando los dientes y sintiendo un nudo asaltar su garganta—, ¿cómo podría no acercarme a él?
—Lo entiendo, pero...
Un golpe los interrumpió.
Ambos se sobresaltaron y miraron hacia la puerta, dándose cuenta con perplejidad que alguien parecía haberse caído hacia el interior de la sala, como si no hubiera calculado qué tanto peso humano podía resistir la puerta entreabierta.
Los ojos de Grady se abrieron de par en par y sus pupilas se dilataron en terror al ver que era Biel.
Por muchas razones, la última persona que quería ver ahí era Biel.
Tartamudeó e intentó decir algo... ¿Una disculpa? ¿Una explicación? ¿Un simple comentario? Cualquier cosa se quedó atrapada en su garganta y solo emitió un ruido sin sentido.
En cambio, Biel se levantó con cuidado del suelo con sus ojos fijos en él y sus brazos cruzados. No dijo nada. No miró a Grady o a Adam. Por el contrario, se limitó a caminar hacia una de las sillas, tomar algo que parecía haber olvidado ahí y, luego, salir en un denso silencio.
Grady maldijo por lo bajo y fue detrás de él.
—¡Biel! —lo llamó, tomándolo por el hombro cuando lo alcanzó en el pasillo—. Yo... escucha. No fue mi intención no decirte acerca de Astor...
—Grady...
—... No, escúchame. No suelo pedir disculpas, pero sé que confiaste en mí, y admito que me acerqué a ti cuando supe que trabajabas para Astor, pero no significa que no te haya propuesto unirte al club por tu talento...
—¡Grady! —Biel no quería gritar, pero esa pareció ser la única forma de detener al chico de hablar. Soltó un largo suspiro y se pasó una mano por el rostro—. Por favor, no quiero hablar contigo ahora.
Grady lo miró en silencio, soltando su hombro y viéndolo con cierta vacilación.
—Es solo que... ¿Qué esperas que te diga? —murmuró Biel, sintiendo un extraño y violento sentimiento crecer en la boca de su estómago—, ¿que no me siento ofendido? Porque sí lo hago... Y me molesta más que al parecer hayas sido todo este tiempo el nieto del que Astor siempre hablaba... el nieto imbécil que lo abandonó. —Clavó sus ojos en Grady; su mirada no parecía pertenecer del todo a él. Su rostro estaba serio cuando agregó—: Renuncio al club.
—¡No puedes renunciar! —contestó Grady, tensando la mandíbula y dando un paso hacia delante al unísono de Biel—, no puedes...
—¿Por qué no? Si no tengo el talento que se necesita... ¿Qué sentido tiene intentarlo?
—Biel...
—Por favor, aléjate de mí, Grady. —Biel se oyó muy serio al decir esto, apretando sus puños con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron.
—No tienes que hacer más grande de esto... Quiero decir, sí, te metí al club porque pensé que, tal vez, eso me daría una oportunidad de acercarme más a Astor... pero cuando vi que él no me recordaba sin importar lo que hiciera, me rendí, ¿de acuerdo? Estás en el club por tu talento...
—Grady. Hablo en serio. Déjame en paz.
El chico lo miró confundido, pero al final obedeció, dando un paso hacia atrás y bajando la cabeza.
—Lo siento —murmuró.
Biel no contestó.
No quería decir nada. No quería desbordarse. No quería salirse de control.
No quería cometer un terrible error.
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