[Capítulo 44]
La semana se había pasado de forma rápida.
Esta vez, Biel podía decir que había sido una rutina bastante placentera y que no reemplazaría por nada del mundo. Para empezar, se había acercado un poco más a Nahomi y, ligeramente, a Grady. También podía decir que de momento Olivia y Jack no lo odiaban ni nada por el estilo.
Era difícil saber por qué, pero Biel sabía que las cosas estaban yendo bien... Extrañamente bien. Y, eso, naturalmente, lo hizo sentir inquieto.
El fin de semana pasó también muy rápido, habiendo transcurrido dividido entre las lecciones que le había prometido a Nahomi para Hugo y conversaciones entre él, los niños y la chica.
Se sentía raro conectar con tantas personas a la vez. Biel percibía que no era correcto y que algo debía salir mal por naturaleza.
De hecho, se pasó la noche entera del domingo pensando en esto, con el ceño fruncido, sus labios curvados en una mueca y sus uñas rascando ansiosamente su antebrazo.
Tener amigos. Salir los fines de semana a un sitio que no fuera al centro comercial con Astor. Tener a más contactos en su celular además de su padre y madrastra.
Ese amargo sabor en su paladar no tardó en hacer acto de aparición, como si Biel sospechara que, tarde o temprano (probablemente más temprano que tarde), algo saldría mal.
Lamentó haberlo pensado la mañana del lunes cuando se dio cuenta que Cloe no vino.
No había hablado con ella la tarde anterior, así que Biel solo asumió que se había enfermado o algo parecido. Le restó importancia las primeras horas y se encogió de hombros. No tenía caso sobrepensarlo aun si su cerebro, en el fondo, era lo único que deseaba hacer.
—Se siente un poco vacío sin Cloe aquí —murmuró Biel de pronto, habiendo llegado a la cafetería y sentado junto a Nathan con una sombra de sonrisa vacilante en sus labios.
—Es verdad... —murmuró el chico con tono de intriga—. ¿Crees que se haya enfermado?
—Hey, chicos —saludó la voz de Nahomi a sus espaldas, que no se lo pensó demasiado antes de rodear la mesa e irse a sentar en el asiento disponible delante de ellos. Biel se sorprendió al darse cuenta de que la chica traía jalado del brazo a Grady, quien tenía cara de pocos amigos y solo se sentó junto a Nahomi cuando ella lo arrastró—. Adivinen a quién traje.
—No quiero estar aquí —murmuró Grady molesto, arrugando la frente y soltando un bostezo—. Déjame volver a la sala de música...
Nahomi lo golpeó en la espalda para animarlo, haciendo que Grady se quejara en voz alta y la viera con ademán de fastidio.
—Soy tu prima, y como la hija de la hermana de tu padre tengo el derecho a obligarte a sentarte conmigo —fue la explicación de ella, ahora mirando a su alrededor y titubeando—. ¿Y Cloe? ¿No vino?
—¿No hablaste con ella y te contó sobre eso? —inquirió Nathan, ladeando la cabeza.
—Hum, no. —Nahomi sacó su celular, desbloqueándolo con la huella de su índice y pasándolo por la pantalla varias veces—. La última vez que hablamos fue a las cinco de la tarde y dejaron de llegarle los mensajes desde entonces.
—Eso es raro —murmuró Biel, sin poder evitar sentirse receloso acerca de la situación.
—No debe ser nada —contestó Grady, soltando un suspiro exasperado y rodando los ojos—. Solo estará enferma y ya... Sí que son exagerados.
—No llames exagerada a alguien que sabes que te puso una araña en tu sándwich cuando tenía siete años —señaló Nahomi, apuntándolo con su tenedor y frunciendo los ojos.
Grady solo la miró como si estuviera loca y al final devolvió sus ojos hacia un punto invisible de la mesa. Biel lo observó en silencio por unos breves instantes, dándose cuenta de que había un destello de preocupación en su mirada que lo hizo sonreír un poco.
Después de todo, sí estaba preocupado por Cloe.
.
Era un poco raro cómo funcionaban los adolescentes. Biel se suponía que era uno y aun así no los entendía.
Por ejemplo, estaba Grady, que siempre se la pasaba diciendo lo irritantes que le parecían todos y lo fastidiado que estaba de convivir en lugar de ensayar; y, pese a ello, no se resistía cuando Nahomi lo arrastraba por ahí para quedarse con ellos.
También estaba la misma Nahomi, que días atrás juraba a muerte que odiaba a Cloe, y ahora mismo era la más consternada por la ausencia de la chica y el hecho de que no le respondiera sus mensajes... Y solo había necesitado de oírla en el momento menos oportuno cuando tiempo atrás jamás se dio la oportunidad de escucharla.
Tampoco se olvidaba de Jack y Olivia, que los veían desde lo lejos y en sus miradas brillaban una especie de ansia desconocida por acercarse... Y, sin embargo, no lo hacían. Quién sabía por qué.
Luego estaba Nathan, que hablaba todo el tiempo acerca del refugio que era la música para él y lo emocionado que estaba por tocar en el festival; pero, por alguna razón, sus padres seguían sin estar enterados acerca de esto.
Por último estaba Biel, que decía querer una vida normal como todos los demás y, en el fondo, los pensamientos negativos y de sospecha no hacían nada más que atacar.
Sí, los adolescentes eran raros y difíciles de descifrar. Decían una cosa y al minuto siguiente hacían lo opuesto. Estaban atrapados entre las creencias y lineamientos con los que habían vivido y con los que les imponía la sociedad. Estaban en ese punto medio de la vida donde no tenían claro que era lo qué querían.
Biel sabía esto. Lo había visto bastante bien de cerca con sus amigos.
¿Eran sus amigos? Había pensado en Cloe y Nathan de esta forma, pero no estaba seguro si debía haber una especie de permiso unánime para poder llamarlos así.
Sí, Biel también era raro, quizá por eso se había acercado a ellos en primer lugar.
.
El martes vino y se fue, sin mayor noticia relevante más que Cloe había vuelto a faltar. La mañana del miércoles se sintió fría y húmeda. Había llovido la noche anterior a cántaros, así que tal vez se debía a esto.
Biel llegó tarde a la escuela cuando el autobús se demoró en el tráfico a causa de la lluvia que había estancado importantes calles.
Una vez que llegó a la escuela, se dio cuenta con notable desánimo que Cloe de nuevo no ocupaba la silla a su lado.
Se dejó caer en la suya tras un largo suspiro, aunque al poco rato se giró sobre el asiento cuando notó que alguien le estaba quemando la nuca con la mirada. Al girar su cuello, notó que Grady lo estaba viendo, mas el chico, para disimular, no tardó en apartar su vista.
—¿Debería ir a visitar a su madre para asegurarme que Cloe esté bien? —preguntó Nahomi en la cafetería, mirando su celular y torciendo sus labios en una mueca—. Ya le pregunté a algunos maestros y no saben nada... De haber estado enferma, ella les habría informado antes, ¿no creen?
—Vamos, no creo que debas preocuparte —dijo ahora Nathan, esbozando una media sonrisa en su semblante que se veía notablemente preocupado—. Quizá se fue de viaje y no pudo avisarnos, o tal vez está enferma y se le descompuso el celular... Hay muchas cosas que puedan explicar su falta.
—No, yo creo que algo raro está sucediendo —insistió Nahomi, inclinándose un poco hacia delante—. Es como un sexto sentido, ¿saben? Vamos a la casa de Cloe mañana si sigue sin venir, ¿de acuerdo?
—Podría ser una buena idea —concordó Biel, asintiendo con la cabeza—. Podemos llevarle algo de comer y sueros para que se recupere.
—¿Tendríamos que ir todos? —murmuró Grady, frunciendo el ceño. Había comenzado a quejarse menos cuando Nahomi lo llevaba hasta ahí... Incluso estaba llegando a lucir menos fastidiado que de costumbre; debía ser que muy adentro de él le gustaba la idea de estar acompañado.
—¿Por qué no? —contestó Nahomi, encogiéndose de hombros y escaneando con los ojos a Grady—. Y si te preguntas si también voy a obligarte a esto, entonces no, calma. Si no quieres ir, está bien.
Grady no contestó.
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El jueves a la hora de química Biel y Grady entregaron el proyecto en el que habían estado trabajando los anteriores días. Sorprendentemente, esa convivencia algo obligada entre ambos había creado una especie de rara confianza entre los dos... Biel no sabría si llamarlo amigo, pero sí tenía claro que habían llegado a una especie de tregua donde al menos sus insultos habían dejado de tener un tono hiriente.
—Es alucinante cómo nos ha costado tanto hacer todo esto solo para verlo irse en un instante —comentó Biel tras haber ido a entregar su trabajo junto al montón de papeles que había en el escritorio de la profesora Salazar—, probablemente ni siquiera lo lea todo... Oh, pensar en eso duele.
Grady frunció el ceño, mirándolo con cierto toque divertido en sus ojos.
—Es algo inevitable —suspiró, crujiendo sus nudillos y apoyando sus codos sobre su mesa de trabajo—. Si ver tu trabajo desaparecer en un instante te resulta muy doloroso, realmente deberías permanecer alejado de la carrera de arquitectura.
Biel se rio entre dientes.
—Oh, es un hecho que ni en mis peores pesadillas tendré una carrera que involucre sumas que no sean de intervalos ni números que no vengan en acordes —contestó, encogiéndose de hombros—. Por cierto y cambiando un poco el tema, ¿vas a acompañarnos esta tarde a la casa de Cloe?
—No lo sé —la respuesta de Grady fue casi automática—. Conoces la historia, así que no tiene caso pretender que no lo haces... Así que, ¿crees que sería lo mejor? No es como si pensara en eso últimamente, pero el hecho de que Nahomi y Cloe se hayan vuelto algo cercanas se siente... raro. Es como si el universo me estuviera diciendo que debo pasar de página de forma seria y no solo decir que lo he hecho.
—Yo... Oh, bueno —vaciló Biel, principalmente sorprendido por el hecho de que Grady pareciera pedir su consejo—. Creo que deberías hacer lo que sientas que es mejor... Quiero decir, si te incomoda la idea de ir a ver a Cloe, no deberías hacerlo, pero si una parte de ti quiere hacerlo muy en el fondo, pienso que deberías darle la oportunidad....
Grady se quedó en silencio por unos momentos, sopesando su respuesta y apretando sus labios en una mueca.
Abrió la boca para responder, aunque antes la profesora Salazar, que había estado escribiendo algo en la pizarra, exclamó:
—Allá atrás, ¿pueden guardar silencio o acaso quieren compartir su conversación con el resto de la clase?
Esa fue la señal de que debían zanjar la charla, y así lo hicieron.
.
Cloe vivía en un apartamento. Era diferente a lo que Biel había pensado tras ver las ostentosas casas de los demás, especialmente cuando sabía que ella siempre se iba en auto con chófer a la escuela.
Sin embargo, evidentemente, juzgar sería lo último que pasaría por su cabeza.
Habían obtenido su dirección tras convencer a la profesora Salazar de que era un asunto de extrema importancia, y ella, que era consciente que eran amigos de Cloe, acabó accediendo.
—Bien, aquí vamos... —suspiró Nahomi, llamando a la puerta por el timbre que había al lado y frunciendo sus labios.
Grady había acabado por venir hasta ahí, así que ahora estaba él, Nahomi, Nathan y Biel esperando en el pasillo que tenía vista al exterior y al estacionamiento que había pisos más abajo.
La puerta fue abierta instantes más tarde por la mujer que Biel recordaba como la madre de Cloe. Ella solo abrió muy poco la puerta para alcanzar a ver sus rostros, y el pánico cundió en su mirada al escanearlos con los ojos y reconocer a Biel.
—Señora... Eh, ¿Sra. Evanson? —llamó el chico, arqueando las cejas y dibujando una sonrisa amable—, estamos buscando a Cloe...
—No ha venido a la escuela y estamos algo preocupados porque no responde los mensajes —agregó Nahomi, cruzándose de brazos.
—Cloe está enferma y, hum, mandamos su celular a arreglar —contestó de inmediato la Sra. Evanson, como si ya tuviera preparada esa respuesta—. No pueden visitarla porque está enferma de influenza y es muy contagiosa.
—Trajimos cubrebocas para poder verla —comentó Nathan.
—Oh, eso es lindo. —La Sra. Evanson se removió sobre el suelo con notable nerviosismo. Al mirar hacia dentro del apartamento, Biel advirtió en lo oscuro que estaba su interior, y esto le dio una mala espina—. Pero no pueden entrar... Cloe ahora mismo está dormida. Vuelvan otro día, o no vuelvan, también es una opción.
—¿Nos está mintiendo? —Esta vez fue Grady el que habló, arrugando el entrecejo y tensando la mandíbula.
La Sra. Evanson miró al chico con leve sorpresa.
—Oh, yo te reconozco... —empezó diciendo. Casi de inmediato, meneó la cabeza en negación, como entrando en razón—. No tengo razones para mentir... Cloe es mi hija y ella me importa. Por eso mismo váyanse ahora.
En esta ocasión, Biel alcanzó a percibir cierta oscuridad y miedo en su mirada.
Pero no pudieron interrogarla más, pues ella les cerró la puerta en la cara.
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