[Capítulo 42]
—Ah, vaya, ¿quién iba a decir que ir a comprar lo que necesitamos resultaría así de cansado? —suspiró Biel cuando, tras haber dado vueltas por medio centro comercial, volvieron a la tienda de Astor.
Habían tenido que salir a comprar múltiples materiales para el proyecto que Biel no había visto que ocupaban (en realidad, Grady estuvo a punto de golpearlo cuando vio esto), aunque se habían demorado más de la cuenta y el reloj ya marcaba las 5:40 PM.
—Si a un idiota no se le hubiera olvidado revisar antes la lista de materiales para traerlos de antemano, esto no habría pasado —murmuró Grady de mala gana, dejándose caer en una de las sillas que había delante del mostrador mientras que Biel se sentaba tras el mueble—. Es un dolor de cabeza esto de hacer los experimentos y anotar las reacciones que producen.
—Podríamos buscar eso en internet y solo tomar las fotografías —sugirió Biel, apoyando su mejilla sobre el dorso de su mano.
Grady chasqueó la lengua.
—Gracias al cielo que no te convencí de pagarte por hacer esto —murmuró, rodando los ojos—. ¿Cómo se te ocurre plagiar nuestro proyecto de internet? Acabas de quejarte de lo estricta que es la profesora Salazar.
Biel se encogió de hombros.
—Plagiar tareas es más fácil —se defendió, mirando hacia el techo y suspirando.
—Y, técnicamente, es ilegal. ¿Qué harás cuando la maestra te pregunte donde sacaste cierta respuesta, eh? —Grady arqueó las cejas y lo señaló con el índice de forma acusatoria.
—Le diré que tú sabes la respuesta. —Biel sonrió, aunque al ver que Grady lo fulminaba con la mirada, se limitó a agregar—: Ah, ya, cálmate, no vamos a plagiar nada... En ese caso, deberíamos comenzar de una vez. —Se inclinó y tomó un par de hojas sueltas del proyecto a su izquierda—. Eh, se ve más fácil este de la cinta de magnesio, hay que comenzar por ahí.
Grady no contestó, levantándose de su asiento y tomando la cinta que habían tenido que comprar en una tienda más allá del centro comercial.
Y, así, se pasó el rato.
Pronto el reloj dio las 6:58 PM y Biel se sorprendió, dejando el embudo de vidrio que habían acabado de usar. Sintió su estómago rugirle como un león y comprendió que era a causa que no habían comido (aunque él al menos pudo terminarse de un bocado una misera barrita energética)... Oh, vaya, ¿cómo fue capaz de dejar ir algo así de importante? Meneó la cabeza, decepcionado consigo mismo por poner la escuela por delante de la comida.
—¿Qué te parece si vamos a comer algo? —sugirió Biel hacia Grady con una sonrisa. Astor, que los había estado ayudando a tomar las fotografías con el celular de Grady, alzó la cabeza y se vio interesado en el tema.
—No tengo tiempo para eso —murmuró Grady, frunciendo el ceño y, cambiando el tema, agregó—: ¿Está bien si dejo las cosas que compramos y los recipientes de vidrio aquí? Sería innecesario guardarlos y volverlos a traer otro día.
Biel asintió con la cabeza, restándole importancia al asunto.
—Sí, está bien —dijo—. Y vamos, si tienes tiempo para perder en tareas, tienes tiempo para ir a comer... Solo será un rato. No tomará ni veinte minutos.
—Oh, ¿puedo acompañarlos? —se animó Astor, aunque media hora antes se había comido casi todo un bol de cereal completo.
—Por supuesto —concedió Biel sonriente—. Así que, ¿cambiaste de opinión, Grady?
El aludido se mantuvo en silencio por unos efímeros instantes, mordiéndose el labio inferior con notable duda y hundiendo sus manos en los bolsillos del saco del uniforme.
—De acuerdo —cedió de mala gana—. Pero solo diez minutos. No quiero llegar más tarde a casa.
.
Llegaron a un local de comida rápida que había en el piso inferior del centro comercial. Ahí vendían todo tipo de comida como hotdogs, tacos, pizza y hamburguesas.
Tomaron una de las mesas que había al fondo y pidieron sus respectivas órdenes. Biel conocía casi de memoria ese local, pues confiaba en él cuando en compañía de Astor se decidían a comer algo fuera de su tienda. Por tanto, los meseros también los conocían a ellos dos e incluso los saludaron al verlos entrar.
Biel pidió dos hotdogs, y Astor y Grady una hamburguesa. Se quedaron en un leve incómodo silencio mientras esperaban por que sus órdenes estuvieran listas.
—¿Y qué hacen los chicos de ahora en la preparatoria? —cuestionó Astor, jugueteando con las bolsas de salsa que les habían dejado en la mesa y formando una pequeña casita.
—Oh, bueno, ¿recuerdas el club de música del que te hablaba? Grady es su líder —comentó Biel, señalando al chico con su mano a la vez que Astor lo miraba con admiración.
—¿En serio? —repitió el anciano, parpadeando varias veces y sonriendo. Grady se quedó algo perplejo y se quedó callado—. Vaya, eso es bastante impresionante... Recuerdo que yo en mi época también fui capitán de un club de música, aunque en ese entonces los jóvenes no hacíamos cosas tan impresionantes como los de ahora...
Biel se rio.
—¿De qué hablas? —cuestionó, arqueando una ceja—. Si me contaste que a mi edad ya estabas comprometido y salías a dar conciertos.
Astor miró hacia el techo, como tratando de entender lo que había dicho.
—Ah, supongo que sí —contestó de forma apagada. Mirando hacia Grady, agregó—: ¿Y tú qué instrumento tocas?
Grady parpadeó varias veces. Luego, tosió en su puño y el color rojo subió a su rostro. Biel nunca lo había visto así... Si tuviera que usar una palabra para describirlo, sería "tímido" o algo parecido. ¿Sería que le apenaba hablar con figuras de autoridad como Astor? No, eso no tenía mucho sentido, aunque no se le ocurría algo mejor.
—Toco el piano, el violín y la... Digo, no, solo esos dos —contestó el chico algo nervioso. En eso llegó la mesera que les sirvió sus pedidos de forma rápida junto a sus bebidas y se marchó de ahí sin mirar atrás.
Biel no se lo pensó dos veces antes de engullir su comida sin siquiera pasársela con el refresco que había ordenado. Por otro lado, Astor, siendo un hombre más minucioso de lo que uno pensaría, comenzó a quitarle los pepinillos y el exceso de ketchup a su hamburguesa. Y Grady ni siquiera miró su comida.
—Él debería venir más seguido —comentó Astor, asintiendo varias veces tras haberle dado una mordida a su hamburguesa y señalando a Grady con el pulgar—. Es un chico interesante y al local le hace falta más vida.
—Hey, ¿yo no soy suficiente? —inquirió Biel con falso tono herido, esbozando un mohín de disgusto en sus labios.
—A veces eres algo callado. —Astor se encogió de hombros como si eso lo explicara todo—. Y también creo que necesitas tener más amigos... A ningún abuelo le gusta ver a su nieto solo todo el rato...
Biel titubeó, ladeando la cabeza y observando cómo Grady se levantaba de su silla.
—Debo irme, ya me quedé demasiado —murmuró el chico, sacando algo de su bolsillo y dejando sobre la mesa varios billetes—. Yo pagaré por la comida.
Y, antes de poder agregar algo, Grady dio media vuelta y abandonó el local. Biel miró su plato y frunció el ceño al ver que en él su hamburguesa estaba intacta. Sin pensarlo, se levantó y salió a buscarlo.
Sin embargo, al abandonar el local y tratar de encontrarlo con la mirada, supo que no tenía caso. Grady ya se había ido.
Y, por alguna razón, su ausencia le dejó un amargo sabor en el paladar.
.
El día siguiente fue bastante normal. Como era jueves, no tuvieron club ese día.
A cambio, tuvieron clase de química, la cual se le pasó más rápido de lo esperado gracias a un vídeo explicativo que les proyectó la profesora Salazar.
Al salir de la escuela junto a Cloe y Nathan, los tres notaron el buen día que hacía afuera... lo cual era raro teniendo en cuenta que se habían acostumbrado a los cielos grises que solían hallar a esa hora.
—Oh, por cierto, recibí un extraño mensaje que me citaba afuera de la escuela —comentó de forma súbita Cloe, sacando del interior de su bolsillo un pedazo de papel diamantado con un par de palabras en color verde fósforo.
Biel parpadeó varias veces, sacando un papel similar.
—Yo también encontré uno así en mi mochila —contestó sorprendido.
—Y yo —se unió Nathan con aire de extrañeza. Había tenido que colocarse esa gorra y sus gafas oscuras gracias a los fuertes rayos del sol que cubrían su alrededor.
—¿Qué creen que signifique esto? —inquirió Cloe, arqueando una ceja y cruzándose de brazos.
—¿Que nos van a asesinar y no van a dejar rastro de nosotros? —inquirió Biel intrigado—. Muchas películas de terror comienzan así.
—No conozco ninguna que empiece así —dijo Nathan, arrugando el entrecejo.
Cloe se rio.
—Solo vamos a ver... Tengo un presentimiento acerca de qué se trata esto.
Y, sin discutir más el tema, salieron de la escuela y rodearon todo el edificio para encontrarse con la parte que había detrás; era bastante parecida a la frontal, solo que ahí no se veía el gran nombre de la escuela en grande ni tampoco había puertas que dieran acceso. En cambio, poseía una lisa pared y delante de ella había múltiples locales que vendían todo tipo de comida.
Biel se sorprendió cuando, al detenerse a media acera, observó que Jack y Olivia también estaban ahí, ambos mirando al suelo de brazos cruzados.
—¿Qué hacen aquí? —Jack fue el primero en advertir su presencia, frunciendo las cejas hacia abajo y mirándolos con una mezcla de confusión y duda.
Abriendo la boca para responder, Biel se sobresaltó cuando un auto se orilló bajo la acera y a un costado de ellos. Se trataba de una camioneta color beige que tenía las ventanas oscuras para impedir ver su interior. La ventanilla de los asientos traseros se bajó y de ella se asomó el rostro de Nahomi, el cual se iluminó al verlos.
—¡Suban todos! —se limitó a exclamar, abriendo la puerta que se deslizaba a un lado y dejando entrever el gran espacio que había dentro de la camioneta; poseía tres hileras de asientos bastante cómodos a simple vista—. Me prometieron que vendrían a mi picnic... Así que suban o me enojaré con ustedes.
Incluso si no era una amenaza seria, Biel se encogió de hombros y decidió hacer caso. Nathan a su lado se rio entre dientes y lo imitó; Cloe dudó un poco, aunque no se hizo del rogar. Por otro lado, Olivia y Jack titubearon algo más, pero no transcurrieron ni cinco minutos antes de que se decidieran a entrar a la camioneta cuando vieron a los demás hacerlo.
Nahomi cerró la puerta, dejando todo sumido en una parcial oscuridad siendo su grande sonrisa lo más visible ahí.
—Me engañaste —murmuró de pronto la voz de Grady, que estaba sentado al lado de la chica y lucía bastante enfadado—. Dijiste que solo íbamos a hablar sin ir a ningún sitio...
—Ya deberías saber que no soy de fiar —se burló Nahomi, apoyando sus dedos sobre el respaldo del asiento de adelante, sobre el cual se habían sentado Biel, Nathan y Cloe; en los de más adelante estaban Olivia y Jack, y ya luego se hallaba el asiento del conductor y el copiloto—. ¡Ya estamos todos, podemos irnos!
—¿Tú nos dejaste esas notas? —inquirió Biel, girándose un poco sobre su asiento para alcanzar a ver a la chica.
Ella asintió sin siquiera molestarse en ocultarlo.
—¿Acaso no es obvio? —inquirió con notable emoción, alzando las manos—. Soy una genio para planear fiestas... Si dejaba que pasara más tiempo, entonces no habrían aceptado y esto nunca se habría llevado a cabo.
—¿Y qué hubiera pasado si tuviéramos planes para hoy? —cuestionó Nathan curioso.
Nahomi se encogió de hombros.
—Habrían tenido que cancelarlos, naturalmente —dijo—, esto es mucho más importante.
Biel sabía que Nahomi estaba exagerando, pero debía admitir que la idea le parecía bastante buena que simplemente no replicó al respecto.
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