[Capítulo 4]
—Así que, ¿nunca has podido tocar durante las audiciones? —reiteró Biel, rascando la parte posterior de su cabeza y apretando sus labios con fuerza.
Nathan se encogió de hombros, mirando hacia el techo.
—No, aunque puedo entenderlo teniendo en cuenta la gran cantidad de gente que quiere unirse durante la primera semana —puntualizó. Luego, clavó sus ojos en los de Biel—. ¿Qué instrumento tocas?
Biel se lo pensó más de lo que habría sido necesario.
—Guitarra —respondió finalmente tras permanecer en silencio con deje distraído por unos momentos—. ¿Y tú?
—Batería. —El rostro de Nathan pareció iluminarse al decirlo—. Aunque también sé algo de tuba.
—Oh, qué genial... Honestamente, me siento algo aterrado, quiero decir, la guitarra suele ser el instrumento más conocido y tocado por todos —admitió Biel, suspirando y echando un vistazo a su alrededor. La fila solo había avanzado unos cuantos lugares y no se veía mucha diferencia que hace diez minutos—. Por cierto, no debía traer mi guitarra para la prueba, ¿verdad? Los anuncios de los talleres no mencionaban nada sobre eso...
—Nah. No te preocupes. Durante las pruebas prefieren que toques con los instrumentos que hay en la sala para ver qué tan adaptable eres a un instrumento que no sea tuyo.
Biel asintió con la cabeza, un poco más tranquilo con este pensamiento.
—Ahora que lo pienso —agregó Nathan con aire pensativo—, no recuerdo haberte visto antes en la escuela, ¿en qué año vas?
—Estoy en tercero, pero es mi primer día —aclaró Biel, cambiando el peso de su cuerpo hacia su otro pie con cierta incomodidad que no podía ocultar por completo. La espera empezaba a resultar insoportable—. ¿Y qué hay de ti? Asumo que también es tu último año.
—Así es... Estoy en la clase 3-B1.
—Oh, entonces estás en el otro edificio. Yo estoy en el A.
Nathan apoyó su índice sobre su mentón, ladeando la cabeza.
—Hum, qué mal que estemos lejos —dijo—, ya me estabas cayendo bien.
—No es que estar en grupos diferentes nos haga enemigos, ¿sabes? —bromeó Biel, cruzándose de brazos.
—Pues... No nos hace enemigos, pero podrás ver que en estas escuelas no son comunes ese tipo de amistades a causa de las competencias que se crean entre los grupos. —Nathan hizo un gesto a su alrededor, acercándose un poco hacia Biel para agregar en un murmullo—: Es más, aquí te recomiendo tener cuidado de quiénes te haces amigos y, por el contrario, enemigos. Una buena población estudiantil posee más dinero y herencia de la que uno podría generar en tres vidas... Y bueno, seguro ya te haces a la idea de la cantidad de prejuicios y actitudes estúpidas que eso genera en consecuencia.
La verdad era que Biel no había pensado exactamente en eso. Parpadeó varias veces, titubeando y viendo por encima de su hombro. Era cierto que había notado que muchos de los estudiantes tenían accesorios, zapatos y mochilas lujosas que no podría tener aunque quisiera, empezando por el hecho de que, en realidad, había entrado a esa escuela mediante un par de palancas de su padre que pudo mover para él.
Después de todo, la sola matrícula de la escuela ya implicaba un gasto bastante alto que perfectamente podría ser igual a la renta de su casa junto a la del auto.
—Gracias por la advertencia —agradeció Biel, preguntándose de forma vaga si la familia de Cloe también entraría en el promedio del alumnado de esa escuela.
Nathan y él continuaron hablando, mas la conversación se desvió y se tornó trivial, discutiendo cosas sobre su programa televisivo preferido y similares.
La fila se acortó con el paso del tiempo, lo que hizo que Biel comenzara a oír las vibraciones que emanaba la sala de música, cuya puerta se cerraba cada vez que entraba un nuevo estudiante a hacer la audición. La impaciencia ya lo estaba carcomiendo por dentro y no dejaba de dar pequeñas vueltas en su propio lugar.
Veía a la gente que salía de la sala, aunque nunca alcanzaba a mirarles el rostro... Ya había notado alrededor de cuatro chicas llorar cuando salían, y a un chico patear un contenedor de basura como si fuera un futbolista.
Y entonces... se escuchó el timbre de salida.
Biel se sobresaltó.
—¿Qué significa eso? —cuestionó, viendo a Nathan y confiando en que él lo sabría.
El chico albino torció la boca en una mueca.
—Que ya tendremos que volver mañana —contestó, suspirando—. Ni modo, Biel... Normalmente sucede esto y no es nada de qué temer. Tarde o temprano tendrás tu oportunidad.
Vacilando, Bien observó cómo los alumnos que estaban formados empezaban a dispersarse, algunos con desánimo y otros con leve indiferencia. Apretó los puños, un tanto frustrado por tener que esperar otro día.
Sin embargo, al final no le quedó de otra que restarle importancia.
Mientras alcanzara a entrar al club, lo cierto era que no le importaba cómo fuera o qué tomara. Simplemente esperaba que sucediera.
Biel hizo amago de marcharse con cierta recato, pasando una mano por su cuello, pero frenó en seco de forma abrupta.
—Espera —dijo, mirando a Nathan—. Ahora mismo no hay nadie en la sala de música, ¿cierto?
—Hum, supongo que no —contestó el chico, confundido—. ¿Por qué preguntas?
Esbozando una sonrisa, Biel respondió:
—Me gustaría oírte tocar.
.
—¿Cómo te fue con la audición? —le preguntó Cloe cuando iban caminando por los pasillos del edificio. Habían tenido que volver al aula para recuperar sus mochilas y ahora se dirigían al exterior con la intención de volver a sus casas.
—No alcancé a hacerla —contestó Biel, tensando la mandíbula y encogiéndose cuando un estudiante pasó cerca de él y estornudó como si buscara sacarse el cerebro.
Eran las 3:10 PM, así que para cuando salieron al patio delantero del instituto, el sol pegaba con fuerza contra el suelo y todo su alrededor se sentía caluroso y abrumador.
—¿Y a ti cómo te fue con el stand? —inquirió Biel, volviendo su mirada hacia Cloe, quien se encogió de hombros.
—Podría haber sido peor —admitió ella—. Se nos acercaron algunos chicos de primer año, pero nadie se inscribió de forma oficial... Igual solo es el primer día, por lo que no hay por qué sentirse pesimistas.
—Es verdad...
Cloe frenó el paso una vez que cruzaron el alto umbral de la salida, fijando su mirada en un auto que había del otro lado de la calle. Sus ojos se fruncieron y sus hombros se tensaron.
—Ya vinieron a recogerme —dijo ella, mirando a Biel—. ¿También vendrán por ti?
Biel negó con la cabeza.
—No, me iré en autobús —informó—, aunque antes pasaré un rato en mi trabajo.
—¿Trabajas? —Cloe se veía algo sorprendida.
—Algo así... No es que paguen bien, pero el dueño del local se rehúsa a cerrar el sitio y muchos idiotas buscan estafarlo, así que normalmente me quedo ahí un rato a asegurarme de que nada suceda... —Biel esbozó una sonrisa, restándole importancia al asunto con un ademán de mano—. En fin. Nos vemos mañana.
—Sí, nos vemos... —Cloe hizo amago de irse, mas se giró de golpe de regreso—. Espera, espera. ¿Quieres intercambiar números conmigo? Sería bueno tenerte de contacto por si olvido lo que hay de tarea.
Biel se rio entre dientes.
—No creo que te sirva mucho —confesó, descolgando su mochila y rebuscando en busca de su celular, que ni siquiera había sacado en todo ese rato—, a veces ni siquiera recuerdo lo que dicen entre clases los maestros.
—Entonces, será para contarnos cosas inútiles —decretó Cloe, acercándose para registrar el número de Biel en su celular.
—Vaya, para eso sí sirvo.
Una vez que se habían añadido mutuamente, Cloe sonrió, despidiéndose con la mano y corriendo para cruzar la acera y llegar al auto que estaba estacionado más allá. Biel no se molestó en los detalles y emprendió su propia marcha, abriéndose paso entre el mar de estudiantes que se había formado fuera de la escuela.
Biel se sintió más liberado y fresco al alejarse de la multitud, exhalando una bocanada de aire y sintiéndose aliviado. No había sido un mal día... Al menos había hecho una amiga y conocido a otro potencial amigo. Eso era intrigante.
Vivir en esa armonía seguía siendo un tanto complicado para Biel, que estaba acostumbrado a cierto estilo de vida que implicaba algunas turbulencias, así que le alegraba (de alguna forma) tener algo de qué preocuparse, como lo era el club de música.
Sus inseguridades que lo habían atacado antes desaparecieron, o al menos de forma momentánea. Su cerebro le dijo que ya se autocriticaría por eso cuando fuera el debido momento.
Para las 3:30 PM Biel ya se había subido a uno de los autobuses, suspirando de alivio al ver que iba mayormente vacío.
Se dejó caer en uno de los asientos, colocando la mochila a sus pies y apoyando su cabeza contra el vidrio, viendo el paisaje cruzar frente a sus ojos.
Al poco rato se colocó unos audífonos que tenía guardados en la mochila, reproduciendo una lista de música que había creado de forma concreta para los viajes en autobús.
Exactamente media hora después, Biel se bajó en una parada frente a un gran centro comercial.
Lo que le había dicho a Cloe acerca del centro comercial no era mentira, puesto que realmente mantenía un trabajo en un local algo viejo de guitarras.
El estacionamiento del centro comercial no era muy grande (incluso se atrevería a decir que el patio del instituto lo superaba), aunque Biel había llegado a perderse por ahí en un par de ocasiones. Recorrió el estacionamiento de forma rápida, teniendo cuidado con los autos que entraban y salían y a las madres que iban con sus carritos de compra y un montón de niños ruidosos junto a ellas.
El centro comercial, también conocido como "El Sol", era popular en la ciudad y tendía a estar abarrotado de gente durante los fines de semana. En su interior había todo tipo de locales y, por lo general, estos eran conocidos por su variedad de productos, precios y calidad. También había restaurantes y áreas muy lindas por las cuales pasear, lo que tenía sentido teniendo en cuenta que abarcaba el espacio de tres pisos excluyendo el estacionamiento subterráneo.
Biel empujó las puertas de la entrada, esbozando una media sonrisa al sentir el aire acondicionado del interior. Sabía a dónde dirigirse, por lo que ignoró mayormente a la cantidad de gente que había ahí y a los múltiples locales que le rodeaban. Se detuvo al pie de las escaleras eléctricas, subiendo los escalones sin esperar a que el mecanismo lo hiciera por sí mismo.
Estando en el segundo piso, Biel buscó rápidamente el sitio a donde quería llegar. Corrió hasta el fondo de aquel segundo piso, lo que le hizo llegar a una zona todavía más vacía y que daba la impresión de haber sido olvidada por todos. Ahí las paredes no eran de colores brillantes como en el resto de las áreas, sino que solo eran grises, además de que había alrededor de cinco locales en venta, por lo que también generaba la idea de que ahí no había nada interesante por encontrar.
Sin embargo, Biel sabía que sí lo había.
Se detuvo delante de un local con un letrero maltrecho cuyo nombre rezaba "LOS LENTES DE MIAMI". Biel no tenía ni idea del porqué tras la selección de tal nombre, pero nunca se había atrevido a preguntarlo.
El local era considerablemente pequeño a comparación de los otros en la plaza, además de que estaba más viejo y descuidado. En su interior había un montón de repisas con libros de música, y atrás había múltiples guitarras, capotrastes, cuerdas y todo lo que un guitarrista podría llegar a necesitar.
Biel sintió una sensación cálida invadir su pecho al ver el sitio, entrando al local y mirando su alrededor en busca del dueño.
—¡Astor, ¿estás aquí?! —llamó el chico, descolgando su mochila y dejándola cerca de la entrada con la certeza de que no debería vigilarla demasiado.
Se sobresaltó al escuchar el ruido de algo golpear fuerte contra el suelo al final del local, aunque, antes de saber qué había caído, vio que un anciano emergía de la pequeña sala que había hasta el fondo.
Era Astor.
—Oh, Biel, qué bueno que llegaste —dijo el viejo, que ya tenía cabello grisáceo y arrugas en torno a los ojos, que eran de un suave color miel. Su mirada tendía a ser afable (y algo vacía) y siempre usaba un saco negro y un bastón marrón para apoyarse a causa de una lesión en la rodilla—. ¿Qué te tomó tanto tiempo?
—Recuerda que mencioné que hoy volvía a clases —le recordó Biel, acercándose con una media sonrisa.
—Es verdad... Ah, ¿quién iba a decir que me tocaría ver a mi nieto entrar a su último año de preparatoria?
Biel asintió.
—Sí, bueno... Pero es mejor que sea así, ¿cierto?
Sí, Astor era su abuelo.
O eso creía él.
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