[Capítulo 35]
—Ah, ¿qué tan mala suerte debo tener para que me suceda esto? —suspiró Nahomi, pasando una mano por su cuello y curvando sus labios en una mueca.
Cloe rodó los ojos.
—¿Es que crees que a mí me hace gracia estar aquí? No eres la única que sufre —espetó con enfado, cruzándose de brazos.
Ya llevaban diez minutos ahí sin dirigirse la palabra. Cloe seguía sentada sobre el suelo y Nahomi había optado por quedarse de pie, asomándose por la cerradura de la puerta para ver si conseguía ver algo o alguien... Pero era completamente en vano.
—No dije eso —murmuró Nahomi molesta. La simple presencia de Cloe ahí ya era suficiente para quitarle el humor de pensar en respuestas más ingeniosas.
Un trueno a la distancia bastó para que ambas saltaran en sus lugares. Casi de inmediato, una torrencial lluvia cayó sobre todo lo que se le interpuso; sonó como pequeños pedazos de metal que golpeaban contra el concreto y las pocas ventanas que había en el almacén.
Nahomi tragó saliva, frotando sus manos con atisbo nervioso e inquietándose por lo fuerte que sonaba la lluvia. Sacudió la cabeza, decidiendo que no pensaría en eso. No es que las tormentas como aquella la asustaran, pero tampoco le causaban placer... Y es que en la República solía llover bastante, por lo que uno pensaría que uno de sus habitantes estaría acostumbrado a eso... Pero no, no era tan simple como eso.
Asumió que ocupar su mente en algo más ayudaría. Se dirigió hacia los múltiples estantes que contenían todo tipo de archivos y objetos en relación a los clubes, buscando rápidamente lo que Grady le había pedido. El almacén estaba subdividido en orden alfabético de acuerdo al nombre de los clubes, por lo que Nahomi tuvo que ir un poco más al fondo hacia la letra "M".
Sin embargo, no pudo llegar muy lejos antes de que, de forma súbita, las luces se apagaran de golpe.
Nahomi se quedó congelada y estática. Parpadeó varias veces, retrocediendo un paso y percibiendo cómo la calefacción del cuarto también se apagaba; de pronto, el frío comenzó a inundar el lugar y formó un nudo en su garganta.
—Debe haber sido un apagón en toda la ciudad —murmuró la chica solo para tener algo por oír en medio de ese fúnebre silencio—, de otra forma no se habría ido la energía de la escuela...
—Eso ya lo sé —respondió Cloe en algún lugar del almacén. Nahomi había cometido el error de alejarse de ella, así que ahora no estaba segura de en dónde se encontraba—. Es más que obvio... Aunque supongo que ahora será más difícil que vengan a buscarnos cuando todos estarán ocupados por sí mismos...
—¿Soy yo o te noto preocupada? —se burló Nahomi, tragando saliva y tratando de distinguir algo en medio de esa insondable oscuridad; incluso si las ventanas dejaban pasar el rastro de poca luz, no era lo suficiente como para poder visualizar algo concretamente—, no sabía que hasta las serpientes como tú podían sentir ese tipo de emociones...
Cloe chasqueó la lengua.
—¿Por qué siempre debes molestarme? —murmuró ella, aunque pareció más un pensamiento en voz alta que una sincera pregunta—, es que en serio pareciera que a quien lastimé fue a ti en lugar de Grady...
Esto envió un choque electrizante de energía por la espina dorsal de Nahomi, que se irguió y apretó sus puños con fuerza.
—Alguien debería hacerlo, y Grady es demasiado amable para eso —se limitó a responder con falsa indiferencia. Caminó hacia un rumbo no fijado solo para oír el ruido que hacían sus pies contra el suelo.
—¿Por qué te importa tanto? —Cloe se oyó bastante irritada al hablar. Quizá haber estado ahí atrapada ya casi una hora había destapado todo lo que llevaba guardado—, ni siquiera tiene sentido... No es tu problema. Nunca fue tu problema y yo ni siquiera sabía quién eras cuando empezaste a molestarme y acosarme por lo que había hecho... Esto siempre fue entre Grady y yo y de alguna forma siempre quisiste involucrarte. ¿Cuál es tu problema?
Nahomi cerró sus puños y los apretó con fuerza, mordiéndose con fuerza el labio inferior y caminando hacia el origen de la voz de Cloe.
—Grady es la persona que más aprecio —contestó incluso si sentía que no tenía por qué darle explicaciones a Cloe—, ¡por supuesto que tengo razones para preocuparme por él! Y tú te veías demasiado tranquila para lo que habías hecho... ¡Alguien debía ponerte en tu lugar!
—¡Yo no estaba tranquila, estaba rota por dentro! —chilló Cloe con su voz temblando—, ¡no importa cuánto tiempo pase, sigue siendo horrible para mí!
—¡¿Y entonces por qué lo heriste de esa forma?!
—¡Jamás quise hacerlo! —La forma en que Cloe lo gritó delató la desesperación que había detrás de todo eso—. Nunca le deseé ni le desearía ningún mal...
Nahomi se sintió incómoda cuando oyó algo parecido a un sollozo proveniente por parte de Cloe. Dejó de caminar y apretó los labios. No es que oírla llorar la conmoviera de alguna forma, mas a su parecer le quitaba la gracia a su discusión.
Puso los ojos en blanco con exasperación, musitando algo entre dientes y agregando en un tono de voz más alto:
—¿Y entonces qué fue lo que sucedió ese día?
Nahomi no estuvo presente aquella ocasión. Solo se enteró a través de un par de estudiantes de primer año acerca de la gran escena que se armó en la sala de anuncios luego de que se revelara un gran secreto a media escuela de forma accidental. Grady fue el principal involucrado gracias a lo impropio que era de él formar parte de un chisme como ese. Probablemente fue la última vez que Nahomi lo vio mostrar algo en su rostro distinto a la ira o la irritación.
—Ah, supongo que puedes culpar a mi madre —murmuró Cloe algo alicaída y sorbiendo su nariz. Nahomi se acercó un poco más, ahora oyendo su voz lo suficiente cerca de ella como para sentir que podía tocarle el hombro si se inclinaba lo necesario; pero no lo hizo, no tenía caso intentarlo—. Recuerdo que ese día mi madre estaba enojada por la forma en que mis calificaciones habían bajado. No lo pensó dos veces antes de meterme al primer cuarto vacío que vio y empezar a molestarme... Ella sabía lo que pasaba entre Grady y yo, y realmente creyó que era una arpía como ella que se acercó a él para sacarle dinero. —Cloe se rio amargamente—. De haber sabido que el micrófono estaba encendido, ella no habría dicho nada...
Nahomi procesó en silencio lo que había dicho. Arrugó el entrecejo, titubeando acerca de qué responder.
—¿Qué? —finalmente soltó, confundida—, ¿esa es la gran explicación? ¿Que fue tu madre quien estaba interesada en la herencia de Grady y no tú? ¿Esperas que crea eso?
—¿Esperar? No, no espero nada —dijo Cloe con tono molesto—, sinceramente, me importa un comino lo que creas o no... Te estoy diciendo las cosas como son para ver si algo entra a tu cabeza y se te ocurre dejar de insultarme cada vez que cruzamos por el mismo pasillo.
—Si eso es verdad, ¿por qué no se lo dijiste a nadie en lugar de permitir que todos pensaran que eras una perra interesada en el dinero de un chico?
Cloe no respondió de inmediato y, cuando lo hizo, habló en un hilo de voz, contestando:
—¿Es que acaso crees que no lo hice? A nadie le importaba lo que yo dijera... Y la prueba en persona eres tú, que no se lo pensó antes de creer lo que ya todos habían reafirmado y te lanzaste contra mí...
Una pequeña pizca de remordimiento se abrió paso a través de Nahomi. Se removió incómoda sobre el suelo y se cruzó de brazos, repasando en su mente la cantidad de veces que se las había ingeniado para frustrarle a Cloe sus planes y molestarla cada que tenía la ocasión.
Asumió durante esas ocasiones que tenía motivos para hacerlo; que era lo menos que Cloe merecía... Pero, ¿y si se había equivocado?
Nahomi rechinó los dientes por la cantidad de pensamientos que llenaban su cabeza. No le gustaba dudar acerca de sus acciones. Sus padres la habían criado como una chica que debía tener claro lo que pensaba y decidía.
Solo que en ese momento se sentía confundida acerca de todo lo que había hecho.
—¿Y por qué no te disculpaste con Grady? —cuestionó por fin tras quedarse callada unos largos minutos.
—¿Qué diferencia habría hecho? —inquirió Cloe—. Traté de hablarle, pero desde ese día puso una gran distancia entre ambos y huía cada que me acercaba a él... Supongo que quizá fue ahí cuando empecé a dejar de intentarlo y acepté el rol que todos me habían dado; el de esa "perra interesada e hipócrita". Debo admitir que era más fácil decir que odiaba a Grady a explicarle lo que había pasado. Eso hacía más fácil para él alejarse de mí... Y creo que para chicos como él lo mejor que pueden hacer es alejarse.
—Idiota —suspiró Nahomi frustrada. No estaba frustrada con Cloe, sino consigo misma; estaba segura de que la chica no mentía, y es que eso se notaba a kilómetros de distancia por esa forma tan adolorida y resignada en la que hablaba—, debiste haber dicho algo... Quizá si me hubiera enterado de la verdad...
—¿Qué habrías hecho? Seguramente habrías creído que era una actuación mía o algún tipo de manipulación para hacerme la mártir, ¿no es verdad?
Nahomi no podía negar que eso era cierto.
—No voy a disculparme por haber actuado así ante la idea de que dañaste a alguien importante para mí —contestó, meneando la cabeza. En eso volvió la electricidad y, con ello, la luz. Solo así se dio cuenta de que Cloe estaba delante de ella, sentada en el suelo y con sus ojos ahora fijos sobre los suyos ahora que podían ver con claridad a su alrededor—, pero tal vez te deba disculpas por los extremos a los que llegué... —Bajó la cabeza, torciendo sus labios en una mueca—. Es cierto que no fue la mejor decisión que tomé... Creo que es más fácil decidirte por el odio a intentar ser comprensivo.
Cloe arqueó una ceja. Sus ojos estaban algo rojos y mostraban que en serio se había puesto a llorar a media discusión. Se limpió la comisura de los ojos con la manga del uniforme y se levantó del suelo con lentitud.
—No te disculpes. Solo déjame en paz —respondió, frunciendo el ceño.
—Cierto... —Nahomi rascó su cuello, pensando en algo más qué agregar.
En realidad, no había nada.
Ambas se sobresaltaron cuando la puerta del almacén se abrió de golpe.
Ahí detrás había un chico del club de atletismo, que ni siquiera las volteó a ver antes de correr hacia uno de los estantes a dejar un montón de bardas que debía haber recogido de los entrenamientos. Por otro lado, Nahomi y Cloe corrieron hacia el exterior del almacén.
Afuera seguía lloviendo a cántaros y el cielo estaba tan oscuro que parecía estar anocheciendo. La escuela estaba muy vacía y, solo un momento más tarde, sonó el timbre que daba señal al fin de clases.
Nahomi maldijo en silencio la idea de que se hubiera perdido la hora del club, y luego maldijo aún más el pensamiento de que nadie se hubiera percatado de su larga ausencia en el aula.
Estaba a punto de dar un paso hacia delante, pero se detuvo al observar que una ambulancia se estacionaba fuera de la escuela con su ruidosa sirena resonando en toda la cuadra. Con la confusión ahondando en su cabeza, vio salir del interior del edificio del instituto a la profesora Salazar y Adam cargando a uno de los estudiantes por los hombros. Un grupo de paramédicos no tardó en llegar a la escena con una camilla vacía, en la cual recostaron al estudiante.
No fue hasta que se alejaron un poco del edificio y se acercaron a la entrada de la escuela que Nahomi reconoció al estudiante que iba en camilla.
Era Grady.
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