Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[Capítulo 34.5]

El primer día de Cloe en preparatoria fue un completo caos en su mente.

Finalmente había dejado de ser la chiquilla de secundaria a la que jamás le daban importancia. Estando ahí, ahora y delante de su nuevo salón de clases, Cloe se sentía como en la epítome de la madurez, de lo genial y de todo lo increíble del instituto.

Inhaló y exhaló varias veces, nerviosa ante la posibilidad de que su primer día fuera tan mal como sus pesadillas le dijeron en sueños. Sin embargo, no podía dejarse vencer por ellas, ¡podía hacerlo!

Así que, dando la cantidad de pasos necesarios para atravesar el umbral de la puerta, Cloe parpadeó varias veces al advertir que ya estaba casi lleno el salón. Reconocía algunas caras, pero muchas eran en lo absoluto familiares.

Se mordió el labio inferior y, sin ver a sus amigas ahí, acabó por irse a sentar a uno de los pocos sitios que todavía quedaban disponibles, que era el tercero en la última fila.

Dejó caer su mochila a un lado y su cuerpo sobre el asiento, tamborileando sus dedos contra la mesita y viendo hacia la ventana a su izquierda. El sol ya estaba empezando a alzarse por encima de las montañas que se avistaban a lo lejos; era un paisaje mañanero y cándido.

Cloe empezó a impacientarse al ver que nadie hablaba con ella, observando cómo ya la mayoría de los estudiantes había empezado a juntarse en grupitos y relacionarse entre sí. No le sorprendía. En la secundaria también había sido así, pero al menos Cloe había logrado integrarse a sus amigas... Quién sabía cómo habría acabado de no hacerlo.

Suspiró y advirtió que un chico entraba al aula. No era nuevo, sino que lo había visto antes en los pasillos, mas Cloe no tardó en sentir su corazón latir a toda hora al comprender que él estaría en su clase.

De nuevo, ya lo conocía. O, mejor dicho, solo de vista, pues en realidad no tenía ni idea de su nombre ni tampoco de su personalidad... Era esa pequeña idealización en su mente, ese pequeño amor platónico del que le encantaba soñar en su cabeza y compararlo con escenas románticas de libros y películas.

No era nada serio, ni ese chico era el único. Cloe solía ser así; se flechaba por un joven, lo pensaba a todas horas por unos dos o tres días y, luego, se olvidaba completamente de él. Con este chico, de cabello oscuro y ojos claros, no iba a ser muy distinto, y quizá la única diferencia del resto yacía en el aura de misterio que le envolvía; hacía que Cloe quisiera averiguarlo todo de él.

Por lo que, cuando el chico pasó a sentarse detrás de ella, Cloe por poco no contuvo un chillido en reacción.

Su corazón empezó a latir como el de un caballo desbocado y su rostro entero se sonrojó.

No dijo nada por las siguientes tres horas y, cuando llegó el receso, corrió a contárselo a sus amigas. Ellas se fueron y le dijeron que era demasiado inocente; la animaron a hablar con él.

.

Cloe supo el nombre de aquel misterioso chico el segundo día de clases.

—Formen equipos en binas para la exposición del viernes —ordenó el profesor de historia con voz neutra y autoritaria.

Todos obedecieron de forma inmediata y empezaron a señalarse entre sí para elegirse para los equipos.

En cambio, Cloe se quedó en su sitio. No conocía a nadie y, a los pocos que conocía, ya estaban haciendo equipos. Se mordió el labio inferior con fuerza y apretó el lapicero que sostenía en la mano.

—¿Hacemos equipo? —Una voz algo ronca y suave le sobresaltó por detrás.

Al girarse de golpe, Cloe se dio cuenta de que el chico de cabello oscuro le había hablado.

Los cables en su mente se cruzaron y vaciló.

—Eh, uh... ¿Qué?

El chico frunció el ceño.

—Veo que no conoces a nadie. Yo tampoco. ¿Hacemos equipo para la exposición? No es que te esté obligando, así que puedes calmarte.

Cloe se sonrojó y se aclaró la garganta.

—E-está bien —respondió en un tono más agudo del que le habría gustado, bajando la cabeza y apretando los labios.

—Soy Grady —se presentó el chico.

El nombre atravesó la mente de ella alrededor de unas diez veces, grabándolo hasta lo más profundo.

Tardó en darse cuenta de que la mirada expectante que le dirigía Grady significaba que esperaba que ella también se presentara.

—Ah, yo soy Cloe...

Grady medio sonrió. Aunque era difícil decirlo. También parecía una especie de mueca y, por su bien, la chica decidió que era una sonrisa.

—Es un gusto conocerte, Cloe.

.

Ese fue el comienzo de su amistad.

Algo torpe y algo simple. Un comienzo que haría llorar al guionista de una película cliché, porque no era nada especial; era eso, algo cotidiano.

La exposición acabó siendo la perfecta excusa que Cloe había estado esperando todo ese tiempo para acercarse a Grady y, tras esa, empezaron todo tipo de trabajos en binas que le hicieron pedirle al chico que siguieran juntándose.

Empezó a averiguar todo tipo de cosas sobre la vida de Grady: que le gustaba tocar el piano y odiaba el chocolate; que no le gustaba el ejercicio y evitaba cualquier actividad física que pudiera dañarle los dedos; que se quejaba bastante de todo y rara vez sonreía, pero, cuando lo hacía, tenía una sonrisa que le iluminaba el rostro a Cloe en segundos. Que era sarcástico y le gustaba bromear, aunque a veces era complejo adivinar cuándo hablaba en serio y cuándo no; que le gustaban las canciones con mensajes conmovedores y le desagradaban las películas románticas y, aun con eso, Grady acompañó a Cloe al cine a ver uno de sus clichés favoritos de la temporada: el romance entre la heroína y el villano.

Ambos hacían un dúo extraño. Las amigas de Cloe le dijeron que aquella efusividad y alegría entre los dos no duraría mucho.

Y Cloe se rio en respuesta.

Ellas no sabían nada.

En realidad, todavía no existía algo oficial entre ella y Grady. Ambos eran conscientes de que existía algo entre ambos, pero Cloe tenía la sospecha de que Grady no tenía ánimos de una relación, pues siempre que salía el tema, el chico torcía sus labios en una mueca y decía: "Es una pena arruinar una relación a nuestra edad... Nada dura en la preparatoria, ¿sabías?".

Cloe lo miró en respuesta con el ceño fruncido.

.

Era invierno cuando Cloe estaba con Grady en el parque. Estaban tomando fotografías para el proyecto de una investigación de campo.

—Vale, no soy fotógrafo, así que no sé qué tan mal salgan... —comentó Grady tras fotografiar un pequeño caudal con huevecillos de ranas a la orilla. Las sombras de los árboles a su alrededor se alzaban sobre ellos, y el clima frío había ocasionado que ambos llevaran ahora abrigos gruesos y bufandas largas—. No puedes culparme si salen borrosas.

—Saldrán peor si las tomo yo —se encogió de hombros Cloe—. Tengo malísimo pulso.

—Eso no cuadra. ¿Cómo puedes tener mal pulso y coser a diario?

Cloe sonrió.

—Es diferente tipo de pulso.

—No lo creo.  —Grady dirigió la cámara hacia ella, sonriendo y agregando—: Di "queso".

—¡Oye! No necesitas tomarme fotos a mí. —Cloe se levantó para quitarle la cámara, pero Grady retrocedió un par de pasos entre risas y alzando el objeto para mantenerlo lejos de su alcance.

La chica se estiró para arrebatarle la cámara, maldiciendo la diferencia entre sus alturas. Soltó un chillido cuando Grady tropezó con una piedra en el suelo y cayó al suelo de espaldas. Pese a ello, el chico no se vio afectado y soltó una cargada.

Cloe había caído encima de él y, con el rostro encendido en llamas, hizo amago de levantarse de golpe. No obstante, Grady lo impidió, tomándola de la muñeca y acercándola a él.

—¿Por qué tantas prisas de irte? —inquirió él con las cejas enarcadas y una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Y tú por qué de pronto estás de tan buen humor? —espetó Cloe con un mohín de disgusto, mirando la cámara que había caído al costado de Grady. Sin embargo, se olvidó de su existencia cuando, de pronto, él se incorporó sobre sus codos.

Sus rostros frente a frente. Sus narices a centímetros de rozarse. Sus ojos fijos los unos en los otros. Sus respiraciones agitadas y sus corazones desbocados.

Por unos momentos, ninguno dijo algo. Cloe admiró en silencio ese color azulado que invadía las pupilas de Grady; un color precioso que amaba al grado que podría mirarlo durante horas sin siquiera aburrirse. Sus mejillas sonrojadas, quizá a causa del frío; el rubor se extendía hasta sus orejas y su nariz. La bufanda cubriéndole el cuello y el cabello cayéndole de forma rebelde sobre la frente.

Entonces, Grady hizo algo inesperado.

Tomó la iniciativa, lo que de por sí ya era algo inusitado en él: la besó.

Más que un beso, fue un roce de labios. Algo tan inesperado que Cloe se quedó con los ojos abiertos de hito en hito y su cuerpo entero paralizado. No tuvo tiempo de procesar lo suaves que eran los labios de Grady (y lo malditamente bien que encajaban en los suyos) antes de que él se separara.

Con esa sonrisa ladina y esa mirada divertida, el chico suspiró y dijo:

—Sí que hace frío, ¿verdad?

Cloe lo golpeó en el brazo.

—No puedes besarme y decir eso —murmuró, arrugando la frente.

—¿Por qué no?

—Es maleducado.

—Hum, entonces, ¿lo hago de nuevo y digo algo diferente?

—Mejor no digas nada y ya.

Grady se rio y, esta vez, fue Cloe la que se inclinó para besarlo, sintiéndose rara porque nunca antes lo había hecho, y temerosa de no hacerlo bien.

Ese invierno fue el mejor de su vida.

.

Se atravesaron las vacaciones de Navidad entre ambos y, ya que Grady viajó a otro país durante entonces, no volvieron a verse hasta enero.

Cloe se sintió en las nubes desde ese momento.

¿Existía algo mejor que eso? El primer amor. Ese maldito primer amor del que siempre había oído hablar... ¿En serio lo estaba viviendo? Le resultaba surrealista y tan raro que no se lo creía.

De saber que no duraría, quizá se habría empeñado en creerlo.

Era la segunda semana de enero cuando dieron los resultados del examen trimestral que habían tenido en diciembre.

A Cloe no le fue muy bien.

—No te deprimas, te ayudaré a que te vaya mejor en la próxima evaluación —le dijo Grady con determinación, asintiendo con la cabeza. Él había obtenido el segundo puesto en mejor calificación de toda la escuela.

Cloe se mordió el labio inferior, frunciendo el ceño.

—Bueno —fue lo único que respondió, un poco frustrada consigo misma. Incluso si le gustaba Grady, su orgullo le hacía sentir que recibir ayuda de él no estaba bien.

Su rostro se relajó cuando Grady se le acercó, pasando un brazo por sus hombros.

—Estarás bien —dictaminó.

Y ella decidió creerle.

.

El problema llegó cuando la madre se enteró de las calificaciones de Cloe y le pareció buena idea irrumpir en la escuela para hablar con sus profesores.

La chica se enteró cuando una de sus amigas corrió a decirle. Y, con el corazón en la boca, salió disparada de su aula para ir a buscar a su madre.

Ella estaba en los pasillos. Recién había llegado y caminaba con paso pesado y demandante.

—¡Mamá! —exclamó Cloe, encarándola con sus ojos bien abiertos y sus pupilas dilatadas en sorpresa—, ¿qué haces aquí?

—Quiero hablar con tus maestros. ¿Qué clase de calificaciones son estas? —Ella le enseñó la boleta que había recibido dos días antes en la reunión de padres—. ¡Eso está lejísimos de ser lo que acordamos! Esta es una escuela prestigiosa y lo sabes, ¿a qué universidad planeas irte con este promedio? ¡Reprobaste dos materias!

Cloe cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro.

—No es para tanto, me aplicaré la próxima evaluación —murmuró con incomodidad.

Su madre hizo amago de gritar algo más, pero entonces advirtió la presencia de unos cuantos alumnos a su alrededor. Con el ceño fruncido, tomó a Cloe del brazo, abrió la primera puerta que vio y la metió dentro. Era la sala de grabaciones del club de Comunicación.

—Anda ya, ¿esto es por el chico con el que sales? —prosiguió su madre, cruzándose de brazos.

El rostro de Cloe se encendió en vergüenza.

—¿C-cómo sabes de eso? —cuestionó a cambio, viéndole con perplejidad.

Su madre se rio con amargura y rodó los ojos.

—Te conozco más de lo que tú crees —espetó—. Así que, por lo mismo, puedo decirte que si no vas a dejar a ese chico, al menos sácale el dinero rápido.

Cloe la miró sin entender.

—Vamos, ¿en serio crees que no sé por qué haces esto? —insistió su madre, bufando—. Yo también lo hacía a tu edad... Salir con chicos de dinero, pedirles cosas y luego dejarlos. Es un lindo juego y sacas cosas de él, pero no dejes que eso te haga bajar de promedio o la afectada serás tú.

—Debes estar bromeando —suspiró Cloe con exasperación.

—¿Acaso estoy equivocada?

La chica se lo pensó en silencio. No quería que su madre hablara con sus maestros, ni tampoco que siguiera interviniendo en su vida.

Le pareció que la mejor alternativa era mentir.

—Claro que no —contestó, conteniendo el sarcasmo que asomaba en la punta de su lengua—, pero déjame en paz, ¿quieres? Si sigues apareciendo las cosas no saldrán bien.

Sí, alejar a su madre. Hacer que no se acercara a Grady y viceversa. Al final del día, le daba igual lo que ella pensara mientras no se metiera en sus asuntos.

Su madre sonrió.

—Igual te conseguiré asesorías para mejorar tus calificaciones, pero, dado que pareces determinada a hacer esto, te dejaré en paz hoy.

Ella se fue. Cloe salió del cuarto poco después con un peso doloroso en sus hombros.

Estando en el pasillo, notó que todos la miraban: entre una mezcla de confusión, duda, interés y repudio.

Cloe arrugó la frente, sin entender por qué de la nada se había vuelto el centro de atención.

—El micrófono estaba encendido —carraspeó un chico de lentes a un costado suyo, mirándola con leve compasión—, no debieron haber entrado.

El color desapareció del rostro de la chica, que abrió sus ojos de par en par y miró por encima de su hombro: sí, era verdad. Incluso había un maldito letrero que anunciaba eso por debajo de la perilla de la puerta.

¿Cómo no lo había visto?

Y luego entendió por qué todos la estaban mirando.

.

Desde entonces las cosas no volvieron a ser las mismas.

Cloe intentó decirles a sus amigas que le había mentido a su madre; que nada de lo que dijeron era cierto. Ellas se rieron y se limitaron a decir "siempre supimos lo qué eras, no te hagas la idiota".

Ese fue el primer indicio que le dijo que nadie le creería.

Y a partir de eso su vida se tornó un infierno.

Y Grady... Él ni siquiera le dejó acercarse.

Cloe estaba tan destrozada que no se atrevió a explicarle algo. Sintió que era un augurio. Una señal de que, al final del día, su relación no iba a funcionar. Quizá el miedo de hacer las paces y que el tema volviera a salir atacó; tal vez pensar que Grady en serio se creyó la conversación le hizo sentir que, entonces, él jamás confió en ella.

Probablemente todos los comentarios de odio, las burlas y los empujones silenciosos en los pasillos hicieron que Cloe sintiera que lo merecía.

Así que no buscó a Grady. Ni él la buscó a ella.

De alguna manera, se sintió el cierre adecuado a su relación tan súbita. Que todo eso que habían sentido fue tan fugaz que tenía sentido que ahora terminara así.

Y Cloe, asustada de las confrontaciones y lo que podía o no ocurrir si lo hablaban, se limitó a esconderse en su propia miseria. A mentirse diciendo que su madre era la causante de todos sus problemas. A convencerse de que nunca sintió algo real por Grady y que todo fue una tonta fantasía de película.

Se convenció de que estaba bien.

Y no era así.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro