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[Capítulo 28]

El jueves llegó tan rápido como se había ido el miércoles.

Tampoco fue un día particularmente memorable y, como lo dictaba el calendario escolar, no tuvieron club durante la tarde, sino que fue clase de química.

Como Grady había vuelto a ausentarse, Biel se sentó solo durante la lección por segunda vez en la semana. Al parecer, nadie más había sabido algo de Grady desde el martes... Resultó que no era común que faltara por enfermarse ni nada parecido, por lo que a uno que otro le sorprendió descubrir aquello.

De todas formas, Biel no pudo hacer mucho.

Pasó el resto del día con Astor sin mayores inconvenientes.

Y le gustó la idea de que estuviera afianzando una rutina. Eso era más de lo que cualquiera en su sano juicio podría anhelar.

.

El viernes también empezó como un día sin gran importancia.

Aparentemente, todos estaban extasiados por la fiesta de Gaspar, quien, según esto, tenía una gran fama y popularidad en toda la escuela.

—¿Que no lo sabías? —espetó una chica luego de que a Biel se le escapara preguntar algo al respecto durante una de las clases a mitad de la conversación entre ella y su amiga. No le interesaba demasiado, mas no podía negar que todo este asunto le causaba algo de... curiosidad, si es que así se le podía denominar—, ¡Gaspar es uno de los chicos más populares! ¿Acaso no has visto lo guapo y atractivo que es? Incluso si eres heterosexual, deberías poder verlo... Además, tiene una gran labia para hablar y juega genial el fútbol, ¡su equipo fue finalista para el concurso internacional juvenil de fútbol! Y él fue reconocido como el mejor delantero de la zona...

La chica siguió enumerando las brillantes razones por las que Gaspar era el chico más perfecto que había pisado la tierra. Y Biel solo asintió vagamente con la cabeza a lo que decía.

Fue al club de música unas pocas horas más tarde, aunque ahí no hubo mucho qué decir gracias a que había algunos presentes enfermos y Biel se pasó casi toda la hora tratando de no entrar en pánico por oírlos toser unos asientos detrás de él.

Así que, en realidad, no se enteró de lo que había estado diciendo Adam durante todo ese rato.

Salió del aula con una sensación de ahogo en su pecho ante la idea de que también se hubiera contagiado de la epidemia de gripe que al parecer estaba recorriendo la escuela. No le molestaba del todo estar enfermo, puesto que tenía buenas defensas... Pero, sin duda, a nadie le gustaba tener fiebre y estar atado a una cama sin poder hacer nada.

—¿Vas a ir a la fiesta de Gaspar? —preguntó de pronto Biel hacia Nathan aun si sus pensamientos no se habían dirigido hacia aquella interrogante... Vaya, ni siquiera se había planteado preguntarle eso, así que no estaba seguro de dónde había surgido esa pregunta.

Nathan, al igual que él, se sorprendió un poco.

—Bueno..., pues tal vez —contestó principalmente extrañado—. ¿A qué viene eso? No sabía que estabas interesado en ese tipo de fiestas.

Biel frunció los ojos.

—Por alguna razón ya van varias personas que asumen que yo no soy del "tipo de persona que haría o entendería algo" —comentó con toque pensativo, arqueando una ceja y desviando sus ojos hacia el frente—. Me pregunto qué significa eso respecto a mi personalidad...

Nathan carraspeó con deje incómodo.

—Me refería más bien a que no habías comentado nada respecto a eso —explicó—, asumí que no te importaba.

—Escuché que este tal Gaspar es todo un ícono importante en la escuela. ¿Son amigos ustedes? —Biel volvió a replantearse lo que había preguntado exactamente dos segundos después.

Estaba volviendo a pisar terreno difícil, así que parpadeó varias veces y estuvo a nada de retractarse, aunque para entonces Nathan agregó:

—Supongo que sí. Nos conocemos desde que éramos niños, por lo que tenemos algo de historia... Y en cuanto a lo que preguntaste en un inicio, sí, planeo ir a la fiesta, ¿por qué?

Biel lo pensó por unos momentos.

¿Qué necesidad había de inmiscuirse en problemas ajenos de personas con las que solo había socializado una cantidad inferior de veces a las que podía contar con los dedos de su mano? Se mordió el interior de la mejilla, encogiéndose de hombros.

—Asumiste mal —contestó—, quiero ir también.

.

No sabía por qué había mentido.

No había un verdadero motivo. ¿Sería que disfrutaba meterse en problemas o era menos inteligente de lo que decía ser? Quizá ambas opciones eran acertadas. Quizá ninguna y solo no había una razón. Daba igual.

Bien suspiró, cruzándose de brazos frente al espejo y preguntándose por décima vez cómo había llegado a eso.

No le gustaban las fiestas. Bueno, no le gustaba el ruido y las vibraciones que emitía la música con gran volumen, puesto que le aturdía y atontaba mucho. También le exasperaba no poder hablar sino a gritos con otras personas y le mareaban las luces parpadeantes que solían colgar del techo.

Todo esto lo basaba en el criterio que formó de las únicas dos o tres fiestas a las que había ido en toda su vida.

Tenía la vaga y amarga sospecha de que esta no iba a ser distinta.

—¿A dónde vas? —La voz de Taoni lo sobresaltó, haciéndolo girarse de golpe en su dirección. Biel estaba en el baño, habiendo dejado la puerta abierta y ahora con una mano sobre su cabello en busca de algún margen de error en cómo lo había peinado.

—A una fiesta —contestó Biel, calmándose un poco unos instantes después al ver a su hermana. Ella lo observaba con grandes ojos curiosos y una mezcla de vacilación.

—¿No le vas a pedir permiso a papá?

—Él llegará tarde. No tiene caso.

—¿Y qué hay de mamá?

—No creo que a ella le importe a dónde vaya.

—¿Por qué mamá se lleva mal contigo? —Taoni lucía genuinamente confundida.

Biel sabía que era un mal momento para preguntarle eso. Esbozó una sonrisa torcida y enfocó sus ojos en su hermana.

—Es complicado —suspiró, dejándose el cabello el paz y cerrando la cremallera de su chaqueta. Había elegido un atuendo oscuro y abrigado a juzgar por la baja temperatura que había alcanzado el exterior—. Aún eres algo joven para entenderlo...

—Mamá también dice eso —espetó Taoni con tono de fastidio.

—¿Por qué quieres saberlo ahora de todos modos?

Taoni dibujó un puchero en sus labios.

—Hoy en junta le preguntaron a mamá si yo tenía hermanos. Ella dijo que no —murmuró con tono apagado. Si eso molestó a Biel, él decidió no expresarlo.

—No soy su hijo, Taoni —puntualizó el chico, apoyando una mano en la cabeza de su hermana a modo de consuelo—, y solo soy mitad hermano tuyo. Tiene razones para no considerarme tu hermano legítimo.

Ella bajó la cabeza.

—Eso no es todo, ¿cierto? —inquirió, cerrando sus puños y apretándolos con fuerza—, hay algo que no me quieren decir...

—Es verdad, hay algo que no te queremos decir —confesó Biel, cruzando el umbral de la puerta y adoptando una sonrisa más suave a la vez que añadía—: Santa Claus no es real, pero eso ya lo sabías, ¿verdad?

Taoni lo miró con molestia, aunque ya no agregó nada más y lo dejó marcharse.

.

Eran las 8:04 PM cuando Biel tomó el autobús.

Era la primera vez que tomaba un autobús así de tarde, pero era lo normal teniendo en cuenta que la fiesta comenzaba hasta las 8:30 PM, y hasta eso le parecía que comenzaba temprano para ser una fiesta repleta y organizada por jóvenes sin sentido de la responsabilidad.

Biel jugó un rato en su celular en lo que esperaba llegar a la dirección que Nathan le había dado. Incluso en dado momento se puso ansioso por el pensamiento de que no supiera cómo llegar.

Sin embargo, se hizo evidente en dónde era la fiesta cuando Biel bajó del autobús a una cuadra de una casa despampanante y cegadora con música que se oía hasta donde él estaba. Se imaginó que habían decidido ambientar desde temprano para llamar la atención de los demás.

Miró su reloj. Eran las 8:45 PM.

Se mordió el labio inferior al girar la cabeza y advertir en el vecindario en el que se hallaba. Todas las casas que le rodeaban eran lujosas y enormes, con patios gigantes y pomposos, así como con rejas de alta tecnología y seguridad. No era una calle privada como tal, pero era de lo más obvio que aquel tipo de calle solo era habitada por gente de considerable dinero y economía, además de que tenían más cámaras de seguridad que un banco, autos lujisimos aparcados bajo la acera y un montón de seguridad de todo tipo.

En conclusión, este era el tipo de lugar que Biel no podría pagar ni en tres vidas.

Tragó saliva algo ansioso, caminando en dirección de la casa de Gaspar y preguntándose de nuevo si debía estar ahí... Aunque, bueno, lo de menos era renunciar y volver a casa algo tarde. No estaba haciendo nada que no pudiera tener remedio, ¿cierto?

Al detenerse en el gigantesco patio de la casa en cuestión, descubrió que la puerta de la reja estaba abierta y ya múltiples chicos y chicas estaban entrando por ahí. Había una gran fuente de concreto en el centro del patio, por no mencionar los arbustos recortados de muchas formas y un montón de flores exóticas decorando el lugar.

La casa de Gaspar tenía al menos cuatro pisos, una fachada de color blanco, un pórtico enorme con la puerta abierta y ventanas que estaban siendo cubiertas por cortinas grises. Biel se sintió algo intimidado por todo esto... Definitivamente no estaba acostumbrado en lo más mínimo a ese estilo de vida, y eso que creía que la casa donde vivía ya era de buen nivel económico.

Sopesó la idea de volver por donde había venido, y quizá lo hubiera hecho de no ser porque, de pronto, oyó que alguien gritó su nombre a sus espaldas.

—¡Biel, Biel! —Al ver por encima de su hombro, el chico advirtió que Nahomi estaba ahí, y ahora corría en su dirección tras haberse separado de un grupo de jóvenes con quienes había llegado.

Se sorprendió un poco al ver su atuendo. Usaba un vestido que le llegaba a la rodilla y estaba pegado a su cuerpo, lo que resaltaba su figura en desarrollo. El vestido era de color rosa chillón y tenía zapatos a juego. Llevaba su cabello planchado y maquillaje bastante bien cuidado cubriendo su rostros.

Nahomi estaba muy distinta a como la había visto en la escuela.

—No tenía idea de que planeabas venir —comentó la chica al acercarse y encararlo—. Normalmente estas fiestas son bastante estúpidas, ¿sabes? Jóvenes sin control parental emborrachándose y drogándose... No es que esté asumiendo algo, mas no luces de ese estilo de cosas.

Biel sintió un tic en su ojo.

—Me pregunto qué es lo que ven los demás en mí para decir eso —musitó. Luego le restó importancia al asunto con un ademán de mano y agregó—: Bueno, pues ya ves. No es que me interese nada de beber o drogarme, pero tenía curiosidad acerca de este tipo de vida estudiantil.

—Vale, ya suenas más como tú —se rio Nahomi. Se acercó y lo tomó del brazo, enrollando el suyo con el de él y tirando de su cuerpo hacia delante—. Pues vamos entonces. Las fiestas son más divertidas cuando vienes con gente que conoces.

—¿No te molesta entrar conmigo? Creía que venías con amigos.

—¿Ellos? Nah, solo decidimos recogernos para algo de diversión, pero no pasa nada por dejarlos tirados un rato. Seguro entenderán... Y si estás dispuesto a participar en este tipo de actividades, tendré que presentarte a muchas personas, ¡te vas a divertir y te la pasarás genial!

Biel sonrió a medias mientras se dejaba arrastrar por Nahomi.

En el fondo ya estaba empezando a arrepentirse de su imprudente decisión.

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