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[Capítulo 18]

Parecían haber estado previamente arreglados los planes de ir al paintball luego del concurso de Johana.

Y Biel no se sentía en disposición de negarle algo a su hermana, por lo que se resignó a encogerse de hombros y meterse en el auto de la amiga de Taoni, que se ofreció a llevarlos. En realidad, era una camioneta, por lo que todos cabían perfectamente, siendo que Nahomi y Hugo también los acompañaban.

—¿Qué les parece si en los equipos nos dividimos? —inquirió Danna, que estaba sentada en los asientos de en medio junto a Johana, Taoni y Hugo; Biel y Nahomi estaban en los de atrás y los padres de Johana sentados en el asiento piloto y el contiguo a este.

—Eso suena bien, pero yo quiero estar en el equipo opuesto al de Biel —contestó Taoni, cruzándose de brazos y dibujando una sonrisa pletórica y leves aires malvados.

—Si ya estamos pidiendo equipos, yo me pido a Hugo —intervino de golpe Johana, arqueando las cejas y luciendo segura de lo que decía.

Esto pareció activar algo parecido a la rabia en Taoni, que muy apenas alcanzó a disimular tosiendo en su puño y viendo hacia otro lado. Biel no estaba ciego y pudo verlo, lo que le causó inevitable curiosidad al respecto y ganar de averiguar el porqué detrás.

—Yo también quiero estar en ese equipo —dijo Taoni, dejando en claro que no admitía contradicciones—. Y si nosotros somos un equipo incluiríamos a la hermana de Hugo... —Miró hacia Biel, añadiendo—: Y tú irías con Danna.

Biel frunció el ceño.

—Oye, pero seríamos solo dos —contestó, y no es que le importara realmente, pero la suma no concordaba de forma justa.

—Es que nos vamos a reunir con otro amigo allá —le informó Danna, asomándose por el respaldo del asiento—. No pudo venir al concurso, pero sí nos prometió que jugaría con nosotros. Así que él iría en nuestro equipo.

—¿En serio esperan que les dispare a niños de primaria? —inquirió Nahomi por su parte, riéndose por lo bajo y ladeando la cabeza.

—¡Sí, vas a estar en nuestro equipo, así que contamos contigo! —exclamó Taoni, asintiendo varias veces con la cabeza.

El resto del trayecto se resumió en conversaciones banales y una que otra discusión en cuanto a personajes de series de televisión.

Llegaron al paintball para cuando el reloj ya daba las 11:20 AM. Bajaron todos de la camioneta con brío y decisión. Llegaron a algo parecido a un centro comercial, solo que más pequeño que los que Biel conocía, de un solo piso y con un montón de tiendas dedicadas al público infantil.

Había desde atracciones temáticas pequeñas hasta tiendas repletas de juguetes, autos para rentar y cosas así. Era ese tipo de lugar que solo la gente de buen dinero podía darse el lujo de pagar, y tenía sentido, pues esa zona de la ciudad estaba llenísima de familias acomodadas que no tenían tiempo para sus hijos y lo compensaban dándoles todo tipo de cosas.

Los pasillos eran coloridos, las luces blancas y había una música muy pegadiza sonando en cada bocina. Le restaron importancia a todo y se detuvieron delante de un local en específico: el letrero rojo que tenía en grande rezaba sobre su superficie "PAINTBALL" y de su lado derecho había un escaparate con un montón de dulces. Detrás había un mostrador tras el que se hallaba sentada una chica pelirroja, probablemente encargada de los clientes.

Los padres de Johana fueron quienes hablaron con dicha encargada, cuya inscripción del nombre decía "Olivia". A su alrededor había flechas en fosforescente que guiaban hacia la parte trasera del local, que era aún más inmensa y estaba rodeada de una malla verde. Más allá había todo tipo de obstáculos, desde casas, autos y vallas. Sin duda, era un genial terreno para jugar paintball, y no solo eso, sino que estaba impecable, y eso le causaba una tremenda satisfacción a Biel.

Había temido que se incomodara demasiado con el sitio, pues la idea de ir a un lugar en donde día tras día los niños se lanzaban bolas de pintura no le pareció lo más higiénico o agradable... Sin embargo, ahora veía que estaba equivocado y lo agradecía a montones.

—¡Hey, chicos! —los llamó una voz a sus espaldas. Se trataba de un niño cuyas mechas estaban pintadas de color azul, además de tener un par de ojos clarisímos y el cabello largo.

—¡Robert! —saludaron Taoni, Johana, Danna y Hugo al unísono, corriendo a acercarse a su amigo.

Por otro lado, Biel comenzó a creer que quizá no había sido tan buena idea aceptar todo eso como imaginó en un inicio.

Observó que Nahomi se había acercado a lo que parecía ser una de esas máquinas de peluches, metiendo una moneda y jugando. Los padres de Johana seguían hablando con la encargada de Olivia, así que Biel se sentó en una de las sillas cerca de las máquinas de dulces y peluches opuestas al mostrador.

—¡Listo, niños! —dijo la madre de Johana con una voz dulce y emocionada—, ¡ya pueden ir a jugar! Tienen una hora de balas ilimitadas... Si se cansan luego pueden ir a la pizzería. Los recogeremos dentro de dos horas.

¿Dos horas?

Esperen, ¿acaso eso había sido una especie de trampa para que Nahomi y Biel cuidaran de un montón de chiquillos? Bueno, solo eran cuatro... ¡Pero aun así! Nunca le dejaban encargada a Taoni por mucho tiempo, así que Biel realmente no tenía de cómo cuidar de ella, y menos teniéndola rodeada de sus amigos.

Le empezó a doler la cabeza y todavía ni siquiera empezaba el juego.

Los niños salieron disparados hacia los cascos y chalecos que yacían colgados tras el mostrador luego de que Olivia les diera el acceso. Hablaron muy alto sobre sus "estrategias de batalla" y simplemente conversaron sobre cualquier cosa.

Biel tenía una sonrisa nerviosa y tensa.

Quizá la madre de Taoni tuvo una razón después de todo para haberle dicho que no iban a ir de último momento.

.

Solo habían pasado veinte minutos y Biel ya estaba exhausto.

Resultó que, como las balas eran ilimitadas, ¡no importaba cuántas veces te dispararan! Simplemente el juego seguía sin más remedio. Y, por alguna razón, Johana y Taoni se habían ensañado con él y no dejaban de dispararle, además de que ni Danna ni Robert eran en lo absoluto buenos aliados... Para empezar, Danna había hecho alianza con Hugo de alguna forma, así que ambos andaban por ahí disparando a diestra y siniestra a quien se acercara a su "fortaleza". Y luego estaba Nahomi, que ni siquiera estaba ahí del todo, sino que estaba escondida en alguna de las casitas pretendiendo armar una estrategia cuando en realidad solo estaba jugando en su celular.

Y Robert... Bueno, si tuviera que describir al niño en una palabra sin dudar sería "hiperactivo" o "paciente con TDAH". ¡¿Cómo un niño podía tener tanta energía?! O mejor dicho, ¿por qué demonios les gustaba tanto el paintball a los niños si no había mucho por hacer?

—¡Se me acabaron las balas, iré por más! —mintió Biel para salir del campo de batalla. Lo cierto era que no había disparado ni una sola vez en todo ese rato, pues entre que no quería dispararle a su hermana y entre que no le gustaba el arma que sostenía.

Sentía que una pesadilla podía desatarse si se atrevía a tirar del gatillo; quizá era solo un presentimiento, o quizá era una advertencia de su subconsciente que no tenía caso tratar de ignorar. De cualquier forma, a Biel no le importaba demasiado.

Se sentó en la silla que había dejado antes junto a la máquina de dulces, soltando un hondo suspiro y quitándose el casco que cubría su rostro; se había asegurado de limpiarlo él por su cuenta, incluso si era consciente de la mirada algo prejuiciosa que le echó la encargada... quien, de hecho, ahora mismo lo estaba viendo.

Olivia parecía bastante joven para trabajar en ese lugar, o tal vez solo lo aparentaba y tenía su edad, ¿quién iba a saberlo? Tampoco era que tuviera planes de levantarse e ir a preguntarle.

—¿Trabajas de niñero o solo te viste arrastrado por alguno de tus hermanos menores hasta acá? —Una voz sobresaltó a Biel, haciéndolo girar la cabeza hacia la derecha y caer en la cuenta de que le había hablado un chico pelirrojo.

Frunció el ceño por unos momentos, algo confundido sobre de dónde había salido, aunque le quedó claro cuando notó la puerta semiabierta que había detrás de él. Debía ser una especie de almacén o algo similar, asumió sin mucha importancia.

Biel no pudo evitar advertir en la marca de nacimiento que cubría la mitad del rostro del chico, que era más oscura que su piel natural. Sin embargo, no tardó en darse cuenta que era de mala educación observar ese detalle de más y optó por responder a su pregunta.

—Diría que la segunda —contestó con una sonrisa a medias. Había dejado su arma en el suelo, y ahora dirigió de forma vaga sus ojos hacia ella a la vez que suspiraba—. Debes tener una especie de talento oculto si es que soportas trabajar aquí... No he estado aquí ni media hora y siento que ya quiero tirarme por una ventana.

Una carcajada emergió de los labios del desconocido.

—Si todos tuviéramos trabajos que toleramos y nos gustan, el mundo no giraría —fue su respuesta—. Ni mi hermana ni yo trabajamos aquí porque sea lindo, pero es un lugar relativamente tranquilo entre semana y no tienes que cuidar demasiado a los niños.

Biel miró hacia la chica tras el mostrador.

—¿Ella es tu hermana? —cuestionó, notando el sumo parecido que había entre ambos; su cabello era como el fuego, sus ojos de color gris intenso y un montón de pecas cubrían el puente de sus narices. Parecían más ser la misma persona, solo que en distinto género.

El chico asintió lentamente, viéndose algo orgulloso.

—Así es —aseguró—, somos mellizos.

Eso explicaba el parecido mucho mejor.

—Oh, eso es genial —contestó Biel intrigado. Se levantó de su asiento, apretando los labios—. Por cierto, mi nombre es Biel.

—Yo soy Jack —se presentó el joven, y luego señaló con la barbilla hacia su hermana—. Y probablemente ya lo habrás visto en su identificador, pero ella es Olivia. —Sus ojos se clavaron en Biel, añadiendo—: No luces como uno de esos hijos de gente rica, ¿puedo asumir que ni siquiera conocías este sitio?

Biel se encogió de hombros, hundiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—Yo no —confirmó—, aunque desconozco si mi hermana ya había venido antes...

—¡Hey, Biel, ya te tardaste mucho! —Oyó la voz de Taoni desde el interior del terreno.

—Deberías volver —se rio Jack, cruzándose de brazos.

Sin responder más allá que con un asentimiento de cabeza, Biel aspiró y suspiró, volviendo al campo de batalla.

Esta vez se quedó escondido un buen rato dentro de un auto, al grado de que casi se queda dormido. Luego lo encontró Nahomi, que parecía haberse decidido por fin a jugar como correspondía.

—Ya cambiamos la dinámica del juego —le informó la chica con una sonrisa de oreja a oreja—. Ahora el objetivo es encerrar a los miembros del equipo opuesto hasta que no quede ninguno, ¿vienes conmigo o debo amenazarte con dispararte?

Biel meneó la cabeza en desaprobación.

—Creía que no tenías ganas de jugar —se burló, alzando las cejas y mirándola con diversión.

—Si no puedes contra el enemigo, únete —se limitó a decir Nahomi—. En todo caso, me di cuenta que no has disparado ni una sola vez... ¿Por qué?

—No me gustan las armas.

—Esta no es un arma de verdad, sí lo sabes, ¿no?

La sonrisa de Biel menguó.

—No me gusta dispararle a niños —dijo ahora.

—¿En serio es por eso? —Nahomi se oía escéptica—. Entonces, dispárame a mí.

Biel se rio.

—No te voy a disparar.

—Hazlo o pensaré que no sabes hacerlo —le espetó Nahomi.

—No me importa si crees que no sé hacerlo. —Biel comenzó a oírse más serio—. No te voy a disparar.

—Eres aburrido —se quejó la chica, rodando los ojos—. Anda, ya, que no era en serio... No entiendo por qué no quieres dispararle a nadie, pero como sea. De todas formas planeaba convencer a los niños de dejar esto e irnos a comer.

A Biel le gustó más esta idea y salió del auto sin pensarlo.

—Ahora ya estás hablando mi idioma.

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