[Capítulo 17]
Biel no tenía claro el porqué Grady se había llevado el segundo lugar y no el primero. ¿Sería que pensaba así porque realmente no sabía exactamente acerca de la música del piano? Quizá no había notado que alguien más había estado a la altura del chico... o quizá, en realidad, no le importó lo suficiente como prestar una detallada atención a los otros participantes.
Y pudo saber que Grady estaba más decepcionado y frustrado cuando lo observó subir hasta el escenario. Sus ojos se detuvieron en él, aunque Grady no lo miraba, lo que tenía sentido teniendo en cuenta que probablemente ni siquiera sabía que Biel estaba ahí.
—Ya, vamos —le insistió Taoni.
—Ve tú a buscar a Johana —le respondió Biel suspirando y pasando una mano por su cabello—. Solo no te alejes demasiado y si salen, quédate en las escaleras, ¿de acuerdo?
Taoni asintió con la cabeza, dando media vuelta y corriendo hacia arriba del teatro en compañía de Danna y Hugo. También vio a Nahomi ir detrás de los niños, aunque con paso más lento y algo resignado.
Biel siguió mirando hacia el escenario, notando que la mayoría del público ya estaba poniendo de pie en disposición para irse, puesto que seguramente muchos habían perdido el interés en cuanto vieron que sus hijos no habían ganado el concurso. Al final, Biel solo se quedó unos minutos más, meneando la cabeza cuando su mirada ni siquiera se encontró con la de Grady incluso cuando él bajó del escenario y atravesó la multitud de personas en las escaleras, por lo que renunció y se marchó de ahí. Al final de cuentas, ¿qué iba a decirle? ¿Que lamentaba que no hubiera obtenido el primer lugar o solo felicitarlo por el segundo? Conociendo a Grady, quizá no apreciaría ninguna de las dos.
No tenía claro qué pasillos había atravesado para dirigirse hacia la salida. Y aun si hubiera sido mejor salir en compañía de Taoni, no se arrepentía de haber convencido a su hermana de marcharse primero, o de otra forma la tendría ahí apresurándolo.
Optó por seguir a la ola de personas que andaba por los pasillos, asumiendo que eventualmente conseguiría salir.
De alguna forma, acabó en los baños.
Resultó que ni siquiera eran los que estaban cerca de la salida y, por ende, los más llenos, sino que se las había arreglado para llegar a un pasillo vacío frente a las puertas que dirigían a los sanitarios. A Biel no le sorprendía del todo que hubiera sido capaz de perderse en un lugar considerablemente pequeño y que se suponía que no pretendía ser confuso a los turistas.
Torció sus labios en una mueca, cruzándose de brazos y haciendo amago de volver a intentar por otro pasillo.
Sin embargo, un par de voces en el interior de los baños masculinos hicieron sentir la curiosidad atacarlo, así que se detuvo en su lugar y, un tanto intrigado, se inclinó en dirección de la puerta. Sabía que eran varios cubículos, aunque de todas formas no se animaba a entrar y lucir como un metiche (lo que ya era, quedaba claro).
—¿Se puede saber para qué estuviste entrenando los últimos meses? —Una voz masculina y gruesa hizo que Biel sintiera un escalofrío recorrer su espina dorsal; había algo en su timbre de voz que resultaba aterrador—, ¿te parece que un segundo lugar es suficiente para alguien como tú? O dime, ¿crees que esto es algo que merece representar tu apellido?
Por unos momentos, Biel creyó que el dueño de la voz estaba hablando por teléfono o consigo mismo a falta de una respuesta, aunque le quedó claro que no era así cuando oyó que agregaba:
—¡No te quedes callado y respóndeme! ¿O es que ni siquiera eres capaz de hacer eso?
Luego, una voz diferente le respondió.
—Lo siento... Debí esforzarme más.
Biel se sobresaltó al darse cuenta de que la voz pertenecía a Grady... Sin embargo, no se oía como el Grady que había escuchado en la escuela y eso; parecía más apagado y sumiso, y hasta detectó un leve temblor al hablar. Frunció el ceño, acercándose de forma inconsciente hacia la puerta de los baños y sintiéndose sumamente tentado a entrar. Mordió con fuerza su labio inferior, tensando la mandíbula.
—¿Debiste? ¡¿De qué demonios me sirve el tiempo pasado?! —espetó de nuevo el hombre de antes. Biel quería creer que él era una especie de agente o mánager, porque no se creería que fuera su padre—. ¡Dijimos que ibas a ganar el primer lugar para ir a la competición a nivel nacional! Y dime, ¿qué ibas a hacer después de eso? —Ni siquiera se esperó una respuesta de Grady antes de responderse a sí mismo—: ¡Ganar el concurso nacional y obtener el premio de la gira de conciertos! Y adivina qué, ya no podemos hacer nada de eso porque no te esforzaste lo que debías haber hecho incluso cuando todos los demás pusimos de nuestra parte para que lo hicieras. ¿Eso suena justo para ti?
No era su concurso. Él no había ganado el segundo lugar... Y maldita sea, aun así Biel se sintió horrible al escuchar toda esa porquería. No podía imaginarse a Grady en ese momento. ¿Cómo estaría ahora? Probablemente debía sentirse ya culpable consigo mismo, y el tener que oír a un idiota recordarlo como si no hubiera mañana seguro era un dolor de cabeza innecesario.
Se mordió el pulgar, conteniendo con mucha dificultad el interrumpir esa escena. No le correspondía hacer algo, se recordó, y hasta estuvo a nada de dar media vuelta e irse, pero nuevamente la intriga fue demasiada cuando oyó que el hombre volvía a decir:
—Espero que seas consciente de que acabas de perder una gran oportunidad. Una vez que entres a la universidad esto ya no será lo mismo, ¿lo entiendes? Tendrás que esforzarte al menos el triple de lo que ya lo haces ahora... Así que más te vale que empieces a meterte eso en la cabeza y dejes de ser un imbécil al creer que estos concursos no van en serio.
Biel apenas alcanzó a retroceder y fingir que no había estado oyendo la conversación al momento en que la puerta se abrió de golpe hacia afuera con violencia. De ella emergió un hombre considerablemente joven y cuya edad debía oscilar entre los treinta y treinta y cinco. Su cabello era oscuro y estaba peinado hacia atrás, además de que usaba un impecable traje negro y poseía un par de ojos avellana que cargaban con un montón de emociones arremolinadas, destacándose entre ellas la rabia y la exasperación.
El hombre ni siquiera echó un vistazo hacia Biel y se limitó a marcharse a través del pasillo hasta desaparecer.
El susto todavía predominaba en el pecho de Biel, así que le fue difícil calmarse por unos instantes. Se animó a mirar hacia el interior del cuarto de baño cuya puerta el hombre había dejado abierta. Observó con una sensación amarga que Grady estaba ahí, con sus manos apoyadas sobre el lavamanos y sus brazos temblando. Sus ojos estaban fijos en el suelo y se veía como quien acaba de perderlo todo en un instante.
Era una imagen desgarradora sin tener que analizarla demasiado, puesto que era doloroso observar a alguien que se veía simplemente desesperanzado, adolorido y al borde de un abismo, y más cuando todo eso provenía de una persona que aparentaba ser segura y hasta pedante en su actitud.
Biel sintió un nudo atar su garganta, mas no resistió el impulso de cruzar el umbral de la puerta y acercarse un par de pasos hacia Grady, que había empezado a soltar un par de lágrimas aun cuando lucía empeñado en evitarlo.
—¿Estás bien...? —se atrevió a preguntar Biel, aunque no tardó nada en darse cuenta de lo estúpida que había sido esa pregunta. ¡Era absurdamente obvio que no lo estaba!
Grady, ignorante de su presencia hasta ese momento, saltó en su lugar, viéndolo primero con confusión y sorpresa, y luego su expresión cambió a una mezcla de leve comprensión y enfado.
—¿Qué mierda haces aquí? —le gritó en cambio, apretando sus puños con fuerza y pasando de forma discreta su antebrazo por sus ojos para restregar con rabia sus lágrimas, pero no fue un completo éxito, pues otras más salieron fuera de su control.
—¿Ese era tu padre? —cuestionó Biel, ladeando la cabeza y hablando con suavidad. No era un experto en hablar con personas al borde del llanto, mas tampoco se consideraba un aprendiz en eso.
Grady se quedó en silencio unos momentos, quizá dándose cuenta de lo complicado que le parecía hablar sin romper a llorar.
—¿Qué te importa? —musitó, oyéndose con la voz rota y en un hilo de voz. Más lágrimas descendieron de su rostro y, cuando Biel no dijo nada, el chico agregó—: Sí, es mi padre... ¿Por qué crees que te dije que la gente como tú no entiende a la gente como yo? Porque nuestras vidas no son iguales. Ahora lárgate de aquí si no quieres que te dé una paliza...
Era obvio que Grady no hablaba en serio. Biel quería quedarse y consolarlo de alguna forma, pero sabía que el chico no lo permitiría de ninguna forma. Y tampoco pretendía molestarlo teniendo en cuenta que nadie se alegraba de ser visto llorar por personas que apenas conocía.
Así que se obligó a bajar la cabeza y asentir a medias.
—No quiero entrometerme en cosas que no conozco —murmuró, retrocediendo un par de pasos para dejar entrever que sí planeaba irse—, sin embargo, no creo que debas seguir tocando piano si en algún momento dejaste de ser feliz con eso.
Grady le lanzó una mirada molesta, ahora sí llorando como un niño pequeño. Pero no le dijo nada. Quizá porque no sabía qué responder o porque solo no quería hablar con la voz entrecortada.
De cualquier manera, Biel se marchó de ahí con paso pesado, hundiendo sus manos en los bolsillos de su sudadera y teniendo la amarga sensación de que había cometido un error al dejar a Grady solo en el baño.
Pero no dio marcha atrás y solo siguió adelante.
.
Logró salir del teatro al encontrar a una mujer que amablemente le indicó hacia dónde era la salida. De no ser por ella quién sabe en qué lugar habría acabado ahora.
Resultó que Taoni y sus amigos estaban sentados en las escaleras que había afuera, conversando entre ellos con Nahomi cerca revisando su celular.
Biel se acercó, esbozando una media sonrisa mientras su cabeza se esforzaba en tratar de olvidar lo que había visto hacía unos momentos atrás. No le correspondía contárselo a nadie y mucho menos seguir pensando en eso... o al menos eso creía.
Tal vez después volvería a surgir el tema con Grady cuando existiera más confianza entre ellos y no fueran más que simples compañeros de clase que realmente no conocían nada del otro.
—¡Biel! —llamó Taoni desde las escaleras, alzando sus manos para robar su atención. El chico apresuró el paso y se detuvo cerca de ellos, arqueando las cejas—, queremos ir al paintball, ¿puedo ir?
Biel titubeó, pasando una mano por su cabeza.
—¿Al paintball? —repitió, haciendo memoria entre los recuerdos relacionados a ese concepto para recordar qué era—. ¿Es ese juego donde usan visores y pistolas de pintura para dispararse entre sí?
Los ojos de Taoni se iluminaron, dándole a entender que había acertado.
—Mis papás nos llevarán a todos —informó la niña del concurso y amiga de Taoni, que era Johana—, están felices por mi primer lugar, así que vamos a celebrarlo a lo grande.
—Eh, no lo sé... —murmuró Biel con tono pensativo—, no creo que sea buena idea que llegues a casa con moretones y la ropa sucia, Taoni...
La niña meneó la cabeza, abriendo sus ojos de par en par.
—No le diré nada a mamá —aseguró apretando los puños—, y me aseguraré de no manchar mi ropa, ¡en serio! En todo caso, la idea es que vengas con nosotros.
—¿En serio? —Biel no pudo evitar vacilar.
—Oh, sí, te quiero, pero siempre he querido dispararte justo en la cabeza, ¿sabes? —Había una gran sonrisa en los labios de Taoni al momento de decir esto.
Y Biel no pudo evitar soltar una carcajada en respuesta.
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