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[Capítulo 16]

Biel había comenzado a aburrirse y pensar que ese concurso era más tedioso y pesado de lo que aparentaba.

Ya habían pasado alrededor de diez u once niños, y la gran mayoría tocaba la misma pieza musical que el resto. No todos sobresalían, e incluso hubo unos que se equivocaron en algunas teclas; sus edades rondaban entre los siete hasta los diez años, lo que era impresionante teniendo en cuenta que el piano no era el instrumento más sencillo. Biel siempre quiso aprender a tocarlo, pero nunca se presentó una verdadera oportunidad, ni tampoco se molestó en insistir sobre esto.

—¡Mira, ya va a pasar Johana! —le informó Taoni a su lado, apretando sus puños con emoción. A Biel también le sorprendía la quietud de su hermana, puesto que, por lo general, ella tendía a aburrirse fácilmente e irritarse; aquí notaba que el interés sí tenía pies—, vas a ver que ella va a ser la mejor de todos aquí.

Biel no la contradijo, principalmente porque no conocía a Johana ni nada. La nombrada resultó ser una niña de complexión delgadísima y de cabellos chocolate que le caían por la espalda. Tenía una piel morena y unas expresiones finas y marcadas.

Ella se veía segura de sí misma cuando caminó hasta el banco tras el piano, sentándose con delicadeza sobre él y manteniendo un suspenso al mantener sus manos por encima de las teclas. Acto seguido, comenzó a tocar sin detenerse.

Biel alcanzó a reconocer el nombre de la pieza musical, inclinándose un poco hacia delante sobre su asiento y observando con admiración la forma en que Johana tocaba. No solo era impresionante por la edad que tenía, sino también porque ella estaba absolutamente concentrada en su labor, como si solo existiera ella y el piano en una dimensión paralela.

Era incluso visualmente satisfactorio.

Sin embargo, tan pronto como acabó su participación, Biel volvió a desconectarse un poco del resto de los participantes. Hubo unos cuantos más y, finalmente, hubo un breve receso que tenía la intención de dar lugar después a la liga juvenil.

—Me apuesto todo a que Johana se lleva el primer lugar —dijo Taoni hacia Danna con total seguridad, asintiendo varias veces con la cabeza.

—¿Verdad que sí? —Danna se ilusionó, aplaudiendo mientras una sonrisa se formaba en sus labios—, Johana fue de lo mejor...

Biel tuvo el impulso de repetirles que no podían garantizar nada, y que no tenía caso hacerse ilusiones. Todo podía cambiar en cualquier segundo, y sobre todo en la industria del arte. Siempre había otras "excepciones" que te podían superar en cualquier momento. Pero decidió que no tenía caso decirles esto a un dúo de niñas que ni siquiera estaban del todo ensimismadas en esta industria, por lo que le restó importancia al asunto.

—¡Danna, Taoni! —de pronto exclamó una voz infantil a sus espaldas. Las niñas giraron sus cabezas en dirección de la voz (y Biel también, ¿para qué mentir?), descubriendo en el proceso que corriendo hacia ellas estaba un chiquillo de cabellos revueltos y oscuros con una mirada azulada—, ¡perdón que haya llegado tarde! Es que alguien —Era notable su énfasis en esto al mirar hacia atrás con molestia— se retrasó por insistir en que "ir al cajero" no iba a retrasarnos.

Entonces, Biel cayó en la cuenta de la joven que iba detrás del niño en cuestión... ¡Era Nahomi! Por supuesto que la reconocía, o al menos lo suficiente para saber que había visitado su tienda hacía unos días atrás. Le sorprendió que ella estuviera ahí, ¿en serio la ciudad era así de pequeña, o era más bien que tenía una extraña suerte? Meneó la cabeza, poniéndose de pie cuando Nahomi llegó a la misma fila que la suya.

El niño, en cambio, se hizo lugar para ocupar el asiento vacío que Danna le hizo para que quedara entre ella y Taoni. Rememorando la conversación entre las dos niñas, Biel no tardó en atar cabos y comprender que el niño se trataba de Hugo.

Por otro lado, Nahomi no tardó en reconocer a Biel, ensanchando los ojos y viéndole con confusión por unos momentos.

—Hey, ¿no eres ese chico de la tienda de instrumentos? —interrogó ella, caminando hasta detenerse en el asiento contiguo al de él y, luego, dejándose caer sin más remedio.

Biel esbozó una media sonrisa, pasando una mano por su cuello y ladeando la cabeza.

—Sí, soy yo —contestó. Después, se atrevió a preguntar—: ¿Hugo es tu hermano?

Nahomi asintió varias veces con la cabeza, cruzándose de brazos y suspirando.

—Hum, algo así, creo —respondió con cierto tono tímido y, en un tono más bajito, agregó—: En realidad, soy adoptada...

—Oh... ya veo. —Biel no pudo evitar por completo que su voz flaqueara un poco tratando de evitar sonar compasivo—, y eh, ¿Hugo lo sabe...?

Nahomi se rio entre dientes.

—Sí, él lo sabe, aunque no le da mucha importancia —comentó, viendo de soslayo a Hugo conversar con Taoni y Danna—. Para mí él es mi hermano, así que realmente no hay mucho sobre que hablar al respecto.

—Supongo que estoy familiarizado con eso —confesó Biel, arqueando las cejas y señalando de forma vaga hacia Taoni—. Ella y yo tampoco somos hermanos completos, ¿sabes? Pero de alguna forma la considero mi hermana al cien por ciento.

—Me alegra haber coincidido contigo aquí. —Nahomi se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos sobre sus rodillas—. El hecho de que acompañes a tu hermana hasta acá ya dice mucho de ti... Por cierto, ¿sí viste la guía de los concursantes?

Biel sacudió la cabeza en negación, y los ojos de Nahomi se iluminaron.

—Bueno, pues va a participar Grady —le informó ella, como si eso fuera una gran revelación—. La verdad es que me escabullí a venir con Hugo porque él quería venir, pero también quise pasar a ver a Grady.

La curiosidad no pudo evitar rascar la superficie de la cabeza de Biel.

—Uh, ¿acaso eres cercana a Grady? —inquirió con obvia curiosidad, haciendo que Nahomi se riera con aún más fuerza.

—¿Cercana a ese cerebro de paja? —se mofó, sacudiendo la cabeza en negación—. Nah, ya quisiera él... Más bien lo conozco desde que éramos niños y estamos relacionados. No es que alguna vez hayamos sido amigos, mas creo que lo veo como un hermano con el que nunca hablo pero sé que está ahí. Creo que es raro.

Biel analizó esta comparación, un tanto extrañado por la forma de expresarse de Nahomi. No obstante, también le resultó divertida y agradable, y pronto cambiaron el tema de conversación a algo distinto hasta que las luces del teatro volvieron a apagarse y, ahora, comenzaron a pasar los participantes de la liga juvenil.

.

Su respiración era agitada y su corazón latía tan rápido como el de un caballo desbocado. Su estómago también rugía como las intensas olas del mar en la madrugada; quizá a causa del hambre o de los nervios, ¿quién iba a saber?

Las palmas de sus manos sudaban un poco, al igual que sus rodillas se sentían de gelatina. No era la primera vez que hacía esto, entonces, ¿por qué se sentía así? No tenía sentido, ¿cierto? Se suponía que debía tener huesos de acero y confianza inquebrantable, o al menos eso era lo que todos le decían... Pero, si era así, ¿por qué se sentía como si el mundo estuviera a punto de derrumbarse?

Grady se mordió la lengua con fuerza, conteniendo ese hábito suyo de rascarse la muñeca porque algunos participantes también estaban ahí: algunos viéndolo y otros más observando hacia la nada.

Iba a concursos de piano y violín desde que había aprendido a contar, ¡desde que tenía memoria lo consideraban un niño prodigio que era capaz de hacer todo! Grady también mantenía buenas calificaciones en la escuela arriba de un promedio de 9.5, y no solo eso, sino que también tendía a hacer voluntariado los fines de semana en diferentes conglomerados.

Así que, en resumen, Grady era una especie de chico maravilla al que todos aspiraban ser. Era también la adoración de sus padres, pues no en vano era hijo único. Era la envidia de los vecinos y hasta había dado entrevistas como hijo de dos famosos y reconocidos empresarios en todo el país.

Venía de una buena y acomodada familia, vivía en una gran y lujosa casa, rodeado de todo tipo de premios y cosas que quisiera comprar... Y aun con eso...

Aun con todo eso, Grady no era feliz.

Y no había desdicha más desagradable que sentir que lo tienes todo para ser feliz y, de algún modo, simplemente no serlo.

Sin embargo, estos pensamientos se esfumaron de su cabeza cuando finalmente llegó el turno del chico. Había practicado Toccata de Schumann por alguna buena cantidad de tiempo, y de todas maneras seguía sintiendo que faltaba algo, que no solo se trataba de tocar todo como si fuera una máquina.

O quizá no importaba. O quizá lo estaba sobreanalizando. O quizá no tenía caso pensar en eso.

Cuando Grady se sentó en el taburete sintió que las luces encandilaban sus ojos y que el escenario se sentía demasiado pequeño, que las personas lo estaban viendo mucho y que todo era simplemente... abrumador.

Se limitó a ignorar todo eso, porque sabía que sus padres lo estaban observando desde la primera fila, porque sabía que sería una tragedia que tuviera pánico escénico a esas alturas.

Porque no podía renunciar.

Así que comenzó a tocar como si solo pudiera descargar su ira contra el piano... como si eso fuera a resolver todos sus problemas.

Sus dedos se movían con una agilidad envidiable, su postura era recta y su porte serio y sereno. Era experto en eso. Lo había hecho montones de veces.

Así que solo repitió la partitura que sabía de memoria.

Sí, eso sí podía hacerlo, ¿cierto?

.

Biel ya se había hecho una idea de cuán bien sabía tocar Grady... Sin embargo, maldición, tener una idea era muy distinto a tenerlo ahora a metros delante de él, tocando sobre un escenario de una forma profesional e increíble. ¿Para qué era el líder de un club de música de la preparatoria si solo podía triunfar por su cuenta como pianista? No le halló mucho sentido.

Parpadeó varias veces, dándose cuenta que era adictivo ver la forma en que tocaba. Pasó una mano por su cara, reclinándose en su asiento y soltando un hondo suspiro para el momento en que Grady acabó de tocar y la multitud se sumió en aplausos.

A comparación de lo que acababa de hacer Grady, el resto de los participantes se sintió como una ola de mediocridad.

Luego, por fin llegó el momento que tanto anhelaba Biel: el final de todo eso.

Cuando el último participante de la liga juvenil se retiró del escenario, las cortinas se corrieron y todo se quedó en silencio unos largos momentos. Después apareció el presentador del concurso, comenzando a enumerar a los participantes que acababan de pasar y dando pequeñas alabanzas y elogios, especialmente a los de la categoría infantil.

Y solo así llegó el momento en que revelaría los tres primeros puestos ganadores del primer concurso.

—En tercer lugar tenemos a... —El presentador hizo una pausa de suspenso, para luego proceder a añadir—: ¡Kayla Robens!

Hubo una ola de aplausos, y una niña con coletas oscuras subió al escenario con una enorme sonrisa en sus labios. De esta misma forma, el presentador reveló que el ganador del segundo lugar era Edward Lonel.

—... Y, ahora, el momento más esperado. —El presentador miró a la audiencia; quizá tenía más experiencia presentando concursos de trivia a juzgar por su forma de hablar—. El primer lugar es para... —De nuevo, su breve pausa— ¡Johana Alestor!

Johana, que había estado sentada junto a los otros concursantes, se levantó de un salto con gran emoción, yendo a pararse junto a los otros dos ganadores.

Biel sintió cierta satisfacción aun cuando el concurso no era ni suyo, pero al menos se sentía bien haber llegado hasta ahí para oír eso.

No obstante, parte de su entusiasmo se vino abajo cuando el presentador, tras entregar premios a los niños y demás cosas, comenzó con la categoría juvenil. Biel estaba casi seguro que Grady iba a obtener el primer lugar, y aunque no le importaba demasiado, debía confesar que sentía intriga por saberlo.

—Vamos, Biel, que ya se acabó lo que queríamos saber —le presionó Taoni, haciéndolo salir de la fila para detenerse en el pasillo de los escalones—, quiero reunirme con Johana y felicitarla.

Biel la ignoró, prestando atención cuando el presentador reveló el nombre del ganador del segundo lugar.

—Y su nombre es... —Ese suspenso comenzaba a ser molesto—, ¡Grady Mitgerson!

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