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[Capítulo 13]

Biel y Grady habían estado en la sala de música por lo que parecía ser unos veinte minutos, o quizá era menos tiempo... Era difícil discernirlo si parecía que ahí se detenía el tiempo.

Estando sentado en el suelo, Biel tocaba en forma de arpegios la guitarra mientras Grady el piano. Eventualmente, este último se detuvo, habiendo comenzado a distraerse por lo que Biel hacía durante los últimos minutos.

—Lo estás haciendo a propósito —gruñó Grady, echando una mirada hacia Biel y tensando la mandíbula—. ¿Acaso esperas que milagrosamente me dé cuenta de tu "talento" y decida incluirte en el club?

Biel esbozó una sonrisa, percibiendo el fastidio en el tono de voz del chico.

—No, para nada —contestó con deje alegre, tirando de una de las cuerdas y apagándola con la palma de su mano—. Y si te refieres con "lo estoy haciendo a propósito" a tocar en una escala opuesta a la tuya, entonces sí, tienes razón... Pero estoy cumpliendo mi propósito.

Grady frunció el ceño.

—¿Y cuál es ese? —cuestionó.

—Distraerte. —Biel se encogió de hombros sin siquiera mirarlo.

—Idiota —murmuró Grady, rodando los ojos y haciendo amago de regresar su mirada hacia su piano, mas se detuvo, teniendo en cuenta que Biel no parecía dispuesto a irse de ahí o detenerse—. Ya te dije que no tienes que convencerme de volver a clases... Solo lárgate y ya. No tienes que hacerle responsable de mí y solo te perjudicas tú por perderte la lección de hoy.

Biel fingió pensar en una respuesta que contradijera sus fundamentos, aunque lo cierto era que ya tenía una en la punta de su lengua.

—Podría volver y no preocuparme por tu falta —concedió pensativo—. Sin embargo, la verdad es que me resulta ofensivo que creas que el esfuerzo consiste en descuidar las otras áreas que conforman tu rutina... ¿Saltarte las clases para practicar piano? Quizá no parece serio para ti, aunque para mí me resulta algo que haría un creído en lugar de alguien que quiere demostrar que tiene talento. —Alzó la mirada, clavando sus ojos en Grady—. Es verdad que hay que hacer sacrificios para llegar lejos, pero si este solo es el comienzo, ¿qué tipo de sacrificios harás cuando seas adulto?

Por unos momentos, Grady no contestó, viéndolo con una mezcla de odio, confusión y un muy pequeño espacio de duda. Tensó la mandíbula, apretando los puños y, al final, rehuyendo la mirada al suelo.

—No lo entendería la gente como tú —espetó, poniéndose de pie. Biel estaba a punto de decir algo, pero el chico súbitamente agregó—: Si te vas a empeñar en seguir molestando, no tiene caso que me quede.

Y, sin darle oportunidad a Biel de responder, Grady abandonó el aula de música con paso pesado.

De alguna forma, eso era una victoria. No obstante, Biel sabía que no tenía razones para sentirse bien al respecto.

.

Las últimas clases habían pasado, lo que se resumía en dolores de cabeza, aburrimientos mortales y un montón de tarea que Biel se arrepintió de pensar que nunca llegaría.

La preparatoria era exactamente lo que él había idealizado, y una parte suya se emocionaba mucho por que así fuera.

A su vez, en el fondo seguía decepcionado por no estar en el club de música. Y su mente seguía diciéndole "ya habrá otras oportunidades" aun si no lo creía realmente.

Daba igual, se repetía, no era como si el club de música fuera el único sitio en donde podía encontrar personas junto a quienes tocar.

No era así de importante... ¿Cierto?

—¿Qué quieres hacer hasta que suene el timbre de salida? —le preguntó Nathan de pronto. Estaban caminando por los pasillos, puesto que no había mucho qué hacer realmente.

Nathan no sabría si había quedado en el club de forma oficial hasta la próxima semana, así que estaba algo ansioso por perder el tiempo con cualquier cosa. Por otro lado, Biel no tenía exactamente ganas de hacer algo, y menos sabiendo que aún tendría que quedarse una hora tras la salida por el castigo de ayer.

—Hum, no lo sé —contestó Biel con cierta indiferencia, mirando hacia los pocos estudiantes que había en el pasillo; la gran mayoría estaba merodeando afuera entre los stands de los clubes y matando el aburrimiento con tonterías propias de adolescentes—. Podríamos pasar por el club de ajedrez y jugar una ronda con los miembros —sugirió, arqueando las cejas.

—¿Sabes jugar ajedrez? —Nathan lucía algo impresionado.

—No es que sepa muchas jugadas o algo así... Pero creo que tengo buena intuición para eso.

—En ese caso, podrías enseñarme un poco...

—¡Hey, Nathan! —Una voz los sobresaltó a sus espaldas, haciendo que tanto el aludido como Biel giraran sus cabezas en dirección del origen.

Ahí se encontraba el chico de cabello verde que había visto antes . Biel sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal al recordar que era uno de los estudiantes de ayer que parecían estar molestando a Nathan. Al ver a su amigo, comprendió que tenía razón, percibiendo en él un aura de incomodidad y tensión.

—¿Hoy también nos ayudas con las cosas del club? —cuestionó el desconocido con una sonrisa de oreja a oreja; luciría inocente si no fuera por ese peculiar brillo que asomaba en su mirada que no pertenecía al de un estudiante cualquiera.

—De hecho, ya tiene planes conmigo —se atrevió a involucrarse Biel, aun cuando recordaba de forma vaga lo que Cloe había mencionado respecto a no meterse en problemas innecesarios.

El chico enfocó sus ojos en Biel, como si apenas se hubiera dado cuenta de que estaba ahí; tenía una mirada penetrante, y sus ojos refulgían con algo de molestia. Era un fastidio similar al que veía en Grady, solo que el de este chico tenía aire peligroso.

—Lo siento, creo que no te pregunté a ti —dijo él cortante, cruzándose de brazos y manteniendo esa sonrisa falsa y arrogante. Al final, devolvió su vista hacia Nathan—. Asumo que no planeas dejarnos plantados luego de haberlo prometido desde el lunes, ¿verdad, Nathan?

Él parpadeó varias veces, titubeando. Era obvio que no quería ir, y es que esto se notaba en la forma en que movía con incomodidad sus pies de un lado a otro, así como rascaba su cuello y tenía sus ojos fijos en el suelo.

—Perdona, Biel, supongo que iremos al club otro día... —finalmente suspiró Nathan sin siquiera mirar a Biel, como si en el fondo le avergonzara muchísimo.

Biel no tuvo el valor de insistir, encajando sus uñas en las palmas de sus manos al apretar los puños con fuerza. Y, luego, solo observó a Nathan marcharse con el grupo de idiotas que habían venido hasta ahí; ya los había contado: eran cuatro, y todos ellos compartían esa mirada cómplice que anunciaba que su encuentro en el pasillo no había sido coincidencia.

Pasó el resto de la hora restante con Cloe, ayudándola a repartir un montón de folletos sobre su club.

Después de eso, sonó el timbre, anunciando la última hora. Se marchó casi toda la población estudiantil a excepción de esos pocos que se habían ganado un castigo en su primera semana de clases... Entre esos elegidos estaba, cómo no, Biel.

Había vuelto a la sala de química, con una mirada entre aburrida y resignada a no conversar con Grady. Honestamente, comenzaba a sentir que en serio no tenía casi intentar amigar con el chico si él solo tenía este porte serio e irritable, de esos que parecía que se molestaban contigo por solo existir.

O, bueno, quizá Grady sí tenía un leve punto de razón para estar molesto con Biel, mas él definitivamente no iba a disculparse por nada.

Así que pasaron al menos la primera media hora en un total y frío silencio. Uno pensaría que el día de ayer bastaría para limpiar ahí, pero al parecer el salón era más grande y tenía más compartimientos llenos de cosas, así que resultó que no era una tarea sencilla, además de que la profesora Salazar había sido explícita en no querer ni una huella o mota de polvo en los contenedores de cristal.

—¿Quién te enseñó a tocar la guitarra? —La pregunta de Grady tomó desprevenido a Biel, que se sobresaltó y casi dejó caer uno de estos contenedores, lo que habría resultado por completo contraproducente a su labor ahí.

Así que titubeó y se lo pensó por unos momentos.

—Pues... es una larga historia —contestó, dibujando una sonrisa incómoda. Cuando Grady se quedó en un silencio en espera de una continuación, Biel agregó—: Hace unos años pasé por ciertas cosas difíciles que hicieron que no pudiera adaptarme a la vida en la ciudad ni con las personas... —Bajó la cabeza, suspirando—. Era conflictivo y todo eso, así que era un dolor de cabeza para mis profesores y las personas que me tenían cerca... Y como ellos se estresaban conmigo, yo también me estresaba y manejaba aún peor el estrés...

Se quedó en un breve silencio antes de continuar, acabando de limpiar uno de los contenedores y poniéndolo a contraluz para verificar que estuviera impecable.

—Fue entonces cuando empecé a escaparme de casa —prosiguió, algo sorprendido de que Grady lo estuviera mirando y prestando atención—, al principio solo iba sin rumbo por las calles para alejarme de todos... Pero no tardó en volverse un pasatiempo. Uno de esos días me encontré con un hombre ya anciano que tocaba en el medio de una plaza... Y no lo sé, pero creo que estaba fascinado con la forma en que tocaba que simplemente no pude contenerme a pedirle que me enseñara.

Grady lo vio con confusión.

—¿Solo fuiste y le preguntaste así de la nada? —inquirió extrañamente intrigado.

Biel se rio por lo bajo, encogiéndose de hombros.

—Bueno, sí —dijo, restándole importancia al asunto con un ademán de mano—. Por suerte, ese hombre accedió a enseñarme con la condición de que lo ayudara con su tienda a cambio, y me pareció un trato justo, a decir verdad. El punto es que fue él quien me enseñó todo lo que ahora sé, y supongo que también es gracias a quien ahora soy quién soy... aunque él ya no me recuerda gracias a su enfermedad. —Sus labios se torcieron en una mueca, enfocando su mirada en Grady—. ¿Por qué te interesaba saber?

Grady, como si estuviera licenciado en cambiar de tema, agregó:

—Quiero que te unas al club de música.

Biel estaba tan sorprendido que dejó caer la esponja que sostenía. Parpadeó varias veces, entreabriendo sus labios y tartamudeando.

—¿Q-qué? —dijo, alzando las cejas a más no poder y mirándolo como si acabara de perder la cabeza—, yo... no entiendo. ¿Es una especie de broma o algo así?

Grady bufó.

—Puedes solo aceptarlo o molestarte en cuestionar mi decisión —contestó, frunciendo las cejas y esbozando una mueca a medias—. Pero no creas que ya es oficial que estás en el club... Todavía faltan dos días de pruebas. Bien podría llegar alguien más que me convezca de tenerlo en lugar de ti.

Biel todavía no se creía lo que estaba oyendo. ¿Es que acaso había ido a parar a una dimensión paralela sin siquiera darse cuenta? ¡Es que no le parecía que tuviera sentido! Dibujó una sonrisa incrédula, tratando de procesar todo.

—De acuerdo... —fue lo único que se le ocurrió decir. ¿Se suponía que debía estar feliz? Pues sí, pero no se sentía de esa forma habiendo sido todo así de abrupto.

Grady asintió, ya sin decir nada. Volvieron a quedarse en un silencio que, de alguna forma, resultó más incómodo que antes, cosa que Biel no entendía.

—¿Al menos ahora no te has olvidado de comer? —inquirió Biel, sintiéndose algo frustrado por que nadie dijera nada.

—No me había olvidado de comer —murmuró Grady, y de sus labios tiró una sombra de sonrisa, que no tardó en borrar en cuanto notó.

Fue lo único que dijo.

Biel suspiró, devolviendo su mirada hacia las ventanas de la sala.

Una parte de él se sentía mejor que antes. Quizá era por lo que Grady había dicho acerca de que podría entrar al club de música.

O quizá solo era porque sentía que al menos el chico ya no lo odiaba.

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