[Capítulo 12]
—No me respondiste ninguno de mis mensajes ayer —comentó Cloe mientras caminaban hacia la cafetería durante el receso en un tono algo acusador y preocupado—, tampoco hablaste conmigo durante las clases... ¿Está todo bien, Biel?
El chico esbozó una sombra de sonrisa sobre sus labios, que se afianzó un poco al ver a Cloe.
—Sí, estoy bien —contestó finalmente, soltando un suspiro. Y apenas si tuvo voluntad para agregar—: Lo siento. Creo que solo estoy algo desanimado por no haber podido quedar en el club de música... Quiero decir, me avergüenza un poco, ¿sabes?
Cloe lo examinó en silencio, frunciendo las cejas y ladeando la cabeza.
—Oh, Biel —exhaló, torciendo sus labios en una mueca—. Puedo imaginarme lo decepcionado y frustrado que debes sentirte... Pero, ¿en serio crees que voy a molestarte por eso o algo así? Si no quieres que hablemos del tema, solo debes pedírmelo y no lo haremos.
La sonrisa de Biel se volvió un poco más sincera.
—No es tanto eso —murmuró, observando que habían vuelto a llegar a la cafetería y, como habían hecho los días anteriores, se formaron en la fila para que él pudiera comprar algo—, tampoco quiero que sea un tema incómodo para discutir. Hum, lo siento, debí responderte, pero la verdad es que no sentí ganas... Perdón.
—Ya, está bien, no tienes que disculparte —dijo Cloe, desviando la mirada al suelo—. Entiendo lo que quieres decir. —Alzó la cabeza, agregando—: Por cierto, ¿al final todo estuvo bien con Grady? Como ya no me dijiste, me quedé algo preocupada.
Biel recordó lo sucedido, apretando los labios y removiendo con leve incomodidad sus pies sobre el suelo. Titubeó acerca de difundir lo que la enfermera le había dicho a él... ¿Sería algo privado o simplemente fuera de su incumbencia? Sí, sin dudar, además, si no era su asunto, no tenía razones para contárselo a otros, ¿cierto?
—Al final todo salió bien, o eso creo —contestó Biel, ladeando la cabeza. Se detuvo para comprar una dona y, por si acaso, compró una extra. Luego, procedió a buscar un sitio para sentarse junto a Cloe—, dejé a Grady en la enfermería y me fui... Supongo que de verdad es un cabezota con eso de que también vino hoy.
Cloe se rio.
—Sí, me pregunto qué tendrá en la cabeza ese idiota —concordó con leve toque de diversión. Esta vez no se encontraron con Nathan ahí, por lo que tomaron un lugar cualquiera en ese sitio—. Al menos lo ayudaste y eso. Seguro que lo toma en cuenta en algún futuro.
Biel se encogió de hombros.
—Pues espero que él no piense que lo hice con ese fin —admitió, quitándole el plástico a su dona y observando que Cloe abría su contenedor de comida con lo que parecía ser un montón de fideos—, no me gustan las acciones que ayudan a otros con fines de interés propio.
—Oh, eso es muy noble... —Cloe miró a su alrededor, como buscando a alguien—. Ahora que lo pienso, acabo de notar que Grady nunca viene a la cafetería, quiero decir, ni aun en secundaria recuerdo haberlo visto en algún momento aquí.
—¿Están hablando de Grady? —La voz de Nathan intervino en la conversación, haciendo que Biel y Cloe giraran sus cabezas en aquella dirección.
La chica asintió con la cabeza varias veces, haciéndole una seña a Nathan para que tomara asiento junto a ellos, cosa que él no se lo pensó dos veces antes de hacer.
—Sí, ¿verdad que Grady es muy extraño? —inquirió ella, torciendo ahora la conversación a lo que parecía ser la exposición de un chisme y rumores respecto al chico—, uno pensaría que con lo rico y popular que es tendría un montón de amigos y seguidores por ahí, mas por lo general tiende a estar solo...
—Yo escuché algo acerca de que sus padres lo presionaban para ser una especie de robot en el piano y el violín —relató Nathan, hincando su tenedor en lo que parecía ser un par de albóndigas que había traído por su cuenta—. Me pregunto si eso lo habrá hecho odiar en algún momento la música o algo así. Si a mí me obligaran, creo que habría dejado de disfrutarlo eventualmente.
Nathan y Cloe continuaron compartiendo más rumores que rodeaban a Grady, que resultaron ser más de los que uno llegaría a pensar... Es decir, ¡había quienes incluso rumoreaban que era un vampiro! La imaginación de la gente para los chismes parecía simplemente no tener límite.
Biel no participó mucho en la charla, aunque fue más por el hecho de que era su tercer día en la escuela y, por obvios motivos, no tenía forma de conocer más rumores referentes al chico.
En cambio, solo suspiro y miró por uno de los ventanales de la cafetería: el cielo se había nublado y parecía a punto de romper a llover en cualquier instante... Esperaba que no lo hiciera, porque había traído su guitarra hasta la escuela con la intención de llevársela a la tienda de Astor para arreglarla allá con las herramientas necesarias.
Meneó la cabeza, escuchando cómo, rato después, el timbre que anunciaba el fin del receso retumbaba en sus oídos.
.
La clase luego del receso resultó ser química... Con esa profesora que a Biel había comenzado a caerle ligeramente mal (hágase un falso énfasis en "ligeramente").
—Ojalá ya no hagas que te castiguen otra semana —le dijo Cloe cuando iban caminando en dirección hacia el laboratorio con el resto de su grupo.
—Dime que no soy solo yo y la profesora Salazar es algo exagerada —contestó Biel, torciendo sus labios en una mueca y pasando una mano por su cabello.
Cloe lo vio con un gesto divertido.
—Bueno, no eres tú —respondió, devolviendo su vista hacia delante—, ella es bastante rara y le encanta castigar en equipos... Creo que deberías irte acostumbrando a eso.
Biel se lamentó en silencio, pero se abstuvo de decir algo más.
Al entrar al laboratorio no tardó en caer en la cuenta de que Grady no estaba ahí.
Se sentó en el lugar que le había sido asignado ayer, observando su alrededor y notando que, en efecto, el chico de verdad no estaba ahí, cosa que confirmó cuando el resto del grupo ya había tomado sus asientos y la ausencia de Grady comenzó a verse notoria.
La profesora Salazar ya estaba ahí, sentada tras su escritorio y leyendo un grueso libro de la materia. Unos minutos después, comenzó a pasar lista.
Su voz se detuvo en el nombre de Grady cuando una chica exclamó:
—¡Profesora, Grady no está aquí, pero sí vino!
Salazar levantó la mirada de la lista de estudiantes, escaneando con sus ojos a su alrededor y mirando directamente a Biel con el ceño fruncido.
—Yo puedo ir a buscarlo si quiere —se ofreció la chica que había hablado antes, que se sentaba hasta delante de la clase y tenía el cabello larguísimo y de color rubio—, no me molestaría.
Biel aprobó mentalmente esto, pero supo que la profesora Salazar no pensaba de la misma forma cuando ella se puso de pie y caminó hacia el chico, deteniéndose frente a su lugar.
—Ve a buscar a tu compañero —le ordenó, arqueando las cejas y cruzándose de brazos con leve deje aterrador—. A menos que esté en la enfermería más vale que hayan vuelto los dos dentro de veinte minutos.
Parpadeando varias veces, Biel vio cómo la profesora daba media vuelta y volvía a tomar asiento. Por unos momentos, no reaccionó y se mantuvo estático. Solo hasta que Cloe le hizo una seña al otro lado de la clase optó por levantarse y hacer lo que se le había solicitado (algo a regañadientes, cabe destacar).
Abandonó el aula con el paso arrastrado, mordiéndose el pulgar cuando salió al pasillo que había al otro lado mientras comenzaba a recorrerlo. En el proceso múltiples preguntas corrieron por su cabeza: ¿Por qué Grady no estaba en clases? ¿Es que acaso creía que podía saltárselas cuando se le pegara la gana o algo así? Y, mejor aún, ¿en dónde se suponía que estaba?
Decidió cortar de una vez los únicos dos destinos en donde se le ocurría que podía haber acabado: la enfermería y la sala de música. De verdad esperaba que estuviera en alguna de ellas, porque solo sabía llegar parcialmente a ambas sin perderse... Sí, la verdad era que Biel no tenía la mejor orientación del mundo al grado de que, en una ocasión, se había perdido en el supermercado... y no a los seis años, sino hace seis meses.
Primero acabó en la enfermería, recordando muy bien el camino porque también había partido del laboratorio el día de ayer.
Resultó que Grady no estaba ahí, y lo maldijo por lo bajo, suspirando con frustración y meneando la cabeza.
Realmente era un idiota.
Su segunda parada fue la sala de música, que ubicó tras pedirle indicaciones a un estudiante que pasaba por ahí (pues se sintió desorientado tras salir de la enfermería). Se detuvo detrás de la puerta del salón, frunciendo las cejas hacia abajo y notando la confusión abrirse paso a través de él al percibir ciertas vibraciones provenir del interior del aula.
Colocó su mano sobre el pomo de la puerta, empujándolo y, acto seguido, cruzando el umbral.
Se encontró con que tenía razón; Grady estaba ahí.
Apretó sus labios en una fina línea recta, cerrando la puerta detrás de él para evitar que el ruido que emergía del piano que el chico tocaba resonara en el pasillo externo.
Al cerrar la puerta, observó que Grady se sobresaltaba, advirtiendo en su presencia y dejando de tocar el piano de golpe. Estaba sentado a espaldas de Biel, por lo que tuvo que mirar por encima de su hombro para encararlo con la vista.
—La profesora me envió a buscarte —se adelantó a explicar Bien, caminando en su dirección y hundiendo sus manos en los bolsillos del uniforme—. Por si no lo has notado, ya pasó la hora de receso.
Grady lo ignoró, volviendo su mirada hacia el piano y apoyando sus dedos sobre algunas de las teclas, aunque sin emitir ningún sonido.
—Claro que lo sé —dijo con tono cortante, poniendo los ojos en blanco.
—Entonces... ¿Por qué estás aquí? —inquirió Biel, entre intrigado, acusativo y vacilante—. Pensé que al entrar a la preparatoria ya se dejaban atrás esas tontas manías de niños de secundaria sobre saltarse clases.
—No lo entenderías —bufó Grady, un tanto despectivo.
—¿Qué hay que entender?
Haciendo sonar un par de teclas en el teclado, Grady se rio entre dientes.
—Tengo un concurso este fin de semana —explicó sin despegar la mirada del piano.
—Espera, ¿solo por eso planeas saltarte las clases que quieras? Creo que estás sobrellevando esto a cierto extremo... No parece que sea del todo saludable —se atrevió a comentar Biel, arqueando las cejas y deteniéndose al lado de Grady.
El chico chasqueó la lengua.
—Por eso dije que no lo entenderías —murmuró, tensando la mandíbula—. Gente como tú no podría entenderlo.
Biel no pudo evitar ofenderse.
—¿Gente como yo? —repitió, parpadeando varias veces y arrugando la frente—, ¿qué significa eso?
—Gente que cree que el talento nace por su cuenta y permanece sin hacer nada.
Esto también molestó a Biel, que al final acabó por dar media vuelta, tomando una de las guitarras apoyadas contra la pared del aula y sentándose en el suelo.
—Bien, como no planeas moverte de aquí, yo tampoco lo haré —dijo, esbozando un mohín de disgusto en sus labios—. De todas formas, no tiene caso volver si la maestra planea molestarme a mí por no haberte traído de regreso.
—Podrías solo decirle que estoy en la enfermería —contestó Grady, aun si la indiferencia era evidente en su voz—. Ya me encargaré yo de obtener un justificante sobre eso después.
Biel sacudió la cabeza en negación.
—No. Si vas a insistir en saltarte clases y demeritar el esfuerzo de otros siendo un idiota, supongo que yo también puedo hacer lo que quiera y quedarme aquí el tiempo que se me pegue la gana. —Miró a Grady con deje de fastidio, todavía molesto por lo que había dicho antes.
Además, no era como si, en el fondo, tuviera genuinas ganas de volver a clase.
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