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Parte 1.

Soy un chico adolescente llamado Ningyo, mi vida es... bueno, como cualquier otra pero mi problema es que soy muy cerrado y frio: nunca levanto la mano en clase, no me ajunto con mis compañeros de clase, soy arrogante con ellos, yo les tengo manía y ellos a mí también; lo bueno es que soy muy relajado, obediente y estudiante. Creo que mis notas son las más altas de mi instituto y para los profesores yo soy su favorito aunque yo los desprecie.

-¡Aaaahhhhh.....!- Solté un enorme bostezo que retumbó en toda mi habitacion, pero no era nada comperado con tal irritante alarma sonando para indicarme que ya eran las siete de la mañana y tenía que levantarme.

Pareciá un zombie cuando me levnté de la cama, todo despeinado, sin vestir y, aún medio dormido. Hoy hacía un poco de viento y nubes negras que predicaban una llovizna, la casual llovizna de otoño después del sol del verano, el cual pensaba mientras desayunaba un tazón de leche con cereales después de vestirme.

Mi desánimo habitual de cada mañana me daba ganas de abandonarlo todo, pero lo hago todo por mi familia, recordando aquellos momentos de felicidad juntos, que se esfumaron tras aquel trágico accidente: nos ívamos todos de viaje a Kotonoha, mi padre, mi madre, mi hermana mayor y yo, en el coche familiar que ya era un poco viejo. Era de noche y ya casi llegábamos a nuestro destino, cuando de repente oimos un ruido, como de unos aniamales enfurecidos y exhaltados, de ahí vimos sombras pasar tan veloces que no se distinguian. Mi padre pisó el freno con tanta rapidez que derrapó al girar el volante bruscamente, lo siguiente que pasó fue que una massa muy pesada parecida a la de un animal enorme se nos vinó encima. Mi hermana, que estaba sentada a mi lado, automáticamente empujó con su brezo hacia el suelo, en ese momentó dió su vida para salvar la mia porque aquel monstruo, o lo que fuese, tan pesado aplastó a mi hermana como si fuera massa de pan y, mis padres... también fallecieron por aquel impacto. Yo me quede debajo de mi hermana muerta toda esa noche, aterrorizado y llorando hasta el amanecer, dónde un grupo de gente que pasaba por alli avisó a la policia y a la ambulancia de un accidente. Me transladaron a un orfanato peró acabé fugandome de alli, ahora vivo solo en una casa que me pagan mis tios de Perú. Aunque de eso hace ya mucho tiempo, cuando tenia seis años, ahora tengo quinze y solo quiero cumplir mi meta para llegar a ser biomédico. Ahora todos los dias voy a visitar sus tumbas y, tengo que reconocerlo, me pongo demasiado melancólico por ello.

De camino al instituto empezaba a chispear pequeñas gotas de lluvia y tube que ir corriendo hasta allí ya que no tenía paraguas. 

-¡Ningyo!

-¡Presente!- le respondí a la profesora que pasaba la lista de alumnos como siempre, ya que ésa es la única palabra que pronunciaba en todo el día.

Puse una cara de asco cuando recordé que hoy venia un titiritero a hecer una cosa de esas tan estupida que hacen, que solo juegan con muñecos y que cree que le dan vida solo moviendolos con hilos desde un palo. Dado mi desprecio hacia esas personas, me senté al fondo de la sala evitando mirar  sus tonterias, cuando vi al hombre llegar con sus títeres, lo primero que hizo es hecharme una mirada que se me clavaba en los ojos. Me quedé sorprendido pero a la vez tenía tanta rabia, lo único que hize es seguir pasando de todo. No sé por que, pero le volví a mirar, esta vez me fije más en su aspecto: era un hombre alto y robusto, de unos ciento ochenta y nueve centímetros, un poco corpulento pero no demasiado, supongo que llebaba una vida saludable porque era delgado pero a la vez tenia una buena musculatura. Llevaba puesta una gabardina que parecía casi nueva, zapatos negros como el carbón de charol, pantalones gamuza de color beig oscuro y desgastado, debajo de la gabardina solo se le veía el cuello de la camisa blanca, y pude apreciar qe no llevaba ninguna corbata.Sus manos eran grandes, de juagar tanto con esos muñecos, supongo, tenía un cabello liso y bonito, raro para mi gusto pero me gustaba, lo tenia largo, recogido con una coleta baja junto con un flequillo un tanto desigual. Llevaba ese tipo de gafas que te hacen más viejo pero a la vez más listo, pero a él no, no le hacían viejo, de hecho, le quedaban perfectamente a juego con su rostro, y esos ojos ceñidos tan embriagadores y misteriosos de color gris con un brillo de color púrpura... no quería aceptarlo pero me encantaban.

Sentía una extraña sensación que me retumbaba en el estomago. Por fin acabó su "actuación", pero aunque no estuve mirando porque queria evitar verlo, no puede evitar escuchar. Su voz me sonaba tan... no sé, no tengo ni idea de como describirlo, es como que me tenia embobado y embriagado; ya sé que sonaba barítono como la de un hombre normal, uno cualquiera, pero no pude evitar sentir ese sentimiento diferente y... especial.

Buufff... la hora del recreo, una corta pausa para almorzar, relacionarse y tomarse un descanso de los estudios, lo odio. Ver a tanta gente en un mismo sitio yendo de aquí para allá, hablando y gritando sin parar, tan alegre y... ¡puaj! Me dan ganas de vomitar nada más de pensar en eso.

Iva al baño cuando oí hablar a la profesora y al titiritero en una sala del corredor, y me interesé de lo que estaban diciendo ya que parecia serio. Sigilosamente, apoyé la oreja sobre la puerta con cuidado; no me lo puede creer.

No puede ser, me quedé sorprendido al oir de lo que estaban hablando...

CONTINUARÁ...

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