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PARTE II | "Un nuevo capítulo" 17. Nuevos caminos por recorrer.

27 años | Demián

Mayo

Tres años después...

Termino de firmar los contratos y los apilo a un lado del escritorio, busco en el computador los informes del último mes y le envío a Sebastián todo por correo. Según sé, se fue a casa temprano porque tenía unas cosas muy importantes que hacer, lo que supongo tiene relación con su nuevo negocio de patrocinar autos de la F1.

No lo juzgo, es una parte importante de su vida y me alegra que haga lo que ama sin tener que arriesgar su vida por ello. Se le ve más contento, vivo y sin resaca. No diré que me alegra estar a punto de perder a mi mejor amigo, pero ese accidente solo lo impulsó a ser mejor persona.

—Jefe, ¿estás ocupado? —cuestiona Mariana después de dar dos golpes en la puerta.

—No, pasa —ingresa con esa seguridad que cautiva a cualquiera, pero con el ceño fruncido y su vista fija en el iPad—. ¿Qué necesitas?

—Firma aquí —me pasa la Tablet con el lápiz electrónico—. Es para el permiso de los productos hidráulicos que vienen de Dubái, llegarán el viernes por la noche. Y el sábado por la noche es la reunión con los Jackson, debes ir.

—¿Y tú vendrás conmigo? —pregunto con una sonrisa.

Ella rueda los ojos y sacude la cabeza.

—No, deben ir los directivos, Demián —recalca y toma el iPad otra vez—. Debemos ser profesionales.

—Por eso mismo, necesito una cita —la veo relamerse los labios.

—Que el señor McCain sea tu cita —sonríe toda coqueta—. Por cierto, he estado llamando a este señor, el de Tailandia...

—Phil Brentson —corrijo.

—Sí, ese. Dios, es tan difícil de encontrar, siempre me lo niegan —gruñe—. Pero no te preocupes, haré todo lo que esté en mis manos para dar con él y hacerle una propuesta. De que firmamos con él, lo hacemos.

—Estoy muy impresionado, señorita Hart —halago, me pongo de pie y camino hacia ella.

—Lo sé, soy la mejor secretaria que podrás tener en tu vida —alardea—. Deberías darme un premio.

—Tengo algo en mente —doy un paso más cerca.

—¿Y qué es? —ladea la cabeza, mirándome con esos grandes ojos color avellana.

—Una cita conmigo esta noche —ella suelta una risita ante mis palabras.

—Definitivamente no —sentencia, arrugando la nariz.

—Definitivamente sí —asiento rotundo—. No aceptaré un no por respuesta.

—Vale —suspira—, pero no es una cita.

—Sí es una cita.

—Mira, dejémoslo en que es una no cita, ¿está bien? —se aleja, dispuesta a irse—. Nos vemos más tarde.

Intento conservar su bonita sonrisa en mi cabeza por un largo tiempo, pero no puedo. Es imposible, sin importar los años que pasen.

[...]

—Mis padres son de Wisconsin... Bueno, mi madre es de Minnesota, pero vivió toda su vida en Madison, así que ella considera que es de ese lugar —murmura mientras observa por la ventana del auto, ya habíamos ido a cenar y la pasé mejor de lo que imaginé. Mariana es una de esas personas que te sacan de la rutina con tan solo una conversación—. Luego se mudaron aquí y yo nací dos años después.

—Tu familia quiere recorrer todo Estados Unidos, ¿no es así? —la castaña se ríe y asiente—. ¿Has estado en esos lugares?

—Sí, con mis abuelos. Es realmente lindo una vez que los conoces, la gente es muy amable y la comida es muy buena —musita con una sonrisa—. Aunque yo no puedo comer mucho, cómo pudiste notar.

—Sí, ya lo noté —sonreí.

—¡No te burles de mí! Mi estómago es más pequeño que el de una hormiga —suspira—. Es aquí —señala el edificio—. Gracias por traerme.

—¿Ya te vas? Eres la peor —alego, quitándome el cinturón de seguridad.

—Oye, debo levantarme temprano, mi jefe un ogro y no quiero que me despida —murmura haciendo lo mismo.

—¿Soy un ogro? —finjo estar indignado—. Soy el mejor jefe que podrás tener en tu vida.

—Ya quisieras —se ríe hasta que ese dulce sonido se va apagando de a poco.

Nos miramos por lo que parece una eternidad y entonces, ambos nos estamos acercando el uno al otro y nuestros labios se encuentran a mitad de camino. Mi mente se pone en blanco por un momento y solo me concentro en este instante.

Sus labios son suaves, el beso es lento y sin malicia alguna, pero no se siente... bien. Es como si estuviera en el lugar equivocado, como si esto no fuera del todo correcto.

—Perdóname —apoyo mi frente contra la suya una vez que consigo alejarme—. Es solo que...

—Está bien —dice, me mira a los ojos y sonríe—. Hay alguien más, ¿verdad?

—Sí —admito—. Estoy enamorado de alguien más.

—Yo también estoy enamorada de alguien más —susurra y baja la mirada—. Sé lo difícil que puede ser amar a alguien y no poder tenerlo.

Sí, eso era verdad. Querer a alguien y no poder estar con esa persona era lo peor del mundo.

—¿Cómo es ella? —pregunta luego de un largo silencio.

—Ella es increíble —sonrío con tan solo recordarla—. Es una mujer asombrosa... Hace mucho tiempo que no la veo.

—El tiempo hace que las personas aprendan, les muestra cosas que antes no veían y eso las hace mejores cada día que pasa —musita con una pequeña sonrisa—. Estoy segura de que ella sigue siendo increíble.

—¿Y tú príncipe azul? —aprieto su mano.

Mariana sonríe y niega un poco.

—Es más bien una princesa —me dice con las mejillas rojas.

—¿Qué? —me quedé atónito con su confesión—. ¿Eres lesbiana?

—Bisexual sería el término correcto para mí —admite, pasándose un mechón castaño detrás de la oreja—. Me gustan los hombres, no tengo problema con decir eso, pero me he dado cuenta que tengo una atracción más fuerte hacia las mujeres. Hacia ella, más bien.

—Wow, estoy impactado —sofoco una risa que ella no logra controlar—. ¿Por qué no me lo dijiste antes? Habría podido dejar de acostarte todo el tiempo.

—¡Lo siento! —no puede dejar de reírse—. Es que era divertido verte sufrir cada vez que te decía que no.

—O sea, ¿te encantaba verme sufrir? —elevo una ceja—. Me siento utilizado.

—Perdón —suspira, apoya la cabeza contra el asiento y me mira a los ojos—. Me gustó salir contigo hoy.

—A mí también —acaricio su mejilla con suavidad—. Espero que cuando logres tener a tu princesa me la presentes como se debe.

—Lo mismo va para usted, jefe —me señala—. Bueno, de verdad tengo que entrar, tengo que dormir mis ocho horas completas.

—Vale. Te espero mañana temprano o te despido.

—No puedes, soy demasiado importante para ti —se carcajea y baja del auto, me observa unos segundos—. Eres un buen hombre, Demián, estoy segura de que tu princesa te quiere tanto como tú a ella.

Me guiña un ojo y cierra la puerta para después alejarse hacia su edificio, me quedó hasta que la veo entrar y solo entonces enciendo el auto otra vez. Pienso en sus palabras porque no estoy tan seguro de eso: «Tu princesa te quiere tanto como tú a ella». Bueno, la esperanza es lo último que se pierde.









Mood de este capítulo:

Yo:

Ustedes:

También ustedes:

Así comenzamos la segunda parte, ¿qué opinan? ¿Se asustaron con lo que pasó? ¿Con ese beso? Ay, como me encanta ser malvada.

Seguimos sin computador, así que actualice con el cel por petición de ustedes. Amenme. 🛐

¡Voten, comenten y compartan mucho!

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